Religiones populares.
Escribía en agosto pasado mi amigo argentino Felipe Real que "las religiones populares
deben ser incorporadas a la política (en nuestros propios términos)".
Argumentaba,
en tono deliberadamente polémico, que "hicieron muy bien los primeros patriotas
latinoamericanos en fomentar la quema simbólica de iglesias: había que 'comunicar' que llegaba el fin del dominio político y espiritual del
conquistador. Fue un gran éxito propagandístico". En cambio, "hizo muy mal la
segunda generación de patriotas latinoamericanos en no inventar un cielo
propio. Estaban rotas las relaciones con el Vaticano y era hora de cortar el
cordón umbilical espiritual con Roma. No se jugaron a fondo y la erraron. Había
que inventar un dios en el cual podamos reflejarnos, con nuestro rostro y
nuestra forma de ser. Nada de barbas largas y muchos pómulos anchos".
Agregaba: "Existe otra razón que nos lleva a pensar que la religión debe ser usada en
nuestros propios términos: cada vez que a los pueblos se les da por creer en sí
mismos y modifican su realidad terrenal, se juegan e inventan dioses y
semidioses".
Entonces,
ponía el ejemplo de Venezuela: "También podemos mirar a la Venezuela
politeísta. El Chávez de hoy, enfermo y calvo, que va a misa a pedir por su
salud (que es la del pueblo y su revolución) es más fuerte. Es más fuerte
porque con los altares populares y las jornadas ecuménicas, llega a todos
aquellos que no pudo convencer con argumentos lógicos-terrenales. Esos
creyentes son cooptados por el brazo espiritual de la revolución y la religión
se convierte en un canal propagandístico".
La procesión por dentro del antichavismo
¿Cómo
ha reaccionado el antichavismo frente al anuncio hecho por el presidente Chávez, este martes 21 de febrero, sobre la necesidad de una intervención quirúrgica para removerle una nueva lesión? De manera variada, sin duda. Pero
digamos que se pueden distinguir, básicamente, dos posiciones: 1) la de
aquellos que se frotan las manos porque creen que en el chavismo todo se viene
abajo, y por tanto es el momento oportuno para sembrar cizaña, multiplicar las
especulaciones sobre eventuales "sucesores", esparcir rumores sobre divisiones;
2) la de aquellos que se limitan a expresar sus "buenos deseos" por la salud
del Presidente, pero que eventualmente cuestionan la "politización" que el "oficialismo" hace de la enfermedad del
comandante para cohesionar filas y captar nuevos apoyos.
Por
supuesto, habrá quienes sigan creyendo que todo se trata de una gran
conspiración, que la enfermedad de Chávez siempre ha sido una farsa; los habrá
quienes denuncien la "politización" de la enfermedad y siembren cizaña; en fin,
hay múltiples cruces posibles. ¿Por qué identificar dos posiciones centrales?
Por aquello que las distingue: para algunos, la debilidad de Chávez es una
oportunidad como nunca antes para derrotar a la revolución bolivariana; los
otros, en cambio, están conscientes de que una eventual victoria opositora
tendría que ser, al mismo tiempo, la derrota de un Chávez sano, robusto, en
pleno uso de sus facultades físicas. Porque, ¿qué merito puede tener vencer a
un convaleciente?
He
aquí el gran dilema opositor: ¿es preferible vencer a un Chávez debilitado
físicamente, y por tanto indispuesto para asumir la campaña a plenitud, o derrotar
a un Chávez sano, fuerte, desplazándose de un extremo a otro de la geografía
nacional, gobernando, arengando al pueblo?
Después
de todo, lo que dejan traslucir ambas posturas es un gran temor: la posibilidad
de que, aún convaleciente, Chávez los derrote nuevamente, y de allí la
virulencia de los ataques de unos, y los "buenos deseos" de los otros. Pensándolo
bien, dirán estos últimos, es infinitamente preferible perder contra un Chávez
sano. Ya lo decía Capriles, el fin de semana pasado: "¿Que qué le deseo? Larga vida porque quiero que vea, con sus ojos, los cambios que vendrán, desde el estancamiento y el atraso de hoy a la Venezuela del progreso".
Larga vida a Chávez
Si
parte de la oposición le desea "larga vida" a Chávez es porque hoy, más que
nunca, lo necesita sano y fuerte. Porque dada la imposibilidad de vencer al
Chávez-mito, resulta imperioso vencer al Chávez-hombre, "demostrarle" al pueblo
venezolano que es un ser humano de carne y hueso, y por tanto derrotable.
El
detalle es que no ha sido el pueblo venezolano el que endiosó a Chávez.
Contrario al dogma de fe que mueve a un antichavismo que, irónicamente, presume
ser el adalid de la Razón, la fortaleza del comandante radica en su humanidad.
Fue el antichavismo el que lo convirtió en Dios, porque sólo una deidad podía
ser capaz de concitar semejante apoyo popular. Sin mucha dificultad podrá
identificarse cuánto desprecio por lo popular hay detrás de semejante
razonamiento. Al mismo tiempo, lo convirtió en demonio, porque sólo un
personaje tan maligno podía promover tantos odios.
La
cruda verdad es que el grueso del antichavismo nunca se tomó la molestia de
pensar cómo podía derrotar al Chávez-hombre, porque antes prefirió endiosarlo y
demonizarlo. Restarle humanidad, en pocas palabras.
Un
pueblo en lucha no reza por la salud de sus dioses, construye dioses a su
medida para rezarles por la salud de los suyos. De eso se trata, para decirlo con Felipe Real, incorporar las religiones populares a la política, pero en
nuestros propios términos. Por eso el pueblo venezolano reza por la salud de Chávez, y por eso éste se fortalece con el aliento popular.
Si el antichavismo lo hubiera entendido alguna vez, hoy lo veríamos rezando. Pero eso es algo que nunca veremos.
Si el antichavismo lo hubiera entendido alguna vez, hoy lo veríamos rezando. Pero eso es algo que nunca veremos.
Excelente! me queda corto el adjetivo Excelente!
ResponderBorrarEste blog ha sido eliminado por un administrador de blog.
ResponderBorrarno hay que ser triunfalistas... a eso es lo que jugaría cualquier opositor que sea medianamente inteligente... que seamos camarones que nos quedemos dormidos pensando que ganamos antes de ganar... simplemente hay que mover la maquinaria como ellos lo hicieron durante tanto tiempo y lograr que cada chavista que existe en edad de votar, o al menos la mayor proporción posible, vote.
ResponderBorrarY larga vida al comandante, enfermo o sano el verá como comprometer su vida y su salud no fue en vano
Me temo, mi amigo, que ese no es un dilema que se pueda hospedar en la cabezota de esa gente. Su único sueño es acabar con Chávez esté como esté: sano, medio enfermo, a punto de morir... como esté.
ResponderBorrarNo se explican, no pueden explicarse, no pueden entender, como el pueblo le reza a sus dioses, hace promesas para que el tipo mejore. Y no lo entienden porque para eso, tendrían que tener corazón en lugar de piedras y mapanares en ese pecho.
Sabes estoy aqui pensando que nosotros, los que tenemos el corazón cundido de amor, deberíamos también rezar por esos seres. Aunque sea un padre nuestro. No tanto por ellos, sino pa que después no nos diga Dios o María Lionza o quién se yo, que nosotros no hicimos lo correcto.
Un abrazo pa usted, compañero.
El poeta Homero veía en la Guerra de Troya, una brutal guerra de rapiña, una confrontación entre héroes apoyados por dioses; era una ilusión necesaria para la visión épica que los griegos clásicos tenían de sí mismos.
ResponderBorrarEste modelo divino-demoníaco del chavismo en términos de dioses y religiones me resulta una visión demasiada idealizada de nuestra realidad. A mi me parece que un modelo tropical, basado en la magia y contra-magia vodoo explica mucho mejor lo que nos sucede.
Aceptando momentáneamente el modelo de dioses y religiones: hay que incluir en él las iglesias controladas por una jerarquía de sacerdotes que se consideran los únicos y necesarios intermediarios entre los dioses y los creyentes. Inevitablemente esta jerarquía se percata que el dios no la castiga y entonces se convierte a sí misma en el centro de la religión.