4 de enero de 2012

La tiranía de los doctos


Aníbal Ortizpozo. Meritocracia.

"Si no hubiera tiranía, todos fuéramos hermanos". 


Importa poco qué día fue publicada la entrevista. Basta con saber que fue recientemente. El nombre del entrevistado importa menos aún. Lo clave es tener clara la tarea: ésta consiste en abonar a la idea de que, en una eventual derrota de Chávez, el chavismo no tendría nada qué temer. Simplemente sobrevendría una "transición democrática" y gobernaría la Unidad.

Tal idea, por cierto, se funda en un profundo menosprecio: el chavismo sólo sería capaz de refrendar su apoyo a Chávez y a la revolución bolivariana si lo hace por miedo. Porque todo chavista tiene un poco de sinvergüenza y cobarde, de pedigüeño y delincuente. De idiota. Por eso hay que convencerlo de que todos sus desvaríos igualitaristas de los últimos años, todas sus afrentas, su revanchismo, su altivez, su impertinencia, incluso todas sus victorias serán perdonadas. No habrá castigo. La Unidad será magnánima.

A esta tarea, decía, se han sumado las mentes más lúcidas del antichavismo. Con un airecillo a superioridad moral que haría palidecer a los "meritócratas". A uno de esos cerebros le ha dedicado El Universal una página completa, un domingo de estos.   

Justo porque la identidad del personaje es lo de menos, lo que importa es la autoridad que le confiere la academia, Roberto Giusti juega de entrada a impresionarnos: "Denso, variado y abigarrado es el currículum de Benigno Alarcón". Por ahí se va: profesor de la UCAB, "abogado con diversas especializaciones en campos como la Gerencia Pública, el Derecho Internacional Económico o los Procedimientos Alternativos de Resolución de Conflictos". Omite decir que Alarcón ha sido asesor en Venezuela de transnacionales como British Petroleum, Citibank, Ford Motors, Coca Cola, Philip Morris, entre otras. Lo que hay que resaltar ahora es su perfil académico.

Y Alarcón es un tipo que sabe. Tanto sabe, que no pierde una sola oportunidad para contarnos sobre todos los libros que se ha leído. Por ejemplo:


1.- Para demostrar que el venezolano es un "régimen no propiamente democrático", a pesar de que hay elecciones, cita a Larry Diamond. En Venezuela impera el "autoritarismo hegemónico".
2.- Para demostrar que el gobierno venezolano está "perfeccionando" el autoritarismo, aparentando ser democrático, lo que le "permite cierto grado de legitimidad, tanto hacia dentro como hacia afuera", cita a Martin Lipset.
3.- Para demostrar que el "proceso de democratización" en Venezuela dependerá fundamentalmente de lo que hagan "actores internos", cita a Samuel Huntington.
4.- Para demostrar que la oposición no tiene la fuerza suficiente como para derrocar al gobierno de Chávez, pero éste último, a su vez, ha entrado en una fase de decadencia irreversible, y por tanto lo que corresponde es "negociar una transición que les permita (a los salientes) conservar algunos privilegios y evitar el peor de los escenarios", cita a Juan Linz.
5.- Para demostrar que la oposición tiene que salir a la calle a protestar, para que el gobierno reprima (como en Egipto o Yemen), y esto acelere el fin del régimen, cita a Robert Dahl.

Casi parece una alineación de Todos Estrellas: en el jardín central y como primer bate, el veloz Larry Diamond, el Diamante de Stanford. Lipset tiene nombre de tercera base, bateador de contacto. Huntington en primera y tercero en el orden. Por supuesto Juan Linz es el cuarto bate: hombre de poder. Dahl es quinto y receptor. Ya sabemos quién es el batequebrao.

¿Tanta especialización y tanto libro para venir a repetirnos la misma cantinela sobre el autoritarismo que nos aprendimos de memoria hace muchos años? Pero cuidado, hay que saber leer entre líneas, separar la abundante paja del trigo. Alarcón plantea que el antichavismo no puede cometer los mismos errores, que no hay que inspirar miedo, que es necesario "negociar".

¿A qué errores se refiere? Según Alarcón, siguiendo a Robert Dahl, el 11 de abril de 2002 "el costo de la opresión se volvió demasiado alto para Chávez y el sector militar dijo que no estaba dispuesto a parar a la gente a sangre y fuego. Chávez decidió renunciar… Luego vinieron los errores".

Al bate, Benigno Alarcón. Rolling al picher. El tipo no la conecta con fuerza ni bateando con la puerta de una Iglesia. Qué manera de matar un rally.

Casi una década después, cuando su concurso activo es de lo más necesario, cuando más peso tendría que tener la fuerza de las ideas que la idea de la fuerza (porque es crucial no espantar a los chavistas), un tipo de currículum "denso, variado y abigarrado", la encarnación del Saber (sobre el Poder autoritario), nos cuenta que primero fue el golpe de Estado, y "luego vinieron los errores".

Así cualquiera resuelve un conflicto de manera alternativa o asesora una "transición democrática". Así es muy fácil servir de perro guardián del capital transnacional. Repitiendo lugares comunes y disimulándolos con la grandilocuencia característica de los charlatanes. Haciendo demagogia pura y dura en nombre de la Ciencia. ("Una de las grandes discusiones en el mundo, hoy en día, estriba en plantearse si, en un régimen no propiamente democrático…"). Es la tiranía de los doctos.

No es cierto que estaríamos obligados a elegir entre una tiranía de los doctos y otra de los legos o ignorantes (que sería chavista, naturalmente). Siempre habrá que elegir luchar contra la tiranía, sea del signo que sea. El lugar que hoy ocupa en la vida pública este falso dilema se lo debemos, precisamente, a los partidarios de la primera de las tiranías: sin los "ignorantes" y "autoritarios" que ellos mismos suscitan con su discurso, no podrían reclamar su condición de doctos y demócratas. No podrían erigirse como "solución" al "problema" de la situación venezolana. Pero el problema es siempre la tiranía.

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