31 de octubre de 2012

A mi equipo, en sus cincuenta años

(Brevísimo texto que aparece publicado hoy en Ciudad CCS, y que escribí a solicitud del pana guairista Ildegar Gil.

Salud).

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No se apoya a un equipo porque sea el mejor, sino porque juega bien, por eso no caben las burlas contra los fanáticos de otros equipos, especialmente cuando han sido derrotados. Nada duele más que el propio equipo humillado en el terreno, víctima de sus errores o de la superioridad de su adversario. Entonces, es cuando corresponde acompañar. Es muy sencillo apoyar en la victoria. Se requiere mucho coraje, mucha dignidad, para aguantarse nueve innings de pesadilla, de paliza o blanqueo. Siempre los ha habido pragmáticos, claro que sí, los que dicen que para ganar no importa cómo, porque lo importante es ganar. Nada más falso. Todos queremos ser campeones, por supuesto, pero haciéndolo bien. Cuántas jugadas de ensueño, cuántas remontadas, cuánta fiesta en el diamante, en los jardines, en las tribunas. Si hay épica es porque hay tragedia. Tragedia es la trampa, la violencia, la arrogancia, el darse por vencido de jon a primera. Épica es también perder con la frente en alto, no rendirse nunca. Todo esto me lo enseñó mi viejo, fanático de los Tiburones de La Guaira desde su fundación, hace ya cincuenta años. Llevándome al estadio, inculcándome el amor por el beisbol, me dio varias lecciones de vida. Hoy lo recuerdo, cada día, cada vez que Sandra Mikele me pregunta: "Papá, ¿ganamos?".

29 de octubre de 2012

Un pequeño pedazo de historia

Esta semana entraremos nuevamente en campaña. El jueves 1 de noviembre, para ser exactos. Valga tal circunstancia para compartir con ustedes este pequeño pedazo de historia: el momento en que Tibisay Lucena, Presidenta del CNE, anuncia la victoria de Chávez el domingo 7 de octubre pasado. Un minuto de historia, registrado con mi teléfono en algún lugar del centro de Caracas, a donde fui a parar por puro azar. De allí salimos a fundirnos con la multitud emocionada que se asoma alrededor del segundo veintiocho. 

Vamonós pues. Ahora, Elías.

23 de octubre de 2012

Ahora, Elías

El 7 de octubre estaban en disputa dos proyectos de país. La mayoría del pueblo venezolano ha ratificado su voluntad de seguir profundizando la revolución bolivariana. El neoliberalismo, insólitamente redivivo en el programa de gobierno suscrito públicamente el 23 de enero de este año por Capriles Radonski, ha sido derrotado una vez más. De manera contundente.

El 16 de diciembre, como en cada elección desde el 6 de diciembre de 1998, ambos proyectos volverán a enfrentarse. En Miranda, Elías Jaua es el candidato indiscutible de la revolución bolivariana. A Elías le corresponderá luchar electoralmente contra más de lo mismo: otra vez Capriles Radonski. Una vez más el neoliberalismo.

Pero esto, que parece todo, no es lo único que está en juego: como consecuencia inexorable de la derrota encajada el 7 de octubre, a lo interno de la clase política antichavista tiene lugar una enconada disputa por el liderazgo opositor.

Los hechos son los hechos. Veamos: 

- La oposición ha sido derrotada en 22 de 24 estados (si contamos Distrito Capital), incluyendo el estado Miranda, donde Chávez sacó una ventaja de poco más de 7 mil votos. En otras palabras: ha sido literalmente arrollada. 

- La médula del discurso de Capriles Radonski durante la campaña estuvo dirigida a granjearse el apoyo de al menos una parte del chavismo descontento, y en menor medida a desmovilizarlo. El resultado ha sido un índice de participación histórica, en particular en los sectores populares.

- 2 millones 188 mil 702 personas votaron por la tarjeta de la Unidad (14,78 % del total de votos opositores), y sólo 1 millón 829 mil 178 personas lo hicieron por la tarjeta de Primero Justicia (12,35 %). Si esto no es un mensaje claro contra la arrogancia y el sectarismo del partido de Capriles Radonski, no imaginamos qué puede serlo.

No hay excusas que valgan. El miércoles 17 de octubre, entrevistado por Leopoldo Castillo en Globovisión, Capriles Radonski hacía la siguiente valoración sobre los resultados electorales: "Si usted descuida una mesa, le quitan los votos… En el caso de Miranda… yo veo que hay centros donde tenemos cero votos, hay centros donde tenemos un voto. Eso no es una trampa en una máquina, eso es un descuido".

¿Quién le ha quitado los votos a Capriles Radonski? Nadie, por supuesto. Pero después de su irrefrenable tendencia a la victimización, ¿alguien puede sorprenderse de tales declaraciones? De ninguna manera. Pero ellas constituyen un detalle casi pintoresco. Un nuevo arranque de malcriadez del sifrinaje metido a la política.

Lo central es la disputa por el liderazgo opositor. Sí, está bien, la de Capriles Radonski fue una campaña "heroica, grandiosa, histórica", caracterización que, a lo sumo, despeja cualquier duda que pueda existir sobre la modestia del líder de Primero Justicia. Pero los resultados están a la vista.

Es absolutamente normal, por tanto, esta disputa, y es noticia que reviste de mucho interés para toda la sociedad venezolana, urgida como está de una oposición digna de llamarse tal.

Lo que no podemos interpretar como "normal" es que Capriles Radonski utilice las elecciones del 16 de diciembre como un camino para intentar garantizar la supervivencia de su partido político, aún a costa del pueblo mirandino.

Lo que no es aceptable es que esa rancia oligarquía, heredera del mantuanaje, que encarna Capriles Radonski, obsesionada como está por retomar el control de la Presidencia de la República, pretenda utilizar la Gobernación de Miranda, una vez más, como trampolín político.

Seguramente Capriles Radonski volverá a poner el énfasis en el tema de la gestión: pero esta vez no tanto para criticar al gobierno nacional, sino para "mostrar" la suya propia. Seguramente lo veremos intentando convencernos de que el país real es el país de fantasías en el que él vive: uno donde logró reducir los índices de criminalidad, por ejemplo. Pero la verdad es que eso es asunto suyo.

Lo que debe quedar claro de entrada es que, tal y como lo hizo durante la campaña presidencial, el partido Primero Justicia hará hasta lo imposible por despolitizar la contienda de cara al 16 de diciembre. Todo su empeño estará puesto en ocultar su agenda real.

¿Cómo lo hará? ¿Seguirá haciendo mímesis de las ideas-fuerzas del chavismo? Puesto que el 7 de octubre ha dejado claro que no es muy popular que digamos esa versión descafeinada y baja en grasas de Chávez.

El 7 de octubre hemos reelegido a Chávez, el original, y ahora vamos con Elías, quien por cierto ya fue blanco de los insultos de Capriles Radonski durante la campaña. Así son: se disfrazan de lo "nuevo" y resultan ser más de lo mismo. Elías, en cambio, es otro beta.

22 de octubre de 2012

“La base chavista rechaza prácticas típicas de los politiqueros de oficio” (entrevista en Ciudad CCS, 22 de octubre de 2012)

(Entrevista realizada por Clodovaldo Hernández, con quien siempre resulta muy grato intercambiar. Un honor, además.

La versión original puede leerse aquí.

Salud.)

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El sociólogo Reinaldo Iturriza pertenece a una especie poco común: la de los analistas revolucionarios que no solo critican a la oposición, sino que también reivindican la necesidad de la autocrítica. Al requerir de él un análisis de los resultados del 7 de octubre, es posible entonces abarcar el espectro político nacional completo. 

- Comencemos, como debe ser, por la autocrítica: usted dice que hay una clase política, una burocracia chavista que se engaña al asimilar el triunfo del presidente Chávez como propio, sin tomar en cuenta que si bien se ratificó al líder, hay un rechazo al resto del movimiento. ¿Cómo es eso?
- Lo fundamental es que en Venezuela hay un proceso de cambio real. Ese proceso nos agarró descolocados a todos, incluyendo a militantes de partidos, a quienes venimos de la izquierda, intelectuales en general, opinadores y académicos. Yo he dicho que el chavismo, como corriente, produjo una clase política que desde hace años ha dado síntomas de agotamiento. No es para echarse a llorar y pensar que todo se perdió, pues eso sucede con todos los procesos de cambio: hay gente que "se acomoda", otra que traiciona, otros que se asustan y dicen "hasta aquí llego". Yo estuve en campaña y pude ver el rechazo que genera el partido realmente existente, no el partido del que habló Chávez en 2007. Pude ver el repudio que siente la base chavista hacia lo que ha terminado siendo el partido, no hacia la idea de que haya un partido. Y no es tanto un rechazo a personas, sino a prácticas que son muy parecidas, si acaso no las mismas o peores, a las prácticas de lo que siempre conocimos como política, de los politiqueros de oficio, los que cuentan votos y quieren cambiarlos por cuotas de poder.

- ¿Qué hacer al respecto?
- Aceptar que hay un agotamiento de esa clase política y volver sobre el tema de la representación, que fue el elemento desencadenante de todo. El punto es que la gente sigue involucrada en política, interesada en participar y ese es uno de los más fenomenales logros de este proceso, pero es necesario sacarse los lentes con los que hemos visto tradicionalmente la política.

- Viene una etapa de "administración de la victoria". En 2006, Chávez arrancó con la idea de la reforma constitucional. Esta vez se plantea profundizar el socialismo, pero ¿podría plantearse a través de una nueva reforma?
- De la experiencia de la reforma constitucional lo que debe quedarnos es el aprendizaje de que no puede haber ninguna propuesta exitosa si no es ampliamente debatida por el colectivo. Puedes tener la idea más magnífica de socialismo, pero si las bases no la han debatido, está condenada al fracaso. Esa es una gran lección que ha dado el pueblo. En el caso actual, el Presidente ha sometido la propuesta de gobierno para 2013-2019 al debate general y ha insistido una y otra vez en la necesidad de que se discuta.

- Vemos ahora hacia el lado opositor. Usted ha dicho que este sector no termina de entender lo que le ha pasado desde que perdieron el poder. ¿Por qué les pasa eso?
- En justicia hay que decir que el antichavismo no es uno solo. Obviamente hay un ala profundamente fascista, clasista, racista, pero no se puede generalizar. En la oposición hay gente que no se reconoce en Marta Colomina. Esa gente tiene todo el derecho de vivir acá, de no querer a Chávez y de reclamar lo que considere que debe reclamar. La cosa se pone peliaguda cuando no se trata de oponerse a un hombre, sino a la mayoría del pueblo que no solo vota por él, sino que participa cada vez más y ha dejado de ser invisible. El antichavismo rechaza esa participación, reacciona con pavor porque creen que esas grandes masas populares no debieron haber salido nunca de donde estaban. El opositor promedio aspira a volver a una democracia formal, en la que esa gente no se cruzaba en su camino y en la que prevalecía la idea muy liberal de que la democracia comete errores, pero es perfectible. El lugar del antichavismo era el privilegio.

- ¿A la luz del 7-O, la dirigencia opositora ha comenzado a comprender esa situación o sigue anclada en la lucha por retomar sus privilegios?
- Hay una pelea, un proceso de recomposición del liderazgo. La pugna es entre los factores tradicionales, AD y Copei, y los emergentes, fundamentalmente Primero Justicia y Voluntad Popular. Uno de los datos más interesantes de la campaña de Capriles Radonski es que, siendo él de la tendencia más elitista y antipopular de la oposición, haya tenido la suficiente audacia para tratar de mimetizarse con el chavismo, de vestirse de un ropaje de centro-izquierda. A pesar de eso, un político al que hay que tomarse en serio, como Henry Ramos Allup, le ha dicho a ese sector: "ustedes no entienden al pueblo venezolano", y eso, en boca del secretario general de AD son palabras muy gruesas porque es un partido que perdió legitimidad, pero que fue, en los 50 años antes del chavismo, el que más de cerca conoció el alma del pueblo venezolano. Vemos entonces que la dirigencia de la oposición tiene dos bloques: la clase política defenestrada, que entiende lo que está pasando, que comprende el fenómeno del chavismo, pero que no tiene con qué hacerle frente; y una dirigencia emergente, con muchos recursos, con mucha audacia, con habilidad para desmarcarse de una clase política de la que es heredera en toda la línea, pero que no comprende al pueblo. 
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Comentarista de un rudo deporte.
Reinaldo Iturriza López (Puerto Ordaz, 1973) es articulista de Ciudad CCS y otros medios y autor del blog Saber y poder (http://saberypoder.blogspot.com/),en el que se define como comentarista deportivo. "Es en broma porque la primera vez que me entrevistaron en VTV, pusieron en pantalla 'comentarista deportivo'… además, así me desligo de la imagen de los 'intelectuales' que no conocen los gustos populares". A pesar de estar inmerso en la política, un "deporte" rudo, Iturriza se declaró asombrado por reacciones poselectorales, como un mensaje en las redes sociales en el que se invita a la gente de clase media a dejar de darles propinas o ayudas a trabajadores domésticos, parqueros, bomberos de gasolina, muchachos de automercado y otras personas presumiblemente chavistas "que viven de nosotros y del rebusque". Advierte que son síntomas del grave daño que la dirigencia opositora y los medios causan en su militancia. Le preguntamos si se sumaría a quienes dicen que Globovisión, cuya concesión vence en 2015, debería correr la misma suerte que RCTV en 2008. Respondió: "Pienso que canales como Globovisión son necesarios, no por la idea maquiavélica de que los ataques nos cohesionan, sino porque nos permite develar las estrategias, las líneas maestras de la oposición. Sin embargo, no tengo duda de que causan un daño tremendo. Lo que hemos visto últimamente se parece tanto a 2002 que resulta urgente ponerle un remedio".

21 de octubre de 2012

Un clamor popular

Este sábado 20 de octubre, en consejo de ministros, el presidente Chávez decía a propósito de algunos programas de los medios públicos, y su línea editorial luego del 7 de octubre: 

"Ya pasó un momento, ¿no? Pero seguimos aferrados a aquello. Incluso dándole vocería a quienes casi no tienen qué decirle al país. Poniendo videos: que esta persona dijo tal cosa. Yo digo... ¿será eso lo más importante en este momento...? Tanto que a veces yo incluso cambio".


Ella da cuenta del predominio de una lógica de las "dos minorías" que ha traído como resultado que mucha gente que apoya la revolución bolivariana cambie de canal o simplemente apague el televisor. 

Es que en tiempos de revolución no tendría por qué prevalecer la "política boba".

Las cosas tienen que comenzar a cambiar. Es un clamor popular.





18 de octubre de 2012

Más allá del 7 de octubre


Casi catorce años después de su primera victoria electoral, Chávez ha sido reelecto con 10,91 puntos porcentuales de diferencia, lo que equivale a 1 millón 611 mil 259 votos de ventaja, en unas elecciones en las que se ha roto el récord de participación: 80,63 por ciento. Además, el chavismo resultó victorioso en 22 de 24 estados, si contamos Distrito Capital.

Todo esto a pesar de que, como escribiera el colombiano William Ospina para El Espectador el mismo día de la votación, "nadie tuvo como Chávez una oposición tan persistente y tan orquestada de grandes poderes políticos y mediáticos en todo el continente". Un par de días después, en The Guardian, el periodista y escritor británico Seumas Milne catalogaba a Chávez como "el líder de izquierda radical más exitoso electoralmente de la historia".

Se dice rápido, pero se asimila lentamente. De a ratos pareciera indispensable una cierta distancia para intentar medir la magnitud de lo logrado el 7-O: su enorme repercusión política, histórica y global.

Nunca está de más la advertencia, que prácticamente se ha convertido en una obligación: no podemos permitirnos ceder a la tentación del triunfalismo. De hecho, y contrario a lo que podría pensarse, el triunfalismo de nuestra burocracia política, que ha terminado convirtiéndose en una de sus marcas de fábrica, vendría siendo una de esas circunstancias que nos impiden evaluar correctamente las implicaciones de un acontecimiento como el del 7-O: en general su afán por la encuestología, y en particular el dogma de fe según el cual era factible una aplastante victoria del chavismo, de 9 millones de votos contra 5 de la oposición, lo que por supuesto estuvo lejos de suceder. Infladas las expectativas (¡el antichavismo venía de superar los 5 millones de votos en 2010!), ensanchada la brecha de manera arbitraria y artificial, cualquiera podría interpretar los resultados como una amarga victoria.

Otras circunstancias podrían incidir igualmente: entre otras, todo el esfuerzo que, naturalmente, hace el antichavismo para desvalorizar, relativizar y en menor medida desconocer el triunfo del chavismo, con denuncias de ventajismo oficial, reclamos de reconocimiento de "la otra mitad del país", etc.; luego, la cercanía de las elecciones regionales, lo que exigiría de nosotros abandonar cualquier pretensión de análisis, porque la disciplina nos demandaría el cumplimiento de nuevas tareas, etc.

Sobre las reacciones de una parte del antichavismo frente a los resultados del 7-O, y a propósito del empeño que, a mi juicio, su base social tendría que poner en la interpelación de su clase política, ya he escrito algunas líneas, y no tengo intenciones de ahondar en el tema.

Es momento de concentrarnos en las circunstancias que nos atañen directamente. Para ordenar mejor las ideas, tal vez lo más adecuado sea puntualizar:

1. Nuestra burocracia política no consideró necesario ofrecer algún balance mínimamente riguroso sobre expectativas y logros. Según el discurso oficial, todo parece haber resultado según lo planeado. El "clima de opinión" es más o menos el siguiente: sólo un aguafiestas pide balances y cuentas el día después de la victoria. Pues bien: frente a esto, considero que nuestra posición tendría que ser dejar de esperar balances y cuentas del partido. Hagamos y discutamos nuestros propios balances colectivamente y en todas partes. Hay que hacer todo lo posible porque nuestras discusiones dejen de girar en torno a lo que hace o deja de hacer el partido realmente existente, con toda la tristeza que suponen estas discusiones interminables, agotadoras y que no conducen a nada. No se trata siquiera de desechar la figura del partido, y de ninguna manera estoy sugiriendo que debemos prescindir de la maquinaria electoral. Lo que me parece uno de los signos del actual momento es que la política está discurriendo por otra parte, a tal punto que el chavismo ha logrado reelegir a Chávez de manera categórica, sin dejar lugar a dudas, no gracias a, sino a pesar de una clase política chavista que luce sobrepasada por las circunstancias, que no deja de producir malestar, cuando no el rechazo abierto de la mayor parte de la base social de apoyo a la revolución.

2. A eso me refiero cuando hablo de retomar la crítica de la "representación", que no es necesariamente la crítica de la forma partido, sino de una lógica política excluyente, anti-democrática, aparatera, que procede "capturando" y pretendiendo amaestrar la rebeldía popular, para ponerla al servicio de jefecillos o grupos que se disputan cuotas de poder. Retomar esta crítica es volver sobre una de las ideas-fuerza centrales de la revolución bolivariana, y pasa por revisar el funcionamiento de los consejos comunales, por ejemplo. Sin crítica radical de la "representación" no hay Estado Comunal que valga.

3. Si el chavismo ha logrado imponerse, lo ha hecho a costa de esta lógica de la "representación". ¿Cómo se organiza? ¿Cómo se desplaza en el territorio? ¿Cómo se engrana con la maquinaria? ¿Cómo lidia con los jefecillos y los grupos? ¿Cómo produce sus formas de autoridad? ¿Cómo cede y cómo arrebata? ¿Cómo es que actúa como militante del partido, cuando lo hace, pero al mismo tiempo como algo más? Estas son algunas de las preguntas que tendríamos que estar haciéndonos, en lugar de seguir perdiendo el tiempo en denunciar la cuadratura del círculo.

4. Nunca fue tan inútil la figura del "intelectual" que reclama su derecho a exigir la "democratización" del partido, y que debe su capital político, su "prestigio", al ejercicio de esta "crítica". Nuestra inteligencia tendría que estar puesta al servicio de la política que discurre más allá de los partidos.

5. Entre quienes han votado por Chávez, 6 millones 353 mil 802 personas lo han hecho por la tarjeta del PSUV. 1 millón 793 mil 895 personas por alguno de los 11 partidos minoritarios. De los primeros 6 millones y tanto, ¿cuántos votaron por el partido y cuántos por el partido de Chávez? Con respecto a los segundos, y por ejemplo, ¿puede el Partido Comunista de Venezuela presumir de sus 487 mil 387 votos, y concluir que tal caudal electoral obedece a la vigencia histórica o la audacia de sus líneas políticas? Más allá del "uso" que la clase política hace de los votos obtenidos por las tarjetas que los identifican, están los sujetos, lo que ellos desean, lo que Chávez significa para ellos.

6. El descontento originado por algunas de las candidaturas para gobernaciones es otra expresión del mismo agotamiento de la clase política chavista. Esto no implica menospreciar el descontento, sino darle su justo lugar. Tenemos que indagar en las causas de ese agotamiento. Para combatir esta lógica política excluyente, anti-democrática, tenemos que ser capaces de conocerla e identificarla. Es decir, crear las condiciones para no reproducirla. Una lógica son prácticas concretas. Hay que develarlas.

7. Otra forma de enunciar el mismo fenómeno de agotamiento de la clase política chavista: el "oficialismo" se siente muy cómodo "representando" al pueblo chavista, reduciéndolo a "beneficiario". Buena parte del pueblo chavista no es capaz de reconocerse en el "oficialismo", cuyas prácticas le producen algo parecido a la urticaria. No es ningún impasse. Es decir, no se trata de un punto muerto o de un callejón sin salida. La situación no está para interpretaciones fatalistas. Muy al contrario, este desencuentro habla de la vitalidad del proceso bolivariano, y nos indica a las claras que nos encontramos en una encrucijada. Depende de nosotros, de cada uno de nosotros, el camino que habremos de seguir.

8. Parte del antichavismo prefiere conformarse con la idea de que Chávez triunfa electoralmente porque "compra" o "manipula" la voluntad del pueblo chavista mediante las Misiones. Mucho se ha cuestionado esto desde el chavismo. Sin embargo, eso es exactamente lo que piensa el "oficialismo". Una compañera nos relataba que en algún momento durante el día de las elecciones, en el lugar donde se encontraba destacada, corrió como la pólvora el rumor de que los márgenes de votación se habían estrechado. Acto seguido, los mismos "compatriotas" que minutos antes exaltaban la participación popular, comenzaron a despotricar contra el pueblo "malagradecido" que no había salido a votar "a pesar de todo lo que hacemos por ellos", "a pesar de todo lo que este gobierno les ha dado". Esto es lo que sucede cuando "gestionalizamos" la política. Éste es quizá el principal peligro que entraña el énfasis puesto en el tema de la "gestión", a saber: la reproducción de una lógica según la cual el pueblo chavista es "beneficiario" y no sujeto político.

9. ¿Quiénes conforman ese universo de 8 millones 147 mil 697 personas que votaron por la reelección de Chávez? ¿Cuántas de ellas tuvieron que padecer los años más infames de la vieja partidocracia? ¿Cuántas han crecido en revolución? ¿Cuántas de las 6 millones 536 mil 438 personas que votaron por Capriles Radonski apoyaron alguna vez el proceso bolivariano? ¿Acaso nuestros esquemas interpretativos nos alcanzan para respondernos éstas y otras preguntas? ¿Serán los más adecuados? Sospecho que no. Sospecho que el país fluye a raudales frente a nuestros ojos, mutando, transformándose, reinventándose, y nosotros aquí, todavía pensando que acabamos, simplemente, de ganar una elección, y decidiendo si el ánimo nos alcanza para votar en diciembre.

10. De a ratos pareciera indispensable una cierta distancia para intentar medir la magnitud de lo logrado el 7-O. Pero para medir la fuerza con la que vibra el país después del 7-O, no hace falta guardar distancia, sino reducirla a cero. Zambullirse. Para lo cual podría ayudar aligerarse de ropas previamente, que aquí quiere decir: aligerarse de prejuicios y de viejos esquemas.

10 de octubre de 2012

Entender el 7 de octubre

La alegría. FotoYuri Valecillo.

No hace falta en lo absoluto ser un analista político muy brillante para saber
que en Venezuela, luego de cada elección, se abre el compás de la discusión política, multiplicándose los puntos en agenda, y sometiéndose a deliberación incluso la orientación estratégica del proceso bolivariano. Así sucede, al menos, en el campo chavista. Ya está sucediendo y pronto intentaré hacer algún aporte.

Por lo pronto, me siento obligado a compartir algunas reflexiones sobre la manera como una parte del antichavismo, no estoy seguro de que se trate de la mayoría, ha recibido la victoria de Chávez.

De todos los comentarios que he tenido oportunidad de leer, tal vez no haya ninguno tan brutal como el que sigue:

"Se acabaron los pendejos, de ahora en adelante no dar propinas ni a parqueros, ni a bomberos, ni a caleteros, ni a los que lavan carros, ni a la señora que nos ayuda en la casa, ni a los chamos en supermercados, cero aguinaldos, no comprar a buhoneros, que se jodan, porque aunque siempre reciban ayuda directa de nosotros, siempre votan por Chávez. Que empiecen a sentir el impacto de sus acciones, porque todos ellos viven de nosotros y del rebusque. Se acabó la regaladera de propinas. Estamos en un país socialista y tendremos que vivir así. Pásalo".


En YouTube circula uno de los documentos audiovisuales más tristes que haya visto en mi vida. Dura un minuto y quince segundos. En él se puede ver a Esteban, un inocente niño de cuatro años, a lo sumo, que llora desconsoladamente cuando su tío le informa que ha ganado Chávez.


Lo anterior, junto a los jóvenes que levantan barricadas frente a la Plaza Altamira de Caracas, viene a sumarse a la infinidad de mensajes y comentarios que sugieren que el 7 de octubre ha triunfado la "ignorancia", por decir lo menos.

El colofón podría ser el sofocante silencio de la abrumadora mayoría de medios sobre un hecho que, en cualquier otra circunstancia, hubiera sido considerada una "masacre": el asesinato, en el estado Zulia, de siete chavistas a manos de un comerciante que perdió una apuesta con las dos primeras víctimas (a quienes habría disparado). Los otros cinco murieron luego de ser atropellados a pocas cuadras de los primeros asesinatos, mientras celebraban la victoria de Chávez. Es una noticia tan escalofriante que, lo confieso, aún dudo de su veracidad.

La situación no está para la burla. Ni siquiera para la indignación. Esto hay que tomárselo en serio.

Yo mismo la he emprendido contra el "antichavista promedio", facho, políticamente inculto, acomplejado, clasista, racista, y durante esta campaña he sentado posición contra las miserias y trampas del sifrinaje metido a la política.

Pero he llegado a preocuparme, con toda honestidad lo digo, por el severo daño que la clase política antichavista, y en particular el sifrinaje que pretende hacerse con el control político de la oposición venezolana, está causando en buena parte de su base social.

No diré la tontería de que jamás habíamos presenciado demostraciones similares de intolerancia. Aún tenemos fresco el recuerdo de todas las atrocidades cometidas por el antichavismo durante los primeros años de la revolución bolivariana.

Lo que no deja de sorprender es la virulencia con que la intolerancia ha vuelto a manifestarse. Por supuesto, resulta irónico, tanto como revelador, que tales demostraciones de mal ánimo tengan lugar al término de una campaña en la que Capriles Radonski hizo alarde de un discurso pletórico de referencias a la tolerancia y la reconciliación.

Vistas tales reacciones entre los derrotados, uno no puede sino pensar que estaban absolutamente convencidos de que el triunfo era un hecho. Al parecer, muchos no se pasearon jamás por el escenario de la derrota, algo inconcebible en política. A menos, claro, que se trate de recién llegados. Pero ese argumento se cae por su propio peso: ¿cuántas elecciones no se han celebrado desde que triunfó la revolución bolivariana?

¿A qué obedece, entonces, tanta incapacidad para asimilar la derrota?

Pienso que de la misma forma que el chavismo interpela a su gobierno y fustiga a su clase política, el antichavismo debería comenzar a exigirle cuentas a su dirigencia. Hasta ahora, prevalece en éste último la actitud autocompasiva, la victimización, el desconocimiento de la voluntad popular. Se conforma con la imagen de pueblo chavista pasivo, obsecuente, inmaduro, manipulado, acrítico, ignorante, lo que le permite seguir viviendo en la burbuja de la "gente decente y pensante", que asume cada derrota como el fracaso de la civilización, la razón y lo bello.

Capriles Radonski alimenta permanentemente esta manera de entender el mundo: este martes 9 de octubre, en rueda de prensa, repetía el mismo cuento: "Aquí ganó el gobierno, no ganó Venezuela". ¿Cuántas veces no lo hemos escuchado hablar, en ese tono condescendiente tan característico de las elites, de "pueblo oficialista"?

Esta trampa retórica, que asimila al pueblo chavista con el gobierno, y que de hecho convierte al chavismo en un desterrado, en un extranjero en su propia tierra (porque no forma parte de Venezuela), es lo que explicaría la inusitada frecuencia con la que el antichavista nos exige explicaciones por las fallas de gestión, muchas de ellas graves, en que incurre el gobierno bolivariano.

En general, para el antichavismo sigue siendo inconcebible la idea de un pueblo chavista que cuestiona con dureza e interpela a sus gobernantes, y esto sí equivale a no haber entendido una de las cuestiones más básicas de este proceso político. (Mucho menos se puede pretender que entienda que, más que una "buena gestión", somos muchos los que aspiramos una radicalización democrática de este proceso).

Mientras tanto, tal pareciera que está prohibido criticar alguna falla de gestión de algún alcalde o gobernador opositor. Si existieran, estas críticas no aparecen con mucha frecuencia en los medios antichavistas. En este sentido, el antichavismo incurre en una singular forma de autocensura. Y esto, sin mencionar la censura sistemática de la obra de gobierno, lo que implica sacar ventaja de una posición de dominio.

El antichavismo debe exigirles cuentas a sus dirigentes, pero también asumir su cuota de responsabilidad. La culpa (porque ni siquiera es la responsabilidad) no la puede tener siempre otro. La razón de la derrota no puede ser siempre el "fraude". ¿Cómo pretenden triunfar alguna vez si están tan lejos de haber aprendido a perder?

Urge aprender a sacar cuentas: es falso que Capriles Radonski reunió 6 millones 498 mil 527 votos "en tres meses". Es cierto que el antichavismo resultó derrotado ¡en 22 de 24 estados! Esa es la realidad. No basta con repetirse que estos resultados confirman que la mayoría no siempre tiene la razón. Por favor. Un poco más de sensatez. Así no se llega a ninguna parte.

Es probable que ningún antichavista se tome en serio estas palabras. Tal vez muy pocos lleguen a leer estas últimas líneas. Realmente lo lamento. La oposición hace falta. Estoy convencido de que la democracia tiene sentido sólo si es también para el que piensa diferente. Lo que pasa, entre otras cosas, por aceptar que el chavismo es mayoría, y que múltiples razones históricas explican esta realidad.

Antes de indignarse por nuestra alegría, de escandalizarse por nuestras celebraciones, intenten comprender las razones de su tristeza, de su frustración. Pero ya es hora de que dejen de ver la paja en el ojo ajeno. Comiencen por ustedes mismos.

No esperarán que les pidamos permiso para sentirnos felices. Que lo estamos. Volvimos a ganar los que siempre perdimos. Y lo hemos hecho en buena lid.

7 de octubre de 2012

Chávez: continuar la marcha

A las 8:10 pm, el comandante Chávez se comunicó vía telefónica con el Comando de Campaña Carabobo, que ofrecía rueda de prensa en el Teatro Principal, para hacer balance de la jornada electoral.

El hombre pidió mantener la calma, no caer en provocaciones, y solicitó al pueblo venezolano esperar el primer boletín del Consejo Nacional Electoral con "disposición a continuar la marcha de la patria bolivariana".

Con esa disposición estamos.

5 de octubre de 2012

Más chavista que ayer

Acto de cierre en la Av. Bolívar, jueves 4 de octubre de 2012. 

Mientras escribo, Caracas va siendo ocupada por el pueblo chavista que, desde todas partes de Venezuela, viene a participar en el cierre de la campaña. Temprano por la mañana la ciudad prácticamente ha colapsado. Hace tres días que Chávez "galopa" la recta final, en un recorrido que inició en Sabaneta, su ciudad natal, y culmina hoy en Miraflores. Sin duda, la intensidad de los últimos días habrá inspirado a mucho chavista, que amaneció con el convencimiento de que no quiere perderse la cita histórica con un hombre que nunca ha traicionado la causa popular.

Apenas cuatro días atrás, el antichavismo protagonizaba su cierre de campaña con una numerosa movilización que partió de siete puntos de la ciudad capital y confluyó en una Bolívar abarrotada.

Aprehensiones aparte (no olvidamos que una manifestación similar terminó abalanzándose sobre Miraflores hace diez años), la verdad es que no pude evitar sentirme satisfecho, orgulloso incluso, de vivir en un país donde manifestaciones de tal magnitud transcurren sin problemas, a pesar de los agoreros y de los pescadores en río revuelto, que nunca faltan. Hace tiempo perdí la cuenta de las veces que he agradecido a la diosa fortuna la oportunidad de vivir este momento. Como nunca antes en la historia, en Venezuela respiramos democracia.

La democratización de la sociedad venezolana, con todo y lo que falta por hacer (hace falta, y mucho, radicalizar la democracia), ha sido una experiencia realmente traumática para una parte de la población venezolana. Para algunos, más democracia significa pérdida de privilegios. Hay algo de este afán "igualitarista", de esta irrupción del pueblo "igualado", que es padecido como tragedia.

Supongo que esta sensación de pérdida es lo que está detrás de la inquietud de ánimo que hoy se apodera de aquellos que el domingo pasado marcharon entusiastamente contra Chávez, pero ahora no pueden evitar expresar su malhumor, su rabia, con el chavismo que se desparrama por las calles, con su escándalo, su color rojo, su desparpajo. Se nota en las miradas de desprecio. Se expresa en los comentarios desafiantes que, a viva voz, hacen en el quiosco del periódico, en la panadería, en los pasillos, en el ascensor. No han aprendido a dejar quieto al que está quieto.

El antichavista promedio padece esta explosión de democracia porque le cuesta lidiar con la diferencia. No sólo se avergüenza de la existencia misma del chavismo (que nos malpone frente a las democracias "civilizadas" del planeta), sino que hace todo lo posible porque el chavista se siente avergonzado de serlo. Tal vez por eso exista, a estas alturas, y aunque cueste creerlo, tanto chavista de clóset: porque el antichavista promedio es profundamente intolerante, y recurre a la gavilla cuando se sabe mayoría.

Es algo que nunca llegará a sentir un antichavista de barrio, donde usted puede ser lo que sea, porque es, ante todo, alguien del barrio.

El estruendo que viene de la calle inunda mi apartamento mientras intento hacer balance de lo que hemos conquistado. Ya no somos lo que fuimos. Hemos hecho de nosotros algo mejor. La revolución bolivariana nos ha hecho desear ser mejores, como personas, como pueblo. Por eso, hoy me siento más chavista que ayer.

Además, saber que este 7 de octubre se juega no sólo el destino de la patria, sino de los pueblos que en el mundo luchan por su liberación; que millones de ojos están puestos sobre lo que habremos de decidir; que millones de corazones palpitan junto a los nuestros, hace que me sienta más chavista que ayer.

No es posible entender al chavismo si no se le asocia con el sentido de pertenencia que le es intrínseco, y que contrasta abiertamente con la sensación de pérdida que caracteriza al antichavismo. Con el chavismo, son millones los que han encontrado su lugar en el mundo. Muchos antichavistas sienten que lo han perdido. Al menos esto retrata con bastante fidelidad al núcleo de su base social: el sifrinaje.

Mi amigo Jody McIntyre me comentaba que en Inglaterra sería inconcebible una manifestación como la realizada por el antichavismo en ocasión de su cierre de campaña en Caracas: sin presencia policial visible, mucho menos intimidatoria. "Extraña forma de dictadura", decía.

Para el antichavista promedio, para el sifrinaje que decidió, en respuesta a la insurgencia del chavismo, incursionar en un campo que no es el suyo, la política, la precisión de McIntyre no puede ser sino una aberración. La dictadura, la tiranía, es siempre el punto de partida. Si es posible manifestarse libremente por las calles de Caracas, no es porque exista tal libertad (lo que está reservado al mundo "libre"), sino porque estamos a punto de "recuperar" la democracia.

Esta puerilidad en el juicio tiene que ver con algo que he escrito de pasada, pero que constituye lo central: al incursionar en política, el sifrinaje ha incursionado en un mundo que no es el suyo. A partir de la insurgencia del chavismo, debo insistir, el sifrinaje se siente fuera de lugar.

Porque no sabe, porque no tiene cultura política, porque no se ubica, el antichavista promedio es altanero y acomplejado. De hecho, es posible identificar una cierta relación de familiaridad con eso que Arturo Jauretche llamaba "tilingos".


Mi amigo Felipe Real lo traducía para el caso venezolano: en general, los antichavistas "son muy tilingos... son pura forma, sin esencia, imitan y no son. Creo que algunos de esos hombres duros, curtidos por el sol caribeño, que tal vez no sean chavistas, pero piensan en el país, en su terruño, son los guarangos".

La candidatura de Capriles Radonski es, sin duda alguna, la expresión más acabada de "tilingaje". En estos días, entrevistado por Carlos Croes en Televen, afirmaba: "Este gobierno en sus inicios planteó un proceso de cambios. Había una nueva realidad política. Nadie se puso en contra de la nueva realidad política. Porque era lo que el pueblo, en su momento, el año 98, había decidido".

Por supuesto, Capriles Radonski, la clase que representa, el sifrinaje, el mantuanaje, estuvo siempre "en contra de la nueva realidad política" que encarnaba (y sigue encarnando) Chávez. Intentando disimular, ahora dice haber reconocido la decisión del pueblo. Quiere ser pero no puede. Mientras tanto, el chavismo es. Este 7 de octubre, votemos porque siga siendo.

4 de octubre de 2012

Chávez: cantando bajo la lluvia


Si nos mojamos, nos mojamos todos. 
Gritamos.
Saltamos.
Reímos.
Cantamos.
Bajo la lluvia, todos somos iguales.

3 de octubre de 2012

La política después del 7O


Ahora que la campaña electoral llega a su fin, es oportuno puntualizar algunos tópicos que tendrán que estar en la agenda de discusión pública después del 7-O.

1. Está por verse cuáles nuevos reacomodos se producirán a lo interno de la oposición venezolana. Luego, si la tendencia que asuma o preserve el liderazgo reorientará o modificará la estrategia que guía sus pasos desde 2007. No hay que olvidar que la candidatura de Capriles Radonski es la expresión más acabada del giro táctico que se produjera luego de las elecciones presidenciales de 2006, y a través del cual la oposición perseguía no sólo pisar firme en el terreno tambaleante de la derrota recién encajada, sino principalmente la sobrevivencia política. Este giro táctico se expresó, a su vez, en el abandono de la vía violenta y la adopción de un discurso anclado en la crítica de la gestión de gobierno, así como en la mimetización o reapropiación de algunas de las principales ideas-fuerza del chavismo originario. El propósito era estimular la desmoralización y desmovilización de la amplia base social del chavismo. Luego de las elecciones parlamentarias de 2010, la oposición radicalizó esta línea de actuación, resignificando además el discurso sobre la necesidad de "reconciliación" nacional. Se había decidido a salir en busca del voto chavista. Denuncia de la mala gestión, mímesis de ideas-fuerzas del chavismo, reconciliación: eso define hoy a la candidatura de la oligarquía. Después del 7O: ¿radicalizará aún más esta línea o la abandonará en busca de la supervivencia?

2. En el campo chavista tendremos que retomar con renovado vigor las discusiones sobre la representación política. Ya no tiene ningún sentido seguir alimentando una discusión interminable sobre el partido, como si éste fuera realmente el lugar donde se decide la política revolucionaria. Hay que ir a la médula del asunto. Por ejemplo, volver sobre lo escrito en la Agenda Alternativa Bolivariana, en 1996, según lo cual "la estrategia bolivariana se plantea no solamente la restructuración del Estado, sino de todo el sistema político, desde sus fundamentos filosóficos mismos hasta sus componentes y las relaciones que los regulan". Entonces, interrogarnos: ¿cuánto persiste ya no del viejo sistema político, sino incluso del viejo Estado? Se notará que no se trata de invocar al poder constituyente, sino de preguntarnos por qué haría falta invocarlo de nuevo. La revolución bolivariana tiene su origen en la crisis irreversible de la política entendida como el acto de "hablar por los otros", y ésta es una verdad indiscutible. ¿Cuánto de esta vieja forma de hacer política no sigue prevaleciendo entre nosotros, obstaculizando la radicalización democrática del proceso? ¿Hasta cuándo cargamos con el pesado lastre de la "democracia representativa"? Tenemos que ser capaces de develar esa lógica política que enunciamos como "representación". No porque pretendamos extinguirla, que no es posible ni deseable, pero sí para reducirla a su mínima expresión. Y que la sustituya una política "otra". Decantarnos por otra lógica política. No por una cuestión de principios, sino porque el predominio de la "representación" nos conduce directo a nuevos laberintos. En este terreno queda mucho por inventar.

3. El tema de la "clase media" ha tenido una cierta centralidad durante la campaña. Capriles Radonski ha llegado a poner en duda su existencia (habría sido exterminada por el tirano). Chávez ha expresado reiteradamente que su gobierno no ha tenido la suficiente habilidad para ganarse su apoyo mayoritario, a pesar de las múltiples políticas que le favorecen. Lo anterior puede ser cierto. Tan cierto como que la conducción de las instituciones del Estado está en manos de la clase media, con sus virtudes, pero también con sus defectos, miserias y prejuicios. En líneas generales, tanto en los medios públicos como en general en las instituciones vinculadas directamente con la cultura, imperan los valores de la clase media, lo que se expresa en los bienes culturales (literatura, música, cine, etc.). Esto sucede en permanente tensión con lo popular, con sus éticas y estéticas, sus luces y sombras. La clase media se siente llamada a "representar" a las clases populares, a las que no valora como sus iguales, sino que concibe en una relación de subordinación. La clase media considera que las clases populares yacen abandonadas a la suerte del "mercado", que es otra forma de ignorancia. En el terreno político, esto equivale a decir que el estado natural de las clases populares es la "alienación". En el terreno mediático, esto se expresa en el predominio de un lenguaje que habla de "beneficiarios", y no de protagonistas. En esto último radica el centro de la cuestión: ¿cómo es que ha terminado imponiéndose este conjunto de prejuicios de la clase media que conduce el Estado, en contra de toda evidencia, a saber: que son las clases populares las que han definido, en cada uno de los momentos de las resoluciones, el destino de este proceso político? La noticia es: la suerte de la revolución bolivariana sigue estando a merced de la voluntad de las clases populares. Va siendo hora de que ellas tomen la palabra. Va siendo tiempo de abrir espacio y dejar de ser obstáculos. Para que deje de suceder, como planteara alguna vez Walter Benjamin, que cada documento de cultura sea al mismo tiempo un documento de barbarie. Demos rienda suelta al genio popular.

4. Ningún tema fue tan manoseado durante la campaña por Capriles Radonski como el de la violencia criminal. En esto, el candidato "progresista" y a la "izquierda" no se ha distinguido en nada de la típica campaña de derecha en cualquier lugar del planeta. Ya no se trata simplemente de "representar" el dolor de los deudos. Lo verdaderamente brutal ha sido su pretensión de salvar su responsabilidad, como si la clase a la que pertenece no tuviera nada que ver con las causas de la violencia. Como ha hecho con el resto, el candidato de la oligarquía ha procurado despolitizar el tema, hablando siempre desde la gestión (a pesar de que la suya, en Miranda, haya sido un completo fracaso), y ha cargado cada muerte violenta, durante los últimos catorce años, a la cuenta de Chávez. Además, ha intentado capitalizar políticamente la situación de las cárceles. Tanto respecto de esta última situación, como en general en el caso de la violencia criminal, corresponde actuar hasta las últimas consecuencias. Esto significa no sólo asumirlos como problemas políticos, sino como algunos de los desafíos políticos centrales de la revolución bolivariana en los años por venir. Nuestros jóvenes de las clases populares, los mismos que pretendemos "representar", cuyas éticas y estéticas invisibilizamos, silenciamos e ignoramos, son las principales víctimas y victimarios de la violencia. Con cada víctima, la revolución envejece un poco más. En la propuesta de programa de gobierno de Chávez se lee que uno de los objetivos es "dirigir desde la jefatura del Estado una profunda y definitiva revolución en el sistema de administración de justicia, para que cese la impunidad", para lograr "la igualdad en el acceso" y erradicar su "carácter clasista y racista". Lo que está en juego es la vida, tanto como un bien político tan fundamental como la justicia. Es un clamor popular.

Reinventar la política, darle rienda suelta al genio popular, defender la vida. Tales tendrían que ser los ejes de la política después del 7 de octubre.