29 de diciembre de 2010

La vida en los refugios

Conozco a varios personajes que darían un ojo de la cara por tener la oportunidad de ver, asomados por una pequeña rendija, lo que sucede al interior de los refugios. Me los puedo imaginar, a estos voyeristas intelectuales, extáticos, largándose interminables disquisiciones sobre la biopolítica o las "sociedades de control", citando a Deleuze, Agamben o, pongámonos más intensos, a William S. Burroughs, que, bien vistas, no pasarían de ser una versión más "elaborada" del mismo discurso que disparan los medios antichavistas, para los cuales todo se reduce a la "gestión ineficiente".

Por lo menos las periodistas de El Nacional mienten descaradamente y, haciéndose pasar por estudiantes de la Universidad Bolivariana, lograr entrar al refugio y se llevan consigo varios testimonios que luego descontextualizan de la manera más vulgar. Nuestros voyeristas, ni eso: les basta con creerse todo lo que cuenta la "prensa libre" e indignarse con un par de historias ajenas, para concluir lo que su visión ciclópea les enseñó desde siempre: que éste es un régimen totalitario, cuya "gestión de la vida" popular ahoga la libertad, etc.

Pero tamañas imposturas son verdaderamente irrelevantes si se les compara con las opiniones de algunos funcionarios vinculados a la "administración" de los refugios, o con las inquietudes de algunos "revolucionarios" que, por ejemplo, llegaron a expresar su malestar por el "mal hábito" de algunos refugiados del Sambil La Candelaria, que aireaban sus ropas en los balcones del ex centro comercial. Toda una afrenta estética.

Los refugiados y sus "malos hábitos": "Qué dirán mis amigos de La Candelaria". Por: Carlos García Rawlins/Reuters.

En los refugios se recrea, pero en condiciones infinitamente más adversas, no sólo la vida barrial, con sus virtudes y miserias, sino también la profunda tensión que atraviesa a todas las instituciones del Estado, sin excepción: por una parte, la fuerte tendencia a la gestionalización de la política, con toda su carga de menosprecio por lo popular, pero también la tendencia a la repolitización de la gestión pública, de orientación radicalmente popular y democrática. Si bien sobre la primera tendencia podrían escribirse miles de páginas (y de esta fuente inagotable beben voyeristas y medios antichavistas, que después de todo terminan siendo lo mismo), es oportuno dedicarle algunas palabras al enorme contingente de hombres y mujeres que, día tras día, hacen la diferencia.

Son los hombres y mujeres que están convencidos de que el problema de los refugiados, como el resto de los problemas a los que nos enfrentamos, es irresoluble desde el Estado esclerosado y corrompido que hemos heredado; los que combaten cotidianamente (es necesario insistir en el punto: en las condiciones más adversas) décadas de paternalismo estatal y clientelismo, interpelando a los sujetos pasivos, sin "lástima" ni resentimiento; los que establecen alianzas con los líderes populares naturales para promover y crear las condiciones para la organización popular (a través, por ejemplo, de los Comités Populares de Vivienda); los que trabajan de la mano con el movimiento popular, intentando estrechar vínculos entre los refugios y la vida en los barrios; los que asumen que el objetivo no es una vivienda para cada familia, sino la vida digna, lo que pasa por hacerle frente a toda forma de exclusión y explotación (y a sus manifestaciones dentro de los refugios); los que se enfrentan a los déspotas: gestores, jefecillos, traficantes, figurines, discurseros y farsantes.

A todos ustedes, nuestro respeto, aliento y apoyo incondicional. Con su ejemplo nos demuestran que sigue siendo posible esa revolución en la que creemos.

22 de diciembre de 2010

Los buhoneros y el partido/movimiento


Fragmento del documental La revolución no será transmitida, de Kim Bartley y Donnacha O'Briain, que registra imágenes del pueblo reprimido en el centro de Caracas durante el 12 de abril de 2002. ¿Cuántas de las primeras víctimas de la dictadura de Carmona no fueron buhoneros?

Con los buhoneros sucede algo similar al caso de los motorizados: son sujetos políticos que han jugado un papel decisivo, determinante, en los momentos más duros de la confrontación política, y sin embargo son mirados con desdén por quienes militan, digamos, en la política formal.

Sobre los buhoneros se ha dicho de todo, y seguramente buena parte de lo dicho sea verdad: que el negocio de la buhonería está controlado por mafias; que en aquellos lugares donde controlan el territorio, están estrechamente imbricados con redes delincuenciales; que este mismo control del territorio lo realizan de manera anárquica y caótica, e impiden el derecho al libre tránsito de los ciudadanos; que parte del negocio está controlado férreamente por el paramilitarismo. Son todos argumentos esgrimidos por compañeros que militan en la revolución bolivariana. No viene al caso ahondar en la percepción que sobre el asunto tiene la derecha más rancia, tributaria de lógicas represivas del tipo tolerancia cero.

Para los compañeros formados en los principios y valores de la izquierda más tradicional, no tiene sentido siquiera hablar de "sujetos políticos". Buhoneros y motorizados son asociados, automáticamente, con el lumpen. Sólo la "clase obrera", con una pequeña ayuda de sus aliados los profesionales, técnicos, estudiantes y, si fuera posible, el campesinado, tienen derecho de entrada al paraíso. Lo demás es palabrería posmo.

Con el resto de los compañeros, que por suerte son los más, es posible plantearse el asunto en otros términos. Frente a sus reservas, algunas de ellas legítimas, suelo responder con un pequeño ejercicio de memoria histórica: en 2002, los buhoneros ocupaban un extenso corredor territorial en pleno centro geográfico de Caracas, entre Chacao y Plaza Venezuela, que más de una vez sirvió como muro de contención contra las tentativas opositoras de desplazarse hacia Miraflores, no para ir a regalarle piropos a Chávez, sino para derrocarlo. Esa historia no me la contó nadie: durante todo 2002 y buena parte de 2003 trabajé a una cuadra del bulevar de Sabana Grande. En diciembre del mismo año, en pleno paro insurreccional, bastaba con asomarse al bulevar para ver a la ciudad en movimiento. Del mismo modo, cualquiera que haya estado en la calle el 13 de Abril sabe de la importancia crucial de los motorizados, en tanto canales "informales" pero eficaces de comunicación popular, por decir lo menos.

Voy más allá: ¿cuántas de las primeras víctimas de la dictadura de Carmona no fueron buhoneros del centro de Caracas, reprimidos a sangre y fuego por la Policía Metropolitana? Sin duda, algunos de los primeros combates callejeros contra la dictadura, el 12 de abril, fueron protagonizados por el pueblo/buhonero.

Los compañeros del Movimiento de Pobladores me explicaban hace poco, refiriéndose al caso de los edificios ocupados en el centro de Caracas, que las mafias sólo controlaban espacios despolitizados, es decir, allí donde los ocupantes no estaban organizados. Nada más eficaz contra las mafias que el trabajo político. Igual consideración podría hacerse en el caso de los buhoneros. Acaso el desdén con que se les mira, tenga relación con el proceso de despolitización o burocratización de la política que hoy afecta a la revolución bolivariana.

Produce un poco de pena ajena la aclaratoria, pero es necesario decirlo: no estoy planteando que los buhoneros sean el "sujeto histórico" de la revolución bolivariana. Sin embargo, preocupa la tendencia que apunta en sentido inverso: hacia su criminalización. Más claro aún para que se entienda en todas partes: ¿la invisibilización de los buhoneros como sujetos políticos, allí donde este fenómeno opere, tendrá alguna relación con los resultados electorales del 26-S?

En fin, tanto buhoneros como motorizados deben formar parte del partido/movimiento en ciernes. Caso contrario, estarán los mismos que hoy están, y tal vez algunos más, pero no estarán todos los que son.

21 de diciembre de 2010

A propósito de La ciberadvertencia, de El Nacional: el temor de la prensa antichavista

La principal preocupación de la prensa antichavista no es la amenaza de censura, sino la posibilidad, que a veces se asoma cercana, de la discusión libre y democrática sobre cualquier asunto de interés público. Frente a esta posibilidad, la prensa antichavista reacciona con verdadero pavor, procurando reconducir los términos de la discusión al esquema resabido y preconcebido, y fuera del cual todo dejaría de tener sentido para el antichavismo: es imprescindible, en cada caso, "demostrar" que la "prensa democrática" libra una lucha a brazo partido, y siempre en condiciones desventajosas, contra las fuerzas del silencio, la oscuridad, la mordaza y la mentira.

Esto ha quedado en evidencia, una vez más, en ocasión de la movilización que se ha producido en el campo revolucionario a propósito de la propuesta de reforma de la Ley Resorte. Resumiendo: esta movilización, en la que compañeros como Luigino Bracci han jugado un destacado papel, ha traído como consecuencia la remoción de varios artículos que muchos cuestionamos, por su carácter regresivo.

Por donde se le mire, se trata una victoria, tal vez para algunos modesta, pero victoria al fin, lograda en buena lid, y cuya importancia trasciende el hecho mismo de la puntual remoción de artículos. Como escribió Luigino Bracci el miércoles 15 de diciembre: "Sin duda que este proyecto es muchísimo mejor que el planteado días atrás. Seguramente puede ser perfectible, seguramente si uno busca podrá encontrar cosas que se puedan mejorar. Pero me alegra saber que sí pudimos unirnos y hacer cambios, y que hubo gente que sí nos escuchó sin llamarnos escuálidos o contrarrevolucionarios. Los llamados del Presidente Chávez a la autocrítica están surtiendo efecto".

En otras palabras, y en esto coincido plenamente con Luigino Bracci, la verdadera victoria radica en la posibilidad real de sumar esfuerzos para crear las condiciones de una discusión libre y democrática sobre asuntos de interés público, sin cortapisas ni chantajes, como aquel según el cual no es "conveniente" ejercer nuestro derecho - y nuestra obligación - a disentir públicamente de alguna iniciativa gubernamental que consideremos errada y, por tanto, susceptible de revisión, porque eso significaría "darle armas a nuestros enemigos".

Eso, nuestros "enemigos" lo saben perfectamente, y sacan provecho político de esta circunstancia de manera permanente. Pero, ¿qué significa "sacar provecho político"? Significa sabotear en todo momento la posibilidad de la discusión libre y democrática. Más allá: el aplanamiento de las diferencias, el intento siempre frustrado de invisibilizar, mediante el chantaje, las voces críticas (es necesario subrayar que el chavismo es mayoritariamente crítico, cuestionador, irreverente, inconforme) tiene como efecto reforzar la versión maniquea de la prensa antichavista: 1) el chavismo es una masa informe que no discute ni cuestiona; 2) el chavismo es sinónimo de mentira, imposición, violencia y sinrazón; 3) el gobierno chavista va directo a la dictadura, y uno de sus objetivos inmediatos es la censura de la "prensa libre"; y 4) la prensa antichavista es sinónimo de verdad, libertad y razón.

Póngase como ejemplo el trabajo publicado el domingo 19 de diciembre en el diario El Nacional, intitulado La ciberadvertencia, firmado por Laura Helena Castillo y David González, y que ya produjo una primera respuesta de Luigino Bracci. La impresión que deja una primera lectura de la nota es que algunos contenidos de la propuesta de reforma de la Ley Resorte eran tan cuestionables, que hasta produjo la movilización de algunos chavistas (y citan palabras del mismo Luigino Bracci, de Marialcira Matute, José Roberto Duque, Helena Salcedo y del autor de este blog). Pero como no se trata de impresiones, hagamos breve mención de algunas partes del trabajo.

Lo primero que queda claro, es que los periodistas están convencidos de que todos los caminos conducen a la censura, de la misma manera que el gobierno camina a paso firme hacia la imposición de una dictadura. Por ejemplo: aunque reconocen "la supresión de los puntos más polémicos", aseguran que "se mantienen algunas prohibiciones de cuidado". Más adelante advierten: "aspectos esenciales de la arquitectura para controlar Internet fueron desechados de momento", y sólo de momento. Luego: "Hay activistas que piden a los cibernautas dormir con un ojo abierto". Léase bien: "activistas" antichavistas, nosotros sólo calificamos como "seguidores del proyecto presidencial". Por último: "Pero los ciudadanos saben que el peligro se mantiene". ¿Qué ciudadanos?

Pero la clave del trabajo está resumida en una frase de apenas ciento treinta y ocho caracteres, que hubiera podido merecer un buen tweet: "El temor de darle banderas a la oposición, que se movilizó en varias oportunidades esta semana, contribuyó con la velocidad de la reacción". ¿Fuente? "Según cercanos a la AN". Muy convincente, sobre todo tratándose de un trabajo que se tomó la molestia de citarnos textualmente a varios de los "seguidores del proyecto presidencial".

De esta manera, insisto, todo el esfuerzo a favor de la discusión libre y democrática sobre asuntos de interés público, nuestra reivindicación del Chávez que hace llamados a la autocrítica, y la verificación de que estos llamados están surtiendo efecto, los periodistas de El Nacional lo reducen a "temor de darle banderas a la oposición". De igual forma, la victoria que implicó la modificación puntual del articulado del proyecto de reforma de la Ley Resorte (Ley Mordaza, según la prensa antichavista), queda reducida a su contrario, puesto que "el peligro" de censura "se mantiene".

Es cierto, la prensa antichavista simplemente hace su trabajo: reconducir siempre los términos de la discusión para que todo encaje en su esquema preconcebido. Sin embargo, nunca está de más identificar cómo lo hace, evaluar las implicaciones de lo que hace, identificar los efectos que persigue y actuar en consecuencia.

Lo que ha quedado demostrado con este episodio es que el chantaje ("temor de darle banderas a la oposición") no ha funcionado. Todo lo contrario de lo que afirman los periodistas de El Nacional. Por eso hablan de "temor", que no es más que el suyo propio.

15 de diciembre de 2010

Que paguen los que más tienen

Hace una semana escribía sobre la deriva discursiva opositora, signo claro de que el antichavismo había sido incapaz de asimilar al Chávez "repolitizado" que se había lanzado a la calle dispuesto a ser interpelado por el pueblo, el Chávez "cable" entre el pueblo y el Estado, para latiguear al Estado, para interpelarlo. Frente a este Chávez, y a una velocidad impresionante, la táctica de desgaste opositora, concentrada en la crítica de la gestión de gobierno, fue perdiendo eficacia. El látigo-Chávez volvía a ubicarse en el único lugar desde el cual es concebible una revolución: por "fuera" del Estado, no sólo reclamando y recuperando el legítimo derecho a cuestionar radicalmente al Estado burgués esclerosado y corrompido, sino reivindicando esta crítica como una obligación. En medio del aguacero, el hombre había logrado encender la chispa, que fue convirtiéndose en incendio, pueblo allamarado, mientras los otrora poderosos cañones opositores disparaban cual pistolitas de agua: ¡Populista! ¡Populista!

Al grito de ¡Populista!, cual ejército que se retira de manera desordenada, prometiendo que volvería, la oposición buscaba un terreno más cómodo para reordenar su estrategia. Hacia finales de la semana pasada era evidente su esfuerzo denodado por desplazar la lucha política de la calle, donde el látigo-Chávez volvía a lucir sin rivales, al terreno de lo legal: a la denuncia de las leyes que terminarían por instaurar, vía decreto, y por enésima vez, la más oscura de las dictaduras.

Entiéndase: no se trata de subestimar la importancia de la discusión pública en torno a las leyes en discusión en la Asamblea Nacional, como ha quedado en evidencia a propósito del proyecto de reforma de la Ley Resorte, cuyo articulado sufrió significativas modificaciones a partir de la movilización que se produjo en el campo bolivariano.

Se trata de no perder de vista que la política revolucionaria se hace es en la calle, junto al pueblo. Insisto: la principal lección política de las últimas dos semanas es que la gestión de gobierno, en todas las áreas, debe estar acompañada siempre del pueblo/sujeto, no del pueblo/objeto de la asistencia del Estado paternalista. Lo mismo cabe, por supuesto, para la Asamblea Nacional: que el "pueblo legislador" no se convierta en una consigna vacía.

Pueblo/sujeto de la gestión de gobierno, repolitización de la gestión, equivale a crear las condiciones para el autogobierno popular. Repolitizar la gestión no significa hacer más eficiente al Estado burgués, sino fortalecer el poder popular. De hecho, el problema consiste precisamente en la brutal eficacia del Estado burgués: sabotea y obstaculiza, de manera permanente, el proceso de empoderamiento popular.

Consideraciones que son oportunas a propósito del anuncio que ha hecho Chávez, el lunes pasado, de convocar a una Ley Habilitante. El movimiento que tímidamente ensayaba la oposición, intentando desplazar la lucha política de la calle a lo legal, ahora adquiere mayor fuerza. Lo oposición sueña con un Chávez enmarañado en un sin fin de leyes, alejado de nuevo de la calle, "gestionalizado".

Un alentador signo de que la circunstancia de la Habilitante no significará un repliegue de la calle, sería la reconsideración de una medida como el aumento del IVA. Ahora más que nunca vale la conseja de que la economía es un asunto demasiado serio como para dejárselo a los economistas. Dicho de otra forma, éste no es momento ni lugar para los técnicos y expertos económicos, sino para la crítica de la economía política. Que el costo de la reconstrucción de lo que han arrasado tanto las lluvias como el capitalismo vernáculo, lo paguen los que más tienen, no el pueblo venezolano.

12 de diciembre de 2010

Héroe

Estadio Universitario de Caracas, sábado 11 de diciembre de 2010: Rafael Álvarez rumbo a la primera, brazo en alto, ya convertido en el héroe de la jornada. La Guaira 4, Caracas 3.

Rainer Olmedo, el héroe de hace un par de días contra el Zulia, se desliza en jon para anotar la de la victoria.

Cómo estás viejo querido. Seguro estás bailando samba, allá y aquí, donde sea que te encuentres, en todas partes. Por aquí gritamos, saltamos, reímos, celebramos, cantamos. En cuanto a Sur, no sé qué celebra más: si las victorias o nuestra alegría. Hasta César celebra: "¿Lo volvieron a hacer, panita?". Coro también, desde Higuerote, en un centro de refugio, donde lleva más de una semana. Sandra Mikele, en Maracay, con la familia, porque sabe que su Papá está contento. Sin embargo, siempre me pregunta: "¿Y de qué lugar estamos?". "Todavía de últimos", le respondo. Y entonces se sume en el silencio de quien no termina de comprender cuál es el alboroto. Meres, también desde un centro de refugio, saca fortaleza de su reserva inagotable y me regala una sonrisa a la distancia. Y Rommel, por supuesto. El incondicional. El que me acompaña siempre, en las buenas y en las malas. Ya llevamos seis victorias consecutivas, catorce en los últimos dieciocho juegos. Y pensar que, como me decía Rommel, hace diecinueve juegos, con apenas seis victorias y con veintiún derrotas a cuestas, el nuestro era un equipo desahuciado, sin ánimos, sin horizonte, casi sin vida. Saltaba al terreno por inercia, desorientado, sin ganas. De repente como que un latigazo les atravesó el cuerpo y volvieron a ser un equipo, el que hace las pequeñas cosas, el que jamás se rinde, el del juego hermoso, combativo, deslumbrante, alegre. El terreno no una circunstancia, sino un campo de batalla. El equipo que nos enseñó a no darnos por vencidos nunca. De estas seis victorias al hilo, las últimas dos dejando en el terreno al contrario. El viernes fue contra el Zulia: llegamos al noveno perdiendo 3 a 2, llenamos las bases con un solo out, y Rainer Olmedo conectó un linietazo que bañó, bastó y sobró al jardinero derecho. Carajo mi viejo, qué vaina tan sabrosa. Ayer sábado le tocó al Caracas, el mismo equipo que nos dejó en el terreno el día de tu partida. Llegamos al noveno otra vez perdiendo 3 a 2, y volvimos a llenar las bases con un solo out. Pero esta vez le tocó a Rafael Álvarez, que salió de emergente para conectar una línea por todo el centro que se trajo las dos. La del gane la anotó Rainer Olmedo, que se deslizó en ese jon como si de eso dependiera su vida. Por eso, mi viejo, estoy seguro de que estás bailando samba. No es para menos: hoy, cuando se cumple un año de tu partida, con ese par de dejadas en el terreno, los Tiburones de La Guaira te montaron tremendo comité de bienvenida. Vas trotando por las bases, después de sacarla de jonrón, con el brazo izquierdo en alto, saludando y arengando a la tribuna derecha del Universitario, cruzas por tercera base, guerrero, invencible, y llegas a jon para fundirte en un mar de abrazos, palmadas y saltos. ¡Los dejamos! ¡Los dejamos! ¡Los dejamos! Saltamos contigo, nos abrazamos contigo. Porque sigues siendo nuestro héroe.

10 de diciembre de 2010

Cómo escribe un cobarde

No todos los anónimos que escriben a este blog son cobardes. Son muchas las razones que pueden estar detrás de la decisión personalísima de escribir un comentario sin identificarse con nombre y apellido. Algunos, incluso, son amigos muy cercanos y queridos, que manifiestan sentir algo parecido al "miedo escénico". Otros, sobre todo los menos familiarizados con el funcionamiento de los blogs, simplemente no saben cómo hacerlo: omiten ese paso de manera completamente involuntaria.

Pero algo sí es definitivo: todos los cobardes son anónimos. Son los personajes que se escudan tras el anonimato para ofender y transmitir mensajes denigrantes de la condición humana, cargados de odio y resentimiento infinitos. Algunos de ellos han pasado por aquí, y he publicado la inmensa mayoría de sus comentarios. Los viejos lectores de este blog, los más fieles y leales, pueden dar cuenta de que es así.

No son pocos los amigos que me lo han reclamado, esgrimiendo una batería de argumentos bastante legítimos. Después de todo, ésta es una página personal, y aquí se publica lo que yo decido. ¿Qué sentido puede tener brindarles un espacio a los que vienen a insultar? Quiero resaltar: a insultar, que no es lo mismo que expresar opiniones distintas a las que yo defiendo, porque todo el mundo tiene derecho a expresar y defender sus propias opiniones.

Suelo responderles, a los amigos que me reclaman, que en ningún caso me tomo los insultos como algo personal. Que, muy por el contrario, publicar lo que escriben estos cobardes es desnudar lo que, en vano, intentan ocultar tras el anonimato: las miserias, la ruindad, la tristeza de alma, el asco, el profundo desprecio que sienten por el pueblo y por la revolución bolivariana. Nada de lo que yo pueda escribir sobre ellos los retratará mejor que sus propias palabras.

Sin duda alguna, éste es un blog partidario, pero jamás genuflexo. Creo firmemente que sin espacios para la crítica esta revolución será una farsa. Me he manifestado reiteradamente en contra de los farsantes, quienes intentan chantajearnos permanentemente con aquello de que señalar públicamente nuestros errores es llevar agua al molino de nuestros adversarios. He caído varias veces en el saco de los "anarcoides", "pequeño-burgueses" y otras linduras. ¿Cuál es el problema? Para eso estamos: para dar y recibir. Esto es una pelea. Sin estridencias, con ánimo constructivo, he intentado alentar y he participado en una discusión sobre la necesidad de revolucionar los medios públicos.

Muchos de quienes me leen lo saben, y no fue necesario explicarles que de eso se trataba aquella breve nota que escribí, el 12 de noviembre, a propósito de un buen texto de mi pana Leo Campos. La nota: Buen periodismo. Los buenos entendedores asimilaron de inmediato el mensaje: nuestros medios públicos deben mostrar el lado "malo" de la revolución. Sólo así será posible hacer un periodismo digno de llamarse tal. Porque sólo una revolución digna de llamarse tal muestra nuestros errores, nuestros lunares, nuestras miserias. El pretexto de aquella nota fue un sabio comentario de Sandra Mikele, mi hija de diez años.

El sábado 20 de noviembre, a las 11 y 49 de la noche, hizo su entrada uno de aquellos cobardes. Recuerdo que aquel fin de semana me encontraba en Barquisimeto. Fui invitado a una conversa con profesores y trabajadores de la Universidad Politécnica Territorial Andrés Eloy Blanco, y aproveché la circunstancia para conocer de cerca la Comuna Ataroa, una de las experiencias de autogobierno popular más avanzadas de toda Venezuela.

Pude revisar mi correo, con calma, sólo cuando estuve de regreso a Caracas, el martes 23 de noviembre. Entonces publiqué el primer comentario del tal anónimo, y también el segundo: en el que me escribía la misma cantidad de sandeces de muchos otros anónimos:

"jajajaja, que bueno decidiste no pubicar el comentario, que maravilla es controlar la opinión. Bueno tus lectores no podrán leer un comentario NO Comprometido como el de todos ustedes, un comentario distinto que no se va en loas a la estupidez de creer en el subsidiio de que hay que decir algo bueno en la prensa porque si, porque no todo es tan malo, y bueno porque se trata del gobierno que apoyas tu y tus lectores".

El anónimo regresó al día siguiente y, sin rubor alguno, se limitó a escribir un escueto comentario:

"Que bueno que finalmente publicaste lo escrito".

Hice caso omiso de los dos últimos comentarios, pero me vi en la obligación de responder al primero. ¿La razón? Al anónimo no se le ocurrió una idea mejor que comenzar haciendo alusión directa a Sandra Mikele:

"Bueno tu hija es una idealista, porque habría que revisar si hay realmente cosas buenas que reportar. Cuantos son los muertos cada fin de semana? Cunatos hospitales están en la lona? Como van los resultados económicos? Como van los planes de mejorar el problema del tránsito? Como va el Metro de Caracas? Como va MERCAL? Chamo son demasiados los temas en los que hay fallas serias, como para entrar en la estupidez de decir, pero dime las buenas pues.... jajajajaj buscando subsidio? eres mas ADECO de lo que te imaginas. Primero hay que destacarse en las soluciones para pretender que hayan cosas buenas que reportar".

El anónimo no entendió un ápice de la nota que escribí, tal y como queda demostrado en sus dos primeros comentarios. El antichavista promedio está habituado a pensar en nosotros, los chavistas, como una suerte de raza inferior, salvaje, brutal, sumida en la ignorancia, sin capacidad de entendimiento, cómplice, por naturaleza, del crimen, el robo, la muerte, la mentira, etc. Una raza a la que hay que disciplinar, domesticar, gobernar a punta de plan y plomo.

Pero además, incurrió en un acto de cobardía inaceptable: involucró a mi hija en el asunto. Ésta fue mi respuesta:

"Le leí a mi hija parte de lo que escribiste. Me interrumpió como a la mitad. ¿Sabes lo que me dijo? Palabras más, palabras menos: 'Papá, a idiotas como esos ni siquiera se les responde'. Lo de idiota lo agregué yo. Idiota y cobarde: uno se mete con el santo, pero no con la limosna. Cobarde".

El tal anónimo no se apareció más por acá, hasta hoy, dieciséis días después. Esto fue lo que escribió:

"Iturriza, eres muy bueno, muy bueno para no hablar de lo que dije en mi comentario. No metas a tu hija en un tema de adultos, eso es lo cobarde, esconderte detras del comentario de tu hija para no decir como es que deseas que los desastres del gobierno sean subsidiados por el periodismo servil que te gustaría ver. Sigo tu estilo, cobarde eres tu que te escudas en tu hija para no tener que ahondar, que inmensa idiotez demuestras".

Comentario que decidí no publicar en aquella nota, porque tal vez muy poca gente tendría chance de leerlo. Porque mi deseo es que lo lea la mayor cantidad de gente posible. Para que sepan cómo escribe un cobarde.

8 de diciembre de 2010

Chávez "populista"

Chávez en La Pedrera, Antímano, al oeste de Caracas. Miércoles 1 de diciembre de 2010

No es casual que, a propósito de la emergencia ocasionada por las lluvias, la oposición vuelva a hablar de una supuesta "estrategia populista" de Chávez. El hombre, literalmente, no ha parado: ha retomado la calle con una energía que no se le veía en mucho tiempo. Su despliegue ha ido más allá de cualquier fórmula clásica de marketing político: no es un político cualquiera visitando una zona afectada, embarrándose hasta las rodillas, posando para las cámaras. Es un Chávez que toma un megáfono y dirige una asamblea popular cerro arriba; uno que ha vuelto a prescindir de toda mediación y entra en contacto directo con el pueblo; uno que promueve la interpelación popular, que escucha demandas, orienta, dialoga, que intenta poner en práctica el poder obediencial, que interpela directamente al aparato de Estado, abriendo las puertas de Miraflores y de los cuarteles para que sean utilizados como refugios; uno que ocupa territorios acompañado por el pueblo; uno que instiga de manera permanente el control popular sobre la gestión de gobierno, que llama al pueblo a organizarse y reclamar; uno que exige a los medios públicos que se abran a las críticas, que se hagan eco de las denuncias populares, que combatan la corrupción, el clientelismo y el tráfico de influencias.

No es un Chávez desconocido. Es más bien Chávez volviendo a ser Chávez. Frente a este Chávez "repolitizado", líder político antes que jefe de gobierno, la táctica discursiva que la oposición viene empleando desde 2007, concentrada en la crítica de la gestión gubernamental, va perdiendo eficacia. La apelación al recurso retórico de una supuesta "estrategia populista" del hombre, es un signo inequívoco de la actual deriva discursiva opositora. No han sido capaces de asimilar el momento. Reaccionan haciendo uso de su viejo arsenal retórico, defensivamente, aguantando el vendaval, sin iniciativa. La interpelación popular, que el mismo Chávez promueve, es motivo de risa burlesca para los medios antichavistas. "Se los digo de frente": son bufones que no han comprendido nada. Tal vez es risa nerviosa porque comienzan a comprender.

La táctica opositora de desgaste sólo es eficaz en la medida en que: 1) el chavismo oficial es refractario a la crítica popular de la gestión de gobierno; y 2) el discurso sobre el socialismo es percibido por la base social del chavismo como algo abstracto. De allí que la táctica opositora de desgaste consista en: 1) crítica de la gestión: algo falta, o el gobierno es ineficiente, lo hace siempre mal; y 2) denunciar que el discurso del socialismo no guarda ninguna relación con las necesidades más sentidas del pueblo. Es decir, algo falta (gestión) y algo sobra (ideología).

¿A qué obedece el discurso sobre la "estrategia populista" de Chávez, cuál es su lógica de funcionamiento? Para la oposición, ahora lo que "sobra" es gestión. El "populismo" es "exceso" de gestión. Según este discurso, el problema ahora es que Chávez está ofreciendo más de lo que su gobierno ineficiente puede resolver; está creando ilusiones y expectativas ilimitadas; está prometiendo más viviendas de las que puede construir, etc. Lo que "sobra" y preocupa es la gestión que comienza a repolitizarse.

Por supuesto, la oposición seguirá insistiendo en su táctica de desgaste, identificando puntos débiles de la gestión gubernamental. En cada caso, lo que habrá que hacer es asimilar la que quizá sea la principal lección política de la coyuntura creada por las lluvias, y actuar en consecuencia: la gestión de gobierno, en todas las áreas, debe estar acompañada siempre del pueblo/sujeto, no del pueblo/objeto de la asistencia del Estado paternalista. Pueblo/sujeto de esa "rebelión popular" de la que hablara Chávez el martes por la noche, desde Fuerte Tiuna. No nos corresponde la defensa acrítica del Estado burgués anquilosado, corrompido e ineficiente, sino echar las bases de una nueva institucionalidad democrática. Y eso sólo es posible con participación popular.