24 de diciembre de 2011

El maestro pensador, 4


Hacía las últimas compras
cuando vibró intensamente en el fondo
del bolsillo de su pantalón

Hurgó, acarició con su mano derecha
desbloqueó
leyó:

"
Cada diciembre, durante todo este tiempo, hemos celebrado victoriosos nuestra marcha indetenible hacia la Patria Buena y Bonita...
... Plena de alegria, justicia y de igualdad social. Feliz Navidad, companeras y companeros. Hugo Chavez
"

Sus mejillas enrojecieron
miró a todos lados
sus orejas chisporrotearon.
Si tan solo hubiera aprendido a insultar en perfecto venezolano.

Presuroso, deslizó el artefacto
avergonzado
de vuelta al bolsillo del pantalón.
Demasiado tarde.
El mensaje se había esparcido como un virus
y a su alrededor gritaban
gruñían
mentaban
maldecían
de maneras que él nunca hubiera soñado.

Tanto tiempo perdido
alardeando
pretendiendo que nadaba más allá del bien y del mal
para morir en la orilla
del antichavismo más ramplón
más furibundo
más escuálido
más vulgar.

El maestro pensador, 3

Ideas...

Aprendió desde muy joven a cultivar el oficio
de escribir para que lo invitaran a programas de televisión.
Interrogado
imposible saber si le asalta una inquietud profunda
o un terrible dolor de cabeza.

Sus ideas envejecieron.
Tanto se acartonaron
que empezaron a ser publicadas como patrones
en las revistas de manualidades
como vestiditos de
muñecas de papel.

En nombre del sagrado derecho a evitar un escándalo
se olvidó de la audacia profana
y se hizo anodino, inofensivo, predecible
un peón de la rutina
narrada en perfecto charlatán.

Se acostumbró a ofrecer balances
que siempre confirmaban sus predicciones.

"
Como lo habíamos dicho...
Como todo el mundo sabe...
"

Aspirante a una columna dominical
que alguien, por favor, le "aperture" un espacio
(como dicen los bien hablados)
y nos deje a todos tranquilos

21 de diciembre de 2011

"Todavía no hemos logrado nada"

Cuando cayó el último out (rolling a Francisco Rodríguez, bateado por Brandon Waring), entramos en la segunda mitad de una jornada memorable que comenzó con una demostración de buen beisbol (duelo de picheo, buena defensa, bateo oportuno), y terminó con la ruidosa y emocionada celebración en tribunas, gradas y en el propio campo, y luego con la arenga de varios peloteros de La Guaira a la fanaticada.

"Todavía no hemos logrado nada... Vamos a la final. Yo quiero que ustedes sepan que vamos a ser campeones" se dirigió a los presentes un Grégor Blanco convertido en líder indiscutible.

El par de videos a continuación captan esos dos momentos: el último out, la celebración; luego, las palabras de algunos de los jugadores más insignes de la divisa: Cachi Salazar, Grégor, Héctor Sánchez, Rafael Álvarez, César Suárez, entre otros.

Ambos se los debemos a Sandra Mikele (salvo brevísimos momentos de relevo).

Estoy seguro de que los fanáticos de La Guaira y, más allá, los amantes del beisbol, sabrán disculpar la baja calidad de las grabaciones. Sandra Mikele hizo lo mejor posible. Es este pedazo de aparato que no es capaz de más (pura pinta).

La bendición mi viejo.



20 de diciembre de 2011

El maestro pensador, 2


Él es el que dice:

"
El opio es la religión de los pueblos
Los pueblos son el opio del pensamiento
La religión es el pensamiento de los pueblos
"

Tres perlas
Tres pelotas de malabarismo verbal
Trois

Él encarna
la filosofía de la miseria de la filosofía de la miseria
Esa que nos enseña
que el chavismo es horrible
la esclavitud es horrible
el chavismo es esclavo


Él no hunde los dedos en las teclas
para escribir
las teclas hunden los dedos en su cuerpo
y lo escriben

"
Dame un todo con perro
No tengo hambre
el hambre me tiene
"

Libérrimo pensador de todo lo pensable
de todo lo impensado
por qué te empeñas en hablar al revés
por qué no nos cuentas
qué carajo te has fumado

19 de diciembre de 2011

El maestro pensador, 1


De tanto desear que el Sur fuera el Norte, se convirtió en el Arjona de la filosofía 

Se acostumbró de tal manera a jugar con las palabras
que las palabras comenzaron a jugar con él.

Nadie, ni uno solo entre los mortales
supo nunca el significado de palabras tan graves como
revolución.
Sólo él. Tan agudo. Tan esdrújulo.

Pueblo es una palabra en desuso
que sólo usan los pueblerinos.

La verdad no lo hizo libre
sino inaccesible.

Tan ingenioso. Tan irresistible. Tan résistance.

Es el Ricardo Arjona de la filosofía.

12 de diciembre de 2011

Treinta

Se llama Héctor Sánchez. Te hubiera gustado verlo jugar. Es el novato del año, pero de calle.

Treinta victorias al 12 de diciembre. ¿Qué te parece mi viejo? Por ahí andan diciendo que los fanáticos de La Guaira no estamos acostumbrados a tanta victoria. Pero eso es una verdad a medias. Es cierto que para nosotros el beisbol es sinónimo de agonística, y diciembre el mes de los más encarnizados combates. Pero es completamente falso que alguna vez nos hayamos acostumbrado a la derrota. Precisamente porque hemos perdido tanto, sobre todo durante aquellos años 90, aprendimos a celebrar cada victoria. Consuelo de tontos, se dirá. Nosotros preferimos llamarlo carácter. Por eso sucede con tanta frecuencia que celebramos una dejada en el terreno como si mañana no hubiera que salir y batirse nuevamente. Cuando sale el batazo y el hombre cruza por tercera y el bateador-convertido-en-héroe alza sus brazos rumbo a primera, nada termina, todo comienza. La noche. La fiesta. Eso no nos hace mejores que nadie. Pero tampoco peores. Venir de atrás, más que una circunstancia, es una filosofía de juego. Cuando comiencen a llegar los títulos, ojalá muy pronto, sólo espero ser capaz de transmitir a los que tienen veinte años menos, que nunca se trató de trofeos que ostentar, sino de jugar bien a la pelota. Se trata de amor a la franela, a la divisa, de respeto al adversario. Que lo único peor que un equipo con mentalidad perdedora, es un equipo que nunca aprendió a ganar. ¿Qué te parece mi viejo? Van treinta esta temporada. Y todavía quedan once juegos. Pero lo mejor, nunca lo olvidamos, es que siempre nos acompañas. En las buenas. En las malas. Cuando perdemos. Cuando ganamos. Y van treinta. Y vamos por más. La bendición.

7 de diciembre de 2011

Un piquito para Pablo Medina

A Pablo Medina se le caerían las medias...

Debo reconocer que el "gran debate" protagonizado el pasado domingo por los seis precandidatos opositores, es uno de los programas más jocosos que he visto en mucho tiempo. Lo digo con absoluta franqueza. Es una lástima que no los hagan más a menudo.

¿Por qué la risa? Es algo sobre lo que pensé muy poco aquella noche, pero sí los días siguientes. No está de más echarle cabeza al asunto. Una interpretación apresurada puede inducir conclusiones equivocadas.

¿Era simple burla? La pose, la estridencia calculada, las respuestas descolgadas de las preguntas; los movimientos maquínicos de Pérez, su incómoda sonrisa que quiere y no puede transmitir comodidad, ventaja; los ojos desorbitados de López, que quieren y no pueden transmitir seguridad, manejo de la situación; el rostro quinceañero de Arria, que quiere y no puede trasmitir vitalidad, porque cuando abre la boca todo a su alrededor envejece; la mirada de cordero degollado de Machado, incapaz de inspirar lástima o simpatía, porque dos segundos después ya actúa como loba feroz, histriónica hasta el colmo; la performance en general de Capriles, a medio camino entre Pérez y López, y esa manía de querernos convencer de que la mejor prueba de que resolverá los problemas de Venezuela es que ya los resolvió todos en Miranda, que sería como un universo paralelo al que los chavistas no tenemos acceso; y Medina, ¡oh!, Pablo Medina, porque hay que decirlo con nombre y apellido: cuánta capacidad para divagar mientras ofrece un programa de gobierno improbable, de una república del trabajo aérea, para republicanos bobos y no caribes, cuánta capacidad para las respuestas insólitas, cuánta aptitud para la amenaza vana, para el ladrido del que no muerde, para el "vamos por ti", para el ridículo puro y duro.

Sí, demasiado fácil ceder a la tentación de la burla. Sin embargo, más allá de la burla, ahora puedo afirmarlo con seguridad, la noche del domingo volví a celebrar el día en que hace trece años fuimos capaces de derrotar, por fin, a esta misma clase política. Volví a sentir la misma alegría, el mismo alivio. Mucho he recordado durante estos días aquel gesto entre desfachatado, desesperado e inigualablemente cínico de un Luis Alfaro Ucero, candidato presidencial adeco en 1998, pidiéndole perdón al pueblo venezolano por los errores cometidos.

Naturalmente, no hubo nadie que creyera en el gesto del Sócrates de Venezuela, y el 6 de diciembre de aquel año el pueblo votó masivamente contra la partidocracia y su filosofía barata, y a favor de un hombre que simbolizaba todo lo contrario de la política tradicional. Para decirlo con el entrañable Pierre Bourdieu, ese día el pueblo profano votó por el candidato profano y subversivo y en contra de los "profesionales de la política".

Es oportuno recordarlo: si el 6D de 1998 no es una fecha cualquiera, en la que se celebró una contienda electoral más, sino un verdadero acontecimiento político, es porque marca la entrada de los profanos en la política, y esa profanidad lleva el nombre de chavismo. Desde los primeros reclamos por las reiteradas ofensas a la "majestuosidad" de la Presidencia, dirigidos contra un Chávez dispuesto a saltarse cualquier protocolo que lo separara de su pueblo, hasta los tempranos ataques contra el chavismo ignorante e igualado, y luego violento y criminal, estos "profesionales de la política" no han parado de acusar a los irresponsables protagonistas de semejante invasión del orden sagrado de los políticos.

Que el chavismo, ese sujeto/aluvión, arrastró consigo a muchos de esos "profesionales", y que luego unos cuantos de esos políticos, a secas, se acomodaron y comenzaron a renegar de los profanos, es algo que está fuera de toda discusión. Para decirlo con las palabras correctas, es algo que tenemos que seguir discutiendo, señalando, combatiendo. Precisamente porque lo clave es que no nos sumemos a la empresa de desnaturalización del chavismo, haciéndolo pasar por lo que jamás fue, domeñándolo, uniformizándolo, restándole toda su potencia subversiva y su voluntad transformadora.

Lo anterior pasa por no caer en la trampa de la "política boba", es decir, por no transarnos en polémicas absolutamente estériles con las figuras de la vieja política, entre otras razones porque es imposible tomarse en serio a una clase política que hace tiempo dejó de respetarse a sí misma (eso es lo que significa el perdón de Alfaro Ucero). Dicho sea de paso, a propósito del "gran debate", la mayor parte del antichavismo no se toma verdaderamente en serio este asunto de los precandidatos: su voto será contra Chávez, no a favor de nadie.

Por eso, si destaco el desempeño de Pablo Medina durante el "gran debate", no es porque tenga nada que decir sobre él a título personal, sino porque me parece que desarrolla hasta el extremo lo que en el resto de los precandidatos está en potencia: ese deseo rabioso de echarle el guante a la Presidencia para iniciar la cruzada purificadora contra nosotros los profanos. Lo curioso es cómo lo hace: hablando en nombre de la clase trabajadora, de los excluidos, de los ancianos, de los niños, etc. Intenta ser profano, pero no pasa de ser procaz, porque no es más que un político. Si Pablo Medina es un precandidato tan impresentable, es justo porque representa fielmente lo que cabría esperarse de los "profesionales de la política" si vuelven por sus fueros.

En contraste, la fuerza de Chávez radica en su naturaleza todavía profana (después de todos estos años), que volvió a expresarse mientras ofrecía una rueda de prensa el pasado martes, a propósito de los 13 años de su primera victoria electoral. Refiriéndose a la campaña publicitaria de cierta marca, que lo retrató estampándose un beso con el presidente estadounidense, afirmó: "¿Cómo aparece Obama ahí? ¿Con los ojos cerrados? Como inspirado… Ah, pero es un piquito vale… Yo también cerré los ojos". Todo esto, en medio de las risas del mismo Chávez y de todos los presentes.

En el fondo, Pablo Medina lo que desea es un piquito. Por lo menos uno. Como todo político al que el pueblo le ha dado la espalda.