29 de julio de 2010

Dale a tu cuerpo tristeza, La Macarena


Pronto veremos a la especie de los Juanes y Alejandro Sanz, uníos, elevando una sentida plegaria a favor de la paz entre los pueblos colombiano y venezolano y en contra de la violencia y tal vez condenando el militarismo. En cambio, difícilmente los veamos manifestándose en contra del terrorismo de Estado colombiano, cuya expresión más reciente es la gigantesca fosa común de La Macarena. Para nuestros músicos, siempre será más sencillo abogar por la paz en abstracto y voltear la vista cuando se trate de evidencias de la terrible paz de los sepulcros.

Es fácil emprenderla contra los "belicistas", pero hacerse el distraído cuando el presidente saliente de Colombia, Álvaro Uribe, en un ejercicio de cínica puntería, escoge justo La Macarena como el lugar idóneo para felicitar a sus fuerzas militares – "Adelante, la victoria final no está lejos" – mientras califica de "terroristas" a las organizaciones de derechos humanos, congresistas colombianos, eurodiputados y sindicalistas ingleses que certificaron la magnitud del crimen.

Es fácil pasar por artista pacifista militante, y entonar el Give peace a chance de Lennon, mientras se calla frente a las declaraciones de Gabriel Silva, Ministro de Defensa uribista y recién designado embajador en Estados Unidos, según el cual las organizaciones de derechos humanos que denunciaron el horror de La Macarena emplearon "fotos de fosas de la antigua Yugoslavia y las presentaron como si correspondieran a la situación en Colombia", tal y como puede leerse en el diario El Tiempo.

No es la "antigua Yugoslavia". Es La Macarena, en Colombia. Por: Pablo Navarrete/alborada.net

Ya lo saben, músicos de buena voluntad: en el próximo concierto por la paz, preferiblemente en la frontera colombo-venezolana, no se olviden de interpretar Miss Sarajevo, del buenazo de Bono. Aunque hubiera sido un detallazo llegarse hasta La Macarena y levantar un cartel con la inscripción: "Don’t let them kill us", como lo hicieran las jóvenes de Bosnia-Herzegovina que inspiraron la canción. Así mismo, en inglés, para que el mensaje llegara claro y directo al gobierno gringo, que después de todo es quien arma a su par colombiano. Un "No dejen que nos maten" con el que le hubieran dado voz, ustedes que se precian de tenerla, a los miles de campesinos y masacrados por la política de "seguridad democrática".

"No dejen que nos maten". Sarajevo, Bosnia-Herzegovina, antigua Yugoslavia. 29 de mayo de 1993.

Pero no: es más fácil firmar manifiestos condenando a los "violentos" silenciando a los violentados.

Así, qué fácil es declararse partidario de la paz. Una paz que equivale a ir por el mundo cantando la Macarena, dale-a-tu-cuerpo-alegría-Macarena, mientras en la fosa común de La Macarena reposa la tristeza junto a miles de cuerpos.

26 de julio de 2010

Bituaya: su música no es boba, es electrocaribe


Diez es poco para todo lo que dicen, vibra y resuena. Los diez temas que conforman la ópera prima de Bituaya no llegan a ser suficientes porque desde que revienta el primero uno quiere más. Revienta, sí. Son diez explosiones que lo mismo te conmueven, te interpelan, te invitan a la fiesta o al combate. Las líricas son líricas, no material de relleno. Casi siempre van al grano, directo, de una. Pero dejan tiempo para descubrir la belleza en medio de la pestilencia. La música está al mismo nivel, nada de fondo musical. Percusión, cumbia, son, reguetón y unos buenos yerros. Esa música no es boba, es caribe, hubiera podido decir el panita Bolívar. Caribe y electrónica. Electrocaribe, le llaman los panas.

Si Bituaya fuera la medida de la música que se está inventando en la Caracas popular, tendría que decirse que Caracas no está errando.

Música para llevar en los aparatos, el par de audífonos pegados en los oídos, y encontrar inspiración para buscarle la vuelta y darle un par de coñazos a la máquina que nos oprime. Música para descargar y recargarnos. Música para escucharla a todo volumen, cuando nos quieran imponer el silencio. Música para comenzar el día y también para terminarlo, porque amanecerá y entonces veremos quién es quién. Quiénes son los que tal. Música apta para los menores, las abuelas, señoras y señores, damas y caballeros y no tanto. Música para las camioneticas y las cárceles. Música para los liceos y usted me dirá si también para las universidades. Música para los mercados a cielo abierto, no apta para los supermercados. Música para los consultorios donde la medicina es gratuita, no apta para las clínicas. Música para que los funcionarios recuerden cuál es su papel en esta función, en este proceso. Música no apta para los ambientes de oficina, a menos que la intención sea alegrar el ambiente. Música para los que trabajan y pelean para que el trabajo no los consuma. Música no apta para los ociosos. Música para querer y no para tener. Música india, negra, pueblo. Música para no dejar de ser fieras, bichos de uña, raza bravía. Música para espantar la mala vibra. Música para los ignorantes que hemos padecido la cultura. Música no apta para los cultos cuya cultura está fundada en la sangre de los ignorantes. Música para los que estamos con Cristo y no con la Iglesia. Música para lanzarle una advertencia a los que están pendientes de saltar la talanquera. Música para los que se baten en duelo en el coliseo de la vida. Música para hacer el amor y la guerra popular, a fuego y metralla. Música para escucharte mejor, para bailarte mejor, para tratar de entenderte mientras tus calles caminamos, Caracas, risa y llanto, cielo e infierno.

Diez es poco, pero es sabroso, y tenemos hambre.

Larga vida a la Bituaya.

23 de julio de 2010

Provocaciones

Chávez responde a la pregunta de Maradona sobre Santos. Ya antes lo había hecho frente a las provocaciones de la oligarquía colombiana.

Chávez: "Ahora Maradona es periodista y provocador".

Según declaración oficial emitida por la Mesa de Unidad Democrática (MUD), la tarde de ayer, a propósito de la ruptura de relaciones diplomáticas con el gobierno colombiano, la "mayor irresponsabilidad" del zambo fue "tomar una decisión de esta gravedad, como maniobra de distracción de la opinión pública venezolana, actualmente impactada por el vergonzoso escándalo de los contenedores de comida descompuesta".

La referida declaración fue publicada en la página de la MUD a las 18:05 de la tarde, esto es, aproximadamente unas cinco horas después del anuncio realizado por Chávez desde Miraflores, en compañía de Diego Armando Maradona.

Cinco largas horas para anunciarle al país lo que hubiera podido manifestarle incluso antes de que el zambo apareciera ante los medios: que dijera lo que dijera, hiciera lo que hiciera, el zambo intentaría distraer a la "opinión pública venezolana" del "escándalo de los contenedores".

Más que declaración, ha debido llamarse muletilla.

Eso sí, la vieja partidocracia se comprometió "a trabajar en la próxima Asamblea Nacional para que ese cuerpo cumpla con su deber constitucional de hacer siempre presente al Poder Ejecutivo el carácter nacional que la política exterior debe tener".

Ninguna falta le hizo recurrir a otra de sus muletillas preferidas, la del Chávez dictador, porque esa tarea ya la había cumplido cabalmente el representante del gobierno colombiano ante la OEA, en horas de la mañana.

La partidocracia vernácula le devolvió el favor declarando: "La vía de una comisión internacional de verificación no debe ser desechada a priori, pues podría interpretarse como un reconocimiento a que tales acusaciones estarían bien fundadas".

"Presidente, ¿Santos no es el camino de Uribe?", le preguntó Maradona a Chávez, cuando ya parecía que todo estaba dicho. Retomó Chávez, sonriente y en apuros, y al poco interrumpió: "Ahora Maradona es periodista y provocador".

Frente a las provocaciones de la oligarquía colombiana, qué oportuna la provocación de Maradona.

Hizo falta el periodista que preguntara: "Presidente, ¿la partidocracia venezolana no es el camino de la oligarquía colombiana?".

Porque provocación se responde con provocación, no con muletillas oficiales.

22 de julio de 2010

El silencio de los partidos

Henry Ramos Allup, Secretario General de Acción Democrática, partido con el mayor número de candidatos de la Mesa de Unidad Democrática para las elecciones parlamentarias

El pasado 3 de julio, en El Universal, Elías Pino Iturrieta se quejaba de que "pareciera que la oposición no estuviese al tanto de los sucesos nacionales, o no supiese cómo manejarlos en beneficio de una metamorfosis política, o simplemente formase parte de la misma inacción o de la misma indiferencia en la cual se solazan las mayorías de la población".

Haciendo gala del tono entre apocalíptico y desencantado, rayando en lo melodramático, que es característico de la derecha que se precia de ilustrada, advertía: "En pocas ocasiones comienza un régimen a dar tumbos él solo para colocarse en la orilla del precipicio, a la espera de un empujón mortal o de un piadoso réquiem". Sin embargo, seguía lamentándose, "como signo de una decadencia que no sólo concierne a un número limitado de actores", frente al penoso espectáculo de un régimen a punto de derrumbarse, se impone "un dejar hacer debido al cual pareciese que las tropelías no sucedieran en el interior de la casa, sino en latitudes lejanas". Como para estallar en llanto.

Sucede que esta inacción, esta aparente indiferencia de los partidos opositores, este silencio de los vociferadores, esta mudez de la MUD, es no sólo la condición de su supervivencia. Es, además, la vía que aconseja la encuestología – devenida en fuente de saber estratégico para el antichavismo – para suscitar la "metamorfosis política" con la que sueña Pino Iturrieta.

El silencio de los partidos opositores es condición de supervivencia porque, como lo indican todas las encuestas, son tributarios de un rechazo popular tan profundo que, tal parece, su oportunidad histórica ya ha pasado. Sin credibilidad, sin fuelle, la voz de la vieja clase política nos recuerda siempre la decadencia de la partidocracia.

Su silencio es funcional a la estrategia opositora de desgaste, de crítica de la gestión de gobierno, de denuncia de sus excesos ideológicos, que se hizo hegemónica en 2007. Mal podría la vieja clase política llevar la voz cantante de la denuncia de la ineficiencia gubernamental, de la corrupción, de los vicios de lo burocracia, porque ella misma los encarna.

El "dejar hacer" es la tarea política que le ha correspondido a los partidos opositores en estos tiempos de despolitización. Despolitización que encarna la jerarquía eclesiástica cuando acusa los "pecados" de la gestión gubernamental y cuestiona su "línea marxista-comunista". Contra esta estrategia de desgaste y despolitización hay que apuntar. No contra la Iglesia, cuya tarea consiste en sumarle votos a una vieja partidocracia que no los merece. Callar frente al silencio de los partidos opositores equivale a un silencio cómplice.

15 de julio de 2010

Después del fútbol, ¿qué?

Después del fútbol: síndrome de abstinencia.

En mi entorno más cercano no he dejado de percibir cierta sensación de desasosiego una vez concluido el Suráfrica 2010. Estado de ánimo que, lejos de lo que pudiera pensarse, no guarda relación alguna con el desenlace – celebrado por unos, desestimado por otros. Se trata, en cambio, de una sensación asociada a algo que pudiera traducirse como vuelta forzada a la realidad, a la brega cotidiana.

Que el fútbol es el opio de los pueblos es algo que se ha dicho mil veces ya. Como declaración de principios, luce irrebatible. El problema aparece cada vez que se intenta explicar por qué los pueblos prefieren drogarse a mantenerse alejados del vicio. Acaso aparezca una y otra vez, el insondable problema, porque tal vez se trate, más que de adoptar la actitud profesoral de quien se cree en la obligación de ofrecer explicaciones, de intentar entender a los pueblos y sus deseos, sus anhelos y sus tribulaciones. "En estos días andamos todos drogados por el fútbol, qué cosa impresionante y fantástica", escribía Galeano el pasado 29 de junio.

Que tal sensación de desasosiego afecte al antichavismo, es cosa que se entiende. Luego de cuatro semanas de ligarle a los grandes y fuertes europeos y apostarle a las derrotas suramericanas, venir a estrellarse contra la realidad, esto es, descubrir que después de acabada la magia y superada la resaca de la celebración, éste sigue siendo un país gobernado por el zambo, no debe ser un trámite fácil. Digamos que es el furor esnobista del pastelerismo vernáculo devenido en el mismo desencanto de siempre.

Pero que el mismo desasosiego se apodere del chavismo, ese sí es un dato que no debe ser subestimado. Sucede que hemos regresado del fútbol y nos hemos reencontrado con el malestar de los nuestros; intacto el espíritu de defensa del terreno conquistado, pero con el mismo hastío por la política y por los políticos. La política, incluso la que se autodenomina revolucionaria, puede ser como el opio que los pueblos se niegan a consumir.

Revolución y desasosiego – de los partidarios de la revolución – son palabras que no riman. Como en el fútbol y en el beisbol – y como en todo juego de conjunto – la revolución deviene contienda maravillosa, exuberante, cuando el juego es colectivo, que es lo contrario del desasosiego de los pueblos que juegan banca.

Si algo ha demostrado el pueblo chavista, durante años, es no sólo sus ganas de jugar, sino además que sabe hacerlo. En lugar de sancionar que está fuera de forma o fuera de juego, más bien habría que pasarle la pelota.

8 de julio de 2010

Arepas y goles

¡Maxi Ramírez conecta un batazo laaaaarrrrrrgo, profuuuuundo, la bola se vaaaaa, se vaaaaa, se vaaaaa, gooooooooool!

Todavía no se ha sopesado suficientemente la magnitud del despropósito que implica asimilar goles con arepas, tal y como lo hacen ciertos narradores de Meridiano TV. Sobre todo en un país como el nuestro, en el que, como es sabido, arepa significa un cero colgado en la pizarra, de acuerdo a la jerga beisbolera.

De hecho, si bien se celebran los ceros del equipo contrario, sobre todo cuando el lanzador ha sabido arreglárselas con las bases llenas y ningún out, las arepas, lo que se dice arepas, sólo se celebran cuando se ha propinado un blanqueo. Esto es, si bien cabe la posibilidad de un buen cero, no existe una buena arepa, íngrima, solitaria. Sólo son buenas si son nueve, y si ha debido comérselas la alineación rival.

Decir que un equipo de fútbol le colgó nueve arepas al contrario, no sólo suena ridículo, sino que resulta completamente absurdo. Fuera de lugar, a ver si lo entienden los narradores de marras. Que se sepa, las contiendas futbolísticas jamás se han dirimido en nueve entradas.

El improbable día en que algún narrador de beisbol venezolano cometa el insólito desliz de cantar un soberbio jonrón con el grito de ¡Gooooooooool!, hasta ese día merecerá el respeto de la afición venezolana, y cabe suponer que también el de sus colegas. A lo sumo, pasará a la historia exhibiendo el dudoso mérito de haber confundido peras con manzanas, para decirlo elegantemente, o pelotas de beisbol con balones de fútbol, para que quede meridianamente claro.

Tal vez podrá decirse, en un desesperado intento por remontar la cuesta de las evidencias, que ambos, el balón y la pelota, son redondos como la arepa, lo que haría pertinente la metáfora. Pero no sólo ya se ha aclarado oportunamente que en el beisbol las arepas no guardan relación alguna con la redondez de la pelota: habrá que agregar que, como diría Galilei, se mueven, sí, pero de manera distinta.

Para encontrarle una explicación a este desafortunado abuso de la jerga beisbolera para narrar el fútbol, acaso no quede otra alternativa que apelar a motivos extra-deportivos: tal vez responda a las viejas pretensiones de Empresas Polar, que sigue intentando convencernos, por todos los medios, de que comprar sus productos es la única manera de ser venezolanos. No diga arepa, diga Harina Pan. No diga gol, diga arepa, compre Harina Pan.

Pero en diciembre de 2002, no había Harina Pan en los abastos ni en los supermercados. En diciembre de 2002, tampoco hubo beisbol. Entonces, ser venezolanos era no comer arepas ni disfrutar del beisbol. Nos mantuvieron blanqueados durante ocho entradas, pero al final los dejamos en el terreno.

Mucho mejor que la Harina Pan, lo siento mucho por quienes aún no se hayan decidido a probarla: harina de maíz blanco Venezuela Socialista. La que los antichavistas compran cuando creen que nadie los está viendo.

7 de julio de 2010

Suráfrica 2010: ¿Nos van a venir a hablar de derrotas?

Sábado 3 de julio: Maradona, la derrota, la tristeza.

Noche del domingo 4 de julio: el pueblo argentino recibe a su selección. "No había sabor a derrota en el aire".

Luego del partido entre Argentina y Alemania, a duras penas logré contener el impulso de escribir algunas líneas de fraterno agradecimiento al Maradona-dios-barbudo-y-comprensivo, devenido una vez más en ángel caído, que logró convencerme, él y los suyos, de que no hace falta conocer los aspectos técnicos del juego para saber cuando se juega un fútbol hermoso y deslumbrante.

Más pudo, sin embargo, un repentino latigazo de recato, un llamado a la mesura. De pronto, no pude evitar sentirme un completo advenedizo: ¿realmente sería capaz de asimilar las hondas implicaciones de la derrota para el alma del pueblo argentino? ¿Sería capaz de entender el significado de su tristeza? Decidí guardar silencio. Un silencio solidario, podría decirse que militante, pero silencio al fin.

Como no hubiera podido suceder de otra manera, las primeras señas me llegaron el mismo sábado 3 de julio a través de Giorgio Mamani, el último futbolista combativo. Vi al Mamani sollozante y quise estrecharle la mano y regalarle un abrazo. En cambio, me conformé con presenciar su conversación con el anciano Friman, el mismo que alguna vez cargara en brazos el Che Guevara durante su misión en Angola. "No llore, Mamani, no llore", le dijo Friman. "Las derrotas, a veces, con el tiempo se convierten en victorias", agregó. "Cuando el Che y su escuadrón de cubanos perdieron, todos pensamos que sería un fracaso. Pero sus ideas siguieron y muchos africanos quisieron imitarlo: unos años después, lograríamos la emancipación. Con Maradona y su escuadra argentina pasará lo mismo: serán muchos los que sigan su visión revolucionaría del fútbol", le explicó sabiamente.

Al día siguiente leí a Mario Wainfeld, en Página/12, y logré comprender un poco más. Wainfeld comenzó renegando "de esos hinchas sin sangre ni capacidad de sufrimiento" que en cuestión de segundos abandonan las lágrimas y ensayan sonrisas y saltitos emocionados apenas son presas de las cámaras de televisión. "La cámara recorre los rostros de los hinchas de un equipo eliminado, contritos, con llanto. De pronto, los ciudadanos-mediáticos se ven reflejados en las pantallas, se recomponen, sonríen, saludan. Truecan, cual fenicios, su noble padecer por un instante de fama". Cuánto parecido con los personajes que plenan cierta plaza de Las Mercedes o los espacios de ciertos centros comerciales del este de Caracas. No obstante, sigue Wainfeld, "los hinchas argentinos no recayeron en esa debilidad de carácter. La derrota… es un trance de duelo".

Me gustó su comparación entre el juego realizado por Argentina y un célebre evento boxístico: abajo en el marcador desde muy temprano, la albiceleste decidió irse al ataque, aunque esto significara relajar sus líneas defensivas, sin nada que perder, con la vergüenza suficiente como para no ceder a la tentación de administrar la derrota, como sólo juegan los grandes equipos. "Al cronista le recordó la pelea de Ringo Bonavena contra Cassius Clay. Bonavena, un boxeador discreto pero valiente, le sostuvo quince rounds al enorme Mohamed Alí. En el último, el negro lo tiró; tres caídas determinaban knock out técnico. En vez de escurrirse, de abrazarlo, Bonavena seguía yendo a buscarlo..., cayó tres veces nomás. Y quedó ídolo para siempre". Acá le llamamos a eso morir con las botas puestas.

Por todo lo hecho, por todo lo visto, por todo lo demostrado, Wainfeld concluyó: "En esta hora transida, con la sensibilidad a flor de piel, corresponde aplaudir de pie a los jugadores y a Diego, que pusieron lo mejor de sí, ganando y perdiendo con buenas artes, sin fingir, sin llorar, sin arrugar". Así legó Wainfeld unas líneas para enseñarle al que lo desee aprender el arte de la derrota en buena lid.

Pero no fue sino hasta toparme con un maravilloso texto de Jorge Giles, que tuve la fortuna de leer gracias a Carola Chávez, cuando supe que había terminado de armar el rompecabezas. Lo que hizo Giles fue describir el ambiente que rodeó el recibimiento de la selección argentina en Ezeiza, la noche del domingo 4 de julio: "No había sabor a derrota en el aire. Tampoco a un triunfalismo estéril. Había alegría y orgullo de sentirse argentino, de tenerlo al Diego, de saber que ‘volveremos’ como cantan una y mil veces las voces del pueblo". Imposible no reconocerse en aquella atmósfera. Volvió, volvió, volvió, volvió. "Ya pasará. Nada es para siempre. Lo saben los humildes de toda humildad. Los que se toman revancha sólo en la alegría compartida. Nunca con el odio ni el revanchismo de clase de los poderosos. Ese odio que se traduce hoy en la inocultable satisfacción de algunos medios del monopolio porque perdimos en Sudáfrica. En cada nota y en cada título tiraron sal sobre la herida de un pueblo, no de un gobierno. Tamaño despropósito les costará más olvidos de los que ya vienen sufriendo. Este pueblo es agradecido con los que se juegan por él y es por eso que abrazan con sus gestos y canciones a Diego Armando Maradona y a todos sus muchachos hoy más que nunca. Porque se sienten parte de él, lloran con él, sufren con él, caen con él, ríen con él. Por eso no sorprende la multitud en Ezeiza. Es ese sentimiento popular el que no están en condiciones de medir ni detectar ni elaborar los adversarios del pueblo. Los escribas y lenguaraces del monopolio ni siquiera registran que este pueblo cuidó el fuego y el rescoldo en la peor de sus noches dictatoriales y aun así no se supo dar nunca por vencido. ¿A nosotros nos van a contar lo que es derrota?".

Todo resumido en un par de frases: "Los que se toman revancha sólo en la alegría compartida. Nunca con el odio ni el revanchismo de clase de los poderosos". El tipo de odio que destila el infeliz de Roberto Giusti el martes 6 de julio: "No voy a decir donde estaba el sábado pasado, cuando el árbitro pitó el final de la humillante derrota argentina ante la escuadra teutona, pero sí que me sorprendió la tumultuosa y enconada celebración de unos espectadores habitualmente serenos, no tanto por el triunfo de los alemanes… sino por el feroz puntapié que dejó completamente magullado y maltrecho el insufrible ego de Maradona. Confieso que más allá del asombro compartí, parcialmente, esa maligna alegría con la cual quedaba refrendada la certeza según la cual el fútbol también está contaminado por la política".

Según Giusti, "que Chávez expresara sus simpatías por albicelestes y canarinhos… llevó a buena parte de 'la afición' nacional a brincar sobre una pata y también sobre las dos por los estruendosos fracasos de Dunga y el Diego. El rompimiento de la obligatoria simpatía venezolana por los equipos suramericanos tiene razones políticas de peso y ya se sabe cómo la llegada a la selección argentina de Maradona, un técnico mediocre, inexperto, improvisado, caprichoso indisciplinado y desconocedor de las estrategias del juego, fue orquestada por los esposos K… Lo siento por los jugadores, quienes se dieron íntegros en la cancha y por los aficionados argentinos, todos burlados en su buena fe, pero lo celebro porque un gobierno retrechero y corrupto se metió un autogol que puede cambiar la suerte de un gran país y no me refiero únicamente al de los esposos K, sino al de aquél que, apenas comenzando el mundial, felicitó al 'Camarada Maradona' por su triunfo ante Nigeria".

Como podría decirlo el mismo Giles, por eso es que están condenados, Giusti y los suyos, a padecer infinitamente el olvido popular. Porque este pueblo es agradecido con los que se la juegan con él. Jamás se sentirá parte de la clase de hombres que encarna Giusti, no llorará por ellos, ni sufrirá por ellos ni caerá por ellos y mucho menos reirá con ellos. Lo saben, y por eso no les queda otro recurso que la desvergüenza y el patetismo de su "maligna alegría", que nunca ha podido llamarse mejor. Eternos adversarios del pueblo, jamás serán capaces de medir ni detectar ni elaborar un sentimiento popular que les es absolutamente ajeno.

Pero tratemos de entender: con Giusti y todos los suyos, sucede lo contrario de lo que enseñaba el viejo Friman a Mamani: que las victorias, a veces, con el tiempo se convierten en derrotas. A través de ellos se expresa un inocultable sentimiento de amarga derrota y el más hosco resentimiento de clase, por más que intenten disimularlos brincando sobre sus patas. Su actitud equivale a una singular variante de los "ciudadanos-mediáticos" de los que nos hablaba Wainfeld: frente a las cámaras – y en los diarios – dan saltitos, saludan y se mofan de la derrota ajena. Fuera de cámaras, el insoportable padecimiento de la propia derrota.

¿Nos van a venir a hablar de derrotas? Giusti, esto va contigo y con todos los tuyos, hace años que intentamos explicárselos, pero no han entendido nada: hace años que este pueblo saborea la victoria.

Gracias, camarada Maradona, por existir.

1 de julio de 2010

El brillo de Alejandra Benítez


No debería caber la menor duda: el pasado martes 29 de junio, para el pueblo venezolano, sólo un resultado deportivo podía equipararse en importancia con la victoria alcanzada por la selección venezolana de softbol femenino contra su similar de China, en el marco del XII Mundial de la especialidad que se juega en Caracas: la victoria de Paraguay contra Japón en el Mundial de Fútbol Suráfrica 2010.

Con su victoria en la tanda de penales, que no puede catalogarse sino de categórica – los cinco goles marcados contra tres de Japón –, no sólo triunfó el fútbol suramericano, sino que hizo posible un hecho inédito en la historia de los mundiales: el pase de cuatro equipos suramericanos a la fase de cuartos de final.

En cuanto a las venezolanas, la victoria no sólo significó un desquite frente a la derrota encajada contra la poderosas chinas durante las Olimpíadas de 2008, siete carreras por una. Además la alcanzaron como las grandes: con un soberbio cuadrangular de Yaicey Sojo por la izquierda – su segundo de la noche – en el cierre de la séptima entrada, con dos compañeras a bordo y dos outs en la pizarra, para dejar en el terreno a las asiáticas cinco carreras por dos.

Hasta aquí los hechos. Pero los hechos, por más tercos e indubitables, siempre están sujetos a la interpretación. Es normal, se dirá. Hay que decirlo: que este par de hechos – y logros – deportivos hayan sido olímpicamente menospreciados por la prensa nacional – incluyendo la deportiva – ya es cosa normal. Es simplemente una expresión, apenas una más, del profundo menosprecio por los acontecimientos – en este caso deportivos – que hacen delirar de alegría a nuestros pueblos, como si nuestros motivos de celebración fueran siempre de segunda categoría, como si nuestros pueblos estuvieran condenados a disputarse su futuro en ligas menores, como si estuviéramos condenados al perpetuo descenso.

Lo normal es que las primeras planas seas reservadas para los que nos venden como grandes y mejores, que casi nunca son los nuestros, que casi siempre provienen del Norte. En este caso, España. España ¡qué grande eres! España Mara-Villa. España ¡Fiesta brava! Un gol, un beso España. ¡Matador! España. Nuestros triunfos, lo patológico, tal vez serán reseñados en las páginas interiores.

Ya lo decía Alejandra Benítez, nuestra extraordinaria y hermosísima esgrimista, de quien me declaro ferviente admirador: "Tenemos que comenzar a valorar más lo nuestro… Amemos nuestra tierra, gente, cultura". "Venezuela brilla… a pesar de que muchos apuestan a que se oscurezca". Brilla Alejandra y con ella brillan los pueblos del Sur.

Meridiano. Primera plana del 30 de junio de 2010. España "Mara Villa". De colección. Recórtese y utilícese como afiche. El tiunfo paraguayo, menos maravilloso, en un pequeño recuadro arriba y a la izquierda. Ninguna mención del triunfo de las venezolanas. En cambio, vaya y entérese de por qué para Carlos Maldonado el fútbol es la vida.

Líder. Primera plana del 30 de junio de 2010. ¡Matador! Abajo y a la izquierda, escueta reseña del triunfo paraguayo, con todo y que es Suramérica la que "se roba el show". Ninguna referencia a la victoria de la selección venezolana de softbol.

El Nacional. Primera plana del 30 de junio de 2010. Un gol, un beso, ocupando el centro de la página. Si se esfuerza, puede descubrir una brevísima mención del triunfo paraguayo. Es que, aunque hayan marcado cinco goles, los paraguayos no han aprendido a besar. ¿Sotfbol? ¿Existe ese deporte?

El Universal. Primera plana del 30 de junio de 2010. ¡Fiesta brava!, de nuevo en el centro de la página. Más abajo, casi se agradece la publicación de un fotografía del partido entre Paraguay y Japón, aunque ésta ocupe un cuarto del espacio que se lleva la imagen que capta la celebración de la fiesta de David Villa. Definitivo: el softbol no es un deporte. Y si lo es, no se practica en Venezuela.

Últimas Noticias. España, ¡qué grande eres! Paraguay... ¿clasificó Paraguay? Tal parece, porque allí en la fotografía de la izquierda se les ve como celebrando. ¿Habrá celebrado el pueblo paraguayo como lo hicieron los parciales de España de la foto de la derecha?

Correo del Orinoco. Primera plana del 30 de junio de 2010. En el extremo superior, cintillo alusivo al Mundial de Softbol: ¡Todos con Venezuela! Sin embargo, ninguna mención de la victoria venezolana. Inexplicable. Tampoco de la paraguaya. Increíble. Abajo, ondea la bandera española: España bailó pasodoble. La revolución y sus contradicciones. Se las pusieron de bombita para sacarla del estadio - ¡Yaicey lo hizo dos veces! - y terminaron abanicando la brisa.

Ciudad CCS. Primera plana del 30 de junio de 2010. No califica como prensa nacional, pero a veces lo que no es igual tampoco es trampa. En el extremo superior, resultados del Suráfrica 2010 y al lado una breve nota que hace justicia de lo acontecido: "Cuartos de final. Cuatro de ocho equipos son suramericanos". Abajo y a la derecha, resultados del Mundial de Softbol. Más abajo: "Criollas derrotaron a las chinas". Sólo faltó la fotografía de rigor.


Yaicey Sojo recorre el estadio Independencia llevando en alto la bandera nacional luego de conectar el batazo de dejar en el terreno a la selección china. ¿Acaso la foto de José Astudillo no se merecía una primera plana?