25 de noviembre de 2011

(Serie música) La lucha de SucreMc

En estos tiempos en que muchos encuentran más cómodo vivir sin sentir el país debajo de sus pies, y se quejan y se quejan como pendejos, y lloriquean y arman un escándalo porque, según, su palabra no se escucha, qué grato es cruzarse con una pieza tan potente como Lucha, de SucreMc, estrenada en versión video el sábado 5 de noviembre de 2011, en Ocumare del Tuy, Miranda.

Grabado en Cumaná, donde reside actualmente SucreMc, el video fue producido por David Abraham Borges, AKA Jhompa, quien también elaboró guión, se encargó de la cámara (con el mismo SucreMc, quien fuera cámara en Ávila TV) y de la producción (junto a Franco del Área). Gustavo Borges Revilla, hermano de Jhompa, se encargó de la gráfica. Todos, militantes de Hip Hop Revolución.

Una imagen resume, a mi juicio, lo que transmite la lírica de SucreMc, y que tan bien recrea audiovisualmente Jhompa: la mirada de la señora en el minuto 2 con 38 segundos, justo después de darle de comer a su muchacho: carajo, quién es capaz de discutir que millones de mujeres como ellas son las verdaderas heroínas de este país en el que vivimos. Sin su ejemplo y sin su lucha cotidiana, ¿qué sería de todos nosotros?

La mirada...

17 de noviembre de 2011

Carta abierta a quienes militan en el campo popular y revolucionario

Chávez en Plaza O'Leary. Al término de la movilización popular del 13 de noviembre de 2011. Por: Fidel Ernesto Vásquez.

Es preciso no perder de vista que el proceso de construcción del Gran Polo Patriótico es el corolario de un período de la revolución bolivariana que se caracterizó por una suerte de pulsión por monopolizar la política revolucionaria. Me refiero a ese lapso de tiempo signado, entre otros hitos, por la entronización del discurso sobre el socialismo, una propuesta de reforma constitucional que sentaría las bases jurídicas para acelerar la transición del capitalismo al socialismo, y por supuesto el llamado del presidente Chávez a conformar el Partido Socialista Unido de Venezuela.

Este pretendido monopolio sobre la política revolucionaria se tradujo muy pronto en un intento de aplanar, normalizar, uniformizar y disciplinar al chavismo, volviendo a invisibilizar y criminalizar a sujetos que la misma revolución se había encargado de reivindicar durante sus años iniciales (buhoneros, motorizados, jóvenes de los barrios, incluso colectivos y organizaciones que integran el debilitado movimiento popular, etc.); y se expresó también, lo que es peor, en la casi total clausura de los espacios públicos de debate y crítica democráticos.

Naturalmente, nunca estuvimos a las puertas de la inminente instauración de un régimen totalitario y castro-comunista, tal y como lo propagandiza el antichavismo más histérico. Todo lo contrario: este período nos enseñó que la amplísima y mayoritaria base social del chavismo no tiene ninguna voluntad de acompañar unánime y acríticamente un proceso que degenere en el encumbramiento de nuevas elites políticas y económicas.

De allí que el chavismo nunca volviera a participar tan masivamente en unas elecciones como lo hiciera en diciembre de 2006, cuando lo que estaba en juego, ciertamente, era la reelección de Chávez. Aun cuando está fuera de toda discusión que es imposible comparar el caudal de votos correspondiente a contiendas electorales de distinta naturaleza, no es menos cierto que el comportamiento electoral del chavismo ha sido, desde entonces, significativamente irregular. No puede hablarse, por ejemplo, de una tendencia al alza, como sí puede decirse en el caso del antichavismo.

Éste no es un dato menor: en la Venezuela bolivariana, cada contienda electoral significa una verdadera confrontación, por la vía pacífica, de dos modelos antagónicos, lo que supone un proceso de agitación, movilización y participación popular que termina fortaleciendo a la revolución. En eso consiste lo que cualquier observador desinformado pudiera calificar como el "secreto" de la fuerza del proceso venezolano. Es decir, desde 1998 el hecho electoral está muy lejos de significar una mistificación de la participación popular.

La abstención no es más que el correlato electoral de ese fenómeno que puede denominarse hastío por la política, el cual, insisto, debe distinguirse siempre del desencanto. El hastío por la política que expresa parte considerable de la base social del chavismo no es consecuencia de su desorientación política (como llegó a plantearse cuando la derrota electoral de la propuesta de reforma constitucional), sino el resultado de ese extravío estratégico derivado de la pretensión de la burocracia partidista de monopolizar la política revolucionaria. Una práctica monopólica que terminó cercenando cualquier posibilidad de construir un partido genuinamente democrático, y sobre la cual se fundó lo que terminó imponiéndose como lógica del partido/maquinaria. Todo esto, dicho sea de paso, en nombre de un discurso sobre el socialismo cada vez más vaciado de contenido.

El predominio de esta lógica del partido/maquinaria, con toda su estela de autosuficiencia, soberbia y sectarismo; la peligrosa tendencia a concebir el hecho electoral como un fin en sí mismo, a contravía de lo que éste significó históricamente para el chavismo; todo lo cual sumado a la descalificación de la crítica, por más constructiva que ésta fuera, terminó conspirando en favor del debilitamiento, lento, a veces casi inadvertido, pero continuo, de la revolución bolivariana.

De hecho, no es en lo absoluto casual que durante este período se instalara y adquiriera relativa fuerza el discurso sobre los anarcoides, pequeñoburgueses, desviados y espontaneístas que estarían poniendo en peligro, con sus cuestionamientos y propuestas siempre inoportunos, el curso normal del proceso bolivariano. Esta forma de proceder no es para nada novedosa: estigmatizar de entrada al adversario para luego menospreciar sus argumentos forma parte de la nefasta tradición de la izquierda anti-democrática. El objetivo, una vez más, es asegurarse el monopolio de la Verdad revolucionaria, reclamar el papel de vanguardia esclarecida que debe conducir a las masas, etc.

Este discurso senil, autoritario, anti-popular, es justamente el que está llamado a ser desplazado en el período que se abre con la convocatoria del presidente Chávez a conformar el Gran Polo Patriótico. Un discurso caduco, asociado a prácticas que condujeron al fracaso estrepitoso de los socialismos realmente inexistentes, como diría Daniel Bensaïd.

Era realmente predecible que volveríamos a escuchar el estribillo sobre los anarcoides y espontaneístas que estarían apostándole al espacio del Gran Polo Patriótico como una oportunidad para darle rienda suelta a su inmadurez política, a sus taras y resentimientos, para acometer la tarea malsana de acabar de una vez y para siempre con el Partido, condenando a la revolución a un destino trágico e irreversible.

No obstante, en lugar de transarnos en una polémica estéril con quienes han envilecido de tal manera un debate que tendría que ser irreverente, pero fraterno y respetuoso, como corresponde entre revolucionarios, es momento de sumarnos al esfuerzo colectivo de construir, de una vez por todas, ese espacio público de debate democrático que esta revolución reclama.

No caigamos en la trampa: para entrar con paso firme en el período que recién inicia, y que marca el fin del monopolio de la política revolucionaria que reclamaba para sí la burocracia política, lo primero es que sepamos identificar la impostura que supone una discusión entre quienes entenderían la necesidad de una vanguardia y quienes le apostarían, repitámoslo, al espontaneísmo. Otras oposiciones más o menos análogas: partidos políticos versus movimientos sociales, izquierda senil versus infantilismo de izquierda, etc., vendrían a ser versiones distintas del mismo falso dilema.

La tarea que tenemos por delante, además de vencer a la abstención el 7 de octubre de 2012 (de la manera más categórica posible), es la construcción de una dirección colectiva de la revolución bolivariana.

Para ello, es imprescindible hacernos de una caja de herramientas conceptual que nos permita, antes que nada, identificar la singularidad del momento político, y luego ir liberando la práctica política de las viejas ataduras de las lógicas de aparato. En tal sentido, sugiero cuatro líneas de análisis sobre asuntos que solemos dar por sobreentendidos:

1. El asunto de la organización: partidos y movimientos. ¿Cómo construir dirección colectiva sobre la base de esa distinción artificiosa entre movimientos sociales y partidos políticos? ¿Los partidos están llamados a dirigir al conjunto de los colectivos y movimientos no políticos? ¿Nuestras críticas van dirigidas a los partidos realmente existentes o contra la forma partido? ¿Son necesarios los partidos? ¿Acaso no existen movimientos y, más allá, miles de pequeños grupos que actúan reproduciendo la misma lógica excluyente y sectaria de los partidos? Cuando hablamos de los partidos, ¿tiene sentido hacer alguna distinción entre sus bases y su dirigencia?

2. El asunto del sujeto de la revolución. ¿Puede hablarse de un sujeto central de la revolución bolivariana? Si así fuera, ¿dónde está? ¿En las fábricas? ¿En Petróleos de Venezuela? ¿En la Administración Pública? ¿En las comunidades? ¿Existe un sujeto chavista? ¿Qué es el chavismo: esa parte de la población que sigue a Chávez o la forma de enunciar una pluralidad de sujetos? ¿El sujeto de la revolución bolivariana se viste siempre de rojo?

3. El asunto del Estado. ¿Monstruo devorador o muro de contención frente a otros monstruos más feroces (como el capital globalizado)? ¿El Estado es el mismo aquí y en todas partes? Si bien es cierto que todo Estado se funda en la violencia, ¿cómo se fundó el Estado venezolano, de qué manera concreta se ejerció esa violencia, qué efectos políticos produjo? ¿Cuál es la relación histórica entre Estado y burguesía vernácula (pienso en las nociones de Brito Figueroa: "acumulación delictiva de capital" y "burguesía burocrática")? ¿Cuál es la relación histórica entre Estado y partidos políticos? ¿Y entre Estado y movimiento popular? ¿A qué nos referimos cuando hablamos de burocracia? ¿Tiene alguna eficacia política el uso del vocablo "derecha endógena"? ¿Transformar al Estado, perpetuarlo, reformarlo, abolirlo?

4. El asunto del socialismo. ¿Cómo evitar que el discurso del socialismo se convierta en un señuelo para legitimar nuevas formas de sujeción? Cuando hablamos de socialismo, ¿nos referimos a un conjunto de ideas plasmadas en libros que habría que leerse para saber qué hacer? ¿Existen prácticas socialistas de gobierno? De ser así, ¿cómo distinguirlas?

Líneas de análisis que, por supuesto, no agotan un temario que debe ser construido de manera colectiva por quienes militamos en el campo popular y bolivariano.

9 de noviembre de 2011

Guía mínima para dejar de ser un lector desprevenido


Y viceversa...

Principios que igual valen para todo el que se vea sorprendido frente a un televisor, sin saber muy bien qué hacer o qué pensar.

1. Abril de 2002 nos demostró el enorme poder movilizador de los medios antichavistas. Tanto dieron que la reventaron. A la democracia. Hicieron alarde de su fuerza, nos la tatuaron en la memoria, a fuego de policía y francotirador. Pero el mismo acontecimiento, su desenlace, nos enseñó que incluso un poder tal tiene sus límites. No sólo no es intocable, sino que es derrotable. El juego de la política siempre se decide en la calle.

2. En consecuencia, desconfiar de los análisis que arrojan conclusiones parecidas a ésta: cuando la revolución bolivariana ha sufrido derrotas, es porque el pueblo ha sido manipulado, como cuando la propuesta de reforma constitucional. Un poco de rigor en el análisis, camaradas. Por regla general, apelan al recurso retórico de la "manipulación" quienes siguen considerando, peso a todo, que el pueblo venezolano es una masa bárbara que habría que adoctrinar para que entienda la necesidad de transitar hacia el socialismo.

3. Perdemos el tiempo denunciando el "terror" mediático en abstracto. No indignarse, nunca entristecerse ni escandalizarse. Si nos limitamos a responder con insultos a la empresa sistemática de criminalización del chavismo, contribuimos al envilecimiento del discurso político. La palabra clave es: estrategia. Lo que es preciso develar es la estrategia de los medios: a qué reglas obedecen los discursos que despliegan, qué efectos de poder producen.

4. Desconfiar siempre de los medios que nos enseñan que nada sirve, tanto como de aquellos que nos dicen que todo está perfecto.

5. Tomar nota: desde 2007 se produce un notable y decisivo giro táctico en el discurso del antichavismo. En adelante, y hasta el sol de hoy, su esfuerzo se concentra en la crítica de la gestión del gobierno bolivariano. La respuesta automática de los medios oficiales fue cerrarse a toda crítica popular de la gestión. Esto último hace infinitamente más daño que cualquier táctica de los medios antichavistas. No ceder jamás: es falso que la crítica es contra-revolucionaria.

6. No peleamos por la Verdad, en abstracto. Si llegáramos a creer que estamos "condenados" a triunfar porque encarnamos el Bien, estamos condenados a la derrota. No caer en la tentación de la moralina, que siempre es conservadora.

7. Para dejar de ser un lector (televidente, público, usuario, etc.) desprevenido, un buen comienzo es disponerse a construir medios dignos de lectores prevenidos.

2 de noviembre de 2011

El uyuyuísmo ilustrado

Hay uyuyuis en el amor, en la guerra, en las escuelas, en la familia, en las tribunas de los campos deportivos... y por supuesto en la política

Uyuyui se hace, no se nace. Nadie nace aprendido. Uyuyui: dícese de aquel que se jacta de saberlo todo. Desde hace mucho. En ocasiones, ese saber viene de la lectura de libros, bibliotecas enteras. Nadie sabe más que un uyuyuísta ilustrado. Ni siquiera pescado frito.

Decir uyuyuísmo ilustrado es enunciar una paradoja: trátase de aquellos que reclaman su infinito conocimiento del mundo, cuando en realidad no conocen más que una caverna.

El uyuyuísmo es también cierta actitud ante la vida. Nadie está a salvo de padecerla. Tiene que ver con la dificultad para lidiar con los cambios, lo nuevo, lo intempestivo. No hay nada que inventar, porque todo está hecho. No hay nada que elaborar, ya todo está escrito. No hay nada que decir, ya todo está dicho. Otros, sabios, excepcionales, se han tomado la molestia de pensar por usted.

El día menos pensado, usted puede descubrirse mirando al mundo con los ojos melancólicos de un decrépito amargado, convencido de que su misión es persuadir a los demás de que nadie será capaz de librar con dignidad las batallas que usted ha librado.

Hay en el uyuyuísmo algo de esa tristeza vaga que deja la derrota.

Por tanto, hay que estar prevenidos. Aprender a lidiar con el uyuyuísmo, intentar comprenderlo, ser capaces de identificarlo, para conjurarlo, exorcizarlo. Tolerarlo sólo en la medida de lo posible, preferiblemente esquivarlo. Nunca tratarlo con condescendencia.

Uyuyuísmo en el amor, en la guerra, en las escuelas, en la familia, en las tribunas de los campos deportivos. Por supuesto, también en la política.

Chávez llegó al gobierno porque le dio la espalda a tanto uyuyui que pulula en los círculos de la izquierda. Uyuyuísmo que siempre nos habló de revolución, pero nunca fue capaz de hacerla; que siempre se creyó vanguardia de un pueblo al que jamás supo cómo hablarle, qué decirle, y por eso tanto odio, todavía, contra el 27F de 1989: porque el pueblo es una masa informe e ignorante que hay que conducir para que no se pierda.

Hay uyuyuísmo de partido, y también de movimiento, aunque hay que reconocer que con notable ventaja para los primeros. Uyuyuísmo de aparato y uyuyuis que sueñan con controlarlo.

Frente a las críticas contra la lógica del partido/maquinaria, el uyuyuísmo ilustrado respondió con virulencia. Porque no hay nada que inventar, no hay nada nuevo que decir. Ya todo está escrito: el problema del partido lo resolvió Lenin en 1902. Siempre el señuelo paranoico: ¡lo que sucede es que no creen en el partido!

Pero no se le había visto tan desencajado, tan fuera de lugar, tan ofuscado y chillón, tan desconcertado como ahora, en pleno proceso de conformación del Gran Polo Patriótico. De nuevo el mismo señuelo, el mismo cuento del partido amenazado, de la revolución puesta en peligro por los que no creen que hay que "tomar el poder" (un problema que el chavismo resolvió en 1998), de la terrible amenaza que supone la "anti-política", del lugar subordinado que le corresponde a los "movimientos sociales". En fin.

Sectario, arrogante, soberbio, el uyuyuísmo ilustrado se jacta de saberlo todo, cuando lo cierto es que no ha aprendido nada. Con sus actos, demuestra que no ha entendido que en las actuales circunstancias la tarea principal de todo revolucionario es construir la unidad en la diversidad y defenderla a toda costa.

Para seguir triunfando en la arena política, el chavismo está obligado a hacer todo lo contrario de lo que pontifica amarga y melancólicamente el uyuyuísmo ilustrado.