19 de junio de 2011

Sesenta y seis

Con Papá.

Las cosas van bien, todo sigue marchando: César Augusto dándole a la medicina, a la música y a la lectura de manera simultánea, con algún énfasis en la primera. Últimamente he notado que también le mete al ron. Como que le va a gustar cuando sea grande. Duré meses buscándole el Medicina Interna de Harrison, que finalmente conseguí gracias al cuñado. Se la pasa con una bandita de imberbes aspirantes a médicos que son de lo más buena vaina, según Sur. Lo de imberbes va porque un par de ellos me llama señor. Todavía no entiendo por qué esa generación de muchachos se siente más convocada por el fútbol. Sigue siendo motivo de polémica en la casa. Igual, yo celebro con César cada victoria del Barcelona, no por el Barcelona ni por Messi, sino por mi panita César. Sin embargo, para que veas, uno de ellos nos acompañó un domingo a jugar pelota en La Placera. Paramos allí gracias a Elio, alias Carlitos Lugo. Imagínate tú. Te lo presento. Así se llama el nuevo amor de Coro. Parece que la cosa va en serio. Tanto (preparen las fanfarrias), ¡que Coro se mudó de la casa! Sí, nosotros todavía no lo creemos tampoco. Lo postergaron convenientemente, y no se instalaron hasta que no tuvieran aire acondicionado, cocina, cama matrimonial, televisor y nevera. Mentira, la nevera recién la compraron esta semana, y desde aquí celebré el primer vaso de agua fría de mi hermana en su nuevo hogar con un vaso de agua fría que me tomé como si fuera la primera cerveza una tarde de domingo en el barrio Santa Lucía de Maracaibo. Anda en la misma, siempre corriendo, trabajando y estudiando. Yo la veo feliz, y eso me alegra. El muchacho se ve un buen muchacho. Hasta medio cariño le tengo. Otro día te cuento cómo fue el recibimiento que le dimos la primera vez que llegó a la casa. Recibimiento que prácticamente fue por cuenta mía, porque si fuera por Rommel el tipo entra a sus anchas, como el que va a raptar sabinas. Cara de pánico que tenía el pobre Elio… dígalo Rommel. Ni hablaba, solamente al oído de Coro. El Rommel sigue trabajando duro, cargando con ese Cougar del 82 que es, según he comenzando a entender, no una chatarra con los frenos largos, sino una reliquia o un amuleto. Para tenerte cerca. La bandita de Rommel ya es célebre: una parranda de jodedores y bebedores de ron. De embarcadores también. Siempre dicen que se vienen con nosotros a jugar a La Placera, pero nunca van. Últimamente, ni siquiera Rommel. Vive peleando con Sur, para que Sur no sienta que le falta una buena dosis de pelea cada día. No hace falta, claro, y Rommel lo sabe, pero igual insiste. Sur siempre termina riéndose. No lo puede evitar. Nunca le faltan ni la risa ni la batalla, esa buena dosis de batalla cada día. Es nuestra guía luminosa. Tanto, que sobra cualquier otra palabra. El faro es Sandra Mikele, a juzgar por su tamaño. Es una niña inmensa con un corazón igual de inmenso, pero es mi niña de diez años. Pequeñiiiita. Cada vez anda más inquieta y le rinde tributo al desorden. Pero la miro de cerca cada día, no la pierdo de vista. Y sé que no hay nada de qué preocuparse. Está por terminar su cuarto grado y ya nos asaltan todas las dudas concernientes a su inminente vida de liceísta. Es un placer infinito escucharla hablar de amores. Sigue escuchándome y llamándome la atención cuando es necesario.

En cuanto a mí, viejo querido, que sigo dándole sin desmayo. Que sigues con nosotros, en este día sesenta y seis de tu natalicio. Que sigo pensando en la historia de los tuyos que nunca podré escribir, pero que me he comprometido a pelear sin descanso por hacer la historia nuestra. En tu honor y por el nuestro. Las aguas están agitadas, mi viejo, pero no abandonaremos. Sé que me acompañas. Cuídame del agua mansa. La bendición.

2 comentarios:

  1. Bello, Dios te bendiga!!!
    Es bueno que las aguas estén agitadas, revueltas y hasta oscuras. ¿No dicen que antes de que lo bueno suceda es necesario el caos? Creo que sí y así será. Todo lo que estamos viviendo es lo mejor que nos puede pasar porque eso nos prepara para lo que vendrá.
    Escribe esa historia. Escríbela.

    Mi abrazo.

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