25 de abril de 2010

Rojo, claveles rojos, violento rojo, triste rojo...

Revolución de los claveles: Portugal, 25 de abril de 1974.

Soldados, pueblo y claveles rojos.

Hoy, cuando se cumplen treinta y seis años de la Revolución de los Claveles, en Portugal, me pregunto si la prensa cómplice de la dictadura de Marcelo Caetano - sucesor de António de Oliveira Salazar - habrá acometido una empresa de falsificación y criminalización de ese símbolo revolucionario que para el pueblo portugués sigue siendo el clavel rojo, similar a la campaña de brutal estigmatización que adelanta la prensa opositora venezolana a propósito del rojo y su asociación con el chavismo.

Las evidencias de esta despiadada práctica de violencia simbólica se consiguen por doquier, son casi omnipresentes. El Nacional, en su edición de hoy domingo 25 de abril, es un buen ejemplo de ello. El cuerpo Ciudadanos abre con una nota dedicada a mostrar los resultados de una "Encuesta de Cultura Ciudadana, realizada por la consultora colombiana Corpovisionarios, aplicada por la encuestadora Datos y auspiciada por la Alcaldía de Chacao".

Según nota de prensa de la Alcaldía de Chacao, sondeos de este tipo han sido realizados en Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Ciudad de México y Belo Horizonte: cuatro ciudades colombianas, una brasileña y la capital mexicana, dato que no sorprende, puesto que Corpovisionarios es una empresa dirigida por Antanas Mockus, ex Alcalde de Bogotá, el personaje llamado a disputarle la Presidencia de Colombia al uribista Santos. El estudio "mide percepciones, actitudes y hábitos de ciudadanos mayores de 14 años en diversos ámbitos relevantes... como los sistemas reguladores del comportamiento; movilidad; tolerancia; cultura tributaria; cultura de la legalidad; acuerdos; participación comunitaria; confianza (interpersonal e institucional); y la ley, la moral y la cultura". Está previsto que sus resultados sirvan como base "para futuras aplicaciones de políticas públicas en beneficio de la ciudad". De hecho, según El Nacional, "los resultados de la encuesta serán enviados a todas las alcaldías de la ciudad - "el rol de Chacao como municipio es regalar los resultados de esta encuesta a toda la ciudad de Caracas", dice Emilio Graterón, según la nota de la Alcaldía - y, a través de un convenio con la Universidad Católica Andrés Bello, serán aprovechados para la formulación de programas de cultura ciudadana".

Un dato básico para hacerse una idea de la fiabilidad del estudio en cuestión, la ficha técnica, no es revelada por El Nacional. Sólo sabemos que la muestra la constituyen 2100 caraqueños. De manera que la pregunta elemental: ¿de dónde provienen estos caraqueños?, es imposible respondérsela.

Dudas aparte - o dudas mediante, como se prefiera -, el resultado que arroja una de las preguntas del estudio, "¿A cuáles de estas personas no le gustaría tener como vecinos?", parece un compendio de los sujetos "indeseables" para el habitante promedio del este caraqueño y, por supuesto, para los cerebros que concibieron el estudio. Así, el "drogadicto" es rechazado por el 93% de los consultados, seguido del "alcohólico" (86%), el "narcotraficante" (84%), la "trabajadora sexual" (59%), el "homosexual" (58%), el "invasor" (57%), el "corrupto" (42%) y el "damnificado" (29%). No sé ustedes, pero me quedé con las ganas de saber cuál era el rechazo hacia el sujeto "chavista". Bueno, ni tanto. ¿Acaso no todos los sujetos mencionados anteriormente son asociados, de alguna forma, con la esencia del chavismo?

Llama la atención la manera como Florantonia Singer, la periodista de El Nacional responsable de la nota, traduce los resultados de esta pregunta en particular: "En la encuesta se consulta sobre qué personaje no se desea tener como vecino. Los caraqueños rechazan a drogadictos, alcohólicos, narcotraficantes y trabajadores sexuales. Los invasores - que se han apoderado de cerca de 1.000 propiedades en la ciudad, según cifras de la Asociación de Propietarios de Inmuebles Urbanos - y damnificados son otros indeseables". Es cierto que, a estas alturas, sólo un iluso esperaría que El Nacional consultara el parecer de los "invasores", en lugar de beber exclusivamente de la fuente de la Asociación de Propietarios de Inmuebles Urbanos. Ya nadie se espera que consulte a los Sin Techo, por ejemplo. Sin embargo, no deja de producir cierto escozor la naturalización de categorías como la misma de "invasores", pero sobre todo la de "indeseables", con todo y su carga de menosprecio y discriminación.

Pero es tal vez la ilustración de Mauricio Lemus que acompaña la nota, la que mejor describe esta asociación hasta cierto punto subrepticia entre el sujeto "indeseable" y el chavista - valga la redundancia. ¿Alguna vez en su vida ha visto a cualquier personaje de traje y corbata portando un maletín de color rojo? Mientras que los "invasores", naturalmente, tienen que ser chavistas. De hecho, exhiben sus símbolos (una gorra roja, por ejemplo) con el mayor desparpajo.

Ilustración de Lemus.

Idéntico ejercicio de violencia simbólica perpetra El Nacional en la última página del mismo cuerpo. Una nota escrita por Edgar López, intitulada Violencia física contra las mujeres acarrea hasta 9 años de cárcel, y que recoge la opinión de la jueza Renée Moros, es acompañada de una fotografía de Nelson Castro que muestra a un individuo descamisado, de tez morena, de gorra roja, golpeando cobardemente a un mujer en plena vía pública. La mujer lleva franela roja.

Detalle de la fotografía de Nelson Castro.

El mensaje que transmite El Nacional es claro, no deja margen de dudas: la violencia (física contra las mujeres) es un fenómeno deplorable, asociable a ese sujeto "indeseable" que es el "chavista". Bien cabe la pregunta: ¿acaso la violencia simbólica que practica El Nacional no es tan abominable como la violencia ejercida contra la mujer - esa que testimonia la fotografía de Nelson Castro?

Algo similar hace El Universal, también en su edición de hoy, cuando acompaña un artículo de la campeona de la tristeza, Marta Colomina, con una ilustración de Dumont, que muestra a los que se supone son unos ciudadanos escudándose de unos malignos rayos rojos que simbolizarían las "trapacerías y delirios comunistas". Y si todavía albergara alguna duda sobre la asociación, deliberada o subrepticia, entre sujetos "indeseables" y chavismo, basta con leer la columna de Julio Borges en Últimas Noticias, en la que expresa su pesar por la muerte de Edwin Valero: "A todos nos ha pegado el trágico final del boxeador venezolano y de su esposa". Sigue diciendo que "esa tragedia se ha podido evitar", manifiesta su deseo de que "ese triste caso sirva para reforzar la lucha contra la violencia de género" y termina afirmando que no puede evitar comparar el caso con la situación de Álvarez Paz: "Una frase merece prisión mientras se cierran los ojos a los golpes y a la violencia manifiesta". Por supuesto, el breve comentario va reforzado con una fotografía de Valero en la que sostiene su franela con ambas manos, a la altura del cuello, para mostrar el resabido tatuaje del rostro de Chávez en su pecho, el mismo que la prensa antichavista intentó disimular - cuando no ocultar - durante años, pero que ahora exhibe cual corona de campeón.

Ilustración de Dumont que acompaña el artículo de Marta Colomina. Ciertamente, dispuestas así, las hojas de El Universal parecen una improvisada y casi inofensiva arma para cazar moscas. Pero no: es un arma letal, que persigue la aniquilación - en primer lugar simbólica - de los "comunistas".


En Últimas Noticias, Julio Borges exhibe con orgullo su corona de campeón: el pecho de Edwin Valero.

Esta violencia simbólica se inscribe en una política de las pasiones tristes, como diría Spinoza, que es consustancial al sentido común opositor; política de la tristeza que es, al mismo tiempo y por tanto, radicalmente antidemocrática. Nunca será suficiente todo cuanto se escriba contra esta política de la tristeza que, en primer lugar - y como lo ilustran los ejemplos citados arriba - es una prédica del odio que suscita el resentimiento, la burla, el miedo, la indignación y la venganza contra el chavismo "indeseable"; y en segundo lugar, la culpa de ser chavista: "lo que envenena la vida es el odio, el odio vuelto contra uno mismo, la culpabilidad", escribía Deleuze siguiendo a Spinoza. En general, política de la tristeza porque, según Spinoza, "en la medida en que el alma se entristece, resulta disminuida o reprimida su potencia de entender, esto es, su potencia de obrar".

Si la política como pasión triste es indisociable de las dominaciones de todo cuño - "El esclavo, el tirano y el sacerdote", escribía Deleuze, "el hombre que explota esas pasiones tristes, que las necesita para asentar su poder" y también "el hombre que se entristece con la condición humana y las pasiones del hombre (puede burlarse tanto con indignarse, esta burla misma es una risa mala) -, su exacerbación en tiempos de revolución es explicable, fundamentalmente, como una reacción - literalmente hablando - contra la súbita explosión de pasiones alegres que hace posible el acontecimiento revolucionario. La revolución es la fiesta organizada por los "indeseables" de la historia. Es preciso, por tanto, dedicar un esfuerzo considerable para que los "indeseables" sientan culpa por su participación en una fiesta que de ahora en más habrá de entenderse como un festín intolerable de excentricidades y excesos.

De lo anterior se desprende que la culpa, tanto como el resto de las pasiones tristes, son la medida de la política reaccionaria: por sus pasiones los reconoceréis. Con el añadido de que ellas mismas nos permitirán reconocer el verdadero talante de aquellos que, llamándose "revolucionarios", gobiernan en contra de los "indeseables", alientan la sumisión y la codicia, y ya quisieran suscitar la vergüenza en aquellos que no están dispuestos a ceder en su derecho a expresar ideas propias.

No por casualidad, esta temática de la tristeza recorre parte de la cinematografía sobre la Revolución de los Claveles, según un trabajo de Anabela Dinis Branco de Oliveira: Estado Novo no plateau: luzes, câmara, acçâo. En él, Branco hace referencia a los testimonios que sobre el Portugal previo a la revolución, ofrecen el fotógrafo brasileño, Sebastião Salgado, y su esposa, Lélia Wanick, recogidos en el documental Outro País. Memórias, Sonhos, Ilusões… Portugal 1974-1975 (1999), del también brasileño Sérgio Tréfaut. Escribe Branco: "elogian la luz portuguesa y la belleza de Lisboa, pero subrayan la presencia de una tristeza marcada y distintiva en el rostro de las personas: 'las personas eran muy tristes, eran todos tristes'".

Branco también hace referencia a un célebre cuento infantil escrito en 1993 por el periodista, escritor y poeta portugués Manuel António Pina, O tesouro (El tesoro), en el que denomina al Portugal bajo la dictadura como el "País de las Personas Tristes". A partir de este cuento, escribe Branco, el cineasta portugués João Botelho "interroga la existencia de la memoria" portuguesa, en Se a memória existe (1999), realizado a propósito del veinticinco aniversario del 25 de Abril.

El debate sobre los derroteros que habrá tomado el 25 de Abril portugués es asunto que no concierne a este escrito. Lo que está claro es que, como en el cuento de Pina, hace treinta y seis años los soldados y el pueblo portugueses decidieron levantarse contra la tristeza, así como en abril de 2002 el pueblo y los soldados venezolanos se levantaron contra la dictadura, como bien lo narra la extraordinaria canción del Gino González, Del despecho a la alegría. De lo que se trató, en ambos casos, fue de inolvidables expresiones de alegría popular, que aún resienten los adalides de la política de la tristeza.

Para prevenir los estragos de esta política de las pasiones tristes, en homenaje al pueblo y a los soldados portugueses y venezolanos insurrectos, pero sobre todo en honor a nuestros hijos e hijas, que habrán de continuar nuestras luchas, nada mejor que dejarlos, a treinta y seis años de la Revolución de los Claveles, con la traducción de El tesoro, de Manuel Antonio Pina.

Salud.

Revolución de los claveles: soldados y niños en las calles.

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El tesoro.
Hace muchos años, en el tiempo en que tu padre andaba en la escuela, en un país muy distante vivía un pueblo infeliz y solitario, sometido bajo el peso de una misteriosa tristeza. El cielo era alto y azul, los campos fértiles, el mar y los ríos llenos de peces y de vida, las ciudades cálidas y luminosas, pero las personas que pasaban se miraban con ojos tristes, caminando apresuradamente y ocultándose dentro de sus casas; y cuando se encontraban unas con otras, en los cafés, en sus trabajos, en la calle, hablaban bajo, como si alguna cosa, un secreto terrible, las amedrentase.

Quien, procedente de otras tierras, llegaba al País de las Personas Tristes, no comprendía. Las personas eran buenas y afectuosas, y aparentemente sólo tenían motivos para ser felices. Pero cuando les hacían preguntas, las personas se distanciaban y no respondían, o cambiaban delicadamente de tema ofreciendo disculpas.

A veces los visitantes se quedaban más tiempo, y hacían amigos rápidamente, porque era muy fácil hacer amigos en aquel país. Esos amigos los llevaban entonces a sus casas y, después de haber trancado bien las puertas y cerrado todas las ventanas, les revelaban el secreto de su tristeza.

Les contaban que el pueblo de aquel país tuvo un día un inmenso y bello tesoro y que alguien lo había robado. Y que era un tesoro tan grande y tan valioso que, sin él, no podían ser felices.

- ¿Un tesoro?, preguntaban los visitantes muy sorprendidos.
- Sí, un tesoro... La libertad.
- ¿La libertad? ¿Un tesoro?

Los visitantes no podían creerlo porque, en sus tierras, la libertad era una cosa muy común, casi sin importancia. Toda la gente era libre de hacer lo que quisiera siempre que no hiciera mal a nadie, y eso era tan normal que las personas ni se ocupan de la libertad. Eran libres del mismo modo que respiraban y nadie da cuenta de que respira, respira y ya.

- Sí, la libertad es como el aire que respiramos, les decían sus nuevos amigos tristemente. Sólo cuando nos falta, y nos sofocamos llenos de aflicción, es que descubrimos que, sin él, no podemos vivir...
- ¿Cómo puede alguien vivir en libertad? ¿Cómo es posible?

Entonces les explicaban: en aquel país las personas no podían hacer lo que querían, ni podían decir lo que pensaban o lo que sentían ni, como ellos, viajar y visitar otros países y conocer otros pueblos, vivían encerrados en su país como si fuese una prisión. Ni siquiera podían contarle ese secreto a nadie, porque las harían presas o incluso las matarían.

- ¡Pero eso debe ser una gran infelicidad!, decían los visitantes. ¡No imaginábamos que ustedes estuvieran siempre tan tristes!

Y sus amigos, luego de ir a revisar de nuevo la puerta para ver si alguien, afuera, los espiaba, les contaban cómo era la vida de todos los días en el País de las Personas Tristes. Había policías por todas partes, no policías buenos, que orientan el tránsito o atrapan a los ladrones, sino policías para vigilar a las personas e impedir que hablen entre sí; policías en las fronteras para no dejarlas salir; hasta policías que abrían sus cartas y oían sus conversaciones para descubrir lo que decían y lo que pensaban, y que las perseguían y las golpeaban si ellas no decían o pensaban lo que ellos querían que dijeran y pensaran.

Los niños del País de las Personas Tristes no podían oír la música, ni ver las películas ni leer los libros y las revistas que les gustaran, sino sólo la música, las películas y los libros que no estaban prohibidos. ¡Ni siquiera podían beber Coca Cola, porque la Coca Cola también estaba (nadie sabía por qué) prohibida!

Las muchachas y los jóvenes no podían conversar ni convivir unos con otros y tenían que andar en escuelas separadas y divertirse en los recreos separados por muros y por rejas. Las muchachas no podían usar pantalones ni andar sin medias, también estaba prohibido; y los muchachos, cuando crecían, eran enviados para horribles guerras en países lejanos y obligados a matar gente que no conocían y que nunca les habían hecho mal ninguno, y muchos de ellos morían o regresaban locos o mutilados.

- Pero, ¿y por qué ustedes no eligen gobernantes que acaben con todas esas cosas y además les restituyan su libertad, su tesoro?, se extrañaban los visitantes.
- Porque nosotros tampoco podemos votar.

Era espantoso:

- ¿No pueden votar? ¿Entonces cómo escogen a sus gobernantes?
- Nosotros no escogemos a nuestros gobernantes.
- ¿Entonces quién los escoge?
- Nadie sabe.

Quien oía estas cosas se quedaba muy inquieto y, súbitamente, su corazón se henchía también de tristeza y de amargura. El sol ya no le parecía tan cálido, ni el cielo tan transparente ni tan azul y, cuando volvía a la calle, también miraba a su alrededor atemorizado, pensando que podía estar siendo vigilado y seguido, temiendo incluso que alguien pudiese leer sus pensamientos y salir de la sombra para castigarlo a causa de ellos.

De regreso a su país, comprendía entonces cómo su libertad era, después de todo, un tesoro muy valioso y, a partir de ese momento, comenzaba a cuidar de él como un bien raro del que su felicidad y su propia vida dependían, acordándose muchas veces de los amigos que había dejado, solos e infelices, en el País de las Personas Tristes.

Hasta que llegó un día en que, en el País de las Personas Tristes, las personas decidieron reconquistar su libertad. Los soldados se reunieron en los cuarteles y tomaron sus armas para arrancar finalmente el tesoro de las manos de sus ladrones. Y toda la gente salió alborozadamente para la calle y acompañó a los soldados, cantando y gritando: «¡Viva la libertad! ¡Viva la libertad!».

Los corazones se exaltaron de alegría y las ventanas se llenaron de banderas y de claveles rojos: los soldados pusieron claveles rojos en sus fusiles y las mujeres se olvidaron de la cena y de la limpieza de la casa y corrieron para la calle con sus hijos en su regazo y claveles rojos en su pecho, llorando y riendo, conmovidas y confundidas; las personas que habían sido expulsadas y obligadas a refugiarse lejos regresaron; las puertas de las cárceles se abrieron y los presos regresaron a casa; los jóvenes regresaron de la guerra, felices por estar de nuevo rodeados de amigos y abrazar de nuevo a sus padres y hermanos; y los niños y las niñas pudieron por primera vez darse la mano y hablarse y oírse, caminando lado a lado sin miedo de acusaciones ni castigos. Todo el país se transformó en una gran fiesta, ruidosa y rebosante, y las personas dejaban salir libremente de su corazón todas las palabras y todos los sentimientos largamente acumulados durante los años de infelicidad. Era el día 25 de Abril y, porque fue ese día que aquel pueblo recuperó el tesoro de su libertad, ese día pasó para siempre a llamarse el Día de la Libertad.

***

Todo esto aconteció hace mucho tiempo (tú todavía no habías nacido), en un país muy distante.

Ese país ahora no se llama País de las Personas Tristes, se llama Portugal y es tu país. Ese tesoro te pertenece a ti, eres tú quien ahora debes cuidar de él, guardándolo muy bien en el fondo de tu corazón para que nadie te lo robe otra vez.

Porque esta historia no es una historia inventada. Es una historia verdadera, aconteció realmente. Pregunta a tus padres y a tus maestros y ellos te contarán más cosas sobre el País de las Personas Tristes y sobre el Día de la Libertad.

7 comentarios:

  1. Chamo estas enfermo. La neurosis de Chavez te ha afectado seriamente, en todo ves una afrenta al chavismo, a lo rojo. Que te pasa? Que ejercicio de abstacción mas enfermizo el que te hace pensar que todos los "tipos" de personas cuya característica es rechazada para ser tu vecino, es colocado como chavista, dónde viste eso, además seguro que tu quieres tener de vecino con tu hijita a un drogadicto, que pendejada de reflexión es esa?

    Que tipo de locura es esa de ver que una mujer con franela roja golpeada en la calle por un tipo común y corriente como todos los venezolanos (moreno como somos todos) hace alusión a que es un chavista el que le pega a las mujeres (coño es la mujer golpeada en todo caso la que sería chavista.

    Así y todo, la violencia de lo rojo, ha sido impulsada por el propio Chavez cuando se identifica él y los suyos con ese color y luego arremete verbalmente contra todo lo que no sea rojo-rojito, cuando abusando del poder influye para que se meta preso a quien opine en su contra, cuando lanzó a la GN contra la gente el día aquel de las guarimbas (ocurridas despues de la locura violenta contra la manifestación que hubo ese día en la av. libertador), cuando la gente de oposición no puede llegar al centro de la ciudad porque bandas de ciudadanos aleccionados y armados por el gobierno de forma violenta no lo permiten, cuando sacaron a palos casi al Alcalde Metropolitano electo del sitio desde donde debía gobernar, cuando el presidente dice que va a "barrer" la oposición y la tilda de cualquier cosa, propulsando la violencia contra esa gente ( a él si es verdad que no lo juzgan por promover la violencia contra otro).

    ROJO = VIOLENCIA es un axioma que el mismo Chavez a creado, y así mismo le conviene que sea, para crear miedo e identificación de poder.

    Ojalá la Revolución Bolivariana ésta que propugnan con tanta obsesión, se pereciera un poquito nada mas a la Revolución de Los Claveles en Protugal, si así fuera, ya no estaríamos en manos de tanto oprobio.

    AP

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  2. que buen trabajo y que pena que sepamos tan poco de semiología y veamos estas cosas como loqueras, ellos, el enemigo, la derecha, lo tiene clarito

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  3. ¡Salud Reinaldo!Excelente análisis, y gracias por "El Tesoro", no conocía ese cuento. Difiero, si, de tu apreciación cuando dices "Las evidencias de esta despiadada práctica de violencia simbólica se consiguen por doquier, son casi omnipresentes", sé que eres acucioso, revisa tu hemeroteca, no son "casi", son omnipresentes,por lo menos en las dos plastas esas que son "el universal" y "el nacional". Por otra parte,tu escrito me ha dado un poquito de nostalgia...me traslado a mis veinte años cuando en una clase de "Comunicación y Lenguaje" en la Universidad del Zulia, el profe nos iba a explicar lo que es la "denotación" y la "connotación", sus diferencias, usos, etc., el tipo nos dice que iba a dar la clase con un piropo que acababa de escuchar en el pasillo dirigido a una muchacha vestida de verde, minifalda verde y blusita del mismo tono...un "bachiller" le dijo a la jeva que iba pasando: "Si así sois cuando estais verde, como sereis madurita"; demás está decir que la clase resultó como tu análisis, enriquecedora. Y hablando de vecinos, en mis cincuentaydele he tenido de vecinos atracadores de bancos, jíbaros de toda laya,putas de variada condición, consumidores de piedra y echaopa`tras, que se parecen pero no son lo mismo, sociólogos buena nota como tú, mariguaneros, alcohólicos,transexuales; y cosa rara, hasta adecos y copeyanos honestos; pero nunca jamás gracias a mi San Benito (y que la Virgencita de La Coromoto me libre), he tenido de vecino a un comemierda como el anónimo ese que firma AP. Sé que tu profesionalismo te va a inducir una respuesta, pero hay daltonismos como el que padece ese pobre bolsa que son incurables.
    Un abrazo, hermano.

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  4. según el universal Robben, el héroe, es chavista. Miren la foto de abajo. los del universal son chavistaaas.

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  5. Anónimo del 27 de abril a las 11:32:
    Imagino que me estás escribiendo desde la cárcel. Digo, después de que el rrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrégimen te encarcelara por opinar en contra de Chávez.

    ¿Dónde he escuchado eso antes: "la violencia de lo rojo... ha sido impulsada por el propio Chávez". ¿No era sobre eso que trataba mi artículo?

    ¿Donde he leído antes que los chavistas somos enfermos, locos y violentos? ¿Será en la misma prensa que cito en este artículo?

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  6. Wilfredo:
    Coño mi hermano, tenía tiempo sin reírme tanto con un comentario. Agradecido. Es decir, hay comentarios frente a los cuales no queda más que reírse, pero los hay como los tuyos que lo que inspiran es una buena carcajada. Risa alegre, podría decirse.

    Igual que todo el mundo, tengo vecinos como los que tú enumeras, pero también de los otros. He intentado retratarlos, sin mucho éxito, en un par de artículos que transcrurren en el ascensor (aquí y aquí).

    Uno de mis vecinos es un señor, a quien le hago como si escuchara atentamente, de manera respuestuosa (es un señor mayor), que estoy seguro ensaya sus monólogos. Sucedió dos veces durante la misma semana que el maestro, nada más verme, se largó un par de interminables discursos, idénticos, como si realmente no recordara el primero, sobre la inevitable tragedia que se repetirá en La Guaira, sólo que esta vez mucho peor que la de 1999, algún día de lluvia torrencial. Lo que por supuesto es culpa de Chávez.

    Lo comprendí: era su manera de digerir la llegada de las lluvias. Supongo que antes tedría un bien elaborado discurso sobre la sequía, que también habrá sido culpa de Chávez.

    Pobre: si tan solo supiera la filiación política de su vecino.

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  7. Anónimo del 28 de abril a las 00:51:
    Jeje. ¡Y tu sangre también! Cuidao cuando te cortes, mi hermano (dios no lo quiera), que te puedes morir de un susto.

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