24 de noviembre de 2009

Ha escapado Moby Dick

Volvimos a casa el lunes, ya de noche, exhaustos, con ganas de abrir la puerta y tirarnos en la cama. Nos esperaba, en cambio, una alfombra de agua.

A esta zona de la ciudad le corresponde racionamiento los sábados. No dejamos ninguna llave abierta, pero no cumplimos con la regla básica: si te vas de viaje, cierra el paso. Sospechamos que el agua regresó de madrugada, ya domingo. Vino con tal fuerza que partió en dos la conexión que alimenta a uno de los lavamanos.

¿Daños? Además de nuestras espaldas, del agua desperdiciada y de las molestias que causamos a algunos de nuestros vecinos, prácticamente ninguno. De ellos, el más curioso, el que más lamenté, un ejemplar recién adquirido de Moby Dick, que había dejado tirado en el suelo, al lado de mi cama.


¿Curioso? No había signos de que el agua desparramada hubiera alcanzado esa esquina de la habitación. Un par de zapatos a su lado, una franela, yacían completamente secos.

¿Qué es ese ruido, Sandra Mikele, que lo mismo puede provenir del fregadero que de la bañera? ¿Qué es ese sonido que sale de tu clóset?

Te hago estas preguntas, y sé que es mi manera de disipar la melancolía y regular la circulación. Cada vez que mi boca se tuerce en una mueca amarga; cada vez que en mi alma se posa un noviembre húmedo y lluvioso... entonces comprendo que ha llegado la hora de entregarme a ti, querida hija mía, lo antes posible.

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De su segundo disco, Led Zeppelin II, de 1969, y sin más, les dejo con Moby Dick:

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