27 de abril de 2011

La jerga de los verdugos

La página de la Agencia de Noticias Nueva Colombia, ANNCOL, de la cual fuera director Joaquín Pérez Becerra, ha sido suspendida.

Este lunes 25 de abril, el diario colombiano El Tiempo publicó una entrevista que le concediera Juan Manuel Santos a la periodista María Isabel Rueda. Luego de repasar asuntos domésticos, abordaron el tema de las relaciones con Venezuela. Más concretamente, el estatus de la relación entre los presidentes. Demasiado eufemismo todavía. El tema fue: la palabra de Chávez.

"¿Chávez sí tendrá palabra?", interrogó incisiva la periodista, como quien formula una pregunta retórica. "Extraditamos a Makled a Venezuela. ¿Qué hay a cambio de Venezuela hacia Colombia?", se quejó Rueda. Luego, disparó: "¿Ha hablado con Chávez sobre la posibilidad concreta de que nos mande a los jefes guerrilleros para acá?".

Santos respondió, demasiado evasivo para el gusto de la periodista: "El presidente Chávez me ha reiterado en todas las reuniones que no va a permitir que los campamentos de la guerrilla se mantengan en Venezuela". Rueda ripostó: "¿Pero siguen en Venezuela?". Santos: "Hemos podido detectar una actividad de la guerrilla mucho más presencial en el lado nuestro de la frontera... Lo que espero es que el presidente Chávez cumpla con su palabra de no protegerlos allá".

Según El Tiempo, Chávez es un hombre sin palabra. ¿La tendrá alguna vez? No se pierda la respuesta de Santos: "... tenga la certeza de que en el momento en que detectemos alguno de esos campamentos, inmediatamente se lo comunicaré al presidente Chávez y lo veremos". Amanecerá y veremos. Si el hombre tiene palabra.

Acto seguido, en un intento por despejar las dudas que, sin embargo, ya quedaron sembradas, adoptó un tono condescendiente, como el del aventajado que desea disculpar a su par problemático: "La verdad es que él ha colaborado. En eso no tengo reparos. Nos ha entregado peces gordos de la guerrilla y del narcotráfico". Rueda no se dio por vencida: "No me parece que usted tenga un pelo de ingenuo. ¿Pero será que tiene bien medido hasta dónde se le puede creer al presidente venezolano?". El colofón de Santos: "Tengo muchísimos defectos, pero ingenuo no soy. Y frente a Chávez, menos. Pero mire, María Isabel, para tranquilizar a los escépticos: el sábado llamé al presidente Chávez y le dije que un tipo muy importante para nosotros de las Farc llegaba en un vuelo de Lufthansa esa tarde a Caracas y que si lo podía detener. No titubeó. Lo mandó capturar y nos lo va a entregar… Es otra demostración de que Chávez está cumpliendo su palabra".

Cosa curiosa: el mismo día, el extracto de la entrevista fue replicado en forma de breve nota de prensa por las transnacionales de noticias, que casi siempre intitularon, no por casualidad, Santos confia en la palabra de Chávez. Por su parte, el Correo del Orinoco decidió emplear la frase como antetítulo de una nota intitulada Presidente colombiano agradece a Chávez por fortalecer lucha contra el terrorismo.

Mientras Chávez, según la versión construida laboriosamente por los medios de la oligarquía colombiana, es un hombre sin palabra, y mientras Santos la utiliza a conveniencia, en Venezuela reina el silencio oficial. Hosco, punzante silencio apenas interrumpido por un insólito comunicado que celebra la detención de Joaquín Pérez Becerra en nombre de un tal "compromiso inquebrantable en la lucha contra el terrorismo". Lo único peor que guardar silencio frente a la injusticia, es repetir la jerga de los verdugos.

Un silencio muy parecido al que sigue rodeando el caso de José Joel Torres Leba y José Agustín Gamboa Durán, militantes del Frente Nacional Campesino Ezequiel Zamora, secuestrados, torturados y asesinados entre el 12 y el 14 de abril pasados, en Barinas. Silencio doloroso, insoportable, inexplicable, sólo interrumpido por algún funcionario policial para sugerir la venganza como "móvil". Un simple y vulgar ajuste de cuentas para disimular una injusticia de siglos.

21 de abril de 2011

Eudomar Santos y la planificación

Eudomar Santos a la izquierda

La verdad es que no albergaba ninguna esperanza oculta, a estas alturas ya no espero un mínimo gesto de lucidez o irreverencia, algún chispazo de aquella vieja llama, pero vaya decepción, caballero, la que me produjo conocer la opinión que el actor Franklin Virgüez tiene sobre el personaje Eudomar Santos, emblema, genio, figura y cuarto bate de aquella extraordinaria telenovela que fue, al menos durante sus primeros meses, Por estas calles.

Según entrevista publicada el domingo 17 de abril en el diario Últimas Noticias, Virgüez hace un esfuerzo que raya en lo patético por marcar distancia de la singular filosofía de vida que, como es fama, exhibía sin tapujos el negro Eudomar: "Como vaya viniendo, vamos viendo".

Es cierto que el autor de la entrevista, el periodista E.A. Moreno Uribe, pone bastante de lo suyo, con un preámbulo que rezuma fraseología para-sociológica-chimba-legal: "Lamentablemente, desde el río Bravo hasta el estrecho de Magallanes, en todos los países de habla hispana, sus habitantes desechan la planificación, no hacen agenda para sus vidas en particular, ni tampoco en lo general, todo se improvisa". Luego de lo cual, uno sabe que lo que viene es una de esas frases de leyenda. Casi puedo imaginarme a Franklin Virgüez ensayando el personaje del filósofo de cajita de cereal, poniendo cara de estar pariendo una idea rutilante, descollante, cejas arqueadas, ceño fruncido, algo nunca antes dicho: "No somos como los europeos que planifican todo…". ¿Alguna vez había escuchado algo parecido?

Pero los europeos no sólo "planifican todo". Según Virgüez, también "organizan todo lo inherente a sus vidas personales y procesos comunitarios. Para ellos la improvisación cuesta dinero y tiempo. Para los latinoamericanos la improvisación puede ser una ventaja o una maldición, así lo utilizaba Eudomar". A estas alturas, uno no sabe si la planificación es buena porque nos ahorra tiempo y dinero, o porque es cosa de "los europeos". Pero eso es lo de menos.

Lo que realmente resulta incomprensible es que el tipo sea incapaz de plantearse aunque sea un "escenario", para seguir como la jerga sociológica, en el que la planificación sea una maldición. Por ejemplo: ¿cuán planificado habrá sido el apoyo decidido y mil veces comprobado de los gobiernos gringo y español, al golpe de Estado contra Chávez, en 2002?

Va otra: ¿cuánto de planificado tendrá el discursito auto-denigratorio del tipo "No somos como los europeos", que nos enseña a sentir vergüenza de nosotros mismos y arrastrarnos frente a los adalides de la razón y la civilización, justamente porque nos sobran las razones para no sentir vergüenza alguna?

Pero qué va a saber Eudomar Santos de planificación.

Virgüez remata: "Planifico y es gracias a eso que he vivido diez años en Estados Unidos y puedo trabajar allá y venir a Venezuela para hacer telenovelas o teatro". Moraleja: planifiquemos y seremos capaces de vivir como en Estados Unidos. O como los europeos. Dando lecciones de moral a las improvisadas democracias del mundo.

13 de abril de 2011

Abril

Ahora que lo pienso, la primera vez que experimenté, de manera más o menos conciente, la sensación de fraude asociada a la existencia de Acción Democrática, fue tan temprano como a los siete años.

Corría el año 1981 y mi familia recién se establecía en Los Teques, luego de un intenso periplo que abarcó tres ciudades. Me tocó en suerte estudiar en una escuelita pública, de la que guardo muy gratos recuerdos: la Francisco Espejo, en el barrio El Trigo. De mi maestra de tercer grado, en cambio, recuerdo poco. Supongo que no me quedó de ella la mejor de las impresiones: una señora de mediana edad, tal vez cercana a los cincuenta, de baja estatura, apellido de casada Pérez.

Un buen día, la maestra de Pérez anunció a la clase que le tenía preparada una grata sorpresa. Naturalmente, con tal preámbulo, no le costó gran cosa captar la atención de todo el auditorio de incautos cautivos que éramos. ¿Decretaría el fin de las tareas para la casa, la extensión de la hora de recreo? Nada de eso. Anunció la pronta reincorporación a la escuela de Carlos Andrés, su hijo. Buena parte del salón estalló en un júbilo fingido, condescendiente, y la otra guardó silencio. Yo entre los últimos. No entendía nada. ¿Qué podía tener de especial este Carlos Andrés Pérez, también por los siete, a lo sumo un año mayor que yo, y probablemente concebido en sudoroso polvazo blanco en plena campaña electoral de Carlos Andrés, el Presidente?

No pasó mucho tiempo antes de que confirmara mis sospechas: Carlos Andrés no tenía nada de especial. No era inteligente ni simpático, sino más bien atolondrado. Era simplemente el hijo de la maestra fulana de Pérez, lo que sin embargo le concedía una ventaja sobre el resto, suficiente para obtener ciertas licencias: sabotear la clase sin temor de reprimendas, por ejemplo.

Juro que lo recordé varias veces, a Carlos Andrés, durante el segundo gobierno de Pérez, el hijo atolondrado del Fondo Monetario Internacional, y volví a recordarlo a propósito de, cosa-más-ridícula-caballero, la iniciativa mayamera de crear un día del exiliado venezolano, a celebrarse cada 13 de abril de ahora en adelante y hasta que el régimen caiga, y la creación de una Orden del exilio venezolano Rómulo Betancourt, concedida nada más que a Ileana Ros-Lehtinen.

Así estaba, pensando en mujeres y en nombres, Carlos Andrés, Rómulo, Ileana… hasta que recordé a Abril, la hermosa Abril y sus añitos, Abril la hija de mi pana Manuel Cullen, argentino y chavista, suramericano y revolucionario, y chavista y peronista, y Abril por el ejemplo del pueblo venezolano que barrió con una dictadura en menos de cuarenta y ocho horas, grande abril, hermoso abril, y aquí estoy porque hasta aquí nos trajo abril, convencido de que nuestra generación sí que sabe escoger nombres.

6 de abril de 2011

Antichavismo, izquierda y pensamiento único

Ramos Allup: ¡Arriba las manos, esto es un atraco ideológico!

La noción de pensamiento único, muy al contrario de la especie difundida por la vocinglera, lloricona e insidiosa prensa antichavista, no tiene nada que ver con el improbable plan, urdido por Chávez con la ayuda de sus asesores cubanos, que consistiría en imponer como modelo oficial de pensamiento y acción al camarada Mario Silva, acto de fuerza acompañado de la velada intención de perseguir y condenar al ostracismo o, mejor, encerrar en alguna de las malolientes mazmorras del régimen a cualquiera que ose levantar su voz de protesta. Eso está bien para el lector promedio del Grupo de Diarios América, El País de España o The Washington Post, pero hasta ahí.

En realidad, pensamiento único, al menos tal y como fue planteado la primera vez por Ignacio Ramonet, en Le Monde Diplomatique, en enero de 1995, remite al consenso entre partidos de derecha e izquierda en torno a la vulgata neoliberal. Más allá, puede aplicarse a la imposibilidad para distinguir entre la oferta electoral de unos y otros o, dicho en términos más claros, a la creciente convicción de que, más allá de siglas y colores, izquierda y derecha habían terminado siendo lo mismo. Con el pensamiento único advino la desideologización y la despolitización. Prostituidos los partidos, triunfantes las fuerzas del capital, la política había sido apaleada y vaciada de todo contenido, cual atraco a plena luz del día.

Hecha la precisión, es oportuno interrogarnos: ¿a qué obedece el coqueteo de figuras claves de la derecha venezolana con la fraseología de izquierda? Casi parece un desvergonzado manoseo: Capriles Radonski, uno de los preferidos de la oligarquía venezolana, declarando que "en Venezuela no hay espacio para gobiernos de derecha", y otro de los pre-candidatos opositores, el veterano Ramos Allup, pontificando: "La idiosincrasia de este país fundamentalmente se ubica con el pensamiento de la izquierda democrática... Si nosotros logramos presentar una buena propuesta de izquierda democrática que desarticule el mensaje populista de Chávez, vamos a ganar las elecciones sin duda alguna". ¿Simple oportunismo?

Podría pensarse que el antichavismo, en su afán de disimular su raigambre profundamente anti-popular, como el que se lava la cara, y convencido de que sólo así podría sumar la mayoría en las presidenciales de 2012, promueve activamente el pensamiento único, mimetizándose con su adversario: después de todo, puede reclamar que es tan de "izquierda" como el chavismo oficial. Más aún, es su versión mejorada: es la izquierda "democrática".

Hipótesis frente a la cual habrá que advertir, de entrada, y en espera de nuevos desarrollos, que para que haya pensamiento único, con toda su estela de hastío, desideologización y despolitización, ha tenido que suceder que el chavismo fuera suplantado por el oficialismo.