27 de junio de 2008

Reflexiones sobre algunos modos de no entender al peronismo - Miguel Mazzeo

(El cámara Guillermo Cieza nos envía este texto del historiador argentino Miguel Mazzeo, militante, como Cieza, del Frente Popular Darío Santillán.

En cuanto al artículo en cuestión, leerlo en clave: modos de no entender al chavismo.

Guardando las distancias, claro está.)

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"Lo más elevado del hombre carece de forma, pero se debe evitar configurarlo de otra manera que no sea mediante acciones nobles"
Goethe

"Cuando no se está muy seguro de nada, lo mejor es crearse deberes a la manera de flotadores"
Julio Cortázar

La izquierda de antes y el peronismo de antes.
Es bien sabido que la izquierda argentina no supo comprender al peronismo histórico, salvo escasas (y no siempre honrosas) excepciones. Nos referimos a ese peronismo que va de 1945 a 1973, de la movilización del 17 octubre a la de Ezeiza, estableciendo una delimitación a partir de hechos muy significativos. Creemos que es indispensable identificar las inflexiones históricas más intensas para advertir el instante exacto de la coherencia y la incoherencia, la contradicción o las "afinidades electivas" (o la ausencia de las mismas).

Sin dudas, el peronismo fue uno de los acontecimientos que volvió a muchos marxistas argentinos menos marxistas y, por qué no decirlo, menos argentinos. Los paradigmas eurocéntricos, la impronta de la más rancia tradición liberal, el iluminismo, el positivismo y sus secuelas, hicieron imposible una aproximación sensible y lúcida a tan complejo movimiento político-social y sobre todo a tan compleja realidad de masas.

A la hora de abordar el fenómeno peronista, la izquierda se quedó en la superestructura, exageró y deificó lo parcial y lo coyuntural. En lugar de hacer la crítica radical de todo lo que existe, hizo una crítica de una parte de lo real. No vio lo que bullía por abajo, no vio potencialidades populares, itinerarios posibles y latentes, o lo que es peor, si lo percibió, lo consideró "bárbaro", "inculto" e improductivo en función de la fidelidad platónica a ciertas ideas y esquemas prefabricados.

No vio, por ejemplo, que en el marco del primer gobierno peronista, a medida que se consolidaba una estrategia de crecimiento "hacia adentro", el capital extranjero se reducía a un 5% del capital fijo total, y que el desarrollo económico y la prosperidad social que beneficiaba especialmente a las clases subalternas, se sostenía en el ahorro interno y en el bienestar popular y no en un "derrame" acrecentador de las desigualdades. Todo esto, en un país de la periferia capitalista que venía de ser una factoría dependiente. Era, sin dudas, un gobierno "nacional", pero como la izquierda no entendía la "cuestión nacional", en consecuencia tampoco podía entender al peronismo.

La izquierda desconocía la dignidad adquirida por las clases subalternas. Veía "demagogia" en cada conquista popular. Un dato fundamental se le escapaba: el peronismo era el componente político-cultural esencial de una identidad popular o por lo menos "plebeya", que, como tal, poseía varias caras, algunas disruptivas. La izquierda tampoco percibió la calidad de las mediaciones políticas y sociales desplegadas por el peronismo que, más allá de sus niveles de subordinación política al Estado, proponían nexos donde era posible un espacio de autonomía y resistencia de la clase trabajadora frente al capital.

La izquierda no tuvo en cuenta la experiencia que la clase trabajadora estaba realizando en ese marco político-institucional, un marco que no se apartaba de las coordenadas burguesas (siempre estuvo claro el objetivo de garantizar la tasa de ganancia de la burguesía nacional), pero que, en la situación de la Argentina peronista y posperonista, sería rebasado una y otra vez, para terminar siendo cuestionado abiertamente, en los años 70.

El historiador Daniel James, en una de sus principales obras, recupera el testimonio de un trabajador que decía: "con Perón éramos todos machos". Aunque el peronismo no se propuso alterar sustancialmente las relaciones sociales capitalistas, generó un marco político que modificaba las relaciones de fuerza en la sociedad. Esto se podía apreciar en las fábricas, en los barrios, en el campo (tengamos en cuenta, por ejemplo, los alcances del Estatuto del Peón), en los lugares públicos, en algunas instituciones, etc. Sin eliminarla, el peronismo había desvirtuado la coacción económica. El peronismo era el hecho maldito del país burgués, como decía John William Cooke. El peronismo era un torrente. Por eso el golpe de 1955 pudo asumir un carácter de revancha clasista... y también la Dictadura Militar de 1976-1983.

La izquierda de antes no entendió al peronismo. No reconoció su condición de albergue de la lucha de clases. Por eso, fue históricamente necesaria la aparición de una "izquierda peronista", expresión de las potencialidades transformadoras del peronismo y también de un "peronismo oficial" y una "derecha peronista", expresión de sus limitaciones históricas.

Los nacionales, populares y progresistas de ahora y el peronismo de ahora: ¿y llora, llora la puta oligarquía porque se vienen Grobocapatel y Urquía?
En la actualidad existen sectores usualmente denominados nacionales, populares y progresistas que habitan dentro y fuera del Partido Justicialista o dentro y fuera del más extenso "Peronismo", sectores que, de alguna manera, también tienen algunas taras gnoseológicas frente al peronismo (actual). Nos referimos a aquellos que, padeciendo de cierta anomia de los sentidos, plantean que el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, como antes el de Néstor Kirchner, expresan una opción nacional, popular y progresista. Claro, como cultores de cierto realismo político hostil a las "ideas" jamás lo reconocen. Siempre son otros los que no entienden, los intelectuales y los militantes cuyos sistemas límbicos están excitados por las teorías o las utopías.

Sin dudas, el peronismo de ahora es uno de los acontecimientos que ha vuelto a muchos nacionales, populares y progresistas argentinos, menos nacionales, menos populares y menos progresistas.

Y así, como en el seno de aquella izquierda de antes que no entendía el peronismo de antes había compañeros honestos y luchadores, en el espacio nacional, popular y progresista kirchnerista (K) de ahora que no entiende al peronismo de ahora, hay compañeros del mismo tenor, muy valiosos y de seguro bien dispuestos para cuando llegue la hora de las batallas fundamentales. Claro, están los que poco a poco se fueron vaciando de esperanzas y se acostumbraron a no producir hechos y se predispusieron a recibir cada vez menos. Finalmente, están aquellos que se parecen a John Falstaff, el personaje de Shakespeare, que, corrompido por su aburguesamiento, se torna oportunista y cínico. Aquellos que habitan la casa de los ciegos, se hacen pasar por ciegos, pero ven.

El peso del paradigma populista como ideología (a pesar de haber desaparecido hace mucho tiempo sus basamentos materiales y políticos), la impronta de una tradición nacionalista "culturalista", un nacionalismo retórico, de peña folklórica, y en muchos casos el cargo público, hacen imposible una aproximación lúcida a tan transparente y aceitado aparato de poder de las clases dominantes. Es de una enorme candidez suponer que peronismo se ha "regenerado" y ha retomado "la senda histórica", dejando atrás las mutaciones de los años 80 y 90, y el "accidente" menemista. Es injustificable sostener que el peronismo se ha recuperado de su "final inglorioso", como decía Cooke. El peronismo es hoy, de arriba a abajo, una realidad de "elites" autorreferenciales y competitivas; una realidad de opresión, desposesión y alienación que padecen las clases subalternas; una realidad caracterizada por la fragmentación, la falta de identidades liberadoras y de proyectos que les asignen protagonismo histórico.

Existe todo un modo de decir y actuar anquilosado, que se refleja en producciones, acciones y discursos (castrados y ornamentales) y que deriva en el ensañamiento con espantajos y con enemigos inexistentes. Un modo que reemplaza el pensamiento por los rituales y la iconografía del peronismo (ahora están de moda sus versiones más "setentistas").

A la hora de abordar el fenómeno peronista, los nacionales, populares y progresistas (K) se quedan en la superestructura, exageran y deifican lo parcial y lo coyuntural. En lugar de hacer la crítica radical de todo lo que existe, hacen una crítica de una parte de lo real. No ven la realidad opresiva y denigrante padecida por millones, no ven lo que sufre por abajo, o lo que es peor, si lo perciben, lo consideran "normal", herencia del pasado[i] a superar gradualmente con "gestión". No consideran lo crítico e insostenible de la situación de sus paisanos o la contemplan como humanistas florentinos del siglo XV. Cuando insisten en la mejora de la situación social general respecto de la de 2002, no toman en cuenta la ampliación de la brecha entre los ricos y pobres, un proceso que inició la ultima Dictadura y que este gobierno no revirtió, como correspondería a uno verdaderamente nacional, popular y progresista. Así, terminan justificando los postulados de la "teoría del derrame". Asimismo se desentienden del proceso de desnacionalización imparable de la economía. ¿O acaso se plantea hoy la vuelta de las empresas privatizadas al patrimonio nacional-público y la firme regulación estatal del comercio exterior? ¿La deuda externa dejó de ser un factor determinante en la distribución de la riqueza?

Una mirada más profunda, por ejemplo, les presentaría a los nacionales, populares y progresistas (K) un retorno a un patrón económico pre-peronista, primario-exportador y dependiente, más parecido al de la Argentina del período 1880-1930 que al del peronismo histórico. Éste es un gobierno "antinacional" en aspectos determinantes, pero como los nacionales, populares y progresistas manejan un concepto retórico y burgués de "lo nacional", en consecuencia no pueden entender al peronismo de ahora.

Respecto de la dignidad de los trabajadores y los pobres, sólo basta una simple referencia a la precarización laboral (y a la legislación que la sustenta), al estado de las escuelas, hospitales, etc. Por su parte, el sindicalismo que apoya al gobierno es heredero de lo peor tradición burocrática y del proceso de transformismo de la década del 90. Los sindicatos son pilares de la estructura de dominación, poderosos aparatos de poder articulados con el Estado y las corporaciones. Son, además, garantes del control social, verticalistas, autoritarios, sin fisuras, incluso fascistoides. El sindicalismo que encuentra su espacio en la CTA, en líneas generales (hay excepciones que fundan esperanzas), expresa el punto de vista de los nacionales, populares y progresistas que no ven. De hecho apoyan a un gobierno que les niega reconocimiento oficial.

Un aspecto notorio en cualquier barrio es el tipo de mediación que el peronismo de ahora propone con la sociedad, un tipo de mediación que se consolidó en tiempos del peronismo de Carlos Menem y Eduardo Duhalde. Se basa en las lógicas de los punteros, lógicas de control y subordinación, que conforman un vínculo perverso y paralizante para los "de abajo". La miseria de las clases populares es la condición de la reproducción del poder de los mediadores (jefes y punteros políticos de todo país). ¿Qué tipo de experiencia política puede realizar el pueblo en el marco de esas lógicas (las de los burócratas sindicales y las de los punteros)? A diferencia del trabajador del que habla James, ningún trabajador puede decir que con el peronismo actual se siente fuerte (frente al capital). Hay que utilizar un criterio muy distendido de lo popular para adjudicarle esta condición a este gobierno y al anterior.

Los nacionales, populares y progresistas (K) desconocen la indignidad en que están sumidas las clases subalternas. O lo que es peor, la conocen y no militan en pos de su modificación, contribuyen a reproducirla o se aprovechan de ella. Pero el asistencialismo no "dignifica". Y el gobierno no modifica su naturaleza (y mucho menos el Estado la suya) porque algunas organizaciones "nacionales, populares y progresistas" lo apoyen.

Entro otros datos, uno fundamental se les escapa: el peronismo de ahora no es parte de una identidad popular plebeya que favorece la politización, la participación de las bases y la herejía, sino que es un componente de una identidad "lumpen", una identidad definida en términos negativos: "precarizados", "en negro", "carecientes", "necesitados", etc., que profundiza la dispersión, la despolitización, la subordinación de las clases subalternas a un aparato político y al Estado.

El peronismo de hoy es una realidad que les permite a las clases populares experimentar directamente una "inferioridad colectiva", a la vez les ofrece "protección". Esto se puede ver y padecer en las fábricas y otros lugares de trabajo, en los barrios, etc. Un supuesto golpe de la derecha, eventualidad tan aborrecible como inviable en estas condiciones, sin ninguna duda podría empeorar muchas cosas, podría dar marcha atrás respecto de cambios destacables, pero jamás podrá asumir el carácter de revancha clasista.

Los nacionales, populares y progresistas (K) no entienden que cambió el sentido de la rebeldía y la provocación, incluso el sentido de lo obsceno. Y es que, como militantes, muchos de ellos ya no buscan su materia política, dramática y épica en el pueblo, sino que la buscan en el Estado. El hereje de antaño es ahora un renegado, aunque no se asuma como tal. El peronismo sigue siendo un hecho maldito, pero no para el "país burgués". El peronismo es hoy una compuerta.

La presidenta, hace unos día, recordaba a "un señor" (se refería a Carlos Marx) que decía que la historia se repite: lo que primero acontece como tragedia, reaparece históricamente bajo la forma de la comedia o la farsa. Tenía razón la presidenta, mucha razón. Ahí están los beligerantes militantes (K), con sus identidades esquizofrénicas, con su fijación libidinosa al pasado, "luchando" (¿?) contra la oligarquía y el imperialismo, armados con sus fetiches y sus devaluadas estampitas milagreras, montando imágenes y discursos discontinuos, momificando las mejores tradiciones de lucha del pueblo.

Los nacionales, populares y progresistas (K) no entienden (o no quieren entender) al peronismo actual. Por eso es necesaria la aparición de una fuerza auténticamente popular, nacional y progresista (mil perdones por el término), una fuerza "orgánica" que indefectiblemente tendrá que plantearse cambios económicos, sociales, políticos y culturales, radicales y profundos.

Lanús Oeste, 24 de junio de 2008

[i]
Por cierto, el peronismo de antes no recurrió a la Década Infame para justificar inoperancia a la hora de modificar la situación de las clases populares. La modificó y punto.

18 de junio de 2008

Contra el culto a la personalidad y el servilismo intelectual - Vladimir Acosta

(Cuando pega un cierto aire frío y los procesos revolucionarios amenazan con "congelarse" - diría Saint-Just -, lo menos que uno puede hacer es echarle leña a cualquier brasa que se asome en el horizonte. Es lo que ha intentado hacer Vladimir Acosta el pasado 16 de junio, en su programa De primera mano, que transmite Radio Nacional de Venezuela todos los lunes a las 7 am.

Es lo que intento hacer aquí, igualmente, transcribiendo un par de extractos de las intervenciones de Vladimir en el referido programa. El que desee escucharlo completo, no tiene más que darle aquí, y ahí dentro darle play donde corresponde.

Epa Vladimir: me tomé la libertad de intitular esto tal y como aparece allá arriba, porque creo que resume lo central de tus planteamientos.

A veces a uno le da por pensar que esto que nos plantea Vladimir es postura de muchos, aunque ésta siga expresándose como secreto a voces. Pero coño cámaras, ¿no les parece que ya está bueno de tanto cuchicheo, de tanto cotilleo?

Entre la criticadera necia y el servilismo intelectual, un nuevo sentido común debe terminar de imponerse. Vamos a echarle leña.

Fuego).

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Yo voy a decir aquí algunas cosas que seguramente van a molestar a algunos, pero las digo porque creo que tengo que decirlas... en función de este proceso en el cual yo creo, el cual yo quiero verdaderamente que siga avanzando, que no se estanque, que no retroceda, fundamentalmente por esa razón tengo que decir estas cosas. Yo creo que dos de los problemas, problemas serios, problemas graves, problemas que hay que enfrentar y superar en la medida de lo posible, que ha generado uno de los problemas de este proceso: la falta de dirección, son:

1) el excesivo culto a la personalidad con relación al Presidente y a todo lo que el Presidente dice, nadie se atreve a discutirle nada y menos aún a criticar las cosas que dice el Presidente, cosa que es absurda, porque aquí hay plena libertad como nunca, para criticar, para discutir; y

2) el servilismo intelectual. Lo lamento, pero me cuesta llamarlo de otra manera: el servilismo intelectual o la pereza intelectual de algunos que repiten como unos loros todo lo que se dice o todo lo que el Presidente dice y lo justifican sin pensar o que cuando piensan retuercen cualquier argumento para darle la razón al Presidente. Hay que esperar que el Presidente rectifique, cuando lo hace, porque a veces lo hace, se da cuenta, para que entonces vuelvan a ser loros, pero loros rectificadores. Y eso es triste, eso es lamentable, y es algo profundamente perjudicial para un proceso revolucionario, para un proceso que intenta cambiar cosas, para un proceso de participación y de protagonismo popular.

El punto de partida de esto, lo he comentado montones de veces, me he cansado de comentarlo en distintas oportunidades, aquí y en otros lados, en otros actos, en foros, en discusiones y conversaciones, es la falta de dirección colectiva de este proceso. Nadie cuestiona el liderazgo del presidente Chávez, este proceso está absolutamente identificado con el presidente Chávez, el presidente Chávez ha sido el espíritu, el alma, la fuerza principal de este proceso, eso no lo cuestiona nadie, no lo cuestiona ni siquiera la oposición, y por supuesto nadie lo va a a cuestionar. Se trata de que los procesos revolucionarios, los procesos de cambio, los procesos de transformaciones e incluso los procesos reformistas más o menos avanzados, necesitan direcciones colectivas, porque la política es una construcción colectiva. Y cuando se habla de democracia, de participación, de protagonismo popular, se hace absolutamente imprescindible esa discusión, esa participación popular, esa dirección colectiva, que no excluye un liderazgo, pero que necesita la participación, la asunción de responsabilidades, el compartir responsabilidades y el participar de la elaboración de una línea política que tiene que ser producto de la relación con los sectores populares, con el pueblo, y que tiene que ser permanentemente consultada con él. Eso es indispensable. Cualquier proceso que intente cambiar cosas, que intente movilizar a los sectores populares y que intente estar al servicio fundamentalmente de los sectores populares necesita una dirección colectiva, no una dirección que sea absolutamente unipersonal. Y esa es una de las grandes fallas de este proceso.

Aquí ni siquiera el partido que se acaba de construir ahora, el PUSV, es un partido que ejerza dirección colectiva. Es un partido que fundamentalmente funciona como un instrumento que repite lo que dice el Presidente, que no discute nada con el Presidente y que se ocupa fundamentalmente de las cosas administrativas: cómo desarrollar el proceso electoral, cómo hacemos aquí, si se reúnen con el PPT, qué va a pasar con el Polo Patriótico [Alianza Patriótica], si hay amenazas por la prepotencia del PSUV con relación a los otros, si se puede buscar acuerdos, si está descontento alguien, si el candidato para gobernador es el que llegó primero o el que llegó segundo. Es decir, puras cosas absolutamente técnicas, mecánicas, cotidianas, pero no discute política, el PSUV no discute política ni define política. El PSUV simplemente se limita a repetir lo que dice el Presidente, y a veces ni siquiera opina políticamente. Es el Presidente el que opina y el PSUV se ocupa entonces de las cosas administrativas. Eso no puede ser. Si alguna justificación podía tener la integración de las fuerzas que han apoyado a este proceso en un partido como el PSUV, es para construir una dirección colectiva, que desde una perspectiva de compromiso, del mismo compromiso que tiene el Presidente, pueda discutir con él y pueda llegar a acuerdos producto de discusiones con él, y de confrontaciones que ocurren a veces. De eso por lo menos no hay ningún indicio, ninguna indicación de que eso esté ocurriendo.

Pero lo que yo quiero señalar, que es lo que me parece más preocupante, son las dos cosas que dije. Por un lado, se ha ido generando, y eso es prácticamente inevitable cuando no hay una dirección colectiva, y cuando hay un liderazgo claro, porque al final el liderazgo del Presidente parece estar muy por encima de los otros líderes (se podría decir: hasta qué punto él contribuye a eso o hasta qué punto él no hace un esfuerzo para reducir esa distancia, pero ese es otro tema que no voy a tocar ahora); pero lo cierto es que esa distinción entre el peso y la importancia del Presidente y los dirigentes que forman parte de su equipo, genera y ha generado un excesivo culto a la personalidad del Presidente, que se traduce en esa dimensión negativa: una cosa es el respeto al liderazgo, otra cosa es la admiración de un liderazgo, otra cosa es entender que ese liderazgo fuerte, combativo y dinámico es necesario para impulsar un proceso (eso es perfectamente válido) y otra cosa es convertir al líder en una especie de dios, en un personaje infalible, que no se equivoca nunca y al cual no se le puede criticar absolutamente nada y no se le puede discutir absolutamente nada. Repito: algo que es absurdo. Vivimos justamente en una sociedad que es democrática como nunca ha sido esta sociedad venezolana, aquí se discute de todo, aquí se opina de todo y aquí no le pasa nada a nadie. Si aquí hasta los conspiradores de derecha, los conspiradores fascistas andan libremente por las calles, conspiran, hacen lo que les da la gana, aquí todo el mundo hace lo que le da la gana, desde los motorizados hasta los conspiradores fascistas. Entonces aquí no hay ningún peligro de que nadie pueda ser víctima de las críticas que haga. Y es necesario que esas críticas se hagan. No convertir eso en una profesión, no se trata de la profesión de criticar lo que hace el Presidente, para eso está la oposición imbécil esa, diciendo animaladas todos los días, y por eso está así, hundida, en el piso.

Se trata de la perspectiva de la construcción de un proceso revolucionario que hoy más que nunca necesita discusiones, porque están pasando cosas, aquí dentro de este proceso, que hay que discutirlas y que hay que cuestionarlas, necesita entonces una dirección colectiva que parta del reconocimiento indiscutible del liderazgo del Presidente, pero que sea capaz de fijar opiniones y tener criterios, y atreverse a tener esos criterios y a discutirlos, y atreverse a ser derrotada y atreverse a triunfar en algunas oportunidades, porque la derrota o el triunfo no son otra cosa que derrota o triunfo de posiciones que van a fortalecer el proceso. Esto es un problema que a mí me parece fundamental.

Y el otro lado es, entonces, esa suerte de pereza intelectual: "el Presidente es el líder, el Presidente se las sabe todas, el Presidente no se equivoca nunca, el Presidente es el súperestratega", el Presidente está en la estratósfera ya, planificando cosas, y los demás, entonces, por pereza intelectual, no piensan, no son capaces de analizar, no son capaces de participar, reciben pasivamente todo lo que el Presidente dice y ejecutan lo que el Presidente dice. No hay dirección colectiva. Y esa pereza intelectual a veces se convierte en un cierto servilismo, porque entonces es buscar la manera... unos, repito, porque no piensan, y simplemente repiten, repiten y repiten, tanto repiten que "esto es bueno, esto es bueno" porque el Presidente lo dice, y dos días después cuando el Presidente dice "me equivoqué", porque el Presidente sí se atreve a decir que se equivocó, entonces dicen: "esto es malo, esto es malo, esto es malo". Es decir, pasan de loros positivos a loros negativos. Y eso no puede ser. Pero en algunos llega verdaderamente a un nivel de retorcer los argumentos, de utilizar entonces los argumentos de pensar políticamente para hacer cuadrar las cosas que no cuadran, para tener que darle la razón al Presidente, y a veces se queda bastante mal cuando el Presidente después se da cuenta de que él mismo se ha equivocado (y últimamente se ha equivocado bastante, por cierto), y entonces en algunos de esos casos rectifica.

...

Yo creo que lo único válido y lo único correcto en política, cuando uno quiere pensar políticamente, es eso: es pensar políticamente, es analizar las cosas racionalmente, con seriedad, sin sacralizar el pensamiento y la conducta de nadie, por más líder que sea, con plena independencia de criterios. Una vez que se tiene una posición política tomada, por supuesto, no estoy hablando de criterios en el aire. Estoy partiendo de un análisis válido en política de quien piensa como revolucionario y quien está comprometido con un proceso que quiere que sea revolucionario o que quiere que siga siendo revolucionario, no de un analista de esos que se sientan en una especie de topos uranos, allá arriba, a analizar las cosas desde la estratósfera. No. Me refiero al compromiso, al compromiso militante, al compromiso patria o muerte, como son los compromisos políticos, y si no, no son compromisos y no sirven para nada. Desde esa perspectiva, una vez que uno asume esa perspectiva y la convierte en forma de vida, lo único válido en política, entonces, es analizar las cosas racionalmente, analizar las cosas con seriedad y profundidad, sin sacralizar el pensamiento y la conducta de nadie, con independencia de criterio y con buena y sólida información. Y además, sin temor a criticar lo que se estima que no está bien, justamente porque lo que se quiere es que el proceso avance y no que el proceso se estanque. Y criticar las cosas a tiempo tiene justamente la fuerza que da la posibilidad de cambiar las cosas, de incidir sobre ellas. Quedarse callado, admitir chantajes, admitir acusaciones, que hacen justamente los que quieren que el proceso no siga caminando, es permitir pasivamente que algunas cosas que están mal sigan empeorando y que cuando alguien se dé cuenta de que están mal, ya sea probablemente demasiado tarde para corregirlas, y en ese camino se puede hasta perder el poder.

Aquí lo hay que hacer, en mi opinión, y lo repito, es ver el curso reciente que ha ido tomando este proceso: hacia dónde, en qué dirección está marchando últimamente este proceso, porque, repito, hay muchas cosas preocupantes. Y uno ve cómo se engranan, una tras otra, algunas declaraciones con algunas conductas. Repito, no voy a analizar esto a fondo, simplemente lanzo esto como tema de análisis, de reflexión, de pensamiento, porque ésta es la única forma de pensar políticamente desde un compromiso revolucionario. Recomiendo una vez más que lo hagamos, recomiendo discutir sin temores, si queremos que este proceso siga avanzando, que este proceso no se estanque, que este proceso de cambio no se convierta en una cosa diferente. Porque creo que de eso, y de la conducta que se asuma y de la conducta que se comparta, depende en buena parte el futuro de este proceso, depende en buena parte que este proceso que ha sido generador, justificado, de grandes esperanzas de cambio, de algunos cambios que de verdad han tenido alcance revolucionario, que este proceso pueda mantenerse en ese camino, recuperar ese camino, profundizar ese camino, y no asumir un camino de moderación que muchas veces se convierte en camino de estancamiento.

Creo que ésta es una discusión que debe darse, y que debe darse abiertamente en el seno de este proceso, analizar lo que pasa, lo que se dice, conectar cosas, relacionar cosas, y sobre la base de esos análisis hacer planteamientos que contribuyan a que este proceso que está pasando por una etapa decisiva, por una etapa clave, por una etapa de inflexión, pueda seguir avanzando por el camino que se trazó al comienzo y que tiene que ser profundizado para que no deje de ser lo que fue y lo que tiene que ser: un proceso de cambio revolucionario.

5 de junio de 2008

¿El socialismo del siglo XXI será patriarcal? - Ybelice Briceño

(Excelente artículo de la pana Ybelice, que pone el acento en uno de los temas más escondidos debajo de la alfombra en el transcurso del proceso bolivariano.

Y no me vengan con la vaina de que la situación ha cambiado drásticamente desde el momento en que Chávez decidió incoporar todas las mujeres posibles en el gabinete).

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Sorprende ver cómo a estas alturas -cuando hablamos de socialismo del siglo XXI y cosas así- algunos panas, hombres y mujeres -pero sobre todo hombres- todavía sienten tanta incomodidad, malestar y temor cuando se plantea el tema de la desigualdad de género.

Sorprende escuchar posiciones tan retrógradas, tan abiertas o solapadamente machistas, de la boca de gente que en otros espacios es tan progre y revolucionaria.

Sorprende escuchar los malabarismos retóricos a los que se apela. Los disimulos, los chistes evasivos. Las miradas nerviosas. Los argumentos ingenuos o ramplones.

Plantear que la discriminación laboral, la invisibilización del trabajo doméstico, la imposición de formas masculinas (desde la sexualidad hasta la política), la consideración de la mujer no como sujeto sino como cuerpo, el silenciamiento de discursos y saberes femeninos o la presión que impone el mandato estético, son asuntos menores dentro de la agenda de transformación que nos proponemos, creo yo que, como mínimo, requeriría una justificación bien elaborada.

Sin embargo, los argumentos que se esgrimen para despachar el tema -cuando se esgrimen argumentos, que no es siempre- son bastante básicos. Voy a revisar solo cinco de ellos; los más extendidos y reiterativos.

Argumento 1: Las luchas de género no tienen sentido porque las feministas son muy fastidiosas.

Desde hace muchos años, desde que comencé a estudiar en la universidad, he escuchado descalificar las luchas feministas por las supuestas características de sus propulsoras. En esa época yo creo que ninguno de los que decía eso había visto jamás ni conocido a ninguna feminista. Pero no cabía la menor idea de que eran fastidiosas; todo el mundo lo afirmaba. Esa era la sensación que quedaba.

Este argumento, que aún hoy circula con la misma fuerza, es tan absurdo como potente. Despachar las luchas de género porque existen unas o muchas feministas que son fastidiosas sería como despachar las luchas revolucionarias porque hay revolucionarios fastidiosos, descalificar el movimiento estudiantil porque algunos de sus líderes son fastidiosos, las luchas de los trabajadores porque hay sindicalistas fastidiosos. En fin, no tiene ningún sentido.

Sin embargo, tal planteamiento ha tenido tanta eficacia estigmatizante que el término “feminista” se ha convertido en un adjetivo despectivo, ridiculizador, que espanta a todo el mundo. Con ello se logra ahuyentar a muchas de las potenciales sujetos de ese discurso. Muchas mujeres pueden sentir afinidad con los planteamientos, identificar los problemas, compartir denuncias. Pero casi ninguna quiere ser tildada de feminista. Todas tememos ser vistas como extemporáneas, ridículas o fanáticas.

Argumento 2: El problema con el feminismo es que es europeo.

El argumento de que lo inadecuado del feminismo reside en su carácter “importado” tiene dos posibles interpretaciones. Significa que los problemas que se contemplan e intentan combatir con ese discurso no los vivimos aquí. O que el origen de este movimiento y sus banderas es europeo, y por lo tanto es inadaptable.

¿Que no vivimos aquí las múltiples formas en que se cristaliza la desigualdad de género? Es difícil que alguien pueda sustentar eso. La violencia doméstica, la absoluta desvalorización del trabajo del hogar (limpieza, alimentación, cuidado de niños y ancianos), la doble y triple jornada laboral, la desproporción entre la cantidad de mujeres que participa en organizaciones sociales o que trabajan en la administración pública y la que ocupa posiciones de decisión en las mismas son solo algunas de ellas, las más visibles y extendidas.

Qué el feminismo es un movimiento de origen euronorteamericano es indiscutible. ¿Y qué hay con eso? Es tan importado como el marxismo, el postestructuralismo o el software libre. De ello no se desprende que sea inadaptable a otros contextos o que no haya tenido desarrollos teóricos y políticos en toda América Latina. No creo que la utilidad de la teoría se pierda porque la recuperemos y repensemos desde otras coordenadas. Imagino que lo mismo opinan los foucaultianos, los lacanianos o los seguidores de Negri que conozco.

Tampoco creo que ello ocurra con las banderas de lucha. Hace poco conmemoramos por estos lados el aniversario del Mayo Francés. No hubo necesidad de justificar demasiado que en un país del Caribe rescatáramos cuarenta años después las consignas de estudiantes parisinos.

Argumento 3: Contradicción principal y contradicción secundaria.

Circula también un argumento según el cual la cuestión es de estrategia. No es que no se vivan esos problemas, sino que no son la prioridad. La principal contradicción que vivimos en Latinoamérica sería la de clase. Lo demás no es adecuado plantearlo por ahora.

Con este discurso los amigos se insertan en una extraña línea de pensamiento etapista. Se les sale una especie de ortodoxia marxista -de la que normalmente se desmarcarían tajantemente- según la cual imagino entonces que tampoco importa por ahora la discriminación racial, la defensa de los pueblos indígenas o las luchas más “culturales” que el marxismo inicialmente no contempló.

Ante semejante razonamiento político no queda más que preguntarse: si no es éste el momento, ¿cuándo es? ¿Cuando esté la derecha en el poder? ¿Cuando la correlación de fuerzas nos sea desfavorable? ¿Cuánto tiempo habrá que esperar? ¿Meses, años, décadas? Y lo que es más importante aún, ¿qué hacemos mientras tanto? ¿Miramos para otro lado?

Los últimos dos argumentos que quiero revisar suelen salir a colación, entre otras cosas, cuando se debate el tema del mandato estético que pesa sobre la mujer venezolana. En relación con ello, es extraño, pero se apela simultáneamente a dos planteamientos contradictorios: el de que es un asunto de elección individual, y el contrario; el de que no podemos hacer nada porque es algo cultural.

Argumento 4: Es un asunto de decisión individual.

Cuando se dice que es un asunto de elección individual se plantea, por un lado, que es una cuestión personal, subjetiva y sin mayores repercusiones. Algo así como una cuestión de gusto. Y por otro, que se trata de decisiones que toma la gente autónoma y soberanamente. “Me dio la gana de ponerme tetas”, “me provocó ser flaca, alta y rubia”.

Así, todas las prácticas y decisiones que tomamos para ajustar nuestra imagen a los parámetros hegemónicos serían espontáneas y casuales, “cosas que se le ocurren a uno”. Desde esta perspectiva, las mujeres estaríamos, en relación con ese tema, exentas de condicionamientos externos.

Tal planteamiento es como mínimo, bastante ingenuo. La decisión de ajustarse al patrón estético es para las mujeres tan decisión, tan autónoma y tan soberana como para la clase media ver Globovisión, comer en McDonalds o comprar en el Sambil. ¿Cómo hacen quienes plantean eso para no ver todo el entramado de poder que atraviesa el cuerpo femenino? ¿Para ignorar el papel del poder mediático y del mercado detrás de esas “decisiones individuales”? ¿Cómo hacen para ver gustos personales donde hay patrones tan rígidos y homogéneos?

Argumento 5: Es una cuestión cultural.

El argumento de lo cultural es a mi juicio el más complejo. De hecho creo que requeriría ser revisado con más detalle en otra ocasión. Pero veamos. Cuando se dice que el imperativo de la belleza que cae sobre las mujeres venezolanas es ya algo cultural se quiere decir, primero, que está tan extendido y arraigado que es imposible o muy difícil cambiarlo. Por tanto, que las mujeres no decidimos a voluntad en esta materia, sino que seguimos lo que los patrones culturales nos dictan (evidente contradicción con el punto anterior).

Y segundo, que como ya es cultural, ya forma parte de nuestra identidad o modos de ser. Por ello de alguna manera ya es valorable, ya forma parte de nuestra idiosincrasia, ya es bueno en sí mismo. Es decir, podemos verlo con simpatía y reconocernos en ello, es casi pintoresco.

Ante estos razonamientos argumentaría lo siguiente. En primer lugar, el hecho de que sea una cuestión cultural quiere decir que no es natural (obvio). Es decir, que no es inherente a la condición femenina, no forma parte de su esencia, no es ontológico: por tanto se puede transformar, aunque no digo que sea fácil.

Segundo, el hecho de que estas prácticas y discursos sean culturales, estén muy extendidos y arraigados, no quiere decir que no tengan orígenes o que las instancias que los promueven no sean identificables. Del mismo modo que puede identificarse otra veta, también cultural, del machismo venezolano; la matriz discursiva de la mujer como inferior, casta, sumisa y sacrificada, impuesta hace más de cinco siglos en la región por la iglesia católica, podría rastrearse la impronta de la industria del Miss Venezuela en el país desde hace más de cincuenta años, o el reforzamiento permanente de mercado, la publicidad y los mass media en general en torno a la belleza de “nuestras mujeres”.

Por último, el hecho de que sea cultural no quiere decir que no sea opresivo y que no podamos cuestionarlo. Para eso estamos en una revolución, ¿no? Para tratar de transformar lo que haya que transformar en el terreno político, social y también en el mundo de lo simbólico, de las representaciones sociales, de los marcos de significación. De hecho, el combate en el campo cultural creo que es de los más necesarios, aunque de los más difíciles.

Entiendo que a los hombres les cuesta mucho ver el peso brutal que el mandato de la belleza tiene sobre la cotidianidad de las mujeres -lo que para nosotras debería ser más visible. Es un peso que va desde la cantidad de tiempo que hay que dedicarle a embellecerse, hasta la naturalización de formas más fuertes de violencia sobre el cuerpo como intervenciones quirúrgicas (implantarse tetas, quitarse costillas, perfilarse la nariz), pasando por males más “leves” como todas las prácticas, incomodidades y privaciones a las que una mujer común se somete normalmente (dietas, tacones, fajas, gimnasios, planchas alisadoras, cremas embellecedoras, masajes reductores, depilaciones y un larguísimo etcétera). Esto por no mencionar las burlas y descalificaciones dirigidas a las niñas, jóvenes y mujeres que, por uno u otro motivo, no encajan en el patrón estético del momento, o que por lo menos no hace esfuerzos por encajar en él (de allí el conmovedor lema “no hay mujer fea sino mal arreglada”).

Lo que me cuesta un poco creer es que no vean todo el despliegue de tecnologías destinadas a amansar y encauzar los cuerpos femeninos. Que se despache el poder de la biotecnología de la belleza. Que la mirada microfísica se abandone súbitamente cuando entramos en este campo.

Y lo que es más evidente; que no vean el lugar que el mercado y los medios tienen en la difusión y hegemonía de ese discurso y sus prácticas. No hay que ser muy perspicaz para darse cuenta de que la belleza femenina es un negocio y un espectáculo al que se le saca el máximo provecho. Por eso es tan extraño ver que en esta lucha los panas no solo muchas veces se queden callados, sino incluso, a veces, se cuadren torpemente del otro lado. Del lado de la Revlon, la Clinique y otras trasnacionales de la belleza; del lado de Portadas, Venevisión y de Osmel Sousa; del lado del Dr. Krulig y otros negociantes de la medicina.

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Creo que la revolución se está quedando corta si no implica el combate o como mínimo el cuestionamiento de todo tipo de relación de opresión, subordinación o desigualdad. No creo que haya formas de opresión principales y secundarias. Todas las prácticas discriminatorias y de desvalorización son condenables.

Algo parecido dice la frase esa del Che que todos asumimos alguna vez como bandera. “Si usted es capaz de temblar cada vez que se comete una injusticia…” y por ahí seguía. Considerar la invisibilización de las mujeres en la historia oficial, la desvalorización del trabajo femenino, la violencia doméstica o las descalificaciones hacia las mujeres que transgreden la norma estética como formas de injusticia, no creo que sea un acto político tan audaz. ¿O sí?

3 de junio de 2008

El renacer del idiota social - Marcos Roitman

(Recientemente les he dedicado por aquí un par de comentarios: por ejemplo acá o allá. Juran que hacer política es repartir volantes en el Sambil. Vociferan que una encuesta es un método más democrático que elegir a los candidatos por las bases. Equiparan la Ley de Inteligencia con la sagrada institución de la Inquisición, los mismos que ayer denunciaron que los bombillos ahorradores de energía en realidad contenían micrófonos espías.

Roitman los llama "idiotas sociales".

Ojo: no se trata de hacer leña del árbol caído -o por derrumbarse -. Hay que verse en ese espejo. Que la revolución bolivariana no produzca nuevos idiotas).

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Hay voces en la academia, la política, y los medios de comunicación que tergiversan los hechos del continente. Son parte de una propuesta de la derecha por imponer relatos maniqueos tendentes a despojar al sujeto de su memoria histórica republicana. Manipulan la realidad según convenga a sus intereses. En este horizonte dirigentes, estadistas, sindicalistas o representantes de movimientos sociales caerán en el saco de lobos con piel de corderos. El mundo se presenta dualmente. El orden y el caos. La luz y la oscuridad. La economía de mercado y el estatismo comunista. La globalización y la autarquía. Paz y seguridad versus terrorismo e inseguridad. Se construye un lenguaje para atacar a las “hordas” antisistémicas y un itinerario cuya hoja de ruta es el aniquilamiento y la destrucción del diferente. Las armas utilizadas son el liberalismo doctrinal, el pensamiento conservador, la sociobiología, la desarticulación de la teoría, la pérdida de la centralidad política y el desánimo de la razón. Se presentan como un frente único para conquistar un nuevo edén. Sus imágenes son las buenaventuras del capitalismo y sus megaproyectos. Obras faraónicas de adoración y procesión transformadas en tótems para la satisfacción de los nuevos dueños del planeta. Urbanizaciones de lujo, campos de golf, torres de cientos de metros, etcétera. La felicidad completa, cuya máxima expresión se dibuja en levantar centros comerciales donde las personas puedan vivir en ellos. Son los auténticos nichos de la virtud del mercado. Extensiones donde encontramos hoteles, restaurantes, cines, entidades financieras, gimnasios, joyerías, agencias de viaje, supermercados... La imagen perfecta para la actual era del consumidor que vive en su interior adaptándose a sus códigos. Su personalidad se flexibiliza para adorar marcas comerciales de comida basura, prendas de vestir, coches, etcétera. En su interior se consolida la mutación del ciudadano al idiota social. Es el proceso de atomización y pérdida de identidad colectiva. La sustitución de la memoria social por el deseo de compra y autismo individualista. El retorno del Idión aristotélico.

En tal lógica, los políticos adscritos a este orden tratan de producir el mayor número de idiotas sociales posibles. Buscan dar continuidad al proceso. Los consumidores deben sentirse en un paraíso terrenal. En dicho mundo, las expectativas, los deseos, las esperanzas, los objetivos de cambio, y las depresiones se superan individualmente. El remedio es satisfacer la angustia por medio de la compra y venta de objetos disponibles en tiendas y en la imaginación. Si le acosan en el trabajo, si le despiden, si violencia de genero, si explotación de clase, si alienación social, no actúe colectivamente. No se proponga un proyecto alternativo de liberación, no critique el sistema. No aluda a los mecanismos de dominación. Solucione el problema por la vía individual. Presente una queja en la oficina del consumidor o vaya al centro comercial más próximo, cómprese una camisa, una corbata, tíñase el pelo y cambie de peinado. Dese algún gusto culinario y machaque el cuerpo. Chocolate, helados, una hamburguesa. Si está muy agobiado y necesita desfogarse termine haciendo yoga en el mismo centro comercial. Y en el medio plazo contrate allí unas vacaciones en playas exclusivas, con todo incluido, la fuente de la juventud. Tratamientos de última generación a precio de oro, en cómodas cuotas mensuales. Si tiene necesidades erótico-festivas piense en turismo sexual. África, Asia, Europa del este, América Latina, Oceanía. Los cinco continentes. No existe como ciudadano. No posee dignidad, ni memoria histórica, ni voluntad, es un consumidor. En definitiva su cuerpo es todo un amasijo para el mercado. Lo posee de manera integral, de los pies a la cabeza. Lo dicho también incluye a los pobres, recuerden a Hernando de Soto, el autor de Otro sendero y El Misterio del capital, el individuo más preocupado por ellos. Según su propuesta, pueden participar de la bacanal a su manera. Deben capitalizar su miseria. Su buenaventura consiste en pasear por los centros comerciales y proyectar su frustración deseando cambiar de estatus. Deben transformar su ahorro en bienes de capital. Sus céntimos conseguidos en los semáforos vendiendo baratijas Los vendedores de baratijas los convertirán en empresarios del mañana y los niños tragafuegos serán los dueños del Circo de Moscú. Deben proyectar su optimismo bajo el discurso de la igualdad de oportunidades y la movilidad social ascendente. Es el discurso ideológico de la perseverancia, acompañado de iniciativa y preparación, factores suficientes para romper el círculo de la pobreza. El gran mito del capitalismo que tan buenos resultados brinda a sus ideólogos y acólitos.

En esta situación se deben soltar lastres. No piense, déjese llevar por la ola del consumo y transfórmese en un consumidor responsable, obtendrá dividendos y vivirá relajado. Acepte con gusto los mensajes del mercado de las ideas. Créase a pies juntillas que un gobernante corrupto y mentiroso como el actual presidente de Colombia, Álvaro Uribe, es un demócrata ejemplar a pesar de las pruebas que lo vinculan con los narcotraficantes, los paramilitares y lo reconocen como responsable de la muerte de decenas de compatriotas. Piense en la inmaculada acción de gobierno de Salinas de Gortari y Zedillo en México y no en sus vínculos con la mafia y su participación en la represión en Chiapas o Acteal. Tampoco crea la verdad del origen espurio del poder del actual presidente Felipe Calderón. Acepte que hubo irregularidades, no fraude, eufemismo para no caer en la degradación mas absoluta. Sólo superada por la designación del secretario de Gobernación, que usó pasaporte español, urdió la trama para manipular la partida de nacimiento de sus padres, pero continúa en el cargo. Sin embargo, se definen portadores de la moral del mercado, que no es otra que la del idiota social, por ello han perdido la dignidad y la condición de ciudadanos. Han decidido borrar su conciencia. Proyectan el paraíso del consumo como la nueva solución final. La actual política consiste en fundar un orden con gobernantes mediocres de pensamiento sistémico. Plutócratas manipulables por quienes manejan los hilos del poder real se muestran sumisos ante el fuerte y acaban humillados y sodomizados en el mercado. El imperialismo lo sabe, transformados en idiotas sociales son presidentes o líderes de la oposición de la política de arriba.

Publicado originalmente el 31 de mayo de 2008 en:
http://www.jornada.unam.mx/2008/05/31/index.php?section=opinion&article=028a1mun

1 de junio de 2008

Candidatos del PSUV a las elecciones regionales de noviembre de 2008

Alrededor de las 11 pm de este domingo 1° de junio de 2008, el Consejo Nacional Electoral ofreció el primer boletín con los resultados de la elección por las bases del Partido Socialista Unido de Venezuela, de los candidatos a gobernadores y alcaldes para las venideras elecciones regionales, a celebrarse el 23 de noviembre de 2008.

Los candidatos ya definidos (aquellos que obtuvieron más del 50% de los votos o un margen mayor del 15% sobre su competidor más cercano) son los siguientes:

Alcaldía Mayor: Aristóbulo Istúriz
Anzoátegui: Tarek Willian Saab
Aragua: Rafael Isea
Barinas: Adán Chávez
Bolívar: Francisco Rangel Gómez
Carabobo: Mario Silva
Delta Amacuro: Lizeta Hernández (sólo el 60% de las actas procesadas)
Falcón: Stella Lugo
Lara: Henri Falcón
Mérida: Marcos Díaz
Miranda: Diosdado Cabello
Monagas: José Gregorio Briceño
Portuguesa: Wilmar Castro Soteldo
Vargas: Jorge Luis García Carneiro
Zulia: Gian Carlo Di Martino

Adicionalmente, resultaron electos como candidatos del PSUV en Caracas:

Alcaldía Libertador: Jorge Rodríguez
Alcaldía Sucre: Jesse Chacón

Quedan por definir las candidaturas en los siguientes estados: Apure, Cojedes, Guárico, Nueva Esparta, Sucre, Táchira, Trujillo y Yaracuy.

Los resultados preliminares arrojan una participación de más de 2 millones de inscritos en el PSUV.