31 de marzo de 2011

Métodos burgueses

Hace un par de semanas, en entrevista publicada en este mismo diario, Diosdado Cabello declaraba que "en una revolución madura… no debería haber elecciones internas porque éstas son un método burgués". A estas alturas, muy poco importa el declarante. Más que de personas, figuras o "estrellas de mediana magnitud", se trata de hábitos. ¿Revolución madura? Esta revolución se pudre si nos habituamos al silencio.

En lo particular, me asaltan dudas, inquietudes. Me gustaría plantear algunas preguntas. En primer lugar, quisiera saber si el atronador silencio a propósito de tal declaración debe interpretarse como una expresión de consenso en torno a la idea. Es decir, por si no nos hemos entendido: un integrante de la dirección nacional del partido disparó que las elecciones internas son un método burgués y, hasta donde sé, nadie salió a desmentirlo.

En segundo lugar, ¿resulta, entonces, que una revolución va madurando en la medida en que prescinde de la democracia interna? ¿Qué cabe decir de aquellos que opinan en sentido contrario: que la revolución se fortalece en la medida en que predomina, se profundiza y consolida la democracia interna? ¿Se les calificará de inmaduros o, más apropiado aún, de pequeño-burgueses? ¿Se les descalificará o habrá lugar para el debate de ideas?

Más aún, si es cierto que las elecciones internas son un método burgués, ¿por qué los estatutos del partido contemplan la posibilidad de emplear el método de "elección directa, universal y secreta"? Dicho de otra forma: si se trata, realmente, de un partido socialista, ¿por qué dejar abierta la posibilidad, "de acuerdo a las condiciones políticas", de adoptar procedimientos electorales que supondrían la "traición" de nuestros principios? ¡Camaradas: nuestros estatutos están contaminados con el germen de la ideología burguesa!

Habiendo constatado esta peligrosa concesión a la ideología burguesa, oculta tras la seductora máscara del derecho liberal al sufragio universal, habría que preguntarse: ¿quién habrá colado, acaso subrepticiamente, semejante mancha ominosa en nuestros estatutos? ¿Cómo es posible que nadie lo notara antes? ¿Acaso estamos todos ciegos? ¿Cómo es posible que nadie elevara su voz de protesta? ¿Acaso estamos todos mudos? ¡Elección directa, universal y secreta! ¿Acaso la nuestra es una revolución burguesa?

Al responsable de semejante falta, habrá que señalarlo públicamente como inmaduro y pequeño-burgués, que no es descalificar, sino llamar a las cosas por su nombre. Tendrá que ser procesado por el tribunal disciplinario, hasta que demuestre que ha saldado cuentas con su conciencia. Mientras tanto, camaradas, que prosiga el debate de ideas. Eso sí, sin olvidar la más importante de ellas: una revolución no se construye con métodos burgueses.

24 de marzo de 2011

La morisqueta del antichavismo

(Cuando terminaba de redactar este artículo, leí las declaraciones que Capriles Radonski, gobernador de Miranda, ofreció a la agencia Reuters: "En Venezuela no hay espacio para gobiernos de derecha".

A los de la especie de Capriles ya les he dedicado algunas líneas. Por ejemplo aquí.

Ahora lean lo que opinó Ramos Allup, jefe de Acción Democrática: "La idiosincrasia de este país fundamentalmente se ubica con el pensamiento de la izquierda democrática... Si nosotros logramos presentar una buena propuesta de izquierda democrática que desarticule el mensaje populista de Chávez, vamos a ganar las elecciones sin duda alguna".

Al paso que vamos, pronto veremos a los jóvenes antichavistas coreando la consigna: "Ser pobre no es delito").

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Por ahí dicen – no me consta – que algunos estudiantes antichavistas han aprendido a entonar la canción Nos tienen miedo porque no tenemos miedo, de Liliana Felipe, argentina, y Jesusa Rodríguez, mexicana, creada al calor de la resistencia civil contra el fraude electoral en México, y que luego se convirtiera en el himno de la resistencia popular contra el golpe de Estado en Honduras, hace un par de años. ¿Cómo explicarse este trasegar de signos, esta usurpación deliberada de símbolos de luchas que el propio antichavismo ha ignorado o menospreciado?

El antichavismo, es cierto, procede reduciendo el chavismo a su caricatura, que puede ser "oficial" o monstruosa, mientras que el oficialismo procede "despopularizando" al chavismo. Pero desde 2007, el antichavismo realiza otra operación, clave para entender el estado actual de la lucha política: no se "opone", simplemente, al chavismo, sino que intenta absorber toda su potencia, usurpando sus consignas, sus ideas-fuerzas motrices, su verbo y su cadencia, procura mimetizarse, camuflarse, para pasar desapercibido y así propagarse.

El antichavismo, parte de él, sabe que la única forma de derrotar al chavismo es "popularizándose". Por eso, en lugar de enfrentarlo abiertamente, intenta seducirlo. Cuando se ve obligado a ponerle límites, como cuando las "invasiones" en Chacao, el pasado 22 de enero, suscita su enemigo: acusa al "oficialismo" y no al pueblo chavista. No abiertamente. La tarea de criminalización corresponderá, en todo caso, al propio oficialismo, que correrá a condenar las "invasiones".

Basta recorrer por estos días los pasillos de la Universidad Central, leer las pancartas en las paredes, escuchar a los "líderes" del antichavismo estudiantil un par de minutos, para entender que, después de todo, el chavismo no tiene absolutamente nada que temer. Si concediéramos que aquellos furores de los ochenta y noventa no eran más que la versión desmejorada de la lucha armada de los sesenta y setenta, esto de ahora, cómo te explico, no pasa de ser un fraude. Un soberano y monumental fraude. Puro infantilismo de derecha. Muchacho pendejo posando para las cámaras de televisión. De cuándo acá. Una generación que jamás sabrá la diferencia entre desgañitarse y ser muñeco de ventrílocuo.

Una vez que ha mordido el anzuelo del infantilismo de derecha, el oficialismo contribuye decisivamente a la infantilización de la política. Puede que el oficialismo sienta algún temor por la muchachada antichavista. No lo sé. Pero de algo sí estoy seguro: el antichavismo nos tiene pavor. A los chavistas. Por eso tanto esfuerzo en parecerse a nosotros, aunque no les salga más que una morisqueta.

17 de marzo de 2011

La fealdad del oficialismo

Si el chavismo es bello, el oficialismo es horrible. Pongamos las cosas en su sitio: chavismo y oficialismo son como el agua y el aceite, jamás anverso y reverso. El segundo sólo puede ser, a condición de usurpar la potencia del primero, y es en sí mismo expresión de impotencia política. Para el oficialismo, la revolución ya ocurrió y lo que corresponde es glorificarla como hecho pasado, es decir, embalsamarla, porque ha muerto, aunque todavía palpite.

Más que odiarlo o despreciarlo, que también lo hace, el antichavismo siente un profundo temor por el chavismo, porque éste le enrostra lo que el primero nunca quiso mirar: el lado feo de nuestro capitalismo vernáculo, y sus buenas dosis de explotación, marginación y subordinación a sangre y fuego. Visto así, el chavismo es su mala conciencia. Si el chavismo hoy sonríe, alegre, para el antichavismo no se trata más que de una mueca atroz y burlona. Allí donde hay alegría, sólo puede ver resentimiento. Toda la belleza del chavismo, que es la belleza infinita de los pueblos que luchan, será reducida a caricatura grotesca, porque es imperativo mostrarlo como una versión desmejorada y mutilada de sí mismo para poder dominarlo, aniquilarlo.

No deja de sorprender la connivencia, la complicidad, lo bien que pueden llegar a entenderse oficialismo y antichavismo. Son, ellos sí, dos caras de la misma moneda. Una moneda que tendríamos que arrojar al foso de los deseos para que vuelva la política, para que la revolución no envejezca y muera, para que lata con fuerza.

Reducida al simulacro de conflicto entre oficialismo y antichavismo, la política ha terminado siendo la postergación del conflicto. Mucho se habla de debate, y los estudiantes hablan de debate, cuando lo que hay es diálogo de sordos. Invectivas, insultos, todo se vale si se trata de reducir la política a un ejercicio ruin, abyecto. Maricón, lechuguino, ¿cuál es la diferencia? El antichavismo suscita un rival a su medida, y el oficialismo no es capaz de concebir la política si no es midiéndose con el antichavismo: jamás lució tan cómodo, a sus anchas, por las angostas alamedas de la politiquería.

Ambos, oficialismo y antichavismo, medran a costa del chavismo. Si el antichavismo, como ya lo he planteado, procede reduciendo el chavismo a su caricatura, "oficial" o monstruosa, el oficialismo procede, como diría Ociel López, "despopularizando" al chavismo.

A los chavistas nos debe importar un comino si un grupito de bien nutridos estudiantes antichavistas hace huelga de hambre. Nuestra atención debería estar puesta, primero que nada, en los carajitos de los barrios que siguen comiendo y escupiendo plomo, que son más y están hastiados.

8 de marzo de 2011

Comentarios desactivados

Vaya y échele un vistazo usted mismo: en la página web del partido más grande de la historia de Venezuela, entre rojo y rojo mezclado con vinotinto, la opinión fluye libérrima. O al menos así parece. Esto sí que es revolución 2.0. No hay un solo artículo de opinión, una sola noticia, con los comentarios desactivados... menos una: la breve nota en que se nos informa de los recién electos integrantes de los Equipos Políticos Estadales.

Columna dedicada a las "5 líneas estratégicas", a la derecha de la pantalla. La nota aludida es del 28 de febrero. La captura de pantalla es del martes 8 de marzo de 2011.

¿Qué puede haber pasado por las ingeniosísimas cabezas con medio dedo de frente, si acaso, de los personajes que decidieron censurar de manera tan desfachatada la opinión de la militancia respecto de este asunto puntual?

¿Qué malestares indecibles, qué tribulaciones o simplemente, coño, vamos a hablar claro, qué arrecheras pretenden ocultar? ¿Cuántos soles con cuántos dedos? ¿Cuántos planetas? ¿Hasta cuándo estos personajes creyéndose el centro del universo?

¿Y es que ustedes creen que nosotros somos pendejos?

Mientras lo intenta, responderse alguna de estas preguntas, vaya y léase el artículo de Carola Chávez, Base robada, a ver si le sirve de algo. A ver si le sirve, al menos, para terminar de darse cuenta de que esa gente, sin nosotros, no es nadie.

3 de marzo de 2011

Rebelión popular: cuando izquierda y derecha no tienen nada que decirnos


En un artículo intitulado El mejor de los mundos posibles, publicado el 14 de octubre de 1989, Cristina Peri Rossi, poeta y escritora uruguaya, advertía: "La crisis de los regímenes comunistas tiene una consecuencia casi inconsciente en el ciudadano de pie de los países desarrollados de Occidente: la sutil desesperanza de que entonces, con todos sus defectos, vivimos en el mejor de los mundos posibles".

Lo que Daniel Bensaid denunciara como el "socialismo realmente inexistente" tocaba fondo: a la fecha, se habían venido abajo los regímenes en Polonia y Hungría. Un mes después, poco menos (el 9 de noviembre), caía el Muro de Berlín, y luego los gobiernos en Checoslovaquia, Bulgaria y Rumania. La misma Unión Soviética estaba a punto de desintegrarse.

De aquella "sutil desesperanza" que percibía Peri Rossi, "a la desmovilización ciudadana, a la resignación, hay un pequeñísimo paso. El neocapitalismo brutal, con sus injusticias, su desigual reparto de la riqueza, su olvido de los menesterosos y de los necesitados, su falta de protección a la vejez, a los pobres, a los marginados parece quedar convalidado por el abrumador fracaso del modelo comunista".

En una frase: no era tiempo para triunfalismos. Era imprescindible no sucumbir a la tentación del análisis maniqueo: "Es como si al haberlo hecho tan mal… la Unión Soviética diera un espaldarazo definitivo a como lo hemos hecho en el otro lado. Falsa comparación y falsas consecuencias… Hay que decirlo con todas las letras: el desarrollo de una parte de Occidente (porque es una parte, tan sólo: América Latina también pertenece a Occidente) ha tenido un coste social muy alto. Nuestras ciudades, que ofrecen en sus tiendas todo tipo de artículos de lujo y los últimos modelos de la técnica en automóviles o televisores, son también las ciudades de la contaminación, la violencia, la drogadicción, la mendicidad y el miedo".

Es historia cómo la rancia izquierda de entonces pretendió asimilar el triunfo de los pueblos en Europa del Este y la derrota del "socialismo realmente inexistente", es decir, su propio fracaso, como una derrota de la humanidad entera. Del otro lado, la derecha neoliberal, ensoberbecida, furibunda, pretendía imponernos otra farsa: aquella según la cual la victoria de los pueblos era el triunfo definitivo de la civilización del capital.

Pocos meses antes, había tenido lugar en Venezuela la rebelión popular del 27F. Esto recién comenzaba. Sin embargo, no conforme con la brutal represión de Estado, sobre el sujeto de la revuelta llovió fuego "amigo" y enemigo: fue condenado y vilipendiado tanto por los guardianes del orden como por intelectuales "progres". (Aún hoy, se leen opiniones como ésta: "aquel formidable estallido no pasó de ser una 'jacquerie', un motín, cuando ha podido y debido ser la captura del gobierno, el inicio del camino revolucionario"). Ni la rancia izquierda ni la derecha tenían nada que decirnos. En el juego de la historia, habían quedado fuera de lugar.

Recordatorio que viene a cuento a propósito de las revueltas populares en el norte de África, donde una nueva historia empieza a escribirse. No es tiempo de triunfalismos, pero tampoco de maniqueísmos: entre la izquierda rancia y la derecha genocida, nuestra opción es por los pueblos en rebelión, por aquellos que han logrado sobreponerse a la desmovilización, a la resignación, y se han volcado a las calles. Como hace veintidós años.