12 de agosto de 2012

El petróleo, ese problema



Dos millones novecientos mil. Relea la cifra: dos millones novecientos mil. Supongamos que ese es su ingreso mensual: dos millones novecientos mil de los viejos. Es decir, dos mil novecientos bolívares.

Ahora imagínese que un mal día a su patrón se le ocurre la brillante idea de rebajarle el sueldo a veinticinco bolívares. Así como lo lee: un billete de veinte más uno de cinco. Una tortuga carey y un cachicamo gigante. Menos del uno por ciento de lo que ganaba apenas el día anterior.

Deténgase un momento a pensar: veinticinco bolívares para todo un mes.

Ahora sí, sin vergüenza y sin complejos, que nadie lo está escuchando, dele rienda suelta a su imaginación ¿qué pensaría usted de su patrón?

Es posible que usted no lo recuerde con suficiente detalle, pero algo muy similar ya le pasó una vez. A usted, a mí y a millones más. A la casi totalidad de la población venezolana.

Dos millones novecientos mil barriles de petróleo diarios era lo que producía la industria petrolera venezolana al correr el primer día de diciembre de 2002.

Al día siguiente, la Mesa de la Unidad Democrática de entonces, mandaderos de los patrones, y con visible protagonismo del mismo patronato y de los sindicaleros, decidieron impulsar un paro patronal, en contra de la voluntad de muchos trabajadores y empleados. Pero la jugada maestra fue la paralización de actividades de la industria petrolera, que pronto dio paso al sabotaje de sus instalaciones o procesos.

Todo lo cual, inspirados en la genial idea de que, interrumpiendo la producción de petróleo, el pueblo venezolano se rendiría a sus brazos.

A veinticinco mil barriles de petróleo diario disminuyó la producción de nuestra industria. Menos del uno por ciento de lo que producíamos al comenzar aquel mes de diciembre.

Sin vergüenza, sin complejos, con mucha imaginación, pero sobre todo con dignidad infinita, el pueblo optó por la resistencia frente a la oligarquía.

Y la derrotó.

Y la victoria popular fue una victoria hermosa, rutilante, sonora.

¿Hizo algo el ex gobernador Capriles, hizo algo su partido, para evitar aquel exabrupto histórico? Nada. ¿Pidió alguna vez perdón al pueblo venezolano? Nunca.

Como es propio de su clase, que jamás debió responder por sus actos porque sus deseos siempre fueron ley, el ex gobernador Capriles hace hoy como si aquello jamás sucedió.

Capriles no fue. El andaba comprando gasolina. Sólo que no había.

Diez años después, el ex gobernador nos presenta un plan: "Petróleo para el progreso". Capriles, que apoyó decididamente una acción criminal que provocó la caída en la producción de petróleo a niveles históricos, ahora viene a contarnos que la solución de todos nuestros males, usted no lo va a creer, es nada más y nada menos que… ¡el incremento de la producción petrolera!

Diez años después, un candidato que no para de decir que catorce años de Chávez en el gobierno son demasiados, nos presenta un plan que incluye un gráfico que, debemos suponer, nos "demuestra" cómo ha disminuido la producción de petróleo… ¡desde 2005!

De nuevo, el sabotaje de la industria petrolera nunca existió.

Según el plan del ex gobernador Capriles, con los siete mil millones de dólares que Chávez "regala" a otros países vía "descuentos", hubieran podido construirse cuatrocientos cuarenta mil casas, dos mil cien escuelas y quinientos hospitales.

Según estimaciones oficiales, el sabotaje petrolero se tradujo en la pérdida de ¡catorce mil cuatrocientos treinta millones de dólares, sólo por concepto de ventas no realizadas! Es decir, sin contar los daños materiales contra la industria, las innumerables penurias que la inmensa mayoría de la población venezolana debió padecer y el costo en vidas humanas.

Si aplicáramos la lógica que rige el demagógico plan del ex gobernador Capriles, con esos catorce mil cuatrocientos treinta millones de dólares hubiéramos podido construir ochocientas mil casas, cuatro mil escuelas y mil hospitales.

Con motivo de la presentación del fulano plan, Capriles se quejaba, palabras más palabras menos, de que Chávez despilfarraba el dinero del petróleo, y que no lo invertía en mejorar las condiciones de vida del pueblo venezolano porque estaba más pendiente de salvar el mundo que de resolver los problemas de su país.

No basta con decir que se trata de una vulgar falacia que no resiste el menor análisis. Es que hay demasiados cabos sueltos.

¿De cuándo acá tanto desinterés por lo que sucede en el mundo, tratándose 
de un representante de la misma tecnocracia que nos hablaba de "internacionalización" del negocio petrolero? ¿De dónde este repentino afán por la introspección, es decir, este súbito interés por los problemas del país, viniendo de un representante de la misma elite que nos hablaba de "apertura"?

¿Acaso evadir el control estatal, esto es, que la industria petrolera venezolana operara como un Estado dentro del Estado, no equivalía a darle la espalda a los intereses del pueblo venezolano?

Bajo el manto protector de esa industria petrolera nació Primero Justicia, el partido de Capriles. Cual hijo legítimo, rico de cuna, destinado a guiar al pueblo bastardo.

El problema, para las fuerzas económicas y políticas que promueven la candidatura del ex gobernador Capriles, no es que la revolución bolivariana "regale" el petróleo a otros países. El problema son las regalías.

¿O acaso Primero Justicia estuvo de acuerdo con la promulgación de la Ley Orgánica de Hidrocarburos? ¿Estuvo de acuerdo con su posterior reforma, en 2006, que profundiza el control estatal sobre la actividad petrolera?

No sólo no estuvo de acuerdo. En el documento "Lineamientos para el Programa de Gobierno de Unidad Nacional (2013-2019)", suscrito por Capriles, en sus puntos 512, 513 y 514, se plantea de manera expresa la revisión, reforma o derogación de las leyes y demás instrumentos jurídicos en la materia, sancionados durante la revolución bolivariana.

El problema es que los ricos ahora tienen que pagar. El problema es que ya no pueden hacer negocios a su antojo. El problema es que les duele el bolsillo.

Si por ellos fuera, mañana mismo nos vuelven a imponer un sueldo de 25 bolívares mensuales.

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