25 de septiembre de 2012

Preservar el legado

El "loco" Simón Rodríguez

El extravío: tal es el riesgo que corremos si olvidamos las raíces que alimentan la revolución bolivariana: Bolívar, Zamora, Robinson. No se trata de resguardar celosamente la "verdad" que nos fuera revelada, una "verdad" definitiva e inmarcesible, sino de recordar que la verdad siempre resulta de la lucha. Tampoco se trata de reclamar una vuelta al "origen", algo así como el rescate de una identidad heroica que terminamos traicionando. Al contrario, la clave está en recordar que esto que somos es el resultado de una invención desprejuiciada.

Nuestra fatalidad consistiría en olvidar que somos el producto de la lucha y de la invención. Si Bolívar, Zamora y Robinson dejan de luchar en nosotros, si no podemos más que convertirlos en una mala copia, estamos perdidos.

En sus "Consejos de amigo, dados al Colegio de Latacunga", Samuel Robinson distinguía tres tipos de maestros: "Unos, que se proponen ostentar sabiduría, no enseñar. Otros, que quieren enseñar tanto que confunden al discípulo. Y otros, que se ponen al alcance de todos, consultando las capacidades".

La distinción cabe para el caso de los líderes políticos, y aun para los militantes en general: la revolución bolivariana no necesita "sabios", ni políticos que quieren enseñar de todo, porque saben de todo, a quienes no saben nada. Siguiendo a Robinson, "obedecer ciegamente" no puede ser el principio que gobierne.

Ponerse al alcance de todos. Eliminar las distancias. La trampa de los "sabios" es que presuponen la distancia: como si el pueblo tuviera que obedecerlos para reducir su ignorancia, para ser un poco como los "sabios".

Robinson planteaba que enseñar es, ante todo, enseñar a preguntar, para que "se acostumbren a obedecer a la razón, no a la autoridad, como los limitados, ni a la costumbre, como los estúpidos".

Cuando el sábado 22 de septiembre, en Valera, Chávez exhortó a la juventud a que asumiera posiciones "en la conducción del proceso político revolucionario" para luchar contra "el burocratismo, la corrupción, la ineficiencia", estaba justamente reduciendo a cero la distancia que se procuran los "sabios" y se reservan los tiranos.

Aún más, cuando Chávez reivindica la "audacia revolucionaria" y "esa actitud permanentemente irreverente de la juventud, crítica y autocrítica", no sólo está reconociendo capacidades, sino que todo su discurso es un alegato contra la obediencia ciega y en favor del criterio propio.

De esas raíces venimos y nos alimentamos. Por ellas somos. Queda de nosotros preservar el legado.

1 comentario:

  1. Hay dos planos para este análisis. Educar es saber inocular saberes - y decidir cuáles - a nuestra juventud, esas esponjas sedientas que siguen aún hoy alimentándose a punta de Hollywood y ARS Publicidad a falta de maestros capacitados. Es también formar ciudadanos del futuro que queremos, un colectivo interactivo que participa y decide su futuro orientándose con ética, justicia social y amor al prójimo.
    La contradicción es evidente, y seguirá así porque, gracias a Rafael Caldera, nuestro sistema educativo terminó de desmoronarse. Las carencias educativas y culturales que exhiben sin mayor diferencia tanto nuestros profesionales como los bachilleres y los obreros son el producto de esa traición copeyana, esa leche envenenada y sin nutrientes que alimentó a los niños venezolanos desde la década de los setenta para castrar su futuro y su potencial.
    Construir al nuevo venezolano con esta tara a cuestas es duro, pero inevitable. No es un problema específico de nuestro país: cretinizar a las masas fue el axioma del neoliberalismo para garantizar un suministro seguro de esclavos en todas las latitudes.
    Chávez toma clara conciencia de ello, y responde apuntalando la educación en todos sus niveles y promoviendo la lectura y la publicación masiva de libros y su distribución gratuita; impulsa además la transferencia de poder al pueblo, incluso en contra de la reticencia de los cuadros intermedios que prefieren convertirlo en una divinidad con la excusa de que es mejor para fines electorales.
    Lo demás está en nuestras manos. Quienes tuvimos la oportunidad de acceder a un universo cultural más amplio y gracias a ello - y en algunos casos gracias a la falta de contaminación televisiva - pudimos acopiar conocimientos y experiencias, aún bajo ese sistema capitalista de jerarquía y disciplina severa tan caro a los colegios católicos o privados, debemos hallar la manera de entregárselos a la sociedad de manera eficiente para que germine la patria de saberes.
    Franco Munini.

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