"Todos los medios de comunicación social han perdido su norte, en el sentido de que están… informándonos de la pequeña batalla solamente". Así concluía su intervención Maryclen Stelling en el programa Contragolpe, que conduce la periodista Vanessa Davies en Venezolana de Televisión, el pasado 29 de enero.
Stelling, integrante del Observatorio Global de Medios, capítulo Venezuela, y a mi juicio una de las analistas de medios más lúcidas de todo el Sistema Nacional de Medios Públicos*, resumía así lo que, a estas alturas, deberíamos tener como un dato incuestionable: concentrados en transmitir, en vivo y en directo, las incidencias de la guerra declarada contra el antichavismo mediático, hemos descuidado otros frentes de batalla.
Hemos puesto tanto esfuerzo al servicio de informar de la pequeña batalla, que nuestros sentidos se han venido atrofiando: con nuestros ojos pegados a las pantallas y nuestras manos saltando de primera página en primera página, nuestro olfato político ya no nos alcanza para percibir que el hastío por la política, y en particular por los políticos, afecta a parte considerable de lo que durante todos estos años constituyó la base social de apoyo a la revolución. Hastío por los políticos que, por momentos, nos hace recordar a la Venezuela que hizo posible la insurgencia del chavismo.
Si el chavismo significó la progresiva politización del pueblo venezolano, fue porque hizo visible a los invisibles y dio voz a los que nunca la tuvieron. Allí radica su grandeza. De la misma forma, el hastío por la política y por los políticos tendría que ser la medida de sus miserias. Porque hay hastío allí donde el chavismo no se siente visibilizado, cuando su voz no es escuchada, cuando sus demandas son ignoradas.
Si el chavismo significó la quiebra histórica de la vieja clase política, mal haría prolongando una batalla cuya victoria tenía asegurada, empeñándose en subirse al ring para disputarse el título con rivales de poca monta, gastando pólvora en zamuro, perdiendo el tiempo en disputas verbales con dirigentes de partidos casi inexistentes, mofándose de sus sandeces, respondiendo a sus insultos y provocaciones.
¿Todavía tienen algo que decirnos un Ramos Allup o un Óscar Pérez? ¿O un Luis Ignacio Planas o un Andrés Velásquez o un Antonio Ledezma? Cierto, allí está Ledezma como Alcalde Mayor. ¿O es que acaso construimos adversarios a nuestra medida? ¿Quién era Julio César Rivas antes de que apareciera en las pantallas de nuestras televisoras?
Mientras nos empantanamos en las trincheras de la pequeña batalla, ¿quién muestra el rostro del chavismo descontento? ¿Quién escucha su voz? ¿Quién atiende sus demandas? ¿O es que acaso hay algo más subversivo que el mal gobierno, que el político que roba o que mucho dice y poco hace? ¿Cuántas insurrecciones populares comandará Roderick Navarro?
"Serenidad", aconsejaba Chávez en su Aló, Presidente del pasado 31 de enero, a propósito de cierta exasperación provocada por los ataques de la prensa antichavista. Nunca perdamos de vista la "gran estrategia", agregaba. Gran estrategia que se escribe distinto y significa lo contrario de la pequeña batalla. Gran estrategia que, si quiere decir radicalización democrática, pasa porque nuestras pantallas sean una expresión de lo que hizo grandioso al chavismo. Porque si debemos, también, aprender a mostrar la buena obra de gobierno, es preciso agregar que eso sólo no es suficiente.
Caso contrario, estaremos condenados a escuchar durante algún tiempo más las interminables peroratas de un Ramos Allup, pero esta vez desde la Asamblea Nacional, y más temprano que tarde nos veremos en la obligación de inventarnos un nuevo Julio César Rivas, mientras Venevisión sigue acaparando la audiencia de un país hastiado de la política, porque no es posible que "siga la polarización de dos minorías, cuando en el país existe una gran mayoría que quiere trabajar, salir adelante y luchar por Venezuela".
Este discurso sobre "la polarización de dos minorías" es el que viene colándose, de manera casi inadvertida, mientras seguimos informando de la pequeña batalla. ¿De qué vale sabernos la principal fuerza política del país, si no somos capaces de actuar como fuerza política revolucionaria? En otras palabras, ¿a quién conviene que derrochemos tanta energía enfrentando a un adversario que ya quisiera reunir la mitad de nuestras fuerzas?
Ya lo decía Rosa Luxemburgo: "no se llega a la táctica revolucionaria a través de la mayoría, sino a la mayoría a través de la táctica revolucionaria". En nuestro caso, planteo, la táctica revolucionaria pasa por reorientar nuestros esfuerzos, por saber administrar nuestras fuerzas, sin abandonar ningún frente de batalla – y nadie desestima la importancia que reviste el terreno donde enfrentamos a la oligarquía mediática. Pero las circunstancias nos obligan a reforzar los frentes de batalla que hemos descuidado, nos obligan sobre todo a retomar la calle, el barrio, y en general todo espacio donde se expresa hoy el hastío por la política, el chavismo descontento.
Talento sobra. Sólo falta ponerlo al servicio de la gran estrategia.
* Su programa De primera mano, que conduce junto con Carmen Elena Balbas y que transmite Radio Nacional de Venezuela, Canal Informativo, todos los miércoles a las 7 am, es de obligatoria escucha.
¿quieres decir quevla hojilla le hace el juego a la derecha? o que se esta convirtiendo en la nueva derecha?
ResponderBorrarAnónimo del 11 de febrero a las 14:09:
ResponderBorrarJejeje. Comenzó el francotiroteo. Pero igual respondo:
1) Sobre la nueva derecha ya escribí hace tiempo.
2) Si alguien no está de acuerdo con lo que planteo, que plantee por qué.
3) Repito la pregunta: "¿Quién era Julio César Rivas antes de que apareciera en las pantallas de nuestras televisoras?". Y ésta otra: "¿O es que acaso construimos adversarios a nuestra medida?".
4) Finalmente, para no desviarnos mucho de la sustancia del asunto: "Mientras nos empantanamos en las trincheras de la pequeña batalla, ¿quién muestra el rostro del chavismo descontento? ¿Quién escucha su voz? ¿Quién atiende sus demandas? ¿O es que acaso hay algo más subversivo que el mal gobierno, que el político que roba o que mucho dice y poco hace? ¿Cuántas insurrecciones populares comandará Roderick Navarro?".
Hay un problema que no se puede resolver en poco tiempo y cuando esa mayoría recela de las dos o tres minorías.... y comienza a ver a todos como ajenos a sí. Ahí creo que las minorías que se digan populares deben buscar reconectarse y asumir nuevas demandas.
ResponderBorrarImportantísima esa reflexión, e impostergable la discusión. Nadie gana una batalla sin saber quién es el enemigo, ni otorgándole estatura al que no la tiene.
ResponderBorrarChiste viejo: Chávez en persona respondiéndole a Goicoechea una provocación. Nos encanta un fantasma, y nos encanta mirar para otro lado cuando el enemigo real crece: el descontento de la gente nuestra.
Es fácil y sale "natural" descargarse a un ricachón estúpido y darle una ración de patadas (muletazos, en mi estado actual) si llegare a estallar un merecumbé tipo 11-A. Pero el día que esa señora vecina mía, pobre o más pobre que yo, desencantada con el deterioro de su situación, venga a reclamarme mi chavismo y a meterme con un sartén por la frente, ese día me rindo. Porque no tendré argumentos. No podré llamarla oligarca ni que trabaja para la CIA: el enemigo no será esa señora sino mi incompetencia para convencerla de que este experimento venezolano vale la pena. Será mi fracaso y tendré que cargar con sus consecuencias.
ESTOY DE ACUERDO CON TU PLANTEAMIENTO. Hay mucho descontento y los medios del gobierno se hacen los sordos, los ciegos y los mudos. El triunfalismo se apoderó sin medida de la imagen noticiosa para responder a la oposición pero en realidad a quien golpea es al pueblo. Hasta cuando esa ceguera?
ResponderBorrarAS.
No hay manera de ganar la batalla, si ésta es contra otros ciudadanos, pues al concentrarse en eso, se desenfoca la verdadera lucha que los venezolanos todos queremos, que es contra la pobreza que nos agobia y que es la base de otros males como la inseguridad permanente en nuestra calles y barrios, y ahora la novedosa -para la clase media- falta de luz y agua.
ResponderBorrarCuando los medios se enfocan en INFLAR una labor de gobierno, se nota la mentira y la gente se siente burlada, así ocurrió cuando Lusinchi y podría estar ocurriendo ahora con los medios oficiales, usados como fuente de propaganda permanente.
Del otro lado está un Globovisión, destacando siempre lo negativo, que en la realidad no es poco, pero que se ve INFLADO tambien, y la gente deja de creer en tanta desgracia, pues le vasta con la que vive, que quizá no la ve tan re-mal.
Finalmente, el problema de fondo quizá no sean los medios, ellos lo que hacen es reflejar la realidad -fragmentada de forma disociada en nuestro país- y recanalizarla para hacerla atractiva de ver y así meterle a uno en la mitad publicidad que es la que paga los contenidos -en el caso de las privadas- y propaganda política en el caso de los oficiales.
Con lo cual, un esquema mas válido para todos, sería que los medios oficiales trabajen para el bien común y no para el bien partidista ni el bien del gobierno -lo cual incluso implica peculado-, y que los medios privados se ajusten a la ley por una parte y a los códigos de ética del periodismo.
Para esto se requiere de una madurez que aparentemente aún no alcanzamos en Venezuela, y el fortalecimineto de las instituciones públicas (Tribunales, AN-Cons.Legisl, Contraloría, Fiscalía, Defensoría del Pueblo)para que respondan a los intereses de la gente y no a los del gobierno y su proyecto de turno.
AP