29 de noviembre de 2012

Comunicación y revolución: el día después

Por: Etten Carvallo.


Tal vez sea oportuno agregar algunos comentarios a propósito del foro Comunicación y revolución. Desafíos de la nueva etapa. Retomar, volver sobre los aspectos centrales, replantearnos nuevas preguntas, ensayar algunas respuestas.

En ocasiones es mejor dejar que las aguas se asienten para volverlas a agitar. Nadie se acuerda de las tormentas de un día.

Sin duda alguna existe mucha expectativa en torno a posibles cambios en la pantalla de nuestros medios públicos. Hay una demanda de cambio. Se puede discutir sobre la orientación que habrá de tener, lo que no puede hacerse es desconocer tal aspiración colectiva.

Al respecto, es necesario tomar algunas previsiones: la programación, eso que se llama la pantalla, sólo es importante como punto en la agenda en la medida en que expresa una manera de concebir lo comunicacional, que a fin de cuentas es una manera de entender la política. Es allí a donde hay que apuntar.

No perdamos el foco: no se trata de que ignoremos lo que se dice, muestra y oculta en los medios antichavistas, y así lo planteé expresamente en mi intervención. Se trata, una vez más, de saber administrar nuestros esfuerzos, y de revisar lo que decimos, mostramos y ocultamos nosotros mismos.

Ya que hablamos de ocultar, encaremos el problema: de la misma forma que se puede seguir la huella de un proceso de burocratización de la política, que se expresó en la imposición de la lógica del partido-maquinaria y la entronización de la figura del representante, puede identificarse una clara tendencia a la entronización de la figura del explicador, suerte de correlato comunicacional del extravío que se ha producido en el campo político.

El problema con ambos, representante y explicador, es que terminan promoviendo la pasividad: el primero porque pretende hacer profesión de hablar por los otros; el segundo porque pretende pensar por los otros. La cuestión es, claro está: ¿y los otros no hablan, no piensan?

El detalle es que cuando hablamos aquí de unos "otros" no nos estamos refiriendo a una entelequia, sino al pueblo chavista, nada más y nada menos. Si bien puede ser cierto que una porción minoritaria exige que otros hablen y piensen por ella, que alguien haga el trabajo de desenmascarar a la "canalla", no es menos cierto que el chavismo ya derrotó más de una vez a la misma "canalla", cuando los representantes brillaban por su ausencia y los explicadores ni siquiera soñaban con aparecer.

La comunicación en tiempos de revolución tendría que poner el acento en lo que dice y piensa el pueblo chavista, lo que por cierto vale para la política en general. En lugar de encorsetar al chavismo, lo que equivale a restarle potencia al proceso bolivariano, tendríamos que comenzar por poner en su lugar a representantes y explicadores, que han venido asumiendo un protagonismo que no les corresponde.

Dicho lo anterior, y vistas algunas reacciones, es preciso insistir: aquí lo que está en discusión es muchísimo más que un par de programas: La hojilla o Cayendo y corriendo. De nuevo, la programación de VTV, toda ella y no sólo un par de programas, es objeto de discusión sólo en la medida en que expresa una manera de concebir la comunicación.

Pero no todo es VTV: está la programación del resto de las televisoras públicas, de las radios, los medios impresos, los medios alternativos o comunitarios, etc. Además, cabe la reflexión que hacía el mismo Ernesto Villegas durante el foro: ¿acaso lo comunicacional se agota en lo mediático?

¿Cómo es que un campo de discusión tan vasto, que supone desafíos inmensos, termina reducido a una polémica estéril sobre el eventual destino de un par de programas? ¿Cómo es que alguna gente llega a estar convencida de que el destino de la revolución está ligado al destino de estos programas?

La buena noticia es que siguen siendo menos los que razonan de esta manera. La mala noticia es que los mismos que han interpretado mi intervención en el foro como un ataque artero contra un par de programas, han vuelto a recurrir al lenguaje policial: "quinta columna", "traidor".

Pero no importa tanto quién es el destinatario de tales agresiones y mi intención no es sumarle drama a una historia que para algunos es un culebrón. Lo preocupante es que lleguemos al punto de considerarlas normales. En todo caso, su recurrencia da cuenta de la instalación de un chavismo profundamente conservador, minoritario pero ruidoso, y que es necesario mantener a raya.

Mucho ruido y pocas nueces. ¿A qué viene tanto escándalo, tanta tribulación de ánimo? ¿Acaso se vino abajo la revolución bolivariana porque el comandante Chávez dejó de realizar el Aló, Presidente?

No será la primera vez que el tamaño de nuestras derivas guarde relación directa con el tamaño de nuestros egos. Tal vez tampoco sea la última. Pero si así fuera, eso sí sería revolucionario.

23 de noviembre de 2012

Entregado al anticomunismo


La verdad, dudo mucho que el antichavismo, entendiendo por tal a su base social y no a los políticos que dicen representarlo, incurra alguna vez en el desatino de elegir a María Corina Machado como candidata para unas elecciones presidenciales.

Es más, en justicia debo agregar que cualquiera de mis amigos antichavistas consideraría un insulto que se le emparentara con el personaje. Digamos que no es nada personal: simplemente son muy pocos los que quieren aparecer retratados al lado de una de las figuras políticas más supremacistas, y por tanto más impresentables, de la política venezolana.

Recordemos el resultado de las primarias opositoras para elegir a su candidato presidencial de 2012: de un total de 3 millones 40 mil 449 votos, Machado apenas y superó los 110 mil, lo que equivale a menos del 4%. Capriles Radonski se llevó el 65%.

Aun cuando en política también juegan el azar y la necesidad, se pensaría que la diputada Machado es cosa del pasado. Un obstáculo salvado. Una de esas candidaturas que a lo sumo cumplen la función de amenizar la contienda, por más que lleguen a producir cierto pavor en el grueso del electorado, más sensato de lo que pudiera pensarse, pero que a fin de cuentas no inspira mayores sobresaltos, como sucede con los despropósitos que sabemos irrealizables.

Para decirlo rápido, podría concluirse que María Corina Machado, en reñida pelea con Arria y Medina, fue para las primarias opositoras lo que María Bolívar para las elecciones presidenciales.

Sin embargo, he aquí que el tal obstáculo es hoy el camino.

Más allá de todo chiste, lo que hemos presenciado durante las últimas dos o tres semanas es la progresiva, y todo apunta que indetenible, "machadización" de Capriles Radonski, lo que sin duda es signo de que algo debe andar muy mal por los predios de Primero Justicia.

Pongámoslo así: hace dos o tres meses Capriles Radonski hacía un denodado esfuerzo no sólo por parecerse a Chávez, sino por apropiarse y resignificar algunas de las ideas-fuerza del chavismo.

Un esfuerzo del cual podía esperarse uno u otro resultado, pero en el que se reconocía una apuesta por la audacia política. Y usted podrá pensar lo que quiera de un adversario que recurre a la mímesis, tan cercana a la trampa, a la pantomima. Pero un adversario político audaz es uno que merece respeto, y eso está fuera de toda discusión.

Antes del 7 de octubre, Capriles Radonski era un candidato "progresista", que coqueteaba con la "izquierda", preocupado por lo "social". A Chávez le cuestionaba, mucho más que su "ideología", el abismo entre lo dicho y lo hecho, su aparente desconexión con la realidad, lo abstracto de su propuesta de programa de gobierno, que ofrecía, según denunció reiteradamente, resolver los principales problemas de la humanidad, pero no la solución de los problemas concretos del pueblo venezolano.

Hoy día, mire usted las vueltas que da la vida, Capriles Radonski ha terminado siendo un gobernador derrotado por los problemas concretos del pueblo mirandino, y un candidato que denuncia ¡el castrocomunismo! contenido en el programa de gobierno de Elías.

Este anticomunismo trasnochado, tan característico de María Corina Machado, y asociado a fenómenos tristemente célebres, como Mujeres por la Libertad, el Frente Institucional Militar o CEDICE, por nombrar sólo unos pocos, siempre tuvo un lugar, y hasta cierto protagonismo, en el seno del antichavismo.

Habitués de las manifestaciones en Plaza Altamira, partidarios del golpe militar o fanáticos del neoliberalismo, lograron ejercer una influencia nada despreciable en el campo político opositor, que fueron perdiendo como consecuencia de las sucesivas y estrepitosas derrotas a manos del pueblo chavista.

Un anticomunismo trasnochado que siempre estuvo a medio camino, o más bien justo en el borde que separa la política más elitista de la anti-política más ramplona, y que afloró precisamente cuando se produjo la politización del pueblo venezolano. Si éste último es el agua y por tanto la vida de la democracia, el fulano anticomunismo siempre fue el aceite.

La audacia de Capriles Radonski, de su equipo de campaña para las elecciones presidenciales, consistió en reconocer esta realidad: con todo y sus limitaciones y sus fallas de origen (fundamentalmente de clase), al menos hizo el amago de hablarle a un pueblo politizado, y que se ha sentido convocado, movilizado por, y partícipe de la revolución bolivariana.

¿A qué obedece, entonces, este desplazamiento a los tópicos sobre el castrocomunismo? Además, ¿a quién está orientado este discurso?

"Nosotros no vamos a entregar Miranda al castrocomunismo", declaró Capriles Radonski el martes 20 de noviembre desde Valles del Tuy. Pero no es el pueblo tuyero, abrumadoramente chavista y refractario a semejante ramplonería discursiva, el destinatario de este mensaje.

Todo apunta a que esta "machadización" del discurso busca insuflar de ánimos a la base social opositora. Esto supone, en mi modesto juicio, no sólo un curioso, casi inexplicable, extravío de la estrategia de campaña de Capriles Radonski. Me refiero: inclinarse por un discurso que fue abrumadoramente derrotado en las primarias opositoras.

Pero lo que más llama la atención es lo que esto dice de la manera como la clase política opositora, incluso la "nueva", valora a su base social.

Suponer que para motivarlo a votar Capriles Radonski debe recurrir al manido recurso de la amenaza castrocomunista, es una clara expresión de subestimación del electorado antichavista, por cierto equivalente al menosprecio que históricamente la oligarquía ha profesado por las clases populares.

Volver sobre el discurso anti-totalitario, como lo ha hecho Capriles Radonski, y creer que ésta es la vía más expedita para "conectarse" con la base social opositora, es asumir que ella está compuesta por tarados mentales.

De estos asuntos los chavistas sabemos bastante. Somos expertos. Es que así nos trató siempre esa misma clase política, y por eso es que, de Chávez a esta parte, viven de fracaso en fracaso.

Buscando acabar con la mala racha, intentaron "conectarse" con nosotros: hablar como nosotros, remover nuestros malestares. Intentaron entendernos, pensar como nosotros. Eso fue lo que hizo Capriles Radonski durante la campaña para las presidenciales.

Pero en el camino ya no supo más cómo "conectarse" con los suyos. Por eso ya es incapaz de hablarle al 65% que lo hizo candidato. Ahora le habla al 4% o menos que votó por María Corina Machado.

Por eso hoy está entregado a ese discurso pavoso y patético sobre el anticomunismo que, parafraseando al mismo Capriles Radonski, ya es parte del pasado.

Quién lo diría.

19 de noviembre de 2012

Desempolvar a Maneiro para no enterrar a la revolución


En 1971, Alfredo Maneiro redactó uno de los documentos más lúcidos que se hayan escrito sobre el tema de la organización revolucionaria: Notas sobre organización y política. Sin duda, es una extraordinaria contribución de los revolucionarios venezolanos al debate histórico sobre la forma partido. Se trata del documento en el que Maneiro desarrolla los conceptos de eficacia política y calidad revolucionaria.

Al hablar de eficacia política, Maneiro se refería a "la capacidad de cualquier organización política para convertirse en una alternativa real de gobierno y para, eventualmente, llegar a dirigir éste". Para ello, debe "ofrecer una solución posible, coherente y de conjunto a los problemas del encallejonado y permanente subdesarrollo venezolano". En otras palabras, es necesario "ofrecer una política concreta para los problemas del presente". Por su parte, la calidad revolucionaria es definida como "la capacidad probable de sus miembros para participar en un esfuerzo dirigido a la transformación de la sociedad, a la creación de un nuevo sistema de relaciones humanas".

Según Maneiro, "no se puede afirmar a priori la calidad de una organización política cualquiera", puesto que primero debe resolverse "el problema político" central: la toma del poder (para lo que se requiere eficacia política). "Como quiera que tenemos el íntimo convencimiento de que un esfuerzo de tal naturaleza sólo se puede realizar desde el gobierno, sólo puede ser un propósito estatal, parecería entonces que una petición de calidad revolucionaria no puede realizarse antes, sino después de resolverse en beneficio de una organización cualquiera, el problema político".

No obstante, advierte y profundiza Maneiro, "si bien es cierto que no se puede afirmar a priori la calidad de una organización política cualquiera, sí se puede negar a priori la calidad de algunas de ellas. Es decir, ciertas estructuras partidistas desarrollan un espíritu de secta tan marcado, sustituyen de tal manera la disciplina por la obediencia, vician a sus afiliados con un juego tan complicado de jerarquías, gradaciones, amiguismos, arbitrariedades, etc., y, sobre todo, crean tales dificultades de confrontación libre de opiniones, que la lucha interna sólo puede expresarse a través de zancadillas, corrillos, pactos ominosos y manejos oscuros. Estructuras así terminan por producir un militante condicionado, de mediocres aspiraciones y cuya audacia, valor y espíritu crítico se resuelve, a menudo, en una racionalización forzada de las verdades, valores e intereses del partido. En realidad, abundan modelos organizativos que, no importa sus reclamos ideológicos, devienen modelos en escala reducida del mismo 'sistema a cuya destrucción dicen aspirar. En realidad, existen organizaciones revolucionarias que parecen sólo preparadas para adueñarse del aparato de Estado existente con el objeto de 'ponerlo en marcha para sus propios fines'".

Dicho esto, cabe la pregunta: ¿qué significa eficacia política hoy día? En primer lugar, puede hablarse de la eficacia política de la revolución bolivariana. Es decir, si estamos inmersos en este proceso bolivariano, es porque hemos sido eficaces políticamente. Fuimos primero "una alternativa real de gobierno", en 1998, y lo hemos seguido siendo durante todos estos años. Luego, hemos sido capaces de dirigir el gobierno, al "ofrecer una política concreta para los problemas del presente".

Pero afirmar que ha sido resuelto "el problema político" central (la toma del poder o el control efectivo del aparato de Estado) es una verdad a medias. No sólo porque el ejercicio de gobierno supone nuevos problemas ("Territorio nuevo. Miles de problemas", decía Rosa Luxemburgo), sino porque éste supone a su vez el problema crucial de cómo conservar el control de la institucionalidad, pero transformándola, creando así las condiciones que hagan posible la continuidad del proceso revolucionario.

En las actuales circunstancias, esto es lo que define la eficacia política: la capacidad para seguir siendo gobierno, pero transformando el aparato de Estado. Su control debe suponer una ventaja inestimable para impulsar prácticas de gobierno y autogobierno popular transformadoras (que no es igual, por cierto, a plantear que la revolución se hace desde el Estado). En esto último consistiría la calidad revolucionaria. En impedir a toda costa el desdibujamiento del horizonte de cambios revolucionarios.

9 de noviembre de 2012

Una pregunta obligada

Un par de meses atrás, exactamente el 10 de septiembre de 2012, tuvo lugar uno de los actos centrales de la campaña electoral de Capriles Radonski: la presentación de su plan "Primeros 100 días para tu progreso".

Aunque no ha pasado tanto tiempo, nunca está de más recordar algunos elementos de contexto: el acto, celebrado en la exclusiva Universidad Metropolitana, fue concebido como un intento por cubrir los flancos débiles del candidato de la oligarquía: la casi nula confianza que inspiraba a las clases populares, su origen de clase, su programa de gobierno de corte neoliberal, etc. Por entonces, y afincándose en estos aspectos, el comandante Chávez lograba imponer los términos del debate electoral, y su adversario histórico intentaba reaccionar con alguna mínima eficacia, huyendo hacia adelante, prometiendo esto y aquello, pero fundamentalmente haciendo un denodado esfuerzo por proyectar una imagen de candidato preocupado por lo social.

Aquel día, más que hacer alguna promesa novedosa, Capriles Radonski se limitó a reunir en un solo discurso lo que había venido planteando de manera desperdigada: creación de empleos, reparación de escuelas, dotación de hospitales, recuperación de vialidad, titularidad de viviendas, etc. Todo esto aderezado de una "defensa" en extremo demagógica de las Misiones, que estarían siendo "eliminadas" por el gobierno nacional (particular manera de responder al hecho cierto de que nunca se tomó en serio la posibilidad de darle continuidad a las Misiones creadas por Chávez). Visto en retrospectiva, tal parece que su equipo de campaña depositó excesiva confianza en el "impacto" que habría de tener el anuncio de un aumento del salario mínimo a hacerse efectivo el 10 de enero de 2013, el improbable día de la toma de posesión del "nuevo" Presidente. Capriles Radonski ofrecía como "nuevo" lo que Chávez no ha dejado de hacer desde que llegó al poder, ni siquiera luego del mayor atentado que ha sufrido la economía venezolana en su historia: el paro-sabotaje petrolero.

En fin, aquel día, el candidato de la oligarquía volvió a demostrar que su pretendida "oferta social", con la que intentaba que desviáramos la mirada del contenido de su programa real de gobierno, así como todo su discurso, no eran más que una versión desmejorada de la obra de gobierno de Chávez y de las ideas-fuerzas que movilizan al chavismo.

Pero además, una gran contradicción estética saltaba a la vista. Había algo en la puesta en escena que no encajaba. Seamos serios: ¿quién hace una exposición de las líneas maestras de su oferta social de gobierno desde la Universidad Metropolitana? Capriles Radonski, que es lo mismo que decir el sifrinaje metido a la política, quizá el candidato más genuinamente mantuano de los últimos cien años en Venezuela, y cuya campaña fue concebida para recorrer la retaguardia territorial del chavismo y así "conectarse" con lo popular, se replegaba de las calles de los pueblos olvidados por Dios y el gobierno nacional, para reunirse con los suyos: un auditorio integrado por una muestra representativa de lo que es su base social de apoyo.

Esta circunstancia, y no otra, es lo que explica la tibieza con la que el auditorio recibiera cada una de sus propuestas. Un auditorio para el cual la referencia al salario mínimo era una referencia lejana, ajena, no apta para ser incluida en un pliego de demandas sociales. La misma circunstancia explica el hecho, que pasó desapercibido, de que lo más aplaudido, rabiosamente aplaudido y celebrado, fuera la promesa de no "regalar" más petróleo a Cuba, un tópico caro al antichavista promedio, que en materia de política petrolera es al mismo tiempo militantemente chauvinista y vergonzosamente cipayo.

Un auditorio, por cierto, particularmente sensible a los discursos sobre la "inseguridad", y fue por eso que Capriles Radonski comenzó el suyo hablándole a las madres de los jóvenes asesinados. Entre otras generalidades, anunció su disposición a iniciar un programa de desarme: "El que tenga un arma ilegal o la entrega o vamos por ella"; y la reasignación de escoltas y funcionarios policiales: "Este gobierno llegó prometiendo que no iban a haber escoltas".

Pero más allá de los discursos y de la demagogia, está la realidad: es un hecho indiscutible que Capriles Radonski ha sido sobradamente incapaz de enfrentar el problema de la criminalidad violenta. Al llegar a la Gobernación, el estado Miranda presentaba un índice de 49 homicidios por cada 100 mil habitantes. Ese índice es hoy de 79 homicidios por cada 100 mil habitantes.

Para más colmo, el mismo Capriles Radonski que tanto se quejara de la supuesta estrategia del chavismo consistente en atribuirle intenciones que no eran las suyas (aplicar, en caso de triunfar en las elecciones presidenciales, el programa neoliberal que suscribió ¡públicamente! el 23 de enero de este año, por ejemplo), declaró este 25 de octubre, en una reunión con funcionarios policiales en Valles del Tuy, y refiriéndose a la victoria de Elías el próximo 16 de diciembre: "En el caso de Miranda… se los digo responsablemente a nuestros funcionarios: aquí vienen es… a cerrar la policía".

¿Seguirá repitiendo Capriles Radonski que se le "insulta" cuando se le llama por su nombre y apellido: incapaz y mentiroso?

Ya para terminar, una pregunta obligada: ¿será cierto que Capriles Radonski ha dispuesto una cantidad no determinada de funcionarios de la Policía de Miranda para escoltar a políticos antichavistas, incluso fuera de Miranda? Es algo lo suficientemente grave como para pensarlo e indagarlo.

"No se entregarán más regalos a otros países, los recursos petroleros deben dirigirse a atender los problemas de los venezolanos", exclamaba Capriles Radonski en aquel acto del 10 de septiembre, y el auditorio aplaudía entusiasta.

En caso de ser cierto aquello de los policías escoltas, ¿ese mismo auditorio no estaría llamado a exigirle al gobernador que la Policía de Miranda se encargue de lo que le corresponde?

5 de noviembre de 2012

Video: Intervención en el Foro "Comunicación y revolución. Desafíos de la nueva etapa", miércoles 31 de octubre de 2012

Ayer en la mañana, en Los Teques, algunos compañeros me preguntaban por qué no había publicado el video de mi intervención en el foro "Comunicación y revolución. Desafíos de la nueva etapa", que tuviera lugar este miércoles 31 de octubre. Bien, aquí les va: en versión grabada por los compañeros de Aporrea. Allí cito algunos fragmentos de un artículo de 2010: Repolitizar los medios públicos.

Salud.




2 de noviembre de 2012

Al mal humor de la oligarquía, alegría


Un Goliat aparatoso, desencajado, adolorido, desorientado, a punto de derrumbarse, luego del impacto que ha recibido el pasado 7 de octubre. Así luce hoy Capriles Radonski.

Eso era lo que proyectaban sus palabras y su mirada este jueves 1 de noviembre, durante el inicio de la campaña electoral.

El buen humor en política es algo que se agradece, y no es posible concebir al chavismo sin ese ingrediente. Antes de Chávez, la política se había convertido en sinónimo de burla al pueblo. Chávez entendió que para reírnos de últimos, es decir, para reírnos mejor, era necesario dignificar la política, que en Venezuela implicaba reinventarla, "refundarla", devolverle el respeto perdido, que era recuperar el respeto propio. Y algo así sólo podía hacerse con alegría y audacia, entre otras cosas rompiendo el protocolo, intentando subvertir el universo simbólico de la oligarquía vernácula.

Algún día tendrá que hacerse el inventario de las múltiples expresiones de estupor de la oligarquía horrorizada por los primeros atrevimientos del zambo, como ¡saludar al pueblo en la calle en medio de un acto oficial! o ¡contar un chiste en cadena nacional!, gestos que no podían interpretarse sino como un completo irrespeto a las normas del decoro político. La oligarquía, acostumbrada a la carcajada ruin, perdía el semblante, palidecía. Se ponía de mal humor.

Y todavía no lo recupera. La oligarquía sigue de mal humor.

"El barloventeño tiene humor, sabor y despierta energía. Pero hay excepciones. Yo nunca había visto a un barloventeño que generara sueño", declaraba Capriles Radonski el jueves 1 de noviembre refiriéndose a Elías.

Pero sus ojos desorbitados lo ponían en evidencia: aparatoso, desencajado, adolorido, desorientado luego del 7 de octubre, Capriles Radonski, el improbable David, la última esperanza del Goliat oligárquico malhumorado, vio llegar el día de inicio de su segunda campaña electoral en lo que va de año, haciendo un esfuerzo desesperado por arrancar. Por arrancar alguna sonrisa.

De la oligarquía puede decirse que la energía no le falta para gobernar de espaldas al pueblo: entonces es cuando "mejor" y más "eficientemente" gobierna. Puede decirse que una que otra vez provoca risa: como cada vez que Capriles Radonski intentaba parecerse a Chávez, en la campaña electoral previa. Pero lo que nunca podría decirse de ella es que tiene sabor.

La oligarquía es, por definición, insípida, en el sentido de que nada que sea del gusto popular es de su gusto. Si de los sabihondos se puede decir que saben tanto que saben a pescado frito, de la oligarquía venezolana habrá que decir siempre que sabe tanto que no sabe a nada.

Por eso es que usted nunca escuchará a Chávez presumiendo que sabe a "chocolate dulcito". Por eso es que cada vez que Capriles Radonski intenta hacer una gracia le sale una morisqueta.

Más revelador aún del mal humor que embarga a la oligarquía, es la frecuencia con la que Capriles Radonski apela al insulto para referirse a Elías. Ya lo hizo durante la campaña electoral, lo que mereció una contundente respuesta del hoy candidato bolivariano para el estado Miranda. En días recientes ha recurrido a la burla: "bate quebrado", "trasnochado", "aburrido", etc.

Cosas que se dicen al calor de la batalla política, y más si se trata de la batalla electoral, podría pensar cualquiera. Pero el punto es que, por favor, no se trata de cualquiera, sino de Capriles Radonski, el niño-bien que jamás en su vida rompió un plato, que jamás peleó en la escuela. (Bueno, sí, sólo una vez, y "ni siquiera salió bien parado").

Es decir, un candidato que se cansó de repetir durante meses que mientras era víctima de los insultos del "candidato del gobierno", él se dedicaba a pregonar el amor y la paz. Lo cual, dicho sea de paso, no es cierto: a Elías no sólo lo acusó de "bandido" y "sinvergüenza", sino que trató de "jalabolas" a los trabajadores venezolanos. Sí, nunca está de más recordarlo.

Con todo, podría decirse que es curioso cómo se "invierten" los papeles: insultos de Capriles Radonski van y burlas vienen, y a Elías lo vemos es pateando calle, recorriendo las catacumbas del pueblo mirandino, como le corresponde a un candidato revolucionario. Sin prestarle atención a los arrebatos y furores de un hijo de la oligarquía que bien sabe que se le acaba el tiempo.

En Miranda, con Elías, vienen mejores tiempos. Al mal humor de la oligarquía, buena cara y más alegría. Dejemos que los muertos entierren a sus muertos. Nosotros a lo nuestro. Nosotros a seguir haciendo revolución.