31 de agosto de 2012

Frente a los acontecimientos de Yare I: basta ya de muertes en la cárcel


Una vez más la pena de muerte no legalizada que funciona en nuestras cárceles, se cobra la vida de nuestros hijos. Los terribles acontecimientos ocurridos en la cárcel de Yare I, en que fallecieron al menos 26 personas, entre reclusos y familiares, nos echa en cara lo que siempre el resto de la sociedad ha intentado olvidar: el sufrimiento y la tragedia cotidiana que viven decenas de miles de jóvenes por el simple de hecho de ser pobres y estar presos. 

Si queremos cambiar esta sociedad injusta por una solidaria y de iguales, deberíamos empezar por la cárcel. La cárcel: símbolo viviente del capitalismo, en que la vida humana es una mercancía, en que los miles de presos, que se suponen que deben estar resguardados por el Estado, se convierten en un negocio de los que otros sacan dinero, el fiscal abusivo, el abogado vagabundo, el juez corrupto, el guardián inescrupuloso, el funcionario ladrón, el oficial que trafica armas y drogas…. Los peores delincuentes no son los que están presos, sino los que engordan sus bolsillos gracias a los que están presos.

Cada vez que ocurre una tragedia como ésta lo primero que se intenta es culpar a nosotros, los familiares, acusándonos de que somos las que metemos las armas y las drogas. Como si cualquiera que haya visitado un penal no supiera que es imposible que entre así sea un alfiler sin complicidad de la guardia. O culpan a los presos que tienen el control de las cárceles, sin darse cuenta de que esos muchachos en realidad son usados por los verdaderos pranes, los que están afuera, los que mueven el multimillonario negocio en que se ha convertido la prisión, que dividen a los presos y los ponen a pelear entre ellos para evitar que se organicen y luchen unidos por sus derechos. Si existen pranes y carros es porque el Estado ha abandonado la cárcel, ha volteado a otro lado mientras sigue metiendo indiscriminadamente en prisión al que es y al que no es. Si existen violencia, armas y drogas es porque son los poderosos los que las meten, las trafican, se las venden a los presos. Culpar a familiares y presos es no querer ver el problema de fondo, es ocultar las verdaderas causas y proteger a los verdaderos culpables, es como decir que los pobres son los culpables de la pobreza.

La corrupción de los funcionarios que se lucran a costa de nuestros hijos, que trafican con sus vidas y su libertad, que meten las armas y las drogas en los penales, que hacen dinero con el retardo procesal, que hasta de una lata de agua sacan provecho, es igual y peor que los capitalistas que durante tanto tiempo han empobrecido a nuestro pueblo. Por eso creemos que no habrá socialismo si en la cárcel sigue floreciendo, al amparo de funcionarios del propio Estado, el capitalismo más salvaje y cruel, el que mercadea con la vida de nuestros muchachos.

No es verdad que en la cárcel estén los criminales peligrosos. Como demuestran los propios datos del Ministerio de Servicio Penitenciario, la mayor parte de la población penal está presa por delitos menores. Ni hablar de los delincuentes de cuello blanco y de los criminales poderosos, que nunca pisarán un penal, ni de los corruptos que son los culpables del desastre carcelario, que nunca irán presos, ni los grandes traficantes de armas y drogas, que siempre contarán con la protección de una justicia que aún sirve a los poderosos para fregar a los pobres.

Si la cárcel es una tragedia, si la cárcel es muerte y violencia, es porque la cárcel es un gran negocio: negocio político para aprovecharse del miedo de la sociedad y buscar votos, negocio económico para sacar jugosas ganancias. Un negocio político, pues se hace creer que mandando más gente a la cárcel la sociedad estará más segura, y la sociedad cree que llenando las cárceles de jóvenes pobres se librará del delito. Así, tanto alcaldes y gobernadores de la derecha como las autoridades del gobierno revolucionario coinciden, mandando cada vez más gente presa como respuesta a las demandas de seguridad. Pero lo que ocurre es lo contrario: las cárceles producen delito y crean delincuentes. El que entra por un delito pequeño se convierte en un profesional del crimen. La prisión crea criminalidad, aumenta el número de delitos, hace crecer la inseguridad. Mientras más gente mandemos a prisión, más delincuentes estaremos creando.

Las cárceles son un negocio económico. El ingreso de armas y drogas, el negocio con los traslados, la extorsión a los familiares que tienen que pagar para garantizar la vida a su preso, la corrupción judicial… el preso es una mercancía de la que muchos se lucran. Un negocio que manejan los que no están en la cárcel.

Yare I es un ejemplo de todo esto. Con una población que supera su capacidad, los responsables de custodiar la prisión habían permitido el ingreso de armas y municiones, promoviendo una guerra absurda entre los reclusos para llenarse de dinero. Además, se habían prohibido los traslados a los tribunales para presionar a los reclusos y sacarles dinero. Así que los que quieren culpar a los presos y la los familiares, están encubriendo a los verdaderos culpables y ocultando las verdaderas causas.

Mientras se siga mandando a la cárcel gente que no debería estar ahí o que podría recibir otra tipo de medida que de verdad contribuya con su rehabilitación, mientras que algunos se lucren con que las cárceles estén repletas de gente, no acabará la violencia. Cada vez habrá más Yare. No habrá ni transformación ni humanización.

Por eso exigimos que se deshacinen las cárceles, acelerando los procesos, otorgando beneficios a quienes corresponde, evitando que entren a la prisión muchachos que no deberían estar ahí, usando medidas alternativas, que en otros lados se ha demostrado que son mucho más efectivas que la prisión, fábrica de delincuencia, para reducir el crimen. Por eso exigimos que se castigue a los que están detrás del negocio carcelario, al oficial que manda a los guardias a que metan armas y drogas, al director de penal complice, al juez que retrasa la audiencia, al funcionario corrupto.

Nos desmarcamos de aquellos que quieren utilizar estos tristes eventos como bandera política, los otros mercaderes de la vida de nuestros hijos, que se aprovechan de nuestro dolor para proselitismo electoral o vendetas políticas.

Reclamamos que haya justicia, que se investigue seriamente lo ocurrido, se sancionen a los responsables, pero al mismo tiempo entendemos que solo un gobierno comprometido con los pobres y la justicia podrá transformar la situación de las cárceles, pues las prisiones son el rostro más extremo de la injusticia y la pobreza. Por eso nos negamos a que se intente instrumentar con otros fines los justos reclamos de los presos y de los familiares.

Exigimos:

Que se investiguen los recientes sucesos de Yare I y en otros penales del país, y se sancione a los responsables.

Que se constituyan los tribunales móviles de manera permanente, y no sólo por unos días cada vez que se produce una tragedia.

Que se otorgue beneficio inmediato a aquellos reclusos que han cumplido el tiempo y reúnen las condiciones.

Que se garantice el juicio en libertad para aquellos casos (la gran mayoría) que podrían ser procesados sin pasar por prisión, como lo prevé el COPP.

Que se aplique lo previsto en la Constitución, de usar sanciones penales alternativas a la prisión.

Que se impulsen medidas que favorezcan la reinserción laboral de los privados de libertad una vez salen de la prisión, para que tengan una oportunidad de vivir fuera de la violencia.

Que se detengan las requisas degradantes, donde muchas veces desaparecen los bienes que llevamos a nuestros familiares.

Que se realice asistencia médica adecuada a nuestros internos, muchos de ellos en situaciones degradantes, proclives a epidemias que ponen en riesgo su vida.

Que se realice una seria clasificación de los internos por delitos, impidiendo que la carcel siga siendo un depósito de personas y una escuela de violencia.

Que se detengan los traslados arbitrarios, especie de pena de muerte para nuestros internos, que además los alejan de los tribunales en que se realizan los juicios y de sus familiares.

Que se investiguen y sancionen a los verdaderos responsables del ingreso de armas y drogas a las prisiones. Cuando caiga el primer general, y no sólo el raso que hace le mandado, empezaremos a tener confianza en que se va a enfrentar a las mafias penitenciarias.

Que se impulse una lucha frontal contra la corrupción policial y judicial que vicia y alarga los procesos de nuestros familiares.

Plataforma de los de Abajo por la Justicia y el Respeto

24 de agosto de 2012

La honestidad de María Bolívar


"Bueno, eh, generando empleo. La inflación la voy a controlar… cómo te explico… la inflación se controla… Disculpa, Aymara, dame una ayudaíta…".

Tal fue la respuesta que ofreció la candidata presidencial María Bolívar a la periodista Aymara Lorenzo durante entrevista realizada este jueves 23 de agosto en Globovisión.

Acto seguido, la periodista se dispuso a ayudarla: con tono condescendiente, y haciendo un titánico esfuerzo para disimular la media sonrisa que en otra circunstancia hubiera antecedido a la carcajada, le "explicó" qué cosa era esa de la inflación.

Entonces, respondió María Bolívar: "Bueno, disculpa, disculpa, mira, yo pienso controlar la inflación, primero bajando, eh, bajando los precios, bajando precios porque hay una… y bajando los precios a todas las cosas que… a todos los productos".

La periodista, acuciosa, incisiva, intentó precisarla: "¿Usted continuaría con esta política de… la Ley de Costos y Precios Justos que ha establecido el gobierno del presidente Chávez?".

El video de este fragmento de la entrevista se esparció como un virus en las redes sociales. La página Noticias 24 tituló la nota que incluye el video: "El hilarante plan de la candidata presidencial María Bolívar para combatir la inflación".

El diario El Nacional, es decir, la "seriedad" hecha periódico, tituló de la siguiente manera: "La candidata María Bolívar pide 'ayudaíta' a su entrevistadora al verse en apuros".

Como de costumbre, el diario Últimas Noticias fue más coloquial: "María Bolívar se volvió un ocho en entrevista". Eso sí, el periódico propiedad del Grupo Capriles no perdió oportunidad para hacer la cuña en favor de su candidato: "María Bolívar, candidata a las elecciones presidenciales venezolanas del 7 de octubre próximo, lució visiblemente nerviosa en su primera entrevista en televisión y pidió una 'ayudaíta' al ser preguntada por la alta inflación del país".

El asunto es que la periodista de Globovisión en ningún momento se refirió a la "alta" inflación. Sabemos de sobra que, según la línea editorial del canal opositor, Venezuela es un campo de concentración y Chávez un genocida y un hambreador.

Pero ese no es el punto.

El asunto es que la periodista de Globovisión en ningún momento se refirió a la "alta" inflación. Su pregunta, que formuló en dos oportunidades, fue la siguiente: "¿Cómo va a controlar la inflación?".

Un momento: ¿el presidente del Banco Central de Venezuela estimó este miércoles 22 de agosto "que la inflación cerrará en 2012 por debajo de la meta, de entre 20% y 22%, fijada en el presupuesto" nacional? ¿Informó Nelson Merentes que existe "una tendencia a la baja en la inflación anualizada"?

Volvamos a María Bolívar.

Según Últimas Noticias, a la candidata presidencial le preguntaron qué haría para disminuir la "alta" inflación en el país, y "se volvió un ocho".

No obstante, debo decir que, contra la convención, esa está lejos de ser la noticia.

La noticia real es la brutal honestidad de María Bolívar.

María Bolívar no tiene la más mínima idea de qué hacer con la inflación. Y no sólo fue brutalmente honesta, sino que reunió el suficiente coraje como para reconocerlo públicamente, bajo la forma de una "ayudaíta".

Lo que no puede pasar desapercibido es que este pedido de auxilio estuvo precedido de una respuesta automática, tal vez lo primero que se le vino a la cabeza para intentar sortear el embarazoso momento: "Bueno, eh, generando empleo".

¿Generando empleo? María Bolívar entendió en cuestión de segundos que con decir estas dos palabras no estaba diciendo absolutamente nada. Y en lugar de continuar con la farsa, optó por la pausa salvadora.

María Bolívar ha podido seguir por ese camino e insistir con lo del empleo, sin ofrecer mayores detalles, cual fórmula mágica para resolver los problemas del país. ¿Acaso eso no es lo que hace de manera sistemática el ex gobernador Capriles Radonski? Pero a la candidata le pesó la conciencia.

Si en cambio hubiera seguido el camino de Capriles Radonski, hubiera dicho algo como: "Los que quieran resolver el problema de la inflación, vengan conmigo", como efectivamente hizo el candidato durante un discurso en el estado Guárico, el pasado miércoles 22 de agosto, y aunque a algunos les cueste creerlo.

Pero si Capriles Radonski hace todos los días exactamente lo mismo que intentó hacer María Bolívar en las primeras de cambio, esto es, ensayar una respuesta de memoria sin detenerse a explicar el cómo, hay algo que los distingue: el tratamiento que cada uno recibe de los medios privados.

No se ha visto, ni se verá jamás, a Globovisión, El Nacional o Últimas Noticias burlándose de Capriles Radonski, a pesar de que el candidato nunca explica cómo hará para concretar tan solo una de las muchas promesas que ha hecho.

Bien visto, tal pareciera que, como todos los candidatos opositores que le han precedido, todo se reduce a salir de Chávez y luego veremos.

Usted nunca verá a algún periodista de Globovisión preguntándole a Capriles Radonski cómo hará para resolver nada, porque el candidato debe limitarse a seguir un guión, y lo último que le está permitido hacer es improvisar.

El ex gobernador Capriles Radonski jamás tendrá que pedir una "ayudaíta", porque más "ayuda" de la que ya recibe, imposible.

Si improvisara, de seguro el candidato opositor diría exactamente lo que no tiene que decir, y la gracia se convertiría en morisqueta. Una morisqueta que no provocaría la burla del país, sino el rechazo y tal vez la indignación, tan brutales son las medidas que aplicaría la oligarquía.

Miren cómo son las cosas: muchos de los que hoy se burlan de María Bolívar, son los que intentan convencernos de que en lugar de una grotesca morisqueta, la candidatura de Capriles Radonski es toda una gracia.

22 de agosto de 2012

Que se haga la maquinaria popular

Chávez en campaña de Santa Inés, explicando estrategia electoral

En este momento no parece tener mucho sentido detenernos en el cuestionamiento de la lógica del partido-maquinaria. Las severas limitaciones de esta forma de hacer política las hemos vuelto a verificar una y otra vez mientras nos desplazábamos en la calle, durante esta campaña. 

Esa inclinación por las interminables reuniones cerradas y las concentraciones públicas en lugar de la movilización propiamente dicha; ese contacto "cara a cara" episódico, ocasional, en lugar del despliegue territorial permanente; esa concepción elitesca de la militancia, según la cual el pueblo es una masa que hay que adoctrinar para rescatarla de la ignorancia; todas éstas son expresiones de una manera absolutamente anacrónica de entender la política, que progresivamente irá siendo desplazada por una política "otra", que los más cínicos interpretan como una abstracción o un imposible, un asunto concerniente a la "filosofía", sin darse cuenta de que la existencia misma de la revolución bolivariana, su irrupción como acontecimiento, tiene su origen en la crítica radical de la política de elites.

Viniendo como venimos de allí, de esa crítica radical, y siendo lo que somos, aunque otros sigan siendo como fuimos, ¿cómo extrañarnos del hastío popular que produce todo lo asociado con la lógica del partido-maquinaria? Terminemos de asumirlo como un hecho, y los efectos de aquella lógica como un obstáculo más que tendremos que franquear, en lugar de continuar recreando un malestar que, en última instancia, es funcional a los jefecillos y sus mentalidades de aparato, y para los cuales la política debe pasar inevitablemente por ellos.

Porque es cierto que la política también discurre por otros derroteros. Más interesante, y sin duda más provechoso, sería comenzar a dar cuenta de lo que se asoma como una maquinaria popular, que va constituyéndose más allá de la izquierda y más allá de los partidos, parafraseando a Alfredo Maneiro.

Sería un error afirmar que esta maquinaria popular recién está tomando cuerpo, en el transcurso de esta campaña electoral. De hecho, entre los entendidos (es decir, entre aquellos que han formado parte de ella, en una o varias oportunidades) parece haber consenso en torno a la idea de que esta maquinaria nunca fue tan potente como en 2004, cuando la campaña de Santa Inés.

En lo sucesivo, agregan algunos, habríamos atestiguado un proceso de debilitamiento gradual y deliberado de esta maquinaria popular, cuya extraordinaria fortaleza ponía en riesgo la capacidad de maniobra de los aparateros y figuras afines.

Si así fuera, esta maquinaria popular apenas desplegada, que permanece latente, en espera de alguna señal para tomar posiciones de cara a la jornada del 7-O, estaría simultáneamente experimentando su recomposición, luego de años de letargo y extravíos.

Se trata de un fenómeno singular y apasionante, protagonizado principalmente por millones de personas con militancia formal en algún partido, pero cuya militancia real no necesariamente guarda relación con estructuras formales o lineamientos emanados por algún órgano de dirección.

Se milita en el barrio, en el campo, en el bloque o en el edificio, hasta en el lugar de trabajo, casi siempre incorporados en algunas de las formas de organización promovidas por el gobierno, con mayor o menor éxito, y en la mayoría de los casos para procurar la resolución de problemas concretos. Se milita para la consecución de objetivos puntuales, que no por ello menos estratégicos, como es el caso de la reelección del comandante Chávez. También se milita al margen de los partidos.

Todos juntos conforman un engranaje que, cuando está suficientemente "aceitado", es sencillamente invencible. No importa el nombre que adopten: unidades, batallones, patrullas, etc. De una forma u otra, cada quien suma su esfuerzo para la movilización y la defensa del voto. Muchas veces, incluso, sin estar incorporados formalmente en alguna unidad base.

Quién puede dudarlo: siempre hay quienes pretenden ganar indulgencia con escapulario ajeno, y reclaman el mérito de las victorias obtenidas en buena lid por los millones de anónimos que constituyen la maquinaria popular. Pero sucede que esos anónimos, los mismos que celebraron ruidosamente el día en que, con Chávez a la cabeza, dejaron de ser invisibles y pendejos, y ahora tienen rostro, nombre, dignidad y conciencia de su fuerza, cada vez los toleran menos.

Esta indisposición para seguir disimulando lo que está a la vista de todos (cómo mandonean, como se disputan cuotas de poder, cómo se distraen en rencillas que no conciernen sino a pequeños grupos) tal vez guarde relación con la "tibieza" de la campaña electoral. Tal vez las encuestas que le dan al comandante Chávez una ventaja de nueve millones sobre cinco del candidato de la oligarquía, contribuyen a crear un clima de triunfalismo. Insólito.

Pero tales son asuntos menores, casi se diría que gajes del oficio, frente al reto que tenemos por delante: hacer posible el triunfo de Chávez por amplio margen. Para lo que es necesario que cada cual vaya asumiendo posiciones. Sin excusas ni dilaciones. Que se haga nuevamente la maquinaria popular, que se levante el gigante, que estremezca la tierra. Salgamos a pelear voto a voto.

19 de agosto de 2012

De guiones, planes y soluciones


"Estamos trayendo la gasolina de afuera". 

No lo dijo nadie hace diez años. La frase la dejó deslizar el ex gobernador Capriles durante un discurso en el estado Portuguesa, el jueves 16 de agosto de 2012.

Es decir, hace apenas cuatro días.

Ella dice mucho de la naturaleza de la campaña electoral que está desplegando el candidato de la oligarquía.

Podríamos comenzar indagando en las condiciones que han hecho posible que un candidato mienta de manera tan deliberada, y que la mentira aparezca ya ni siquiera como un desliz, como un lamentable error que habría de corregirse, sino como un signo de audacia.

La mentira como virtud.

Algo así sólo ha podido suceder gracias al nada desinteresado aporte de la maquinaria propagandística opositora, según la cual los problemas de gestión son realmente problemas, única y exclusivamente si se trata de la gestión de algún chavista, y jamás aplica para aquellos casos en que los cargos electos por voluntad popular son ocupados por valerosos y entusiastas militantes del antichavismo, que es casi como decir "de la Unidad", aunque la pelea interna sea a cuchillo.

Así, mientras en el campo popular y revolucionario damos rienda suelta a un intenso debate sobre la necesidad de promover el control popular de la gestión de gobierno, comenzando por la gestión del gobierno nacional, y mientras el mismo comandante Chávez subraya la importancia no sólo del protagonismo y la participación, sino de la interpelación popular, en medios opositores no tiene ninguna cabida la crítica de los gobiernos municipales y estadales bajo control del antichavismo.

Según la lógica que mueve y promueve la maquinaria propagandística opositora, cualquiera podría deducir que allí donde gobierna el antichavismo se vive en un mar de felicidad. Sin embargo, cosa curiosa: lo que esta maquinaria nos cuenta es que vivimos en un país de catástrofe.

La inmensa mayoría de los medios de todo tipo (impresos, audiovisuales, electrónicos…) existentes en este país nos repiten día tras día que todo aquel que se oponga a Chávez está exento de cometer algún error, y cualquier problema, desde el más pequeño al más calamitoso, debe ser responsabilidad de algún funcionario chavista.

O del mismo Chávez, para simplificar trámites.

Lo que pretende la maquinaria propagandística opositora es ahorrarnos el trabajo de pensar, de discernir. Si algunos rezamos para que nuestro Dios nos libre de todo mal, los medios antichavistas nos ofrecen librarnos de toda responsabilidad: si usted elige ser antichavista, no sólo se convierte en un valeroso y heroico ciudadano que lucha contra el tirano Chávez y los incompetentes y ladrones que lo acompañan; además queda exento de toda responsabilidad. Sólo el antichavismo os hará libres. Votar por Chávez es cosa de esclavos.

Eso explica el fenómeno de la aparición de algunos "testimonios" que, bajo la forma de comentarios, pueden leerse en algunos sitios noticiosos en la Internet: alguien decide "confesar" que alguna vez cometió el pecado de votar por Chávez y luego expresa su propósito de enmienda. Sólo la verdad os hará libres. Votar por Chávez es cosa de infieles y pecadores.

No importa si en el camino recién descubierto se dicen una, diez o mil mentiras. Después de todo, Dios actúa de formas misteriosas.

El ex gobernador Capriles dice que "estamos trayendo la gasolina de afuera" y no importa si la afirmación es ridículamente falsa, una ofensa a la inteligencia. La cuestión es que tenemos a un rico de cuna que es llorón y a una mamá que lo pellizca.

Si Capriles tiene licencia para mentir impunemente es porque está apoyado por una maquinaria propagandística que alienta la impunidad. El candidato de la oligarquía está exento de toda responsabilidad y no tiene por qué rendir cuentas a nadie porque la oligarquía nunca rindió cuentas a nadie.

Eso sí, el ex gobernador Capriles no tiene licencia para salirse del guión. No hay que olvidar que Capriles, la persona, es alguien que debe actuar un papel. Se trata realmente de un personaje, de un muñeco de ventrílocuo que actúa de acuerdo a los intereses de una clase. Por eso, más que el personaje, y mucho más que Capriles la persona, lo que importa es el guión.

El guión que sigue el ex gobernador Capriles le indica que tiene que hablar de los "problemas concretos" de la población. Todo está perdido si no es capaz de conectarse con sus demandas y sus anhelos, con sus malestares y frustraciones.

Poco importa, y esto no es un dato menor, si la clase a la que pertenece Capriles nunca los ha padecido. Tampoco importa si como gobernador de Miranda no hizo nada, o hizo muy poco, para resolverlos. Lo suyo es hablar de "problemas concretos", atribuir toda la responsabilidad a Chávez y lavarse las manos.

El detalle está en que nunca habla de soluciones concretas para estos "problemas concretos", de manera que estos últimos terminan convertidos en una vulgar abstracción que legitima cualquier disparate, cualquier mentira. Como aquella de que "estamos trayendo la gasolina de afuera".

No es que la oligarquía no tenga un plan. Es que hasta es público. Y fue suscrito por Capriles. Si no se refiere a él, es porque es impresentable. Porque su carácter profundamente anti-popular. Porque está concebido para resolverle los problemas a la oligarquía.

En el fondo, lo que la campaña de la oligarquía persigue es que el pueblo venezolano desaprenda la lección más importante que nos ha legado esta revolución: que la solución de los problemas del pueblo sólo será obra del pueblo mismo.

El pueblo sólo tiene un candidato, y se llama Hugo Chávez.

12 de agosto de 2012

El petróleo, ese problema



Dos millones novecientos mil. Relea la cifra: dos millones novecientos mil. Supongamos que ese es su ingreso mensual: dos millones novecientos mil de los viejos. Es decir, dos mil novecientos bolívares.

Ahora imagínese que un mal día a su patrón se le ocurre la brillante idea de rebajarle el sueldo a veinticinco bolívares. Así como lo lee: un billete de veinte más uno de cinco. Una tortuga carey y un cachicamo gigante. Menos del uno por ciento de lo que ganaba apenas el día anterior.

Deténgase un momento a pensar: veinticinco bolívares para todo un mes.

Ahora sí, sin vergüenza y sin complejos, que nadie lo está escuchando, dele rienda suelta a su imaginación ¿qué pensaría usted de su patrón?

Es posible que usted no lo recuerde con suficiente detalle, pero algo muy similar ya le pasó una vez. A usted, a mí y a millones más. A la casi totalidad de la población venezolana.

Dos millones novecientos mil barriles de petróleo diarios era lo que producía la industria petrolera venezolana al correr el primer día de diciembre de 2002.

Al día siguiente, la Mesa de la Unidad Democrática de entonces, mandaderos de los patrones, y con visible protagonismo del mismo patronato y de los sindicaleros, decidieron impulsar un paro patronal, en contra de la voluntad de muchos trabajadores y empleados. Pero la jugada maestra fue la paralización de actividades de la industria petrolera, que pronto dio paso al sabotaje de sus instalaciones o procesos.

Todo lo cual, inspirados en la genial idea de que, interrumpiendo la producción de petróleo, el pueblo venezolano se rendiría a sus brazos.

A veinticinco mil barriles de petróleo diario disminuyó la producción de nuestra industria. Menos del uno por ciento de lo que producíamos al comenzar aquel mes de diciembre.

Sin vergüenza, sin complejos, con mucha imaginación, pero sobre todo con dignidad infinita, el pueblo optó por la resistencia frente a la oligarquía.

Y la derrotó.

Y la victoria popular fue una victoria hermosa, rutilante, sonora.

¿Hizo algo el ex gobernador Capriles, hizo algo su partido, para evitar aquel exabrupto histórico? Nada. ¿Pidió alguna vez perdón al pueblo venezolano? Nunca.

Como es propio de su clase, que jamás debió responder por sus actos porque sus deseos siempre fueron ley, el ex gobernador Capriles hace hoy como si aquello jamás sucedió.

Capriles no fue. El andaba comprando gasolina. Sólo que no había.

Diez años después, el ex gobernador nos presenta un plan: "Petróleo para el progreso". Capriles, que apoyó decididamente una acción criminal que provocó la caída en la producción de petróleo a niveles históricos, ahora viene a contarnos que la solución de todos nuestros males, usted no lo va a creer, es nada más y nada menos que… ¡el incremento de la producción petrolera!

Diez años después, un candidato que no para de decir que catorce años de Chávez en el gobierno son demasiados, nos presenta un plan que incluye un gráfico que, debemos suponer, nos "demuestra" cómo ha disminuido la producción de petróleo… ¡desde 2005!

De nuevo, el sabotaje de la industria petrolera nunca existió.

Según el plan del ex gobernador Capriles, con los siete mil millones de dólares que Chávez "regala" a otros países vía "descuentos", hubieran podido construirse cuatrocientos cuarenta mil casas, dos mil cien escuelas y quinientos hospitales.

Según estimaciones oficiales, el sabotaje petrolero se tradujo en la pérdida de ¡catorce mil cuatrocientos treinta millones de dólares, sólo por concepto de ventas no realizadas! Es decir, sin contar los daños materiales contra la industria, las innumerables penurias que la inmensa mayoría de la población venezolana debió padecer y el costo en vidas humanas.

Si aplicáramos la lógica que rige el demagógico plan del ex gobernador Capriles, con esos catorce mil cuatrocientos treinta millones de dólares hubiéramos podido construir ochocientas mil casas, cuatro mil escuelas y mil hospitales.

Con motivo de la presentación del fulano plan, Capriles se quejaba, palabras más palabras menos, de que Chávez despilfarraba el dinero del petróleo, y que no lo invertía en mejorar las condiciones de vida del pueblo venezolano porque estaba más pendiente de salvar el mundo que de resolver los problemas de su país.

No basta con decir que se trata de una vulgar falacia que no resiste el menor análisis. Es que hay demasiados cabos sueltos.

¿De cuándo acá tanto desinterés por lo que sucede en el mundo, tratándose 
de un representante de la misma tecnocracia que nos hablaba de "internacionalización" del negocio petrolero? ¿De dónde este repentino afán por la introspección, es decir, este súbito interés por los problemas del país, viniendo de un representante de la misma elite que nos hablaba de "apertura"?

¿Acaso evadir el control estatal, esto es, que la industria petrolera venezolana operara como un Estado dentro del Estado, no equivalía a darle la espalda a los intereses del pueblo venezolano?

Bajo el manto protector de esa industria petrolera nació Primero Justicia, el partido de Capriles. Cual hijo legítimo, rico de cuna, destinado a guiar al pueblo bastardo.

El problema, para las fuerzas económicas y políticas que promueven la candidatura del ex gobernador Capriles, no es que la revolución bolivariana "regale" el petróleo a otros países. El problema son las regalías.

¿O acaso Primero Justicia estuvo de acuerdo con la promulgación de la Ley Orgánica de Hidrocarburos? ¿Estuvo de acuerdo con su posterior reforma, en 2006, que profundiza el control estatal sobre la actividad petrolera?

No sólo no estuvo de acuerdo. En el documento "Lineamientos para el Programa de Gobierno de Unidad Nacional (2013-2019)", suscrito por Capriles, en sus puntos 512, 513 y 514, se plantea de manera expresa la revisión, reforma o derogación de las leyes y demás instrumentos jurídicos en la materia, sancionados durante la revolución bolivariana.

El problema es que los ricos ahora tienen que pagar. El problema es que ya no pueden hacer negocios a su antojo. El problema es que les duele el bolsillo.

Si por ellos fuera, mañana mismo nos vuelven a imponer un sueldo de 25 bolívares mensuales.

8 de agosto de 2012

El viejo Antonio, un hombre decepcionado

El viejo Antonio no pierde oportunidad para señalar lo que define como una clara propensión a la militancia sin principios ni ímpetu. Ofrece varios ejemplos, de vividores y charlatanes, y me pregunta si acaso a eso se le puede llamar militante.

De cuándo acá alguien exige un salario por hacer el trabajo que en otros tiempos se hacía por pura convicción.

Le riposto, más en broma que en serio, que yo siempre entendí que la revolución era asunto de asalariados, y me responde que una revolución es asunto de hombres y mujeres que no están dispuestos a ponerle un precio a su trabajo, y esto incluye toda la energía puesta en el trabajo militante.

Le replico nuevamente, y le planteo que debe reconocer que no todo se trata de ímpetu, furor o frenesí. Que hace falta cabeza y también pies sobre la tierra. Me dice que tengo razón. Pero agrega que si tiene que escoger entre quien acusa un dolor de cabeza o se queja de sus pies adoloridos tras una larga caminata o alguien con dolor de ímpetu, se queda con este último.

Dolor de ímpetu: dícese de aquel dolor que hace que se nos retuerzan los bríos con que luchamos.

Otra forma de nombrar la alegría que nos produce saber que la llama que nos hace pensar y caminar no está extinta.

Qué fácil es confundir a Antonio, comunista desde niño, severo de juicio, con un viejo cascarrabias, un nostálgico, un hombre derrotado. Sin embargo, en su interior sigue habitando esa llama, y es como si se empeñara todos los días en resguardarla para preservar la herencia.

A su manera, el viejo Antonio es un "hombre decepcionado". No se me ocurre otra forma de expresarle mis respetos.

Daniel Bensaïd escribía que la crítica de la religión que hacía Marx tenía como objetivo "despojar al hombre de sus ilusiones, de sus consuelos ilusos, defraudarlo, hacer caer las escamas de sus ojos" para que, en palabras del propio Marx, "piense, obre y modele su realidad como hombre decepcionado, que alcanza la razón para gravitar en torno a él mismo, es decir, en torno a su sol real".

Es lo que hace Antonio, y lo disimula con estridencias, alaridos y golpes a la mesa que no impresionan a nadie: recordarme que no podemos permitirnos dejar de pensar, obrar y modelar nuestra realidad como hombres y mujeres decepcionados, porque de otra forma estamos perdidos.

Que la inconformidad, la rebeldía, la independencia de criterio forman parte de una herencia que tenemos que ser capaces de transmitir a los que vendrán después de nosotros, y que debemos evitar ser tan imbéciles como para creer que una revolución se trata de obtener un cargo, sacar provecho personal.

Después no se lamenten cuando el pueblo decepcionado se los cobre.

1 de agosto de 2012

Por lealtad hacia los desconocidos

Estar en campaña no tendría que significar hacer una pausa en el trabajo militante para dedicarse a lo "electoral", y asumir la tarea con una cierta resignación, derivada del hecho de que, después de todo, somos demasiado humanos y estamos movidos por las pasiones más bajas, por lo que no quedaría otra alternativa que prometer, embaucar y ensuciase las manos, como siempre se ha hecho.

Al contrario, estar encampañado es una oportunidad como pocas para revisar nuestra noción de militancia y evaluar hasta qué punto ella se corresponde con esa política "otra" que, convenzámonos de una vez, es urgente inventar y desplegar.

Entender, por ejemplo, que no tiene sentido alguno pretender que algo como la construcción del "hombre nuevo" (por citar una consigna muy socorrida) es una tarea que se acometerá con hombres y mujeres nuevos, y no con nosotros, los "viejos", es decir, con seres humanos de carne y hueso con una voluntad enorme para luchar y cambiar, pero que cargamos con los valores de la vieja sociedad.

En un hermoso texto de 1997, en el que indagaba sobre las "razones y pasiones militantes", Daniel Bensaïd defendía la idea de que la militancia, eso que pudiera llamarse el "compromiso militante", tiene que ver tanto con la "adhesión a grandes ideas, como a esas fidelidades moleculares, esas mínimas relaciones de memoria y acción" asociadas a lo que algún militante polaco enunciaba como "lealtad hacia los desconocidos".

Militamos en la revolución bolivariana "por lealtad hacia los desconocidos".

Escribía Bensaïd: "Militar compromete un sentido de la responsabilidad hacia los desconocidos, sin eclipses ni intermitencias. Ahí estamos. No en el simple compromiso… En realidad, de eso se trata. No de casarse con tal causa o tal partido, sino de vivir una relación con el mundo sin reconciliación posible. El compromiso no es un despertar matinal después de una noche de rayos y truenos. Se llega a ser revolucionario por lógica del corazón y de la razón".

Militamos porque "este mundo es inaceptable. Por tanto hay que intentar cambiarlo, sin ninguna garantía de conseguirlo. Esto es lo primero".

Militamos porque no nos da la gana de renunciar a lo que hemos conquistado durante todos estos años, complementaríamos.

Se puede renunciar a esta "lógica del corazón y de la razón" por tres razones: "por mala fe, por resignación o por cinismo". Es fácil hacerlo en tiempos de campaña y repetir las prácticas de la vieja política y actuar como si todo se tratara de cuotas de poder y de cargos y de privilegios.

Pero siempre podemos reafirmar nuestra "lealtad hacia los desconocidos" que luchan por cambiar el mundo.