31 de diciembre de 2009

Lluvia, tristeza y resolución

Muchas veces compartí con ella durante los últimos meses de este 2009 que hoy termina. Hace muy pocos días, en medio de un inesperado aguacero decembrino, volví a recordarla. Hoy pensé que la última nota de este año debía escribirla en su honor. Porque ella resume, en poco más de tres minutos y treinta segundos, no sólo el estado de ánimo de las semanas recientes.

Les mentiría si les dijera que es una de las canciones tristes más hermosas que haya escuchado. Porque sospecho que no se trata simplemente de una canción triste. Que tiene como leit motiv la tristeza, de eso no tengo la menor duda. Pero hay algo en ella, intraducible, que habla de ciclos que concluyen, de finales inevitables, y al mismo tiempo de nuevos comienzos. Hay algo en ella que me recuerda a la resolución necesaria para encarar lo nuevo.

La canción se intitula Rain y es obra de un genio llamado Ryuichi Sakamoto. Actor, músico y compositor, el japonés hizo la banda sonora de The last emperor, de Bernando Bertolucci. Ha trabajado, en el mismo rol de compositor, con Pedro Almodóvar (Tacones lejanos); Oliver Stone (Wild palms); Brian de Palma (Snake eyes) y Alejandro González Iñárritu (Babel), entre otros. Ya en su rol de músico (pianista), grabó un disco en homenaje al brasileño inmortal, Tom Jobim (Casa, 2001), junto a Paula y Jacques Morelenbaum, que es simplemente conmovedor. El mismo Jacques Morelenbaum (chelo) formó parte del trío que interpretó las piezas que conforman 1996. Es allí donde está incluida Rain.

Si se pasan por acá dentro de algunos pocos días, se encontrarán con que les habré dejado el disco íntegro, para que lo disfruten, pieza por pieza.

Sí, hay bastante de final triste este último día de 2009, y una pequeña llovizna que cae, casi inadvertida, pareciera haberse llegado hasta aquí sólo para recordárnoslo. Pero hay mucho más que simplemente tristeza. Hay algo en el ambiente, en el olor a tierra húmeda, que me recuerda a la resolución necesaria para encarar lo nuevo.

Rain. Ryuichi Sakamoto.




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Y aquí les dejo el disco completo. Que lo aprovechen.

29 de diciembre de 2009

Una pregunta retórica y una respuesta inesperada

Dame una reina pepeada.

Para El Universal, "su opinión cuenta". Por eso, y desde hace un buen tiempo, la página web del diario incluye una sección en la que formula preguntas para que los lectores opinen sobre diversos temas. Pronto, usted descubre que no es "su" opinión la que cuenta, sino la opinión de los lectores de El Universal. Pero llegados a este punto, aún falta por descubrir.

El meollo del asunto es que la opinión del lector promedio del diario - que se asume como el criterio de valoración universal - es realmente la opinión del diario: El Universal interroga a sus lectores para obtener las respuestas que desea ver reflejadas en su página, y sus lectores responden complacidos lo que sus interrogadores desean leer. Tú sabes, cosas de la interactividad y la libertad de expresión.

Póngase como ejemplo una de las preguntas más recientes: "A su juicio, ¿es necesario en el país areperas socialistas como la inaugurada por el presidente Hugo Chávez en Parque Central?".

Pregúntese usted mismo: ¿cómo reaccionará el lector promedio del diario ante semejante interpelación? No hay duda alguna: no se trata más que de una pregunta retórica, una pregunta que no interroga, sino que transmite una opinión, una visión del mundo - una crítica velada, un prejuicio de clase.

He aquí la singular paradoja: no es la opinión del lector la que cuenta, sino la opinión - o la "información" - que transmite El Universal a través de sus preguntas retóricas. Son tan obvias las respuestas que los lectores son casi prescindibles. Si todavía cumplen alguna función, ésta no es otra que ofrecer la respuesta que de ellos se espera. Así, quienes se supone tendrían que ser el factor fundamental de la ecuación, la fuente de la información, no pasan de ser un detalle pintoresco.

De manera que aventurarse en esos terrenos sirve a los curiosos - como es mi caso - nada más que para tantear el clima de opinión entre el antichavismo consuetudinario - si es que realmente cabe la distinción entre la posición tradicionalmente de derechas de El Universal y la virulenta oposición que actualmente practica su par más "progre", El Nacional. Dicho de otra forma: si usted quiere saber qué nuevas fronteras del entendimiento ha cruzado el antichavismo centenario, si le interesa identificar la eficacia de las consignas puestas a rodar por la máquina propagandística opositora, si le provocó reírse un rato, diríjase a la sección "Su opinión cuenta".

Volviendo al ejemplo, ¿qué gracia tiene saber que para El Universal las areperas socialistas son absoluta e indefectiblemente innecesarias? Ninguna. La gracia reside, pues, en el detalle pintoresco: en las ocurrencias de sus bien alimentados y bien formados lectores.

Causa gracia intentar desentrañar la lógica argumentativa de los lectores que establecen una relación entre la "regaladera descarada" a Cuba, Bolivia, Ecuador, Nicaragua o Argentina, y la misma "regaladera descarada" al pueblo. Alguien opina que esto se parece al "comunismo del siglo 19" y otra persona advierte que esto se lo llevó quien lo trajo, que "esto es el camino para la África del siglo XVIII, con su estructura tribal". Otra persona razona, con lógica inextricable: "En el país no necesitamos arepas socialistas, lo que necesitamos es un gobierno capaz de luchar contra la altísima inflación que tenemos en Venezuela". Traduzco: en Venezuela no necesitamos arepas socialistas, lo que necesitamos es arepas baratas. Otra persona cree ser capaz de establecer cierto paralelismo con Cuba: "Allí ve uno a la gente borracha... y... piensa que tienen dinero para comprar alcohol, pero no, el gobierno da gratis el alcohol de caña, para mantener al pueblo adormecido".

En fin, debo admitirlo: hasta aquí, sólo más de lo mismo. Ningún dato nuevo que procesar. Nada que merezca - realmente - mención aparte.

Pero entonces aconteció lo inesperado: como una aparición en el mundo de los vivos, como una extravagancia, un accidente. Como una luciérnaga tasajeando la noche, como un árbol frondoso en medio del desierto. Como un aguacero en verano, como reina pepeada a cinco bolos en una arepera de Las Mercedes.

Sucedió que vino alguien a subvertir la implacable lógica de las preguntas retóricas, poniéndola patas arriba, desnudándola, desbaratándola. Lo hizo un tal Jhosmann Fuentes, el pasado 28 de diciembre, a las 8:38 de la mañana. Y lo hizo así:

"Ésta me parece una de las mejores preguntas que se han hecho en este diario. En ese sentido, ya que he visto algunas opiniones que hacen un enorme aporte a la solución de los gravísimos problemas que padece este país, quiero aprovechar esta oportunidad para hacer el mío, que reconozco es el más humilde de todos. Así pues, creo que en lugar de estas areperas socialistas, que a todas luces no contribuyen en nada al desarrollo de la nación, más allá de ser una opción para que un reducidísimo número de personas consigan comprar a bajo precio este producto que muy poca gente consume en las mañanas, escasamente al mediodía y casi nada en las noches, el gobierno debería promover que en cada calle de Venezuela haya un McDonald's, un Wendy's, un Burguer King, y de todas aquellas cadenas de comida chatarra que se conocen en el mundo. Eso sí es progreso".

Como escribió la misma persona que nos comparó, espantada y escandalizada, con el África del siglo XVIII: "Qué atraso, qué insolencia y qué descaro".

23 de diciembre de 2009

Ávila TV tiene mucho que decir

(Al tanto de que mañana muchos de nosotros dejaremos de estar pendientes de la prensa, les dejo con un día de antelación el número dieciséis en Ciudad CCS, cuya primera parte será públicada precisamente mañana, día de Navidad, y la segunda parte el próximo jueves, último día del año.

Aprovechen estos días para inculcarle a sus hijos e hijas que no está nada bien ver tanta televisión.

A menos que sea Ávila TV.

Bueh... a menos que terminen de destruirla.

Salud).

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En agosto pasado, y en respuesta a la feroz campaña de criminalización que se fraguó en contra de Ávila TV, el documentalista Ángel Palacios no dudó en calificar el trabajo que se hace desde la planta televisiva como "la mejor experiencia comunicacional que se ha construido en el país en toda la historia de nuestra televisión". A su juicio, Ávila TV es "una televisora que inventa, que incluye, que le llega a los más jóvenes y que es voz de los más excluidos. Una televisora que no tiene miedo y que canta las verdades donde más duelen".

¿Palabras escritas al calor del combate deliberativo? ¿Un simple desliz valorativo? ¿El lenguaje propio de los apasionados manifiestos a favor de causas nobles, perdidas o bajo amenaza? A fin de cuentas, ¿quién es ese Ángel Palacios y a cuenta de qué viene a opinar sobre tal o cual asunto?

Por eso, supongamos que el documentalista incurrió en un exceso. Que no es cierto que Ávila TV sea "la mejor experiencia comunicacional… en toda la historia…". Supongamos que se trata, simplemente, de una extraordinaria experiencia comunicacional, de una televisora que inventa y se equivoca, que incluye, que sabe cómo hablarle a los jóvenes excluidos porque ellos mismos tienen voz dentro del canal. Supongamos que es una televisora que ha demostrado, una y otra vez, que no tiene miedo.

Suponga usted, estimado lector, que un buen día recae sobre sus hombros la responsabilidad de asumir las riendas de tamaña ferocidad. Para decirlo con palabras de Ángel Palacios: supongamos que un día cualquiera a usted le ponen en sus manos ese "irreverente y franco cañón que es Ávila TV".

Le ruego su atención, estimado lector, porque aquí vienen las preguntas claves: ¿qué haría? ¿Intentaría entender qué es lo que tiene de extraordinaria dicha experiencia o asumiría la actitud del experimentado que llega dictando cátedra? ¿Se sumaría a la invención colectiva o se limitaría a señalar los errores? ¿Cómo se relacionaría con esos jóvenes que siempre fueron marginados por su lenguaje, su ética y su estética, por la clase social a la que pertenecen? En suma, ¿qué haría con esos jóvenes que no siempre hablan su mismo lenguaje, que – aunque le cueste asimilarlo – se han forjado su propia ética, cuya estética no se parece a la suya y que, eventualmente, no provienen de la misma clase social que la suya? ¿Intentaría comprender esos lenguajes o los censuraría? ¿Escucharía o se creería con la misión de enseñarles a hablar? Enfrentado a éticas diversas, distintas de la suya, ¿se creería usted con el deber de enseñarles qué es la moral revolucionaria? Más aún: ¿sería capaz de proclamar que con usted llega la revolución en un lugar donde la revolución está en marcha mucho antes de su llegada?

Ahora supongamos que usted decidió llegar dictando cátedra. Que se limita a señalar errores, que censura lenguajes que no comprende y pretende enseñarles el habla a los ignaros. Supongamos que usted llega impartiendo lecciones sobre moral revolucionaria. Supongamos que usted se cree la revolución. Supongamos que los que ya estaban no están de acuerdo y que usted traduce el desacuerdo según la vieja usanza de los entendidos, preclaros e iluminados: pequeñoburgueses, individualistas, contrabandistas, alienados, desviados, malandros.

Suponiendo, estimado lector, que todo lo anterior fuera cierto, usted sería, antes que nada, el responsable de una pésima, mediocre, gestión. Una gestión que acabaría con una extraordinaria experiencia comunicacional. Usted convertiría una televisora "que le llega a los más jóvenes" en una televisora avejentada, sin alma, sin futuro. Usted convertiría todo un potente cañón en pólvora mojada. No sería la primera vez que se destruye un proyecto revolucionario en nombre de la revolución. A menos que la gestión de algunos consista en destruir esa clase de proyectos.

Supongamos, por último, que existen pésimas experiencias comunicacionales, que ni les llegan a los más jóvenes ni a nadie. ¿No valdría la pena mostrar un mínimo de disposición para iniciar un debate informado, franco, riguroso, profundo, que sea capaz de superar la modorra de los que, en lugar de intercambiar ideas, profieren consignas vacías y acusaciones sin fundamento?

Supongo que valdría la pena invitar a ese debate a los trabajadores de Ávila TV, esos que, según un tal Ángel Palacios, no sólo han demostrado que no tienen miedo, sino que además cantan "las verdades donde más duelen".

14 de diciembre de 2009

Morir dos veces


Un buen mánager sabe que tiene que morir con su mejor pícher. Por eso, hace un par de días nos tocó morir dos veces. Caramba, mi viejo, cómo te hubiera gustado seguir vivo para poder sufrir, aunque fuera la última vez, la derrota del equipo de tus amores. Pero saliste del juego, mi viejo, tuviste que salir del juego. Sur, el amor de tus amores, me pidió que le bajara al radio, porque su corazón ya no aguantaba otro golpe. Nos habían llenado las bases, mi viejo, sin outs, cerrando el noveno, con ventaja de una sola carrera. Con nuestro mejor pícher, mi viejo, como mueren los grandes, los mejores. Como mueren los hombres. Ya todos lo sabíamos, mi viejo, pero igual le bajé al radio. Todos sabíamos qué sucedería, pero igual le bajé al radio, viejo querido, como estoy seguro que tú lo hubieras hecho. Y así llegamos, y se bajó del carro, el amor de tus amores, y fue una vez más a despedirse, a estar contigo, mi vieja adorada. No bien cerró la puerta, subí el volumen del radio, tú hubieras hecho lo mismo. Y fue así que escuché como una voz lejana que decía que se iba, que se iba la pelota, con tres en base, sin outs, cerrando el noveno, con ventaja de una sola carrera, y ya no fue necesario escuchar más nada. Y sonreí, mi viejo, porque no ha podido ser de otra forma. Porque ese día el equipo no tenía alma, te la habías llevado contigo. Ni Francisco Rodríguez podía haberlo evitado. Era sábado de muerte y Francisco no fue ni su sombra. Sonreí, mi viejo, recordándote, furibundo, apasionado, tan vivo y tan nuestro. Sonreí porque me enseñaste que no importa tanto la causa que se defiende, sino la pasión, la alegría y la honestidad con la que se defienda. Sonreí porque me enseñaste a no traicionar a los míos. Sonreí y bendije el día en que abracé tu misma causa, haciéndome comunista.

Hace un par de días, viejo de mi corazón, nos tocó morir dos veces. Y te lloré mucho. Sigo llorándote. Pero ningún sentimiento es más fuerte ni más profundo que la alegría que me produce saber que hoy te honro, porque me enseñaste que la derrota es sólo la antesala de la victoria, que sólo vencen los que luchan.

Venceremos, viejo adorado, sea esta temporada o la que viene. Pero venceremos.

10 de diciembre de 2009

Chávez lo sabe

(Va el quince de Ciudad CCS, cuya primera parte fue publicada este jueves 10 de diciembre de 2009, mientras que la segunda está prevenida al bate. Aquí va completo, de una vez.

Soy de los que cree que el Aló, Presidente número 345, del pasado domingo, en Maracay, al menos el largo segmento en que Chávez se extendió sobre el asunto de los bancos recién intervenidos - es decir, tipo 3 pm en adelante - fue un programa particularmente noticioso, por decirlo un tanto eufemísticamente. Voy más allá: pienso que tal vez marca un antes y un después en la relación del hombre con su entorno. Por las razones que expongo más abajo - o digamos, por las hipotesis que sugiero. Todo lo cual está por verse, naturalmente.

Veinticuatro horas después, y más o menos convencido de que los medios oficiales entenderían la importancia de registrar en extenso y analizar tanto las reflexiones como las críticas, las revelaciones y los anuncios que hiciera Chávez, me revisé todas sus sitios electrónicos, uno por uno. Ya había decidido escribir algo sobre el asunto y necesitaba refrescar algunos pasajes del programa: prestar atención al lenguaje corporal del tipo, leer entre líneas, verificar la reacción de los presentes y, en fin, intentar identificar algún detalle relevante que se me hubiera escapado la primera vez.

El resultado fue un tanto frustrante. Salvo excepciones, que siempre las hay, la cobertura fue parca, plana, enjuta, pobre, como si en Venezuela, además de la luz, faltaran las palabras y tuviéramos que racionarlas. Repetitiva, escueta: algunos medios oficiales se dan incluso el lujo de editar - es decir, de recortar - las notas de prensa de otros medios oficiales. Recordé, por cierto, un excelente artículo recientemente escrito por Luigino Bracci, uno de los cerebros de ese monstruo de la comunicación popular que fuera Aporrea, y hasta hace poco el web master de la que llegara a ser la mejor web pública, la de YVKE Mundial - hasta que alguien decidiera, nadie entiende por qué, acabar con esa experiencia. Así comienza el artículo de Luigino: "Si de algo se dan tupé los medios del Estado, es de censurar al propio Presidente de la República". No lo dude: vaya y léalo.

¿Registro audiovisual? Casi inexistente. ¿El programa completo, disponible para su descarga? Imposible. Habrá que esperar algunos días.

Supongamos, cámara... sí, usté, el que está parado por allá, haciéndose el loco, supongamos que usté es fanático de la serie gringa House. ¿Sabía usté que teniendo instalado en su computadora un programita bien sencillo, puede descargar, en un tiempo bastante razonable, el último capítulo de la serie, inmediatamente después de su transmisión, allá, en Estados Unidos? Sí, es cierto, ese capítulo sólo dura unos cuarenta y dos minutos, y el Aló puede durar seis horas. ¿No puede subirse por partes? ¿Qué razones - que no son técnicas - nos impiden tener disponible la primera hora, o las dos primeras horas de transmisión del Aló, incluso antes de que termine el programa? Imagino que razones habrá muchísimas, pero de esas que pertenecen a la familia de la razón burocrática.

No me quedó otra alternativa que comenzar a consultar con los cámaras que desde hace tiempo han entendido que si se tienen los yerros para librar, desde cada trinchera, la guerra comunicacional, es casi un crimen dejar de hacerlo. Lo que está en juego es demasiado, como para dejárselo al funcionariado que aún no termina de comprenderlo, tal vez porque simplemente no le interesa. Fue así que acudí al cámara Michel Zaragueta, que una hora después ya me había respondido, confirmándome que, en efecto, tenía todo el programa grabado y me preguntaba qué parte necesitaba. Así que si les parece que el fragmento del Aló que aquí les dejo se ve un poco borroso o se escucha un poco bajo, recuerden las circunstancias que hicieron posible copiarlo acá.

En fin, están los que no hacen más que repetir el discurso de Chávez, o mejor dicho, los que toman de su discurso lo que les conviene y lo repiten hasta el cansancio para parecer chavistas. Están los que jamás escuchan al tipo, pero que se las saben todas. Están los responsables de registrar adecuadamente lo que el tipo dice, pero no lo hacen. Y el hombre sigue, habla que habla, día tras otro, para que el mensaje llegue, equivocándose algunas veces, acertando otras, pero el hombre no para.

Porque no hay que parar. Y aquí seguimos.

Chávez, cámara, algunas instrucciones para reducir el margen de error: desconfiar de los que no hacen más que repetir el discurso tuyo. Ignorar a los que se las saben todas. Escoger mejor a los resposables de registrar todo este asunto que llamamos revolución. Pero sobre todo, escuchar a la gente. Si hasta los medios oficiales te censuran, para que el mensaje llegue, pues escuchar el mensaje de la gente.

¿Una primera medida, muy sencilla? Que la gente vuelva a llamar al Aló, Presidente.

Salud).

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Propietario de caballos. ¿A cuenta de qué?

Yo, que por principio reniego de los exegetas de Chávez, vengo a contarles lo que a mi juicio sucedió durante el Aló, Presidente del domingo 6 de diciembre, ese que mucha gente hoy comenta a pesar de no haber visto.

Sucedió que se acabó el mito del Chávez desinformado, del Chávez ignorante de cuanto acontece en su entorno. Ese mito que buena parte del chavismo ha hecho suyo para exculpar al zambo de los errores cometidos por algunas de las figuras que lo acompañan en la gestión de gobierno. O para trazar una línea infranqueable entre el líder que nadie discute y los que acumulan fortunas a la sombra de la revolución.

Sucedió durante mucho tiempo que Chávez cargó, con toda la razón o sin ella, con la responsabilidad de los desaciertos de la gestión gubernamental. El chavismo, muchas veces con razón, insistía en librarlo de responsabilidad: al fin y al cabo, Chávez no puede ser el alcalde de toda Venezuela. Desde el chavismo popular el razonamiento siempre fue más lúcido: en la medida en que esta revolución no la construye exclusivamente Chávez, sino principalmente el pueblo; en la medida en que sin pueblo no hay revolución, al pueblo le corresponde hacerla, y tal es su responsabilidad histórica, porque las revoluciones ni vienen hechas ni las hacen líderes iluminados.

Lo que no sucedió nunca fue que Chávez asumiera la responsabilidad por los delitos cometidos por los ladrones que se disfrazan de rojo. Por una razón simple: el hombre no es un ladrón. Que hay delincuentes que se valen de sus conexiones con funcionarios públicos para robar: eso lo sabe, y lo resiente, cualquiera que milite en el chavismo. En algunos casos, ni siquiera hace falta que se le presenten pruebas, tal es la descarada ostentación de la riqueza mal habida. Incapaz de comprender la inacción de la justicia, el chavismo volvía a echar mano del mito: Chávez es ignorante de todo aquello. O su variante: Chávez no es juez, por tanto no es a él a quien corresponde impartir justicia.

Desde el pasado domingo, sin embargo, este mito perdió su eficacia. Luego de una detallada exposición sobre los presuntos (las circunstancias obligan) delitos cometidos por los dueños y directivos de varios bancos privados, el hombre dirigió duras palabras contra Arné Chacón, el hermano del hasta entonces Ministro de Ciencia, Tencología e Industrias Intermedias, Jesse Chacón, de quien aceptó la renuncia. Pero además, y esto es lo decisivo, envió un mensaje claro a sus enemigos más acérrimos, a su entorno, al chavismo y a la sociedad venezolana toda, en ese orden. Repitió ambas frases, como para que a nadie le quedaran dudas: "Yo lo sé. Lo sé. Estoy al tanto. Estoy al tanto".

Lo que Chávez sabe es que "el enemigo tiene muchas armas… y juega duro". Está al tanto de "que hay una operación… muy intensa para ir derribando… las columnas" que lo acompañan. Como saben que el hombre no escucha cantos de sirena, lo quieren solo. "Solo espiritualmente. Solo moralmente". Hasta que no tenga a nadie a quien llamar para pedirle ayuda o encomendarle una tarea, "y uno sepa que va a actuar, pero hasta el final de las consecuencias". Chávez sabe que "el enemigo está buscando… crear redes que vayan enredando a todo el mundo. Yo lo sé. Lo sé. Estoy al tanto. Estoy al tanto. Y ahora debo prender más las alarmas".

Activadas las alarmas, enterado Chávez, una "confesión" de tal naturaleza ha producido un estremecimiento a lo interno del chavismo. La oposición, qué duda cabe, no termina de asimilar la iniciativa del zambo. Toman su "confesión" como una prueba de que es cómplice de los delitos cometidos. Otros insisten en el asunto de la gestión – que tanto rédito político les ha generado – y exigen la destitución de todo el Gabinete. Pero si la oposición es harto predecible, no es posible decir lo mismo sobre lo que sucede puertas adentro. Porque el chavismo no está acostumbrado a lidiar con un Chávez que está al tanto.

Para el chavismo esclerosado y conservador, que uno supone aliado natural de los nuevos ricos, una revelación tal lleva el signo de la maldición. Los más paranoicos dirán que Chávez se ha convertido de pronto en un hombre que sabe demasiado. El resto del chavismo – el popular, digamos – al quedar huérfano de mitos, se ha topado con la realidad: Chávez está al tanto de lo que nosotros sabíamos, y ha actuado. Aún desconociendo el verdadero alcance de esta actuación – aún sin saber cuán lejos llegarán las investigaciones, si pagarán todos cuantos la deben – resulta claro que un Chávez que actúa en correspondencia con lo que todos sabemos, es de nuevo el zambo en conexión con su pueblo. Es aire fresco. Es nuevo aliento. La fórmula es simple: es el pueblo volviendo a creer que no está solo, pero también es Chávez terminando de entender que mientras esté con el pueblo, jamás estará solo.


4 de diciembre de 2009

Génesis: catorce días después

(Siguiendo con la serie Los artículos que disgustan a los hiperchavistas, les traigo el publicado el jueves 3 de diciembre en Ciudad CCS.

Ést
e no sólo es ligeramente más largo: además, incorporo un video que ayudará a ubicarse a los más desprevenidos - que son más de lo que pudiera pensarse.

La penúltima versión de este mismo artículo cerraba con una frase que terminé omitiendo:


"Moraleja: la revolución es una tarea que sólo puede encomendársele a los rebeldes".

Pero me quedó la duda: ¿la revolución es algo que se encomienda a alguien? Más aún: ¿qué otras "moralejas" sugiere el artículo?

Ahí se los dejo.

Salud).

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La expulsión del paraíso. Masaccio.

Catorce días después, a cierto tipo que se creía Dios porque su nombre se parecía al de Dios, le fue encomendada la tarea de inspeccionar la tierra y el cielo recién inaugurados tras excepcional esfuerzo colectivo, con el zambo a la cabeza. No tardó en concluir que los seres humanos, esa imperfecta creación, mostraban una inexplicable inclinación hacia el caos, la confusión y la oscuridad.

Pretendió entonces reinaugurarlo todo y se dispuso a elaborar proyectos: volverían el día y la noche, pero esta vez los llamaría socialistas. Mala señal: porque así como nadie es Dios porque su nombre se parezca al de Dios, ninguna cosa es socialista por llamarle socialista. Pero eso no lo detuvo: conforme avanzara su plan, atardecería, anochecería y amanecería el día quince socialista. Entonces reinauguraría el cielo socialista. En el día dieciséis reinventaría el mar y la tierra socialistas. Para el día diecisiete programó un descansito, dejando intactos las hierbas que dan semillas y los árboles que dan frutos. En el día dieciocho retomaría el trabajo, reinaugurando el sol y la luna socialistas. En el día diecinueve recrearía grandes monstruos marinos socialistas y aves socialistas. En el día veinte sumaría más bestias, reptiles y alimañas terrestres. Alimañas socialistas. Vaya que el tipo contaba con recursos para emprender todo aquello.

El día veintiuno iniciaría la construcción de carreteras socialistas.

Viendo su obra perfectamente proyectada, juzgó que con eso era suficiente. Así se lo comunicó al zambo. Descansó.

El día veintiocho volvió el tipo que se creía Dios porque su nombre se parecía al de Dios y el diagnóstico fue el mismo: los seres humanos viviendo en medio del caos, la confusión y la oscuridad. Se disponía a reelaborar todos sus proyectos, cuando los seres humanos le echaron un parao: «¿Por qué en lugar de presumir de tu supuesta divinidad, no te vienes con nosotros, seres humanos como tú, a construir el socialismo?». «¿Eso que tú llamas caos, confusión y oscuridad no será una manera de nombrar nuestro rechazo al orden que tú pretendes imponernos?». «¿Acaso la revolución, es decir, la construcción de un mundo nuevo, no es otra manera de nombrar la subversión del orden de cosas existente?».

El día veintinueve, el tipo quiso expulsar del paraíso a todos los rebeldes, acusándolos de blasfemos. Pero los sublevados, quién lo diría, no se dejaron.


2 de diciembre de 2009

El beisbol, el racismo y la corrección política

(A propósito de un par de artículos publicados en Aporrea y de opiniones muy similares emitidas en el programa televisivo La hojilla, que transmite Venezolana de Televisión).

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Incluso la corrección política, esa forma de la autocensura - o de la disciplina, si gustan - que nos compele a acatar la línea partidista, tiene un límite. Un límite que lo define esa forma de la dignidad que nos compele a acatar lo que nos dicta la propia conciencia.

Cuando se acusa de racista a Humberto "Beto" Perdomo, narrador venezolano de beisbol, por el hecho de rebautizar a su compañero de transmisiones, el ex pelotero y ahora comentarista Iván Arteaga, como La perla negra, se incurre, sin duda alguna, en un exceso. Uno que pasaría desapercibido o no trascendería lo anecdótico si no fuera porque es el signo de un fenómeno inquietante, y que lleva tiempo intentando instalarse entre nosotros como cosa normal. Me refiero, por supuesto, a esa tendencia a priorizar la corrección política en desmedro del espíritu crítico. Llámelo como le dé la gana: defensa del proceso o crítica revolucionaria. Yo lo llamo corrección política.

La perla negra

Por más que lo intento, no puedo imaginarme a Roberto Fernández Retamar acusando de racistas a los que llamaban a José Méndez, el excepcional pícher cubano, El diamante negro, al que nombrara en su poema Pío Tai:

Y el Diamante Méndez, que no llegó a las Mayores
porque era negro


José Méndez, El diamante negro

Tampoco puedo imaginarme en esa al portentoso poeta negro de la negritud que fue Nicolás Guillén, que en Deportes resumió así su amor por el beisbol y la poesía:

Niño, jugué beisbol.
Amé a Rubén Darío, es cierto,

con sus violetas rosas

sobre todas las cosas.

Él fue mi rey, mi sol.

Pero allá en lo más alto de mi sueño
un sitio puro y verde guardé siempre

para Méndez, el pitcher - mi otro dueño.

El mismo que escribió la hermosa Elegía por Martín Dihigo, a quien toda Cuba aún llama El inmortal:

El rostro de ceniza (la muerte de los negros)
y los ojos cerrados persiguiendo
una blanca pelota, ya la última.

Martín Dihigo, El inmortal

Yo no soy quién para pedirle que tenga a Fernández Retamar o a Nicolás Guillén como modelos. Si usted cree que tiene razones para criticar a Humberto "Beto" Perdomo por antichavista - y al mismo Iván Arteaga, acérrimo antichavista - pues critíquelo. Pero cuidado con la fulana crítica: si algo hemos aprendido del antichavismo, es que ciertas críticas dejan mal parados a quienes las formulan, y en muy buena posición a quienes se suponía objeto de la crítica. Si no lo cree, vaya y pregúntele al zurdo que soñaba con emular a Isaías "Látigo" Chávez.

Látigo Chávez

Si todavía no lo cree, coteje el ejemplo contrario: vaya y lea cómo el mismísimo Iván Arteaga denigra de Antonio "El potro" Álvarez, nada más que por ser chavista.

Llámelo usted crítica revolucionaria. Yo lo llamo corrección política.