Después
de todo, yo lo que soy es un comentarista deportivo. ¿Sobre qué puedo escribir
un día como hoy, si respiro y exudo beisbol?
Algún
día de diciembre, al término de un juego en el Universitario, llamé a Rommel
para contarle que lo que acababa de presenciar daba para pensar que los Tiburones
de La Guaira podían ser campeones esta temporada. Estuvo de acuerdo. No
recuerdo las circunstancias. Pero sé que aquella confesión y, más allá, aquel
gesto fraterno y cómplice, no fueron el resultado de la impresión que dejó en
nosotros un descomunal despliegue de bateo, una joya de picheo, una defensa
maravillosa.
Más
allá de los números, de los lances extraordinarios, de las manifestaciones de
talento y del virtuosismo, hay una materia muy difícil de discernir, una suerte
de intangible, de extra que no es
igual a la suma de las partes, que es lo que hace a los equipos invencibles.
Verlo allí, en el terreno, presentirlo, casi tocarlo, saborearlo, maravillarse
con su belleza, por primera vez después de tantos años, fue para nosotros una
revelación, un acontecimiento. Tanto, que comencé a preocuparme por los fanáticos más jóvenes, los más impacientes, los que tal vez no han entendido que el beisbol no se trata de trofeos, sino de jugar bien a la pelota.
Hoy,
sin embargo, cuando faltan tres jornadas para que culmine la fase semifinal, de
nuevo está La Guaira contra las cuerdas, en el tercer lugar, a tan solo un
juego del segundo, a dos del primero, pero ya oficialmente dependiendo de otros
resultados para ir a la final. Nuestro destino ya dejó de estar en nuestras
manos.
¿Cómo
ha sido posible? Más de treinta años viendo beisbol y no sé responder a esa
pregunta. Si todavía quedaba alguna duda, ahora está más que claro que no basta
con tener al campeón bate, al jugador más valioso, al novato del año, al
mánager del año. No basta con semejante carro de leña: tres criollos con más de
cuarenta impulsadas. No es cuestión de números. ¿Picheo? Ayer vimos cómo se
desplomaba Enrique González, nuestro mejor relevista, en el séptimo inning,
luego de acercar el juego por una carrera, lanzándole a la parte baja de la
alineación de los Tigres.
Sin
menospreciar, por cierto, al equipo de Aragua, seguro finalista, ¿cómo ha sido
posible? ¿Qué más se le puede pedir, por
ejemplo, al capitán del equipo, Oscar Salazar, que hoy amaneció bateando .340,
con 5 jonrones y 17 impulsadas? Una vez más: no es cuestión de números. Cabe la pregunta: ¿qué
es eso que no sabemos los siete mil fanáticos que ayer acompañamos a nuestro
equipo en el Universitario, y tal vez sepa alguno de los miles que optaron por no
hacer acto de presencia?
Ayer,
cerca de la medianoche, cuando manejaba de vuelta a la casa, me preguntaba una
y otra vez: ¿cómo le explico a Sandra Mikele que perdimos? Esta mañana le di un
abrazo y le dije: "Hice lo que pude. Grité, ligué. Hice lo que pude".
Esta
noche, las que restan, hasta el último out, seguiré haciendo lo posible. Ligando
porque mi equipo descifre aquella incógnita y haga en el terreno lo que ya parece
casi imposible.
¡Qué lejanos aquellos luminosos días de septiembre-octubre del 2011 cuando el Gran Polo Patriótico era una alegre y revolucionaria realidad, contra burócratas y cúpulas, más allá de partidos y dirigentes!
ResponderBorrarDesde diciembre 2011 un manto oscuro arropa al GPP. Callan los comentaristas que en septiembre-octubre inundaban a aporrea_org y a los blogs de izquierda con cantos al GPP; el tema es tabú.
Dentro de unos meses, cuando el PSUV haya consolidado su estructura electoral y sus negocios entre cúpulas para las elecciones regionales, cuando chávez haya seleccionado sin restearse con las bases quienes serán gobernadores, entonces el GPP será resucitado como comparsa necesaria para el carnaval de octubre-diciembre-abril.
Entonces renacerán los cantores del GPP.