29 de noviembre de 2009

El chavismo y la segunda oleada

(Este artículo lo terminé de escribir hace ya casi tres meses, exactamente el 7 de septiembre, a pedido de los compañeros de la revista SIC, de la Fundación Centro Gumilla. Fue publicado en el número 718 , de septiembre-octubre de 2009, consagrado al tema: Socialismo a la venezolana.


Lo comparto con ustedes en ocasión de celebrarse hoy elecciones presidenciales en Uruguay y Honduras. En un caso, decidirá la participación popular masiva; en el otro, la abstención militante.

Se viene la segunda oleada).

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Tendríamos que comenzar por abandonar esa idea, tan seductora como ingenua, según la cual la construcción del socialismo es una carrera de cien metros planos que nosotros corremos como Usain Bolt. O una pelea por el título peso ligero que sentenciamos a nuestro favor en el décimo round. El problema con las revoluciones es que la carrera nunca acaba, la pelea nunca termina: podemos ser capaces, incluso, de propinar más de un nocaut fulminante, y aún así siempre tendremos en frente a un nuevo contendor.

Usain Bolt: cabalgando

Dicho lo anterior, es indudable que lo que resulta fascinante y alentador del actual momento histórico es que la pelea por el título se libra en toda América: en el transcurso de la última década, las fuerzas de izquierda han logrado propinar algunos nocauts, llegando incluso a coronar a varios de los suyos en la silla presidencial. En el caso venezolano, el defensor del título fue a dar a la lona, durante cuarenta y siete horas, y un gigantesco levantamiento popular y militar lo devolvió al ring, con la fuerza que es capaz de inspirar un aliento colectivo de tal naturaleza. Hay de todo: en países como Bolivia el intercambio de ganchos de izquierda y derechazos a la mandíbula inspiró la célebre frase del contrincante narrador: atravesamos por una etapa de "empate catastrófico"; en Ecuador, el defensor se da el lujo de corretear por el cuadrilátero, mientras su contrincante recibe conteo de protección; en Paraguay recibe una lluvia de insultos, acusaciones y dos, tres, cuatro, cinco golpes de puñalada; en Brasil, Argentina, Uruguay o Chile, cada cual con su estilo, propina algún izquierdazo contundente, pero inmediatamente se abraza con su rival, bien sea por agotamiento o por no disponer de mucha voluntad para encarar la pelea; en Colombia o Perú, los retadores de izquierda deben aguantar una andanada de golpes ilegales: por debajo de la cintura, por la nuca, patadas, tropezones, masacres y persecuciones.

Con sus profundas diferencias, sus indudables semejanzas, sus ritmos dispares y diversos estilos, el cambio de rumbo político continental es de tal manera inocultable que hasta los comentadores y analistas de la derecha han debido reconocer que en América se ha producido lo que todos reconocen como un giro a la izquierda. Rendidos ante la evidencia, a la media oligárquica y a sus mentores intelectuales no les ha quedado de otra que poner el acento en aquellas diferencias, distinguiendo entre una izquierda vegetariana, responsable, moderada y moderna y otra carnívora, malhablada, vulgar, expansionista, radical y decimonónica. El propósito es tan evidente que raya en lo vulgar: detrás de la muy decimonónica práctica que consiste en distinguir entre civilización y barbarie, lo que aparece es el esfuerzo por obstaculizar la unidad de propósitos.

El asunto se complica aún más cuando el mentado giro a la izquierda es utilizado por cierta intelectualidad progre, renuente a profundizar en la complejidad, el significado y el alcance del acontecimiento, como pretexto para no hacer lo que sin embargo estaría obligada a hacer: examinar con el rigor suficiente tanto los puntos de encuentro como los de desencuentro, las particularidades tanto como las generalidades, los flancos débiles tanto como los fuertes. En resumen: aquello que nos une y por tanto nos hace fuertes, tanto como aquello que nos amenaza y pone en riesgo la necesaria unidad. ¿El mayor riesgo en lo inmediato? Que el fulano giro a la izquierda se desvanezca en la próxima esquina, que desaprovechemos la oportunidad histórica de convertir el tal giro en camino y obliguemos a las generaciones futuras a tomar el testigo en una carrera cuya meta es el despeñadero.

Celebrar este giro a la izquierda con aire triunfalista, como prueba irrefutable de que de ahora en adelante los pueblos acumularán una victoria tras otra es, cuando menos, irresponsable. Muy por el contrario. La noticia es ésta: Usain Bolt tiene que comenzar a asimilar que lo que nos viene es un maratón. Ni siquiera Julio César Chávez ni Mano e Piedra Durán ganaron todas sus peleas. Planteado menos deportivamente: tarde o temprano habremos de sufrir alguna derrota. O cuatro. Muy difícil, casi imposible preverlo con exactitud: cuándo, cuántas. ¿Las causas? Pueden ser muchas, asociadas unas con otras, simultáneas: acumulación de errores internos, cambio drástico de la correlación de fuerzas, incapacidad para demoler el viejo Estado o para transformar las relaciones sociales y económicas, freno al proceso de radicalización democrática, repetición de viejos errores del socialismo burocrático. También: desestabilización con apoyo externo, corrupción de funcionarios, atentados, infiltración de fuerzas paramilitares, golpe de Estado, magnicidio, invasión.

Sin excepción, cada una de estas eventuales causas o escenarios reales están planteados o están en pleno desarrollo. Insisto: de manera simultánea, aunque como es obvio la situación varía según sea el caso. En algunos casos es posible que el proceso de cambios se vea detenido, así sea temporalmente, concluido el período del mandato presidencial, dada la inexistencia de una figura capaz de aglutinar el apoyo suficiente para triunfar en elecciones democráticas y con ello garantizar la continuidad del proyecto. Asestadas estas derrotas, ellas implicarán un freno o incluso un retroceso del proceso de cambios continental. Tendrá lugar entonces una feroz campaña propagandística y los ideólogos de la democracia liberal – y de otras formas menos santas de gobierno – cantarán sobre el inicio del fin del giro a la izquierda. Eso escríbanlo.

El golpe de Estado en Honduras ha sido una avanzada de esta contraofensiva continental. Como bien lo ha sabido interpretar Isabel Rauber en un artículo excepcional: "No es la vuelta al pasado, no hay que equivocarse: es el anuncio de los nuevos procedimientos de la derecha impotente. El neo-golpismo es 'democrático' y 'constitucional'. Honduras anuncia por tanto la apertura de una nueva era: la de los 'golpes constitucionales'". Con el derrocamiento de Zelaya, la derecha continental no sólo ha infligido un golpe a la Unasur, sino que lo ha hecho ensayando una nueva modalidad que no tardará en replicarse en otros países de América, allí donde modalidades más impresentables no tengan, por los momentos, posibilidades de éxito.

Pero este inicio del fin del giro a la izquierda estará muy lejos de significar lo que, sin embargo, proclamarán a los cuatro vientos los ideólogos del status quo: el fin de la era de los pueblos en rebeldía y un despertar de la borrachera democrática e igualitarista que sacudió, en mala hora, a la América toda. En medio del triunfalismo de la derecha – que, la historia así lo enseña, es mala perdedora y peor ganadora – lo que volverá a emerger, lo ha planteado también Rauber, es "una cuestión política de fondo: los procesos sociales de cambio solo pueden ser tales, si se construyen articulados a las fuerzas sociales, culturales y políticas que apuestan al cambio y generan el consenso social necesario para llevarlo adelante. Y esto solo puede realizarse desde abajo, cotidianamente, en todos los ámbitos del quehacer social y político: en lo institucional y en la sociedad toda. Un empeño político y social de esta naturaleza, no se alcanza espontáneamente. No basta con que un mandatario tenga una propuesta política que considere justa o de interés para su pueblo; es vital que el pueblo, los sectores y actores sociales y políticos sean parte de la misma, que hayan participado en su definición, que se hayan apropiado de ella".

Así, luego de este retroceso temporal del proceso de cambios revolucionarios a escala continental, sobrevendrá una segunda oleada democrática y revolucionaria, impulsada por los movimientos populares que en esta etapa, en mayor o menor grado según el país del que se trate, han sido mantenidos al margen por gobiernos que, a pesar de todo, se autodefinen como populares. Diagnóstico que vale, en particular, para los casos argentino y brasileño, pero del que no escapa Venezuela ni ningún otro país gobernando por la izquierda. Esta segunda oleada será acompañada por aquellos procesos que supieron aprender a tiempo la lección más importante, y cuyo desconocimiento constituye nuestra principal amenaza: la revolución la hacen los pueblos, no minorías iluminadas.

De allí que una de nuestras principales tareas consista en saber interpretar el carácter y la naturaleza bravía, potente y revolucionaria del chavismo, entendido como movimiento popular que aglutina tradiciones y saberes, estéticas y sensibilidades, que plantea demandas y formula propuestas. Mal haríamos relegándolo al papel de espectador en la pelea, ese cuya participación se limita a lanzar vítores a su gallo. Mal haríamos al pretender domeñar o contener la potencia de un movimiento que, cuando es necesario, corre como Usain Bolt y pega como Edwin Valero.

Edwin Valero: fulminante


26 de noviembre de 2009

El ascensor y el billete de cinco

(¡Por fin!, el de la suerte, el número trece de Ciudad CCS, publicado el jueves 26 de noviembre de 2009.

Conozco camiones de gente cansada de presenciar cómo algunos cámaras utilizan los medios oficiales para advertirnos que hay peleas que sólo pueden librarse puertas adentro, pero que acto seguido utilizan esas mismas pantallas o micrófonos para bombardear territorio que se supone aliado. Son los mismos que hablan y hablan y vuelven a hablar de la necesidad del debate ideológico y tal, pero cuya "ideología" se reduce a la enumeración de consignas que no aportan nada y que por supuesto explican mucho menos.

Es extremadamente fácil reconocerlos: no pueden hablar sin aferrarse al salvavidas gramatical sin el cual se ahogarían todos los militantes de izquierda con vocación de policía o de inquisidor. Por eso, siempre les escucharán acusando a los otros de "contrabandistas ideológicos", de "grupúsculos", de culpables de "desviaciones".

Así mismo: "desviaciones". Palabreja tantas veces dicha durante el siglo XX, y detrás de la cual se esconde tanta infamia, tanto abuso, tanto crimen, en nombre del "socialismo".

Yo también estoy cansado. Contra ustedes va este artículo, que por esta vez no es más que una tibia respuesta.

Mil a una a que no se atreven a bajarse de sus tronos para venir aquí a fajarse como los buenos, que es decir como cualquiera de nosotros, sobre quienes recaen sus insultos.

Mil a una).

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Soy de los que cree que esa fórmula televisiva que consiste en hacer acto de presencia en una manifestación opositora para interrogar a un par de señoras en edad avanzada, con manifiesta incapacidad para argumentar por qué es tan rabiosamente antichavista, se agotó hace un buen tiempo.

Si vamos a hablar de desviaciones, he aquí una de ellas: responder a la burla y a la humillación con burla y humillación. Porque una cosa es salir a la calle a interpelar a los que siempre se han creído con voz para hablar por nosotros – políticos, periodistas, intelectuales – y otra muy distinta es enviar el mensaje de que sólo somos capaces de mostrar nuestro talante moral, develando las miserias de nuestros adversarios.

Dicho lo anterior, es preciso agregar que es muy distinto cuando alguna de estas señoronas pretende aprovecharse de las ventajas del terreno para largarse una agria monserga sobre cualquiera de los tópicos habituales del antichavismo irredento. Póngase por ejemplo el reducido espacio de un ascensor, que a las siete de la mañana, lo mismo que a las seis de la tarde, les provee de público cautivo.

Así, hace algunas pocas semanas, sin previo aviso, asistimos a una fugaz conferencia que versaba sobre la infinita ineficiencia gubernamental. La agitada e improvisada ponente insistía, una y otra vez, en el elemento demostrativo de su planteamiento: sosteniendo dos billetes de cinco entre sus manos, no dejaba de vociferar que no podía ser posible que este gobierno fuera incapaz de imprimir dos billetes del mismo tamaño.

En casos como estos, es prácticamente inevitable que la señora reciba en respuesta una frase como la que le espetó, todavía con algún considerado disimulo, alguno de los presentes: “Hay que ver cómo hay gente que está loca”. Tan inevitable como las sonrisas cómplices, pero sin malicia alguna, que vinieron después.

Brevísima historia, de esas de ascensor, que recuerdo ahora que ha llegado a mis manos un billete de cinco con la siguiente inscripción: "Fin del mundo. Cristo viene". Y entonces me pregunto si no será que como Cristo ya llegó, y el socialismo es un hecho, no tenemos nada mejor que hacer que andar persiguiendo señoras en manifestaciones antichavistas.

24 de noviembre de 2009

Ha escapado Moby Dick

Volvimos a casa el lunes, ya de noche, exhaustos, con ganas de abrir la puerta y tirarnos en la cama. Nos esperaba, en cambio, una alfombra de agua.

A esta zona de la ciudad le corresponde racionamiento los sábados. No dejamos ninguna llave abierta, pero no cumplimos con la regla básica: si te vas de viaje, cierra el paso. Sospechamos que el agua regresó de madrugada, ya domingo. Vino con tal fuerza que partió en dos la conexión que alimenta a uno de los lavamanos.

¿Daños? Además de nuestras espaldas, del agua desperdiciada y de las molestias que causamos a algunos de nuestros vecinos, prácticamente ninguno. De ellos, el más curioso, el que más lamenté, un ejemplar recién adquirido de Moby Dick, que había dejado tirado en el suelo, al lado de mi cama.


¿Curioso? No había signos de que el agua desparramada hubiera alcanzado esa esquina de la habitación. Un par de zapatos a su lado, una franela, yacían completamente secos.

¿Qué es ese ruido, Sandra Mikele, que lo mismo puede provenir del fregadero que de la bañera? ¿Qué es ese sonido que sale de tu clóset?

Te hago estas preguntas, y sé que es mi manera de disipar la melancolía y regular la circulación. Cada vez que mi boca se tuerce en una mueca amarga; cada vez que en mi alma se posa un noviembre húmedo y lluvioso... entonces comprendo que ha llegado la hora de entregarme a ti, querida hija mía, lo antes posible.

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De su segundo disco, Led Zeppelin II, de 1969, y sin más, les dejo con Moby Dick:

19 de noviembre de 2009

¡Una bulla los de la izquierda!

(Gente querida, amigos, enemigos y allegados: con bastante retraso vengo a dejarles el número 12 de Ciudad CCS, publicado el jueves 12 de noviembre.

Circunstancias un tanto desafortunadas y el deseo de acompañar a los míos más cercanos, los dos en una, me han mantenido alejado de los teclados. Con la guardia un poco baja es cuesta arriba ofrecer pelea. Pero no tardo en levantarla.

Por las mismas razones he dejado de escribir esta semana para Ciudad CCS - por segunda vez en tres semanas. Ofrezco mis disculpas públicamente, en primer lugar a Ernesto y a Mercedes. Y sobre todo a ustedes, a los que están pendientes.

Como viene haciéndose costumbre, publico acá una versión un poco más larga que la que aparece en el diario. Sin embargo, debo aclarar de una vez que ésta no es la definitiva: esa está reservada para cierto blog colectivo aún en preparación, y con el que tenemos la intención de partir las pantallas de unos cuantos computadores.

Para no extenderlo mucho más, me quedé con las ganas de comentar en extenso el más reciente artículo de Gino González en su blog, Del despecho a la alegría, sobre el concierto en La Carlota. Muy bueno. Sospecho que el Gino da en el clavo cuando se plantea esta reflexión y las interrogantes que de ella se derivan:

"Si actuamos en función de lo que le gusta a la gente y el gusto como todos sabemos se impone mediáticamente, ¿por qué contando con el gobierno, un ministerio de cultura, un ministerio de comunicación, varias televisoras y radios no hemos incidido en el gusto de las mayorías? ¿Por qué no determinamos la pauta musical de este país? Bueno, pero es que ni siquiera competimos teniendo los recursos para ello, estamos enajenados por completo y no se hace nada para repeler esa arremetida ideológica ¿Qué hacemos, a qué conjuro, a que trampa debemos recurrir?".

Epa Gino: yo comenzaría por el principio. Es decir, preguntándome: ¿es verdá que actuamos en función de lo que le gusta a la gente? Que, dicho sea de paso, es una vaina muy distinta a la lógica Venevisión, según la cual el pueblo tiene la televisión que se merece. Había intentado resumir mi posición sobre el asunto en un artículo que intitulé El Miss Universo y los gustos populares.

Salud).

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¿Cuál es la diferencia entre un animador que le pregunta a su auditorio dónde están los fanáticos de Magallanes y del Caracas, y los articulistas que les preguntan a sus lectores si están con Alí Primera o Calle 13? ¡Una bulla los de la derecha! ¡Una bulla los de la izquierda! ¡Dónde están los hombres! ¡Dónde están las mujeres!

La pregunta retórica viene a cuento tras observar las reacciones que provocara entre cierta izquierda la participación de Calle 13 durante el tan mentado concierto en La Carlota, el pasado 31 de octubre. Lo que hasta ahora ha pasado desapercibido, es que la tal izquierda se fundió en una estruendosa bulla con sus pares de una derecha que, representada por los buenazos de UNT, acusaron al grupo boricua de atentar contra la moral y las buenas costumbres, con su peligroso arsenal de canciones plagadas de improperios y vulgaridades.

Nota aparecida en El Universal, el domingo 1 de noviembre de 2009.

Con estos mismos ojos que habrán de engullirse los gusanos – imaginarse que tal cosa la digo con voz entrecortada y dándome golpes de pecho – leí las palabras indignadas de varios camaradas que no podían creer que VTV transmitiera espectáculo tan degradante: miles de jóvenes entonando una canción que incita a subirle el volumen a la música satánica – sin reparar, por cierto, en un detallazo: que la tal letra va dirigida precisamente contra los que se escandalizan con las líricas de Calle 13. Leí, y casi disfruté, el artículo de otro camarada que no dudó en citar – entrecomillado incluido – una improbable letra de Calle 13, para demostrar no sólo que estos delincuentes transmiten un mensaje perverso a nuestros jóvenes, sino que el fin justifica los medios, así el medio sea una artimaña de lo más falaz, reñida por donde se le vea con la tan manoseada ética revolucionaria. Leí también, no faltaba más, un rosario de invectivas contra el reguetón, ese género maldito, excremento de la industria cultural y opio del pueblo joven, descarriado y rumbero; sin importarles un pepino que el mismo Calle 13 le haya declarado la guerra, abierta y públicamente – lo volvió a hacer en La Carlota – a la legión de reguetoneros impostores y cabezas huecas que llevan años sonando en tantas radios comerciales venezolanas y apareciendo en Venevisión.

Es la misma izquierda conservadora, achantada y desubicada, que llega tarde a todas partes. Justo ahora que el reguetón empieza a pasar de moda, viene ella y lo redescubre como objeto de debate.

En ésta estaremos quién sabe durante cuánto tiempo más: Venevisión le seguirá taladrando la cabeza a los mismos jóvenes que la revolución no sabe seducir, y esta izquierda organizará dieciocho mil cuatrocientos treinta y tres actos de desagravio al panita Alí Primera, mientras sigue disparando contra el reguetón como quien gasta pólvora en zamuro.

Pero no se le ocurra a usted hablar de moda o Venevisión: automáticamente será acusado de socialista de discoteca o de peón de los Cisneros.

Pura bulla.

Zapatea mija, que tú no eres gringa.

7 de noviembre de 2009

Orgullo negro - Tego Calderón

(El escándalo que suscitó entre cierta izquierda - muy fácilmente impresionable, hay que decirlo - la participación de Calle 13 en el concierto del sábado 31 de octubre en La Carlota, Caracas, da como para varias respuestas.

Ésta, a su manera, es una de ellas.

Y es que tenía un buen tiempo sin leer tantas invocaciones a la satánica "industria cultural". A esa cancioncita sí que le subieron el volumen. Si fuera cierto que aquel sábado el panita Alí Primera se revolcó en su tumba, no menos puede decirse de Adorno y Horkheimer.

Desde hace una semana, más o menos, la "industria cultural" dejó de ser un concepto que sirve para explicar algo, y se convirtió en una consigna que no sirve para nada, salvo para realizar alguna acusación o condena moral. Alguno que otro, incluso, incurrió en el extremo - y al mismo tiempo en el ridículo - de sugerir que las circunstancias nos planteaban el terrible dilema: reguetón o revolución. Es decir: socialismo o barbarie; Patria, socialismo o muerte. Así de graves están las cosas con el reguetón.

Lo irónico del asunto es que los exponentes de esta izquierda conservadora, remolona, achantada e ignorante, a fuerza de estar abismalmente desvinculados de los gustos populares, han terminado identificando reguetón con lo que la "industria cultural" dicta que es el reguetón: dentro de la fulana industria, todo; fuera de ella, nada. ¿Y entonces? ¿Quiénes son los que terminan repitiéndole el coro a los dueños de la industria?

Pero vamos a dejarlo hasta ahí.

Hablando de reguetón y Puerto Rico, lo que aquí les traigo es un artículo escrito por el boricua Tego Calderón. Apareció publicado en el New York Post, en inglés, el 15 de febrero de 2007. Uno de mis artículos más recientes, Chavista is beautiful, perfectamente ha podido inspirarse en éste de Tego, intitulado Black pride (Orgullo negro).

La traducción corre por mi cuenta. Insisto: no doy para otra cosa que no sea traducción libre, pero lo importante es que el mensaje llegue.

Salud).

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Tego Calderón

Esta mañana escuchaba al locutor radial Luisito Vigeroux, hablando sobre un proyecto fílmico en el que estoy trabajando, en el cual la co-estrella es Mayra Santos Febres, y el tipo decía: "¿Ella? ¿Ella protagoniza?".

Mayra Santos Febres

Cuestionando su belleza negra.

Recuerdo también que cuando Celia Cruz murió, una presentadora de noticias, creyéndose muy inteligente, dijo que Celia Cruz no era negra, sino cubana. Ella era bella a pesar de ser negra.

Como si hubiera algo malo con ser negro, como si las dos cosas no pudieran existir simultáneamente y ser una cosa majestuosa. Hay mucha estupidez e ignorancia en Puerto Rico y Latinoamérica cuando se trata de la negritud.

En Puerto Rico, "Malcolm X", la película de Spike Lee, fue proyectada en un solo cine y, a diferencia de todas las otras películas proyectadas aquí, no tenía subtítulos. Como si no quisieran que las masas aprendieran.

Malcolm X

Pero no sólo aquí – en Puerto Rico – he experimentado el racismo. Cuando vivía en Miami, a menudo era tratado como un boricua de segunda clase. Sentía como que estaba en el medio – los muchachos latinos no me aceptaban y los afroamericanos estaban confundidos, porque yo era un muchacho negro que hablaba español. Después de un tiempo, llegué a sentirme más aceptado por los negros estadounidenses – como un hermano que por casualidad hablaba español – que por los otros muchachos latinos.

Como soy bien conocido, a veces me olvido del racismo en el mundo. Pero entonces viajo a lugares donde nadie conoce a Tego Calderón, y lo recuerdo.

Por ejemplo, cuando viajo en primera clase, la azafata me dirá: "Señor, esto es primera clase", y me pedirá el boleto. Me tomo mi tiempo, pongo mis maletas en el compartimiento superior, y cautelosamente les entrego mi boleto, sonriendo. Trato de que esto ya no me afecte, dejo que se preocupen ellos.

El asunto es que muchos puertorriqueños y latinos blancos no lo entienden. Son inmunes a las formas sutiles en que somos menospreciados, irrespetados. Tienen privilegios de blancos. Y he escuchado decir que estamos a la defensiva en cuanto a la raza.

"Esas cosas pasan y no es por el color, Tego, sino por tu apariencia, por cómo caminas, cómo te vistes, qué tarjeta de crédito tienes". Entonces, se pasan un par de días conmigo, se ponen en mis zapatos, y me dicen: "Maldición negro, tienes razón".

Cuando me registro en hoteles y uso mi American Express, llaman a la compañía de tarjetas de crédito delante de mí, diciéndome que la máquina está dañada. Esto sucede mucho en ciudades de Estados Unidos, pero no porque haya más racismo allá, sino porque no me conocen. Cuando estoy en América Latina, donde soy conocido, entonces es diferente. Eso no quiere decir que haya menos racismo. La realidad para los negros en Latinoamérica es dura, en Colombia, Venezuela, Perú, Honduras… Los negros puertorriqueños (y latinoamericanos) nos confundimos, porque crecemos junto con los no-negros y nos confiamos en la creencia de que las cosas son iguales para todos. Pero somos tratados diferentemente.

Mis padres siempre celebraron nuestra historia. Mi Papá siempre me enseñó cosas. Él incluso abandonó el PIP (Partido Independentista Puertorriqueño) porque, según siempre dijo, los negros y nuestras luchas nunca fueron reconocidos.

Maelo (Ismael Rivera) y Tite Curet hicieron su parte educando y refiriéndose a estos asuntos. Hoy día, yo hago mi parte atacando al racismo de manera directa.

Maelo

Tite Curet

Me contenta ver que Don Omar se llama a sí mismo El negro y La Sister celebra su negritud. Hoy está de moda ser negro y ser de Loíza. Y eso es estupendo, me hace muy feliz. Incluso si ellos no me reconocen ningún crédito por comenzar este movimiento de orgullo, sé lo que he hecho por llegar a donde hemos llegado.

Los jóvenes negros latinos tienen que aprender su historia. También necesitamos crear nuestros propios medios, foros y universidades. Somos tratados como ciudadanos de segunda clase. Les dicen a los negros en América Latina que estamos mejor que los negros estadounidenses o africanos, pero es mentira. Porque aquí es peor.

Definitivamente, somos tratados como ciudadanos de segunda clase y no formamos parte del gobierno o de las instituciones. En Jamaica, por ejemplo, los blancos controlan un país negro.

Han logrado que estemos avergonzados de nuestra negritud. Es algo que también está en el lenguaje. Tomen, por ejemplo, la palabra denigrar – denigrate – que es ser menos que negro.

En Puerto Rico uno se acostumbra y termina por no darse cuenta todos los días. Tiene que venir un visitante a señalarte que todos los hermanos y hermanas de piel oscura trabajan en el área de servicios.

Es duro en Puerto Rico. En cierta ocasión, en el ascensor del edificio donde yo vivía, esta señora española me preguntó si yo vivía allí. Pobre señora – no sólo vivía un hermano negro en el penthouse, porque en el otro vive Tito Trinidad. Se ponía interesante cada vez que teníamos a nuestras tribus por ahí.

Tito Trinidad es el que no lleva puesto el short con la bandera gringa.

Los negros latinos no son respetados en América Latina y tendremos que conseguirlo defendiendo nuestros derechos, así como los afroamericanos lucharon en Estados Unidos.

Es difícil encontrar información sobre nuestro pueblo y su historia, pero así como los niños investigan sobre el más reciente juego de Nintendo o CD, tienen que interesarse en su historia. Estar hambrientos de ella.

Necesitamos educar a la gente cercana a nosotros. Yo lo hago con cada persona, cuando me siento ofendido por el lenguaje que utiliza. Algunas veces educas con ternura, como en el caso de mi esposa, que no es negra. Ella ha aprendida mucho, y se ofende cuando ve injusticias. Lo ha entendido. Nuestros hijos son una mezcla, pero ellos entienden que son negros y lo que eso significa. Mi esposa ha enseñado a sus padres, a sus hermanos, y ellos, a su vez, a los sobrinos y sobrinas. Así es como todo el mundo aprende.

Esto no se trata de rechazar la blancura; se trata de aprender a amar nuestra negritud – de amarnos a nosotros mismos. Tenemos que decir Basta ya, es suficiente, y encontrar la manera de amar nuestra negritud. Nos han inculcado – y nos enseñaron a odiarnos los unos a los otros – el odio a nosotros mismos, han creado divisiones, matices, rasgos.

Recuerden que durante la esclavitud, ellos tomaban a los negros claros para trabajar la casa, y dejaban a los negros oscuros para trabajar los campos. Persiste un enorme residuo de odio contra nosotros mismos.

Y cada uno de nosotros tiene que poner su grano de arena para hacer un movimiento donde obtengamos respeto, donde podamos celebrar nuestra negritud sin vergüenza alguna.

Será difícil, pero no imposible.

Como se lo dije a Sandra Guzmán.

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Claro que éste no podía pasar sin música.

Primero los dejo con el video de Métele sazón, uno de mis preferidos. Almas sensibles, ¡cuidao!, porque aparecen mujeres bailando reguetón.



Segundo y último, comparto con ustedes un clásico, el primer disco del Tego, íntegro. Se llama El Abayarde, y apareció en 2003.

De nada.

Tego Calderón. El Abayarde.
1. Intro.
2. Abayarde.
3. Al natural.
4. Poquito.
5. Pa' que retozen.
6. Interlude.
7. Loiza.
8. No me la explota.
9. Interlude.
10. Guasa, guasa.
11. Dominicana.
12. Cambumbo.
13. Salte del medio.
14. Tus ojos.
15. Los difuntos.
16. Lleva y trae.
17. Bonsai.
18. Gracias.
19. Planté bandera.