17 de septiembre de 2008

Noticias de antier: pitiyanquismo y más sobre el "antitotalitarismo"

Haciendo el seguimiento de noticias más relevantes, había relegado estos breves comentarios sobre un par de artículos que leí el domingo pasado, 14 de septiembre de 2008.

El primero es uno de Manuel Caballero, publicado en el diario El Universal, intitulado De acuerdo, pero... Sí, lo ha hecho de nuevo: «Chávez es como Hitler».

Inicia el artículo con una intro que se supone con rigor "metodológico", y pasa a sugerir "un ejemplo accesible" a los lectores: "Imaginemos a un historiador venezolano del siglo veintidós o veintitrés examinando un texto de dos o tres centurias atrás, que contiene la reseña biográfica de un personaje cuyo nombre se ignora porque alguna circunstancia o voluntad hizo desaparecer sus primeras líneas".

Por supuesto, ya todos sabemos que se trata de Chávez, lo que de por sí constituye un atentado contra la imaginación que invoca.

De allí en adelante se amontonan una sobre otra analogía tras analogía. Mi párrafo preferido es éste, en el casi se atreve a sugerir que los "escuálidos" de Chávez son como las víctimas de los campos de concentración nazis: "No los incitaba sólo al odio social, sino incluso racial: todo aquel que no tuviese el propio, real o supuesto origen del líder, debía ser considerado el enemigo y por tal execrado, excluido, impedido de trabajar y hambreado al punto de que al vérsele en la calle, luciese tan 'escuálido' que ese apelativo fuese el que mejor pudiese calzarle a él y a sus congéneres". Ahora bien, de lo que sí no caben dudas, es que los antichavistas son como los judíos perseguidos por los nazis.

Al final, Caballero por fin nos aclara: "al revés de lo que llegó a pensar mucha gente, el documento no hablaba de la Venezuela del siglo XXI, sino de la Alemania de los años treinta del siglo XX. En otras palabras, de la dominación de un partido (nacional) socialista de bandera roja, de su odio a los gobiernos anteriores 'de Weimar', de su guerrerismo esencial y del desmelenado culto a la personalidad de un hombre de una desoladora mediocridad personal: Adolfo Hitler". Es decir, República de Weimar es más o menos como decir Pacto de Punto Fijo. Vaya.

Hagan el ejercicio, por no dejar: muéstrenle el artículo a alguien. Si alguno es capaz de llegar al final para darse cuenta de que el personaje de la historia es Chávez y no Hitler, envíenme sus números de cuenta bancaria y les deposito un mes de sueldo.

Hace un par de semanas, en ¿Una nueva derecha?, realizaba un análisis parcial de las reglas de construcción de este discurso pretendidamente antitotalitario. Pero más allá del análisis en sí, intentaba interrogarme sobre los efectos prácticos de este discurso, sobre sus efectos de poder. La conclusión: "Contra los totalitarismos están legitimadas todas las violencias".

Algunos cámaras, de muy buena fe, me comentaban luego que no estaban muy convencidos de mi disposición a desperdiciar el tiempo revisando las cosas que escribe Manuel Caballero. Yo les respondía, en líneas generales, que ciertamente yo no sentía ninguna predilección por Caballero. De hecho, podría afirmar que es todo lo contrario. Ahora bien, lo que importa no es tanto el personaje, que es un actor de reparto en toda esta historia. De lo que se trata es de develar el hilo argumentativo de la historia, o tal vez más claro: el entramado discursivo del que Caballero no es más que un agente reproductor.

Para decirlo con Jean Pierre Faye, quien, insisto, es clave para abordar este asunto: "no es un inventario de un corpus finito lo que es esclarecedor, sino la captación adecuada de su máquina de producir... Dicho de otra manera: de la competencia que confiere al locutor, haciéndole capaz de producir, con un número finito de elementos, un número infinito de enunciados... Pero, sobre todo, lo que cuenta es la «competencia» que se otorga al portador, que es independiente de sus cualidades intelectuales, ya se llame Adolfo Hitler o Martin Heidegger. Añadiré que este modelo tiene la ventaja de ahorrarnos las consideraciones sobre «la inteligencia» o el «genio» de Hitler y de ser compatible con mi convicción subjetiva pero bien fundada, de su notable estupidez". No pretendo sugerir, por dios, que debamos comparar a alguien como Manuel Caballero con Adolfo Hitler, mucho menos con Martin Heidegger, ni estoy subrayando "su notable estupidez". Lo que importa es captar cómo funciona la máquina de producir el discurso "antitotalitario" de cierta derecha, cuya competencia no viene dada por el rango académico de sus afirmaciones, sino por su capacidad de repetir de infinitas formas, esta vez desde la academia, el "número finito de elementos" que igualmente está en boca de todos aquellos involucrados en la conspiración para dar al traste con la "dictadura" imperante en Venezuela. Desde esta perspectiva, que nadie dude de la "competencia" de Caballero, que no guarda relación con sus "cualidades intelectuales".

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El otro es un artículo de Alexis Márquez Rodríguez, publicado en Últimas Noticias, intitulado Pitiyanqui. Ya sabemos que Márquez Rodríguez ostenta el dudoso mérito de reunir en una misma persona corrección política y corrección lingüística, lo que es mucho decir.

Su "método" es más o menos el siguiente: supongamos que la noticia de la semana es que el gobierno bolivariano descubrió un campamento de paramilitares colombianos en una hacienda cercana a Caracas. La hacienda se llama, digamos, Daktari. Se comprueba la participación de militares venezolanos en el traslado de los paramilitares a Caracas. Se descubre que el plan era asaltar el Palacio de Miraflores. Globovisión dice que todo es mentira, porque no se encontraron armas. Sólo unas facturas que dan cuenta de la compra de cachitos y jugos, que consumían los paramilitares. Pues bien, esa semana Márquez Rodríguez escribe un artículo intitulado: Cachito. Tipo entrada de diccionario. Que nadie diga después que nadie cumplió con el deber de decirle cuál es el origen etimológico de la palabra "cachito".

En este artículo, Pitiyanqui, Márquez Rodríguez comienza aclarando lo que ya ha aclarado Mario Briceno Iragorry en su momento: "La palabra pitiyanqui no la he inventado yo. La palabra es puertorriqueña. La acuñó el alto poeta Luis Lloréns Torres. Su origen semántico quizá tenga algo que hacer con la florida imaginación del poeta. La voz piti, como alteración del francés petit, entra en la palabra pitiminí, recogida por la Academia, y con la cual se designa el rosal de ramas trepadoras que echa rosas menudas y rizadas. Lloréns Torres, más que en las rosas, debió pensar en la actitud trepadora de los compatriotas que se rindieron al nuevo colonialismo".

Acto seguido, escribe lo que ya casi toda Venezuela le ha escuchado a Chávez en varias oportunidades: "En Venezuela el vocablo fue introducido por don Mario Briceño Iragorry". Eso sí, Chávez, al igual que en el caso de Manuel Caballero, no aparece por ninguna parte. El tema no son los paramilitares, sino el cachito. (Ya sabemos que Chávez, como el demonio, es el innombrable. Eso sí: decir que Chávez es como el demonio, no es igual a demonizar a Chávez. Por supuesto que no).

Pero el cierre de Márquez Rodríguez... ese sí que no me lo esperaba: el pitiyanqui es Chávez: "El 'pitiyanqui' tiene que ser servil y bajo, rastrero, sujeto que en lo íntimo detesta la cultura propia y por eso imita la de afuera. Tras de ciertos arrestos supuestamente antiimperialistas se esconde muchas veces un verdadero 'pitiyanquismo'".

Insuperable.

Como para proponerle a Márquez Rodríguez varias palabras para este domingo: maletín, descertificación, magnicidio (no, esa no), masacre (no, esa tampoco), injerencia (sólo si es la denunciada por el general Trigo)... maletín...

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Postdata: Manuel Caballero es individuo de número de la Academia Nacional de la Historia. Alexis Márquez Rodríguez es individuo de número de la Academia Venezolana de la Lengua.

1 comentario:

  1. Lo que demuestra que nuestras academias quedaron sólo para hacer números (acticos de bodeville)

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