1. No habían transcurrido ni tres semanas desde su implementación (17 de enero), cuando la Red de Apoyo por la Justicia y la Paz lanzó el primer pitazo, manifestando públicamente "su posición de rechazo ante los operativos que viene desarrollando en sectores populares el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC), denominados coloquialmente 'madrugonazos', y manifiesta su preocupación por el incremento de denuncias recibidas en la Red de Apoyo referidas a casos de tortura". Agregaban: "Los operativos policiales de carácter reactivo realizados en las comunidades, bajo la supuesta premisa del 'combate al delito', no pueden nunca servir como justificativo para la vulneración de los derechos humanos reconocidos en nuestro ordenamiento jurídico, tales como la integridad personal, la libertad personal o la inviolabilidad del hogar". Además de exhortos a diversas instituciones, hacían un llamado a las organizaciones del poder popular: "A participar activamente en la contraloría social y no silenciar la denuncia de estos atropellos, sistematizar los casos y apoyar a las víctimas para que recurran ante el sistema de justicia para exigir las garantías debidas a sus vidas, su integridad y sus bienes".
Los compañeros y compañeras de la Red de Apoyo son lo que se llama gente seria. Gente luchadora y comprometida hasta los tuétanos con la radicalización democrática de esta sociedad. Nada que ver con el estilacho de las oenegés de cajita o maletín, listas para servir, es decir, para declarar en canales como Globovisión.
2. Luego, testimonios, como el que recoge la periodista Emma Grand en Ciudad CCS, el pasado 7 de abril: el de la señora Maribel Molina, madre de Daniel Zárate Molina, en silla de ruedas desde 2005 después de recibir cuatro tiros en la espalda por defender a su hermano en una pelea. Daniel Zárate "fue detenido el pasado 26 de enero de 2011 por la presunta comisión de microtráfico de drogas junto a otros dos jóvenes que se encontraban junto a él", durante un operativo nocturno realizado por la Guardia Nacional en San Agustín, Caracas. Según relata la señora Molina, su hijo pasó los dos primeros días en un puesto de la Guardia ubicado en Los Símbolos. Luego un mes en la Zona Policial N° 7 de la Policía Metropolitana. De allí a El Rodeo 1. Por presunto microtráfico. Los detalles de la historia (la certeza de que habrá muchas similares, la impotencia que produce no saber exactamente cuántas) dejan un muy mal sabor en la boca, por decir lo menos.
3. Por esos mismos días, y más adelante, varias protestas aisladas, no por ello menos dignas y oportunas, como algunos de los artículos publicados en el portal revolucionario el23.net, hasta que comenzó a circular, hacia finales de mayo, un Manifiesto contra la injusticia manifiesta, que lo mismo la emprendía contra esa "operación de limpieza social" que son los tales "madrugonazos", como ponía el dedo en la llaga que producen ciertos silencios: "la falta de actuación por parte de la izquierda en materia de políticas policiales y su desinterés basado en el peligro de caer en una postura de derecha ha hecho que el inmovilismo sea la actitud principal de este gremio". Se interrogaba (interpelaba): "¿quién puede quedarse indiferente al enterarse que centenares de jóvenes han sido 'sembrados' como buena muestra del carácter cuantitativo del principio de seguridad que nos quieren imponer?".
No conozco el destino del Colectivo contra los Madrugonazos, autor del referido documento.
4. Por último, ha comenzado a circular, en redes y por YouTube, una pieza potente, punzante, cruda, intitulada Madrugonazo. No sé quiénes cantan, pero está claro que pertenecen al bando de los que han llevado la peor parte: acoñaceados, vejados, humillados por los ejecutores del fulano operativo. Ahora, son ellos mismos los que hablan. Pónganle cuidado. Por allí dejan deslizar lo de la autocrítica. Sin ella no hay revolución que valga.
En cuanto al Madrugonazo, llámelo como quiera, pero no me venga a decir que es revolucionario.
Madrugonazo.
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